Para recuperar un futuro posible

En vista de la convocatoria a diversos sectores empresariales y sindicales por parte del Gobierno, ahora muchos gremios populares exigen ser atendidos en los mismos términos que los anteriores. Los reclamos se refieren de manera cada vez más imperiosa al abastecimiento de dólares, combustibles, insumos industriales y al alza de varios precios de la canasta familiar, es decir al control de la inflación.
Como las respuestas y compromisos derivados de estas reuniones no contemplan resultados inmediatos, ni pueden hacerlo dadas las complejas dimensiones que han alcanzado las diversas crisis, existe el peligro de que la combinación de incertidumbres inmediatas y los temores sobre el futuro a más largo plazo, desborden en violencia y confrontaciones descontroladas.
Se suma a todo eso, la conflictividad creciente derivada de las disputas entre fracciones del MAS, que trae aparejada la desinstitucionalización de las relaciones entre órganos del Estado, y el empantanamiento de la deliberación parlamentaria, atrapada en una serie de disputas sobre el muy corto plazo.
Entre las consecuencias de dicha conflictividad creciente existe el riesgo de que se instale una frustración estructural acompañada de una pérdida de futuro, es decir, un fracaso del Estado.
Considero por eso imperioso abordar la deliberación sobre los temas del desarrollo a más largo plazo y las transformaciones imprescindibles que se requieren a fin de que no se acumulen rezagos adicionales en cuanto a la comparación económica, social e institucional con nuestros vecinos.
A lo largo de su historia, el país no ha logrado sustituir el patrón secular de desarrollo primario- exportador, característico al comienzo de la minería y que más adelante se instaló también en la extracción de los hidrocarburos y de las actividades agropecuarias en los departamentos del oriente. Como es frecuente en este tipo de economías, su funcionamiento es cíclico, dependiendo de los mercados internacionales de materias primas y productos básicos. Se puede demostrar que enfrentamos el agotamiento de un ciclo excepcional de bonanza externa, motivo por el cual se requiere emprender sin mucha dilación la identificación de los componentes materiales de un patrón alternativo de desarrollo dinámico por su nivel de crecimiento de largo plazo, capaz de generar suficientes puestos de trabajo formal y sostenible por su aprovechamiento regenerativo de los recursos naturales.
Por supuesto que la crisis del cortísimo plazo necesita respuestas urgentes, la mayor parte de las cuales son bien conocidas, y están bajo la responsabilidad del Gobierno. El sistema de precios relativos está absolutamente distorsionado. No conviene sin embargo que se trate de enderezar todos sus componentes al mismo tiempo, pero tampoco es razonable que se someta el problema a un referéndum difuso e inconstitucional que se llevará a cabo dentro de 90 días.
En el horizonte a mediano plazo es necesario considerar propuestas concretas sobre el país deseable y la respectiva trayectoria de su realización, en cotejo con las oportunidades que ya están presentes en el ámbito internacional, pero que necesitan un ejercicio serio de planificación, concertación e inclusión de inversiones extranjeras de calidad.
Así, por ejemplo, la transición energética global desde los combustibles fósiles hasta las energías renovables ofrece oportunidades concretas para un nuevo tipo de minería sostenible. También hay oportunidades para una actividad agropecuaria en gran escala, que no implique ampliación irresponsable de la frontera agrícola ni tampoco el uso masivo de biotecnologías inconvenientes.
En la visión de largo plazo se tiene que incorporar como uno de los componentes centrales el aprovechamiento inteligente del Mercosur, sin abandonar las oportunidades que existen en la Comunidad Andina.
Horst Grebe es economista.