Voces

Friday 11 Oct 2024 | Actualizado a 07:20 AM

Boric, una izquierda que nunca fue

La dominación tiene métodos por la vía del control de gobiernos electos democráticamente

César Navarro

/ 29 de agosto de 2024 / 07:27

Las relaciones internacionales no están organizadas en función a principios sino a intereses, las organizaciones e instituciones internacionales en su rol político sintetizan el sentido hegemónico de poder en el presente de manera indefinida. La fundación de la OEA (1948) grafica esta definición.

En nuestro continente los Estados, gobiernos y las élites son el engranaje de este andamiaje que se estructuró con mayor fuerza después de la Segunda Guerra Mundial, en condiciones de subordinación periférica a la metrópoli imperialista.    

Revise: Glorificar al pasado negándolo

El control/subordinación es la relación de dominación, lo normalizaron al extremo que el eurocentrismo se amplió al americano-centrismo; las élites que dirigen los Estados tienen sus oídos abiertos y sus acciones están centradas en acatar las órdenes diplomáticas que emitirán los que están sentados en la Casa Blanca.

La dominación tiene métodos por la vía del control de gobiernos electos democráticamente, de los gobiernos impuestos por la institucionalidad republicana parlamentaria, por la vía de los golpes de Estado. Lo predominante no está en la forma de elección del gobierno sino el control/subordinación del gobierno. La trilogía que ordenaba y ordena el orden continental: capitalismo, control político-militar y anticomunismo.

Chile grafica esa transición entre la dictadura pinochetista y la democracia. Las diferentes organizaciones políticas de centro y de derecha agrupadas en el frente político La Concertación, que gobernó desde 1990 hasta 2010, terminó validando el modelo político de la dictadura como la estatalidad chilena. Al extremo que la senadora de derecha Ena von Baer expreso en 2019 que el presidente Sebastián Piñera, de la coalición de derecha Chile Vamos, es “el heredero de las políticas de La Concertación en el gobierno y del cual se sienten orgullosos del país que en conjunto con nosotros construyó”.

La generación política de la segunda década de este siglo enfrentó a esta estructura estatal pinochetista invisibilizada, pero en tiempos de democracia, con demandas que interpelaban los cimientos del Estado chileno que emergió de la dictadura, entre ellos derechos sociales como “educación pública” y la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Movilización popular, represión estatal, más de una veintena de muertos por la represión, cientos de heridos, detenidos, procesados… es la generación que reescribió la historia chilena, pero en las calles.

Dirigentes estudiantiles que fueron partícipes de la movilización popular hoy son autoridades gubernamentales: Gabriel Boric, presidente; la dirigente comunista Camila Vallejos, ministra secretaria general del Gobierno, son herederos de toda la subjetividad y la emotividad de millones de chilenos y chilenas contra la dictadura, contra los gobiernos de La Concertación y del multimillonario Piñera, representaban y expresaban una posibilidad diferente al pinochetismo militar y democrático.

Enarbolaron las banderas de la movilización, pero no asumieron las banderas como eje ideológico, sino solo electoral.

El presidente, el gobierno y el entorno no supieron valorar la fuerza moral, social e histórica que representaba su triunfo, optaron por ser una izquierda ética, simbólica, académica, pragmática y subordinada incondicionalmente al norte, por ello su primer acuerdo para conformar su gabinete fue incorporar a figuras políticas de La Concertación; la duda que muchos tuvimos fue si era un acuerdo de gobernabilidad o el inicio de la transición al centro: fue la transición, pero a la derecha.

La estructura estatal los absorbió, las autoridades del gobierno se funcionalizaron al sistema que tanto cuestionaron electoralmente, se convirtieron en la izquierda que la derecha desea y necesita.

Sin ruborizarse y sin mayores diferencias con la extrema derecha regional y europea, Boric y Vallejos descalificaron el triunfo de la Revolución Bolivariana; en ese su rol utilitario, las derechas políticas y mediáticas los presentan como la voz que representa a la democracia y a la izquierda.

En esa sintonía ideológica, Milei, en su visita a Chile manifestó: “para nosotros Chile ha sido un claro ejemplo de lo que hay que hacer… por su política económica innegociable que ha perdurado pese a los cambios de signo político”.

Para validarse, el sistema hegemónico imperial construye a su imagen y semejanza los diferentes actores políticos que pueden ser críticos al sistema, pero al final del túnel son la luz que re-ilumina el colonialismo capitalista que sojuzga a nuestro continente.  

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Aprender de los pueblos

/ 26 de septiembre de 2024 / 06:10

La enseñanza de la última movilización política de las organizaciones y del Instrumento es para separarme de los slogans tóxicos: “enfrentamiento de los dos bandos evistas contra arcistas”, que posesionaron con fuerte sentido ideológico desde los medios, como una verdad, pero fetichizada.

El actor que es el sujeto político hegemónico de la política en este siglo tiene identidad étnica, territorial, sindical, que trasciende a la democracia liberal representativa, tiene la virtud de agendar la temática política como agenda que engloba la totalidad de la política, a los múltiples actores y con ello el conflicto.

Se constituyen en sujeto político enfrentándose al republicanismo colonial y sus élites señoriales aburguesados, exigían el reconocimiento de derechos que rompían el orden estatal vigente, esos derechos son sus códigos de vida como pueblos, por ello no se podían inscribir en el catálogo de respuestas o concesiones gubernamentales, sino en una nueva temporalidad donde el derecho conquistado se ejerce, pero en condición de autoridad estatal.

Previo a la Asamblea de Nacionalidades convocada por la CSUTCB en octubre del 92 conmemorando los 500 años de resistencia a la invasión española; a la marcha de Tierra y Territorio, Coca y Soberanía (1994); a la Guerra del Agua (2000); del Gas (2003); a la movilización aymara y la conformación del Cuartel Indígena de Qalachaca (2001), los campesinos y sectores populares periféricos en la versión liberal colonial eran vistos como usuarios electorales, con estos hechos históricos como movimientos que emergen de la autoconciencia explican la importancia de este tiempo y del sujeto histórico.

La marcha de la CONALCAM-COB (2008) que fue la más grande es la historia política, su importancia radica en la capacidad de representar temporalmente el sentimiento de la plurinacionalidad constituyente, este hecho es fundante, porque derrota a la resistencia racial y de clase, de las múltiples derechas políticas, cívicas, religiosas, mediáticas. Inscribe una nueva ruta, pero no logra superar la conflictividad propia del republicanismo colonial y capitalista.

Dos movilizaciones con implicancia estatal: la primera post crisis del 2019, la movilización de agosto del 2020 de obreros, campesinos, sectores populares, pusieron fecha de retiro al gobierno de facto, recuperaron la democracia con la movilización y con el voto el gobierno. La segunda, la movilización política, sindical, de los pueblos originarios, de sectores populares que partió el 17 de septiembre de Caracollo hacia La Paz.

Mediáticamente, con intencionalidad política a la movilización se le impone marca, pero como adjetivo: “el bando evista”, al desplazamiento de funcionarios públicos catalogan como “el bando arcista.”

Titular: “Empieza la marcha evista” seguido de otro titular “Sectores arcistas esperan en Vila Vila a la marcha evista.” Titulares que etiquetaron el conflicto. 

Titular: “Pacto de Unidad y COB arcista convocan a concentración en Ventilla para impedir ingreso de evistas”, la alcaldesa Copa, el dirigente de la COR de El Alto en una clara demostración de colonialismo actúan como corregidores y propietarios, amenazan con no dejar pasar la marcha y ordenan que salgan sus súbditos a impedir el ingreso.

El pronóstico mediático era el enfrentamiento, no se dio, pese a que los titulares mediáticos, las y los corregidores de ocasión incentivaban el desenlace de violencia.

Como decía el Che: “en la revolución lo extraordinario se vuelve cotidiano”, lo extraordinario ha sido la construcción y constitución del sujeto histórico que tiene cohesión unitaria, organización, memoria e identidad politizada, es lo cotidiano que aflora en tiempos de crisis.

Durante el desplazamiento no hubo enfrentamiento entre los marchistas que representan la plurinacionalidad y los habitantes aymaras de los municipios y comunidades, en El Alto el pueblo aymara y quechua no los enfrentó, por el contrario, los recibió y acompañó. Estos hechos describen la importancia del sentido comunitario entre pueblos, se ven y se sienten como hermanos.

La violencia es externa al movimiento y a los pueblos, generada por civiles, encapuchados con características parapoliciales, sin más argumento que el odio racial.

Las crisis son tiempos donde la memoria, la experiencia y el horizonte prevalecerá en el actor colectivo histórico, espero lo necesario, con ello es suficiente para seguir avanzando.

César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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Enfrentamiento; estrategia contrarrevolucionaria

Ahora la estrategia es diferente con complicidad interna, en la fractura, división y enfrentamiento dentro el núcleo

César Navarro

/ 12 de septiembre de 2024 / 09:00

Lo vocación de poder implica el convencimiento y la capacidad de mando, es la manifestación de ejercer sus decisiones sin delegar esa representación, la vocación está implícitamente vinculada a la estrategia de poder, como el medio para alcanzar metas.

La vocación y la estrategia es la manifestación de un actor político colectivo, tiene sentido ético si está imbuido de un horizonte político, es el tiempo de la autoconciencia como concepción ideológica, es la praxis política como construcción social liderada por actores colectivos.

Revise: Boric, una izquierda que nunca fue

El movimiento sindical campesino, originario e indígena —en ese orden— asumen el reto, de hecho, hay ruptura con la tradición sindical obrerista, también con ciertas izquierdas partidarias eurocéntricas, critican e interpelan a las sociedades principalmente —no únicamente— urbanas como coloniales e impugnan las estructuras republicanas, coloniales, raciales, capitalistas de nuestra Bolivia. Es el tiempo de construcción contrahegemónica al neoliberalismo.    

La estrategia partió por la vía democrática en los municipios a través de los centrales y subcentrales provinciales de hombres y mujeres eligiendo, postulando candidaturas y desplegando la campaña electoral por los sindicatos campesinos que tienen su nivel organizativo territorial en las comunidades.

La prensa solo grafica el resultado electoral de los municipios y la cantidad de concejales electos por el instrumento político, la dinámica de la política te está describiendo el desplazamiento de las derechas del escenario municipal.

El 2002 el movimiento campesino originario expresado electoralmente en el MAS y en el MIP desordenan al sistema político, ponen en crisis el pasanaku político, la intervención del embajador norteamericano es decisivo para formar la última y criminal experiencia gubernamental.

En las elecciones nacionales adelantadas con un año y medio el 2005 la historia se detiene a la espera de la continuidad del neoliberalismo o de una nueva época, el pueblo democrática y soberanamente se pronuncia, es un triunfo político y moral representa la ruptura inmediata con la derecha legitimando simultáneamente un nuevo horizonte y al sujeto colectivo sindical campesino originario indígena que representaba el nuevo tiempo político.

La síntesis inaugural del nuevo tiempo esta en: vocación y estrategia de poder; organización y articulación territorial-cultural; liderazgo sindical campesino y unidad en el horizonte, en el bloque campesino, originario, indígena, urbano popular, el valor y su connotación histórica está en la praxis revolucionaria descolonizadora.

Las derechas creyeron y algunos siguen creyendo que su derrota fue electoral, a ello se debe el nivel de su respuesta, eran plataformas electorales frentistas, que duraban el tiempo que duraba la campaña electoral, luego se diluían, terminaban siendo un club de amigos parlamentarios, pero de “oposición”, eran el testimonio eterno de su derrota.

La estrategia de las derechas se modificó, el primer ensayo el golpe del 2019, creyeron que derrocando al gobierno derrotaban al núcleo sindical campesino, originario indígena popular del proceso de cambio. Este núcleo masacrado, reprimido, encarcelado, venció al gobierno de facto, recupero la democracia y el gobierno por la vía democrática.

Ahora la estrategia es diferente con complicidad interna, en la fractura, división y enfrentamiento dentro el núcleo. La fractura es superable, la división en sí mismo no es la destrucción, es debilitamiento, pero lo dramático es el enfrentamiento, vernos como enemigos dentro el núcleo significa desenvolvernos al ritmo que quiso y quiere el colonialismo, las derechas y los pluridiversos enemigos de este proceso.

Perder la mística y la espiritualidad del horizonte de este tiempo histórico, implicaría la derrota del proyecto, el enfrentamiento interno tiene esa posibilidad, a ello se debe la intención política de amplificar sistemáticamente el enfrentamiento, poniendo en escena mediática con rótulos de espectáculo incluso la pelea física entre hombres y mujeres indígena originario campesinos.

Recuperar el horizonte anticolonial y antiimperialista es superando la motivación política e inducida al enfrentamiento, el núcleo sindical campesino, originario indígena que es el sentido del proceso de cambio, conoce por experiencia de vida que la movilización es el punto de reencuentro del yo colectivo plurinacional. El presente no será la ruptura con este tiempo histórico.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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Glorificar al pasado negándolo

/ 15 de agosto de 2024 / 07:46

La glorificación al pasado como fuente que alimenta el ego de conservadores y de la extrema derecha en la región, se está convirtiendo en la razón de su sinrazón, para ello es imprescindible imponer en el ideal común imágenes subliminales sobre la historia negativa. 

Las narrativas altamente ideologizadas del presente tienen como finalidad modificar el sentido común sobre el pasado. Mostrar a los hechos, a los personajes despojados de la connotación histórica para presentarlos con la vestimenta que la moda ideológica exige.

Los golpes militares del siglo pasado son presentados como “gobiernos de restauración democrática”, de “recuperación de la patria”, de “lucha contra el comunismo”, es decir, la motivación del hecho militar es democrática y patriótica, porque el mayor peligro para la región es el comunismo.

La utilización y la apropiación de palabras para autobautizarse como abanderados del simbolismo implican dotarse de su propia narrativa que niega y modifica en el presente al pasado.

Autodefinirse como gobiernos de “restauración democrática” significa que niegan el origen político e ideológico del golpe militar; implícitamente, a los dictadores de ayer, hoy los presentan como “líderes, estadistas”. Es negado el fascismo como estructura de Estado: gubernamental, militar, policial, judicial, política, cultural y religiosa en el ejercicio del poder, porque la “motivación” para el hecho militar fue la “patria”. Al igual que ayer, hoy construyen al enemigo, identificándolo como enemigo de la “patria y de la democracia”.

Las derechas en los años 90 se ruborizaban de su pasado fascista, no lo negaban, pero lo eludían diplomáticamente; como en ese tiempo eran el eje político de la democracia y de los gobiernos, su bandera era el Estado de derecho, ese estatus de aire democrático se derrumbó.

Las organizaciones de izquierda, sindicales, sociales, barriales, populares, de los pueblos que lucharon y vencieron a las dictaduras, en el presente siglo derrotaron, por decisión del soberano, a las derechas mediante métodos democráticos; hoy representan el presente y, por lo tanto, son el nuevo enemigo de las extremas derechas.

Bolsonaro, en la campaña electoral de 2018 y luego desde el gobierno, revindicó a los gobiernos militares, rechazó que fueran dictaduras; por el contrario, para él fueron “patriotas” que sacaron del atraso a Brasil y liberaron al pueblo de los comunistas. 

En Chile, el candidato de extrema derecha José Antonio Kast, que fue derrotado en la segunda vuelta presidencial en 2021, centró toda la fase de campaña electoral mostrando arbitrariamente una imagen positiva de Pinochet para el Estado y la sociedad chilena.

En su campaña electoral, Milei no solo reivindicó a los gobiernos militares de Argentina, sino que puso en duda los más de 30.000 desaparecidos. En marzo, cuando se cumplieron los 48 años del último golpe militar, se conmemoró el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, esa jornada el gobierno de Milei difundió un video negando que existiese ese número de desaparecidos, al extremo que, para el gobierno de los libertarios, la cifra de muertos es inventada y era un negocio para las Madres de Plaza de Mayo.

Diputados libertarios visitaron en la cárcel a militares condenados por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, los cuales fueron identificados como responsables de arrebatar a niñas y niños de sus madres detenidas y luego asesinadas. Esta visita contó con el visto bueno gubernamental y fue mostrada mediáticamente como un acto humanitario.

En Perú, la mayoría parlamentaria fujimorista de extrema derecha aprobó una ley que declara proscritos los delitos de lesa humanidad, anula los procesos por los crímenes cometidos e indulta a cerca 600 militares y también a Fujimori por las 69.000 muertes y 21.000 desaparecidos en la “guerra” contra la guerrilla.

Reescribir la historia a partir de las emociones para darle el sentido ideológico que necesitan las extremas derechas implica también una ofensiva política/cultural contra la historia de generaciones de actores individuales, sociales, sindicales, de los pueblos que lucharon contra los regímenes dictatoriales, que recuperaron la democracia y los derechos civiles y políticos para toda la sociedad.

Hoy, negar y modificar la historia, glorificar e indultar a los responsables de los crímenes de lesa humanidad, significa que los hilos fácticos internos y externos del poder les abren las puertas para reiterar sus crímenes en nombre de la democracia y la patria.

César Navarro Miranda
es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

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La posverdad

La movilización es el testimonio social, la violencia es el argumento, las víctimas son la estadística para los medios

César Navarro

/ 1 de agosto de 2024 / 09:28

La posverdad es la distorsión deliberada de la realidad, es construcción de la mentira emotiva. La temporalidad de la manifestación social de la posverdad es antecedida de la circulación de “afirmaciones” que construyen un ideal como la verdad fáctica, irrefutable, la negación de esta realidad por darse significa atentar a la razón.

Las elecciones en la Venezuela Bolivariana son la constatación plena de este hecho, que se ha convertido en el dispositivo mediático más efectivo para anunciar lo que está por acontecer y el factor político que alimenta el discurso de quienes promovieron e impulsan la trama de la tragedia.

Consulte: El agitador

La posverdad tiene su manual, las acciones que anteceden no son casualidades que se presentan, están preelaboradas en función de un meta-relato. Hace más de una década etiquetaron la presidencia de Maduro como “dictadura”, esta imagen es determinante para justificar las acciones y sanciones de EEUU y la Unión Europea contra el gobierno chavista. Las más de 900 sanciones que impusieron lo hacen en nombre de la democracia, la libertad y en defensa de los derechos humanos, es decir, criminalizan políticamente a un presidente para defender “valores” de los que se creen propietarios en cualquier país del mundo.

En 2016, cuando juró al cargo el presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento) de Venezuela, el diputado de oposición Julio Borges, su primer mensaje fue “Maduro saldrás del gobierno”. Esta declaración antidemocrática fue celebrada por la derecha internacional como un acto democrático del primer poder del Estado. Como no lograron la renuncia de Maduro, el siguiente acto fue que otro presidente de la Asamblea, el diputado Juan Guaidó, en enero de 2019 juró como “presidente encargado” de Venezuela en una plaza pública, inmediatamente todos los gobiernos de la derecha internacional a la cabeza de Trump lo reconocieron y acreditaron en sus países a los embajadores nombrados por el mandatario de Walt Disney, incluida la OEA presidida por Almagro; no solo eso, el Banco de Inglaterra tenía en custodia 31 toneladas de oro en lingotes del Banco Central de Venezuela, cuando el gobierno de Maduro solicitó la entrega, por instrucción del primer ministro y Su Majestad se negó la devolución, porque el gobierno ingles reconocía a Guaidó como presidente. No es menos cierto que las plataformas ciudadanas, comités cívicos y el gobierno de facto de Áñez rendían pleitesía a este presidente de ficción. La posverdad carnavalera en plena manifestación.  

La exdiputada de extrema derecha María Corina Machado, en 2016 pidió a la Asamblea la autorización para el ingreso y la instalación de tropas militares norteamericanas en territorio venezolano, que tendrían como finalidad “liberar a Venezuela derrocando al dictador Maduro”, toda la derecha de la región consideró legítima la solicitud de violación a la soberanía con fuerza militar armada extranjera.

Desde mediados de junio, “encuestadoras” internacionales realizaron sondeos y encuestas, todas ratificaban un triunfo por más de 20 puntos del candidato opositor, programas televisivos, informativos, eternos analistas mostraron a las encuestas como la premonición y expresaban que estábamos a pocas horas de que el régimen chavista sería derrotado electoralmente.   

El debate de la intelectualidad circulaba en la era poschavista, se daba por descontado el triunfo de la derecha, el efecto es la recomposición política regional. La troika que liberaría al sur americano del peligro comunista e indígena estaba liderado por Bolsonaro-Milei-Machado, eran anuncios de nuevos tiempos de la extrema derecha.

Cuando el soberano habló a través de las urnas sin intermediación, no fue del agrado de los creadores de la ficción, pusieron en escena la violencia para imponer la posverdad.

Impusieron mediáticamente la inexistente realidad como verdad, ahí radica el sentido y el por qué del despliegue social violento en las calles venezolanas, están luchando por la ficción. Los medios que ayer mostraban a los guionistas de la trama, hoy muestran a los actores del drama, pero no son actores de reparto, son hombres y mujeres que volvieron a ingresar a otro episodio de la posverdad política.

La movilización es el testimonio social, la violencia es el argumento, las víctimas son la estadística para los medios y la razón discursiva del guionista, que alimenta a su vez la narrativa constante de la trama, que no será anunciada por el actor social sino por los voceros que son diplomáticos, expresidentes, opinadores, desde su comodidad virtual, sentados en sus cómodos sillones del palco, pero a la extrema derecha de la historia y la realidad.

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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El agitador

El agitador cumple su rol, ahora desde otra palestra y su público está cautivado, porque ya no habla el político, sino el presidente

César Navarro

/ 18 de julio de 2024 / 06:59

¿Líder de gobierno o agitador político? Cuál es la característica que define a Milei, una interrogante que no surge de una confusión, sino de la observación al libertario en sus presentaciones públicas dentro y fuera de su país. 

En la campaña electoral impuso su estilo: descalificación con adjetivos al oponente y exaltar sus frases anti-Estado, ultracapitalistas, machistas, racistas, xenófobas, antiderechos.

Consulte: Insubordinación militar, campanada de golpe

Ideológicamente es de extrema derecha, la narrativa discursiva describe lo que piensa y refleja la forma de crear relaciones con el entorno político, mediático, académico, empresarial, social que le es afín y opuesto a él.

Es el outsider para las derechas y el “enviado” para las extremas derechas, es lo que necesitaban en tiempos de vaciamiento ideológico, no para proponer un ideal político alternativo a la izquierda o la derecha, sino para agitar el campo político generacional que no está cautivado por la izquierda y no se siente representado por la derecha institucionalista, para impulsar sentimientos individuales y colectivos que exaltan la violencia como forma “legal” de manifestación social.

El enemigo es el estado de situación, pero personificado ideológicamente en quienes dirigieron el gobierno las dos últimas décadas, es decir no es una crítica a la situación económica, sino una interpelación a las nuevas generaciones poniendo como enemigo de su situación a la izquierda, son pasos similares a los que dio el fascismo de Mussolini y el nazismo de Hitler previos a tomar el control absoluto del Estado.

Como identifican materialmente a la izquierda no es a partir del precepto ideológico, sino de los dispositivos sociales, descalifican al Estado, desde el keynesianismo posguerra hasta la versión neoliberal con cierto acento social del Estado, reducen al Estado a ser institución de orden vertical que cuide el capital, exaltan la familia religiosa patriarcal, declaran enemigo de su forma de vida a la ideología de género, el racismo y xenofobia como forma absoluta y natural de superioridad, consideran que los derechos sociales son concesiones del Estado que atentan al capital, rechazan los derechos LGTBI porque alteran al género humano

Para Milei todo lo que es derechos es de izquierda y comunismo, sin mayor fundamentación o explicación que la adjetivación y la descalificación.

Insultó a los presidentes de México, López Obrador, Sánchez de España y a su esposa, Petro de Colombia, Lula de Brasil, Xi Jinping de China, al papa Francisco, aplaude la masacre y genocidio del gobierno sionista israelí contra el pueblo palestino, se siente identificado con el nazismo del presidente ucraniano Zelenski, en el último atentado se solidarizó de pasada con el expresidente Trump y culpó del hecho sin mayor argumento a la “izquierda y al comunismo”.

El eslogan que utiliza reiterativamente cuando concluye sus intervenciones en los diferentes foros de extrema derecha: en EEUU donde participó Trump, en España con Vox, en Brasil con Bolsonaro es “viva la libertad, carajo”, no lo utiliza como frase de autoidentificación sino como la consigna que exalta las pasiones negativas y vengativas de los participante y oyentes.

Ayer era un político que estaba en los medios de comunicación criticando y descalificando a los peronistas y macristas, los definía como la “casta que vive y se enriquece en el gobierno,” hoy es el político/presidente que cogobierna con una parte de la casta que hasta ayer descalificaba, pero tiene el mismo comportamiento, de agitador ahora como presidente.

No es un estilo de gobernar, es la forma de crear atención hacia él, no brilla por lo que propone, sino por el sensacionalismo de lo que dice, en el corto tiempo los hilos invisibles del poder y del márquetin crearan la falsa idea de “mileinismo”, como el referente regional del sur junto a “bolsonarismo” para darle sentido a su sin-razón.

No buscan votos, sino adherentes fanáticos, motivados por varios factores que no necesariamente son comunes, pero la imagen del mensajero —Milei o Bolsonaro— genera comunión forzada de esas identidades dispersas contra el enemigo identificado a destruir.

La razón está en la motivación negativa, por ello lo que buscan es generar movimientos reactivos y violentos que aplaudan y vitoreen en el corto tiempo cualquier acción propia de la extrema derecha como “justa y necesaria”.

El agitador cumple su rol, ahora desde otra palestra y su público está cautivado, porque ya no habla el político, sino el presidente.     

(*) César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda

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