Voces

Friday 11 Oct 2024 | Actualizado a 08:41 AM

El juego de los límites en una ciudad

Patricia Vargas

/ 30 de agosto de 2024 / 07:27

El mito de Sísifo, de Albert Camus, muestra que lo absurdo es una condición inherente de la existencia humana. Una especie de hecho que lleva a una urbe a vivir prefacios, donde la esperanza de cambio se asemeja a un hilo rojo de exasperación de la ciudadanía.

En los últimos tiempos, la ciudad de La Paz ha llegado al límite de confusión y hasta de olvido de que las calles y avenidas cumplen con múltiples funciones, pero fundamentalmente que fueron construidas para el tránsito peatonal y vehicular: la mayor responsabilidad de toda urbe. Esto, salvo ejemplos de calles que son parte del atractivo turístico a partir de la instalación de pequeños restaurantes y otros negocios.

Revise: Primeras metrópolis modernas

Sin embargo, en la ciudad en sí, hoy se puede observar cómo algunas avenidas y calles ya sobrepasaron el límite de sus funciones. Una situación que se debe a que están repletas de puestos de venta, lo que debiera llevar a las autoridades a preguntarse: ¿por dónde debe transitar el caminante?

Mucho más, hay avenidas —especialmente en el centro urbano— en las que se instalan talleres de cerrajería u otros rubros, que instalan sus máquinas en las aceras. Esto, sin olvidar a los restaurantes, que sacan a la calle sus sillas y mesas, además de sombrillas, como una antesala a sus ambientes.

No está de más recordar que las calles y avenidas fueron proyectadas para el tránsito peatonal, sin llegar tampoco al extremo que a la ciudad se la entiende como “lugar del Dios Yakón”, donde todo tiene que ser perfecto. Pero sí entender que las vías fueron trazadas para el tráfico vehicular y las aceras para la circulación de las personas.

La situación descrita evidencia que cuando no se exige el cumplimiento de las normas municipales, la población las borra de su mente. Solo así se explica el desconocimiento de toda norma en la ciudad, que es una realidad inobjetable.

La sensación a la que conduce esta realidad es que La Paz no ejerce una política urbana de respeto, pues no se conoce y menos se exige una conducta razonable por parte del habitante. Este último pareciera haber olvidado que la apropiación de la ciudad exige el cumplimiento de reglas de buena convivencia.

Se hace esta observación debido a que otra parte de la población pareciera estar cansada del abuso del que hoy es víctima la urbe paceña, lo que podría llevar al límite la tolerancia demostrada y generar tensión en ciertas calles y avenidas.

Pese a esta realidad, el propósito de estas líneas no es que La Paz se transforme en una ciudad con el poder de las llaves del Supremo. Todo lo contrario, se busca entenderla como el lugar donde el caminante la puede transitar y vivir. Además, de valorar la efervescencia de su cotidianidad, que exige una noción de límites en el uso del espacio público, el lugar de todos.

Lamentablemente, hoy las avenidas y calles se encuentran llenas de vendedores de una infinidad de productos. Una situación “pandémica” que evita la libre circulación de hombres, mujeres y niños, pero que también se entiende por la mala situación económica que atraviesa el país. Con todo, quienes dirigen esta ciudad no pueden deslindar sus responsabilidades sobre el cuidado y la organización en las calles.

Para terminar, no se debe olvidar que La Paz siempre fue una ciudad expresiva de los valores de una vida efervescente, lo cual exige un ordenamiento urbano esmerado. Asimismo, requiere una pronta atención a este problema, que hasta podría hacer desaparecer la fuerza de su vitalidad y sus cualidades de Ciudad Viva.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

Temas Relacionados

Comparte y opina:

La Plaza del Bicentenario II

/ 11 de octubre de 2024 / 06:00

Las plazas son parte de la esfera pública de las ciudades, sin embargo, en los últimos años parecieran estar en el olvido, también en las ciudades desarrolladas. Una situación que debería llevarnos a cuestionar dónde se concentra la población o a dónde se ha trasladado la vida efervescente de las urbes. La respuesta parece estar: en los espacios abiertos de callejuelas en las que se desarrollan diversas actividades culturales.

En estos sitios, la población exhibe sus particularidades a través de eventos artísticos y culturales que tienen lugar por corto tiempo. Estas exposiciones itinerantes le dotan de gran valor al espacio público.

Evidentemente, las sociedades han desarrollado una vida urbana que refleja una creciente necesidad de contacto con las áreas públicas abiertas. Esto se debe a que la población, esencialmente citadina, ha comenzado a convertirse en asidua a los nuevos espacios urbanos. Una realidad que invita a las ciudades a crear más de ellos, para que allí las manifestaciones culturales enriquezcan a la comunidad con diversas formas de arte.

De esta manera, esos espacios públicos se han convertido en parte integral de las prácticas sociales contemporáneas.

La Plaza del Bicentenario, que articula la columna vertebral de La Paz, que baja desde El Prado hasta la Av. Arce, inspiró la idea de proyectar una plataforma como espacio abierto para acoger actividades expositivas temporales, con una duración de dos o tres días, dada su idoneidad para albergar este tipo de eventos. Así, tendría lugar su conversión en un espacio cultural abierto.

Este interesante entorno urbano debiera invitar a una nueva forma de vida urbana, en contacto con los espacios abiertos, y en particular con el arte expositivo. De este modo, llevar al transeúnte a un encuentro con la cultura y el paisaje urbano de su entorno.

La Paz contaría con un espacio atractivo adicional, que permitiría a la población sensibilizarse a través de las diversas muestras que allí se desarrollen. Un lugar abierto donde se desplieguen las diferentes manifestaciones artísticas que ofrece la ciudad, a partir de un carácter flotante y transitorio.

De esta manera, ese espacio sería aprovechado —por su ubicación y entorno— para una serie de presentaciones. Podría, por ejemplo, exhibir ejemplares de libros históricos por solo 24 horas; presentar algunos ejemplares de los bellos bordados de la calle Sagárnaga; exponer pinturas singulares; obras de teatro al aire libre, conciertos nocturnos y mucho más.

Esto lo llevaría a convertirse en un lugar en constante transformación, que atraiga e invite a la participación. Más aún, sería una oportunidad para conocer la vida productiva de Bolivia en sus casi 200 años de vida.

La Plaza del Bicentenario se convertiría así en un espacio urbano vivo y dinámico, que podría convocar a la ciudadanía, especialmente a los jóvenes universitarios, quienes hoy, lamentablemente, parecen haber optado por usar la puerta trasera del Monoblock debido a la intransitabilidad del acceso principal.

Esta plaza debería formar parte de la planificación urbanística contemporánea de la ciudad de La Paz. Su función tendría que ser facilitar el contacto social y el intercambio cultural, pero, en absoluto, ser un mercado más de la urbe.

La Paz está cansada de tanto comercio y tiene el derecho de contar con un espacio para el caminante; un lugar de los tiempos contemporáneos, que relate, por ejemplo, la historia de un siglo de esta ciudad, la capital política de Bolivia.

Patricia Vargas es arquitecta.

Comparte y opina:

Ciudad escrita II

/ 27 de septiembre de 2024 / 00:11

A lo largo de la historia, la ciudad ha inspirado a escribir sobre ella no solo por sus valores históricos, sino también por los aspectos únicos de su identidad y vida cotidiana. Diferentes caminos que reflejan tanto los relatos de su historia como las observaciones de su cotidianidad urbana.

Criterios que parecen describir a una ciudad como La Paz, donde sus cualidades y realidades emergen a flor de piel, fruto de su dinámica diaria. También de las huellas del pasado que, al evolucionar, se convirtieron en verdades, algunas de ellas lamentables. Aun así, estas verdades forman parte de las características vivas y únicas de La Paz.

Sin embargo, no se pueden ignorar las diversas perspectivas y relatos que surgen del acontecer de su vida urbana. En medio de su caos, la ciudad narra miles de historias que se entrelazan en los espacios públicos, donde la población lucha por sobrevivir, comercializando lo que sea necesario. Son lugares donde las diferentes realidades no deberían estar excluidas de nuevas ideas de solución.

La Paz es una ciudad esencialmente practicada por sus habitantes, donde el paisaje arquitectónico del centro urbano vibra al ritmo de la existencia cotidiana y su constante movimiento. Esto abarca no solo el trabajo, sino también los momentos de ocio de sus habitantes.

De esa manera, la compleja trama del quehacer diario en esta ciudad pareciera asemejarse a una partitura musical que busca dar voz a una urbe que requiere de cambios, tanto en su concepción como en su construcción. A pesar de esa característica, la efervescencia de la vida urbana es una realidad vinculada con aspectos tanto positivos como negativos. Una situación que seguramente se repite en otras ciudades del mundo, a diferentes escalas y singularidades.

Esta es una ciudad vibrante, donde una infinidad de actividades se entretejen día a día y son capaces de construir relatos únicos para cada uno de sus habitantes.

Hoy, La Paz se presenta con un rostro caótico, sumamente politizado y conflictivo. De esa forma, la agitación de su vida urbana parece ahogar cualquier pensamiento crítico. Una ciudad con vida propia y no creada por sus pensadores.

Independientemente de aquello, La Paz parece desafiar todo lo que significa equilibrio y uniformidad. Aquí, el paisaje de la modernidad deja sentado que el espacio sin secretos no existe, mucho menos los lugares que conservan un trazo urbano original.

La mayoría de los espacios y algunas edificaciones del pasado, dentro de un ritmo irreverente de formas, colores y estructuras, parecen preservar secretos e historias hasta clandestinas.

La Paz es una ciudad que vive un presente que no requiere trasplantes, sino soluciones y propuestas propias, acordes a las cualidades y significados de sus lugares. Esto es fundamental para destacar y valorar sus características innatas, que la hagan única y no una réplica de otras ciudades, mucho menos de ideales externos que aquí no funcionarían.

En definitiva, toda esa realidad nos obliga a repensar el sector urbano. Particularmente, se hace necesario recuperar la vida vital del ayer del kilómetro cero. Y la razón tiene que ver con el hecho de que desde que se reubicaron los accesos principales a los palacios de Gobierno y Legislativo, la plaza Murillo parece haber perdido su vitalidad. Esto en tiempos normales.

Patricia Vargas es arquitecta.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Intervenciones urbanas

Patricia Vargas

/ 19 de septiembre de 2024 / 12:07

La mayoría de las ciudades del planeta cuentan con diversas culturas, las cuales han influido en su planificación bajo una visión de la modernidad.

Evidentemente, no todas las urbes deben seguir el modelo de las ciudades globales, ya que cada una alberga sociedades diferentes. Por ello, sus culturas deberían ser concebidas y plasmadas mediante intervenciones urbanas con cualidades únicas.

Lo interesante es que esto deja claro que lo fundamental en la conceptualización es incorporar las particularidades culturales, pues así se ofrecería una respuesta adecuada a la vida urbana actual.

Es importante recordar que en los años 70 la arquitectura en algunos países empezó a establecer una relación más estrecha con el urbanismo. De ahí que algunos estudiosos sostienen que fue en ese periodo cuando la separación entre las disciplinas del urbanismo y el diseño arquitectónico se hizo realidad. Esto se debió a la efervescencia de la vida urbana en ciertas ciudades, que llevó a la arquitectura a mantener, en algunos casos, una conexión significativa con una cotidianidad citadina fuertemente interactiva.

Hoy, resulta llamativa la afirmación de ciertos pensadores contemporáneos en sentido de que la arquitectura supo comprender a la ciudad, no solo para las nuevas producciones arquitectónicas, sino también para aprovechar la realidad de la vida urbana contemporánea y, a partir de ello, proyectar obras singulares de arquitectura conectada a la ciudad.

De este modo, las obras valiosas de las metrópolis aportarían un carácter singular al espacio público. Un criterio que posiblemente lleve a los urbanistas a cuestionarse si el vínculo entre lo urbano y la arquitectura debería ser verdaderamente interactivo.

La Paz debe dejar de centrarse únicamente en obras arquitectónicas atractivas, ya que fuera de ellas existe una ciudad que anhela una cotidianidad urbana verdaderamente dinámica. Este desafío invita a proyectar determinados puntos como lugares cualificados para la vida efervescente de la ciudadanía.

Por otra parte, tampoco se puede ignorar que para otros expertos en urbanismo, la separación entre las disciplinas urbanas y el diseño arquitectónico es un error, ya que, según su perspectiva, ambas deberían mantener una relación interactiva.

Actualmente, en las grandes ciudades, la arquitectura es un componente esencial del diseño urbano. De ahí que conviene recordar que fue la impulsora de la vibrante vida de la ciudad contemporánea, especialmente en las metrópolis del primer mundo.

Desde esta óptica, resulta evidente que la ciudad debe comprender a su sociedad y diseñar intervenciones urbanas que sean relevantes y ajustadas al contexto local, de manera que respondan adecuadamente a las demandas expresadas por la comunidad.

Dado que la ciudad contemporánea está en constante transformación, es necesario intervenirla de manera parcial. La historia muestra que incluso en el movimiento moderno se pensaba que la urbe podía ser organizada dentro de un orden estructurado. No obstante, está claro que toda urbe moderna experimenta cambios continuos, que pueden originarse tanto en los espacios libres como en el paisaje.

Esto último se ha convertido en otro criterio que ha llevado a algunas ciudades contemporáneas, como en China, a proyectar unidades urbanas, cuya respuesta creativa es obtenida a través de ciertas intervenciones de paisaje.

Patricia Vargas
es arquitecta
.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Intervenciones urbanas

No todas las urbes deben seguir el modelo de las ciudades globales, ya que cada una alberga sociedades diferentes

Patricia Vargas

/ 13 de septiembre de 2024 / 08:24

La mayoría de las ciudades del planeta cuentan con diversas culturas, las cuales han influido en su planificación bajo una visión de la modernidad.

Evidentemente, no todas las urbes deben seguir el modelo de las ciudades globales, ya que cada una alberga sociedades diferentes. Por ello, sus culturas deberían ser concebidas y plasmadas mediante intervenciones urbanas con cualidades únicas.

Revise: El juego de los límites en una ciudad

Lo interesante es que esto deja claro que lo fundamental en la conceptualización es incorporar las particularidades culturales, pues así se ofrecería una respuesta adecuada a la vida urbana actual.

Es importante recordar que en los años 70 la arquitectura en algunos países empezó a establecer una relación más estrecha con el urbanismo. De ahí que algunos estudiosos sostienen que fue en ese periodo cuando la separación entre las disciplinas del urbanismo y el diseño arquitectónico se hizo realidad. Esto se debió a la efervescencia de la vida urbana en ciertas ciudades, que llevó a la arquitectura a mantener, en algunos casos, una conexión significativa con una cotidianidad citadina fuertemente interactiva.

Hoy, resulta llamativa la afirmación de ciertos pensadores contemporáneos en sentido de que la arquitectura supo comprender a la ciudad, no solo para las nuevas producciones arquitectónicas, sino también para aprovechar la realidad de la vida urbana contemporánea y, a partir de ello, proyectar obras singulares de arquitectura conectada a la ciudad.

De este modo, las obras valiosas de las metrópolis aportarían un carácter singular al espacio público. Un criterio que posiblemente lleve a los urbanistas a cuestionarse si el vínculo entre lo urbano y la arquitectura debería ser verdaderamente interactivo.

La Paz debe dejar de centrarse únicamente en obras arquitectónicas atractivas, ya que fuera de ellas existe una ciudad que anhela una cotidianidad urbana verdaderamente dinámica. Este desafío invita a proyectar determinados puntos como lugares cualificados para la vida efervescente de la ciudadanía.

Por otra parte, tampoco se puede ignorar que para otros expertos en urbanismo, la separación entre las disciplinas urbanas y el diseño arquitectónico es un error, ya que, según su perspectiva, ambas deberían mantener una relación interactiva.

Actualmente, en las grandes ciudades, la arquitectura es un componente esencial del diseño urbano. De ahí que conviene recordar que fue la impulsora de la vibrante vida de la ciudad contemporánea, especialmente en las metrópolis del primer mundo.

Desde esta óptica, resulta evidente que la ciudad debe comprender a su sociedad y diseñar intervenciones urbanas que sean relevantes y ajustadas al contexto local, de manera que respondan adecuadamente a las demandas expresadas por la comunidad.

Dado que la ciudad contemporánea está en constante transformación, es necesario intervenirla de manera parcial. La historia muestra que incluso en el movimiento moderno se pensaba que la urbe podía ser organizada dentro de un orden estructurado. No obstante, está claro que toda urbe moderna experimenta cambios continuos, que pueden originarse tanto en los espacios libres como en el paisaje.

Esto último se ha convertido en otro criterio que ha llevado a algunas ciudades contemporáneas, como en China, a proyectar unidades urbanas, cuya respuesta creativa es obtenida a través de ciertas intervenciones de paisaje.

(*) Patricia Vargas es arquitecta

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Primeras metrópolis modernas

Patricia Vargas

/ 16 de agosto de 2024 / 07:00

Afinales del siglo XIX, el mundo se encontraba en la necesidad de vivir grandes transformaciones debido al crecimiento demográfico y las nuevas exigencias de la población. Esta realidad comenzó a evidenciar la urgencia de adaptar y evolucionar las condiciones de vida en todas las áreas posibles.

Ese proceso se agilizó considerablemente con la llegada del siglo XX y sus revolucionarios cambios, que terminaron siendo radicales para los habitantes del mundo. Con la existencia humana concebida dentro de nuevos conceptos de modernidad, quedó demostrado que los tiempos contemporáneos exigían proyectar el futuro con una vida urbana completamente diferente.

Fueron, en su mayoría, los países europeos, como Francia e Inglaterra, los que llevaron adelante las primeras transformaciones en la década del veinte, cambios que colaboraron en forjar en ciertas ciudades una nueva identidad, la cual comenzaba a alejarse de las tradicionales formas de vida.

Sin embargo, junto con estos cambios también llegaron fenómenos sociales complejos, como la vasta migración de Europa a Nueva York, que rápidamente convirtió a esa ciudad en una metrópoli debido a su crecimiento anual. Los migrantes se asentaron en las urbes más importantes y desarrolladas de la época, como Washington, Nueva York y Chicago. Esta realidad estuvo acompañada por las transformaciones que vivió en paralelo la ciudad de Montreal, en Canadá. De esta manera, esas regiones quedaron cualificadas por la velocidad que su vida urbana marcó en la historia, debido no solo al valor de su meteórico crecimiento, sino también la transformación de sus sociedades.

Lo interesante de todo esto es cómo el ferrocarril se convirtió en esos momentos en el medio de conexión por excelencia, facilitando la movilidad de personas y bienes, y contribuyendo al desarrollo económico y social de las ciudades. Esta realidad trascendió también a América Latina, donde emergieron ciudades como Sao Paulo, en Brasil, y Buenos Aires, en Argentina, que se convirtieron en grandes metrópolis.

Por otra parte, es llamativo que en esos tiempos el concepto de ciudad metropolitana se extendió también al Asia, una región que experimentaba un crecimiento económico remarcable, especialmente en países como la India y China. La primera lo hizo con la planificación y desarrollo de Nueva Delhi, que destacó por su cuidadosa conceptualización como una ciudad nacida desde el poder. En cuanto a China, la gran ciudad de Shanghái comenzaba a dar muestras del fenómeno urbano en el que prometía convertirse, gracias a su acelerado crecimiento, un proceso que hoy podría considerarse incluso desmedido.

Así, la conversión de estas dos urbes en metrópolis fue una realidad innegable y un fenómeno difícil de entender, tal como afirman los estudiosos de las ciudades. Con todo, en la actualidad resalta la duplicación poblacional que alcanzaron. Otro caso digno de mención es el de Singapur, cuya evolución como ciudad-estado autosuficiente y económicamente próspera representó un escenario sobresaliente.

Como queda claramente comprendido, el gran desarrollo económico y el impresionante crecimiento de su población convirtieron a estas ciudades en metrópolis pujantes. Este proceso fue consolidado con la construcción de numerosas y enormes edificaciones, que sirvieron de marco para esa especie de imagen del milagro económico.

Para terminar, es imposible no mencionar a Sídney, una ciudad que experimentó un crecimiento poblacional espectacular, al punto de inspirar a escritores de diversas nacionalidades a declarar que era el lugar donde desearían vivir.

Patricia Vargas
es arquitecta
.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Últimas Noticias