El ocaso del papel
O sea, hay la necesidad de recrear nuestros hábitos, en este caso específico, por la lectura
Yuri Torrez
El invento del papel se atribuye a Cai Lun, consejero del emperador chino H de la dinastía Han Oriental, el año 105 d.C. El descubrimiento del papel fue una combinación entre la corteza del árbol, tela usada y redes de pescar. Así se perfeccionó y se extendió el papel. Posteriormente, con el descubrimiento de la tinta, los metales y la prensa de tornillo posibilitó a Johannes Gutenberg inventar la imprenta, el año 440, con tipos móviles modernos. Con este invento se hizo el primer libro impreso con tipografía móvil: la Biblia. Así, la imprenta se erigió en un instrumento imprescindible para irrigar ideas en el papel por doquier, pero, la aparición de la red digital supuso un trastocamiento del papel, especialmente para el periodismo, es un momento de inflexión para la adaptación a nuevas formas de informar.
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Cuando estudiaba Comunicación, a fines de los años ochenta, un docente del área de la teoría de la información, nos obligó a leer un artículo que en aquel momento nos parecía de ciencia ficción. El periódico electrónico, así titulaba. Obviamente, leímos a regañadientes ese texto, pero, el tiempo le otorgó la razón al catedrático. Por otro lado, soñamos con tener nuestro periódico para difundir nuestras propias inquietudes asociadas a nuestro oficio en ciernes, empero, el costo de imprimir un periódico se hacía que ese sueño sea imposible.
Hoy, la irrupción de la era digital en el periodismo hizo posible que ese sueño juvenil se convirtiera en una realidad, aunque no es impreso, me posibilitó construir mi propio blog llamado “Hurgando El Avispero”, al igual que una página web, es una forma contemporánea —y (casi) gratuita— de tener nuestro propio espacio periodístico. Quizás, con mayor llegada y, por lo tanto, con más resonancia.
La penetración de la era digital, a la vez, está afectando a los medios impresos tradicionales, sumado a la crisis económica que supone la elevación de los costos del papel está impulsando inexorablemente a estos medios a acoplarse a los tiempos digitales y rezagando al papel.
Obviamente, tener un libro o un periódico en las manos, palpar con los dedos e inclusive olfatear ese olor a tinta, especialmente en una mañana dominguera calmada acompañando el café matutino, era un placer inconfundible; hoy, ese contacto entrañable con el papel debe ser sustituido por una pantalla de celular o tablet para que ese momento dominguero adquiera un gusto por la lectura. No es lo mismo, pero, como ocurre con otros hábitos en estos nuevos tiempos digitales, trastocan nuestra vida cotidiana; o sea, hay la necesidad de recrear nuestros hábitos, en este caso específico, por la lectura.
Los formatos pueden cambiar, pero lo que no se debe cambiar es la calidad y la responsabilidad periodística. En el caso de La Razón, este salto a la era digital debe ser un desafío para mantener intacto su compromiso con el periodismo, como dice el entrañable Gabriel García Márquez, es el “mejor oficio del mundo”. Hoy, el periodismo a nivel nacional y global está atravesando por una crisis no necesariamente debido la crisis del papel, sino por una especie de liviandad en el tratamiento periodístico que en su afán de competir con las redes sociales y otras formas digitales de informar se están encaminando por el pantanal de los fake news.
Aquí el desafío del nuevo periodismo: pulcritud noticiosa, explicación profunda y opinión reflexiva. Éste fue y sigue siendo el derrotero de La Razón, en este caso, digital, para que el ocaso del papel no signifique el ocaso del periodismo.
(*) Yuri Tórrez es sociólogo