Decisiones demográficas
Las elecciones, el hecho de decidir algo, se hacen en base a las opciones que existen y que se determinan socialmente
Drina Ergueta
Somos menos de lo que se esperaba. Es el resultado del Censo Nacional de Población y Vivienda realizado este año y cuyos resultados se dieron a conocer hace unos días. Bolivia tiene 11.312.620, es decir, un millón de habitantes menos de lo que el propio Instituto Nacional de Estadística había estimado para 2024. Entre las razones expuestas: las mujeres tienen ahora menos hijos y esta respuesta muestra nuevamente que los cuerpos femeninos se usan como instrumentos de las políticas demográficas de su tiempo.
El ministro de Gobierno, Eduardo del Castillo, para explicar la baja cifra del censo, dijo que “mi generación decidió tener menos hijos… por ejemplo, la diputada (de oposición Luisa) Nayar no tiene hijos”, por lo que ésta usó el reducido espacio en la plataforma X para llamarle inútil, corrupto, ignorante, atrevido, misógino, abusivo y, finalmente, triste personaje sin dar mayor explicación del tema. Es que hay varios elementos a tomar en cuenta.
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De manera general, el hecho de que haya un índice mayor o menor de nacimientos en la población depende de varios factores que tienen que ver con las estructuras políticas, sociales, económicas y culturales de una sociedad y, también, con su concepto de familia, los dogmas religiosos al respecto y los conocimientos y prácticas para regular la natalidad (Weeks, 1993).
Al margen de las guerras, las epidemias, los cataclismos y las hambrunas por fenómenos naturales que pueden diezmar fuertemente a las poblaciones, en cada época y sociedad son las políticas que se aplican las que, finalmente, determinan su demografía. Las personas viven en sociedad y todos sus asuntos son resultado de estas decisiones políticas y estructuras sociales, incluso las que parecen individuales como es tener un hijo o hija.
Las elecciones, el hecho de decidir algo, se hacen en base a las opciones que existen y que se determinan socialmente. Es decir, si una pareja clase media urbana decide tener descendencia lo hará, hoy, en función de sus posibilidades económicas, profesionales y hasta de tiempo libre. Una mujer, por su parte, puede decidir embarazarse si encuentra la pareja adecuada: trabajador, buena persona y que no sea violento ni controlador, por ejemplo. También puede decidir tenerlo sola. Estas decisiones se toman cuando en el entorno social es posible hacerlo o, también, contra el orden establecido y se asumen las consecuencias.
Las sociedades han aplicado políticas de fomento o de restricción de la natalidad y, evidentemente, éstas se han aplicado finalmente en el cuerpo de las mujeres. En las décadas de los 60 y 70 del siglo anterior, por ejemplo, en Latinoamérica se impulsaron con gran fuerza (especialmente desde Estados Unidos) políticas de control de la natalidad para evitar una explosión demográfica y reducir el número de familias numerosas, pobres y potencialmente subversivas. Existen muchos ejemplos de esterilizaciones forzosas o engañosas a mujeres indígenas que se practicaba desde el Estado, como en Perú, o mediante ONGs misioneras, como en Bolivia. Medidas de control clasista y racista que se llevaron a cabo en las mujeres, tomadas como objetos reproductores indeseables.
En esas décadas nacieron las oficinas de planificación familiar y reproductiva como una manera de lograr políticas de población geoestratégicas y de desarrollo. Cada país las aplicó a su manera, aunque tenían en común hacer algo en relación a los abortos y a la mortalidad materna. Desde los 80 se habla de los derechos sexuales y reproductivos y para ello han influido los movimientos feministas, ya que las mujeres tienen derecho a disfrutar del sexo de manera saludable y de una maternidad deseada. Además del derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo. La baja natalidad es generalizada en el mundo capitalista actual y también forma parte de la cultura individualista.
¿Cuál es la política demográfica de Bolivia? No está clara. Se puede hablar de algunas medidas, como el bono Juana Azurduy que favorece a mujeres embarazadas que se hacen controles médicos; sin embargo, no hay más incentivos específicos destinados a tener más población. Esto tiene que ver con la economía en general y con opciones de vida atractivas, con políticas de vivienda, de cuidados y educación concretas y también con políticas de género que ofrezcan igualdad de oportunidades, que repartan las responsabilidades, que eliminen las violencias machistas. Las decisiones personales se basan en políticas de cada sociedad.
(*) Drina Ergueta es periodista y antropóloga