Asamblea Legislativa: el Titanic boliviano
El actual parlamento ha sido, hasta la fecha, uno de los más intrascendentes en nuestra historia reciente
Diego Pary Rodríguez
El parlamento como institución ha acompañado el desarrollo de los sistemas políticos, a lo largo de la historia, desde las antiguas asambleas en sociedades premodernas hasta los parlamentos modernos representativos que hoy conocemos.
Las primeras formas de deliberación política organizada se remontan a las antiguas civilizaciones, como es el caso de la antigua Grecia o Roma, sin embargo, los parlamentos en el sentido moderno, podríamos situarlos en la Edad Media, con la convocatoria al «Parlamento Modelo» en Inglaterra, que creó la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes. Por su parte España, estableció las cortes que surgieron como asambleas consultivas en los reinos cristianos durante la reconquista, donde se reunían representantes de la nobleza, el clero y, en algunos casos, las ciudades.
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Dichos estos antecedentes generales, en el caso de Bolivia, Antonio José de Sucre, mediante Decreto Supremo de fecha 9 de febrero de 1825, convocó al establecimiento del primer parlamento, que fue fundamental para el establecimiento del nuevo Estado, la República de Bolívar.
A lo largo de nuestra historia republicana, el parlamento boliviano (con sus diferentes denominaciones Asamblea Legislativa, Congreso y otras), ha desempeñado un rol esencial en la construcción del Estado y en la consolidación del país como actor en la comunidad internacional. A pesar de las reformas y ajustes que ha experimentado a lo largo de los años, esta institución sigue siendo el eje de la democracia boliviana.
En una mirada escueta de hechos significativos, se destaca también su rol determinante en la recuperación de la democracia, tras los periodos de gobiernos militares en los 70 y 80. En un primer momento, Walter Guevara Arce asumió la presidencia como titular del Senado (1979), y posteriormente, Lidia Gueiler Tejada, en su calidad de presidenta de la Cámara de Diputados (1979). Finalmente, el Congreso Nacional (elegido en 1980) nombró como presidente de la República a Hernán Siles Suazo (1982), restaurando el régimen democrático y poniendo en plena vigencia la Constitución, reformada en el año 1967.
En tiempos más recientes, el parlamento fue el responsable de viabilizar la convocatoria a la Asamblea Constituyente (2006) y, posteriormente, de acoger las negociaciones y aprobación del proyecto de la nueva Constitución Política del Estado, después del referendo aprobatorio, culminando en el nacimiento del Estado Plurinacional de Bolivia (2009).
Estos hechos, nos demuestran que las instituciones parlamentarias son pilares fundamentales de toda democracia, ya que encarnan la voluntad popular y aseguran la representación plural de la sociedad en la toma de decisiones. Cualquier intento de limitar o restringir su funcionamiento normal, ya sea por parte de otros poderes del Estado o por influencias de actores externos, constituye una flagrante violación de los principios democráticos y constitucionales.
En su recorrido histórico, el parlamento boliviano ha contado con personalidades destacadas que han dejado una huella imborrable, más allá de sus visiones políticas e ideológicas. Entre algunos de estos ilustres individuos se encuentran José Mariano Serrano, Belisario Salinas, Antonio Arguedas, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Óscar Medinacelli, Ana María Romero de Campero, Felipe Quispe, entre muchos otros, quienes, con su actuación en el parlamento, marcaron profundamente el rumbo de Patria.
En consecuencia, ser parlamentario es un alto honor y un privilegio que entrega el pueblo. Para trascender en la historia no simplemente se requiere la presencia en el cargo, sino tener la capacidad de marcar la diferencia en medio de un conjunto diverso de personalidades e intereses. En muchas ocasiones, estos intereses pueden desviarse hacia la prebenda y el beneficio personal, sin embargo, el verdadero desafío de un parlamentario radica en superar esas presiones y actuar en favor del bien común, aportando de manera significativa al desarrollo y fortalecimiento de las instituciones democráticas y el proyecto país, Bolivia.
El actual parlamento ha sido, hasta la fecha, uno de los más intrascendentes en nuestra historia reciente. No obstante, a un año de concluir su gestión, aún queda la oportunidad para que sus integrantes rectifiquen el rumbo y reivindiquen su labor en esta bicentenaria institución. De ellos depende que su paso por el parlamento no quede marcado por el olvido o, peor aún, por el desprestigio. Todavía tienen tiempo para tomar decisiones que los coloquen en el lado correcto de la historia y eviten que su legado sea recordado con ignominia.
(*) Diego Pary es representante permanente ante la ONU y exministro de Relaciones Exteriores de Bolivia