Voces

Wednesday 2 Oct 2024 | Actualizado a 02:36 AM

Las bicicletas del Negro

Susana Bejarano

/ 17 de septiembre de 2024 / 12:13

La Alcaldía de La Paz anunció el año pasado que implementaría ciclovías en el macrodistrito Sur de la ciudad, específicamente en el barrio Calacoto, desde la calle 8 hasta la 21. Un año después, las obras han iniciado.

Tania Rodríguez, directora de Planificación y Movilidad, declaró entonces lo siguiente: “Los datos en nuestra ciudad sobre las personas que usan las bicicletas como medio de transporte es mínimo. Estamos hablando de un 0,4% con relación a todos los viajes que se realizan en la ciudad en otros medios de transporte. La bicicleta no tiene un uso muy frecuente o masivo”. Por tanto, dijo, “la idea es promover el uso de la bicicleta, integrado con otros modos de transporte como el Pumakatari, que cuenta con racks para el traslado de bicicletas, así como la empresa Mi Teleférico, que permite el traslado de este medio de transporte en sus cabinas”.

Dijo “estar convencida” de que sería una buena alternativa. Pero las cosas, más allá de los convencimientos, cuando afectan a la comunidad deben basarse en evidencias científicas. La directora no presentó un estudio de factibilidad. De acuerdo con la funcionaria, menos del 0,4% de la población se transporta en bicicleta. ¿Entonces?

Es cierto que tener ciclovías es una política amigable para con la salud y el medio ambiente. La cosa es dónde y cómo se hacen.

Pensemos en términos prácticos. ¿Quién hará uso de las ciclovias? ¿Solamente las personas que viven en Calacoto y tienen bicicletas? ¿La Alcaldía dotará, en cada parada del Teleférico y el Puma Katari, bicicletas de uso público? ¿O se pretende que la gente que vive lejos de la zona en cuestión cargue su propia bicicleta hasta encontrar la ciclovía? No lo sabemos. No han presentado ningún plan, le están metiendo no más.

Vamos a suponer que los ciudadanos quieren llegar hasta Calacoto en sus propias bicicletas, sin usar minibuses, que no las permiten, y enfrentando el obstáculo de que el Teleférico y el Pumakatari no cubren toda la ciudad. Puede suponerse, entonces, que muchos llegarán en sus autos propios. ¿Se están construyendo parqueos públicos para que los dejen allí? 

En pocos días más, las ciclovías del Negro les quitarán parqueos a los comercios, a los hoteles, a los cafés; achicarán unas calles que están saturadas a todas horas del día con un tráfico caótico. Cruzarán frente a ferreterías y oficinas de flotas donde se descargan bultos, también frente a colegios cuyos estudiantes son dejados y recogidos por sus padres en auto. ¿Se imaginan?

El propio alcalde Iván Arias colgó un video donde un barbero expresa: “mi negocio está en la calle 21 hace años y jamás vi a nadie andando en bicicleta por acá”. Pronostico que tampoco verá a muchos de aquí en adelante. Quizá solo a unos cuantos adultos pedaleando, porque niños ni pensarlo, a través del tráfico feroz que se quiere sea desafiado por tan frágiles vehículos. ¿Merece causar tanto estrés a la ciudad como el que sin duda causará, en un tiempo de crisis económica y sentimientos de preocupación e incertidumbre? Todo esto es muy desatinado y resulta difícil de entender.

¿O quizá es que los munícipes paceños se han vuelto ambientalistas fanáticos? Pero eso es difícil de creer, cuando hasta hace unos años se exigía espacio para la acera y espacios verdes y hoy se aprueban sin mayores dificultades proyectos de construcción de puro hormigón. O cuando sabemos que las obras que entrega el Alcalde no involucran ni una maceta. O cuando vemos los parques cerrados y sin mantenimiento y no existen proyectos para crear más. A ningún propietario se le exige que plante un árbol en su acera, etc.

Temo que en La Paz se repita la experiencia de Tarija, donde un par de alcaldes despistados creó ciclovías en el centro, las cuales estresaron a la ciudad durante muchos años. Al final, el actual Alcalde tuvo que sincerar lo que sucedía, las retiró y trasladó a otro sitio, porque afectaban a los comercios, a los peatones, a los transportistas y, lo peor de todo, habían generado un rechazo casi generalizado a una política que bien concebida podía haber sido muy buena. Hacer obras para que luego se las retire es una pena. Del costo de esto mejor ni hablar.

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¿Quién financia a los pirómanos bolivianos?

/ 1 de octubre de 2024 / 06:06

La política doméstica bajó un poco de intensidad estos días con el anuncio de la suspensión del bloqueo de caminos por parte de Evo Morales. Son buenas noticias, pues andamos aburridos de tanto lío, pero habría que ser inocentes para creer que durará mucho tiempo.

Entretanto, quiero volver al escenario dantesco que ofrecen los incendios, que son el verdadero problema de la nación. En lugar de estar viviendo con indignación el escándalo que significa someter al país a respirar literalmente cenizas, estamos en una suerte de naturalización de un problema de mucho calado.

Mientras el bosque arde, en el occidente tenemos la cabeza llena con la pelea del MAS y sus resultados: ¿quién ganó y quién perdió? Perdimos todos, sobre todo el movimiento popular. Sépanlo.

En el oriente, donde están los incendios, ¿qué pasó? El 24 de septiembre Santa Cruz estuvo de aniversario. La celebración no se compadeció y mucho menos se frenó por el llanto desesperado de los alcaldes de San Rafael y Montero, cuyos municipios están siendo devorados por las llamas. De hecho, en medio de la tragedia, en la serenata que brindó la Alcaldía cruceña y también en la inauguración de la Feria Exposición de Santa Cruz, hubo… montones de fuegos artificiales.

Recuerdo que el evento “Respira” (realizado en La Paz), trajo mucha indignación a los internautas, especialmente cruceños, que con razón criticaron la banalización de la muerte de la flora y fauna provocada por los incendios; pero francamente no encuentro muchas diferencias entre esa falta de tino y el hecho de que, en medio de la peor crisis ambiental de nuestra historia, se disparen fuegos artificiales al cielo más contaminado de América.

El próximo miércoles se presenta un informe de OXFAM que titula “A fuego y mercurio”. Tiene un capítulo dedicado al “agronegocio y la ganadería”. Les anticipo que sus datos provocan dolor de estómago a cualquier que le tenga un poco de cariño a la vida.

El problema es mucho más estructural y grande de lo que imaginamos y cuenta con el amparo de sector público, del sector privado, de los pequeños y de los grandes.

OXFAM nos advierte que el 97% de la deforestación se debe a la ampliación de la ganadería y el agronegocio; este último ha visto crecer sus rentas de forma histórica, pero solo el 2% de sus ingresos se destina a impuestos para el Estado, a un aporte a la colectividad. Este monto no alcanza ni por asomo para cubrir los 300 a 350 millones de dólares anuales con los que todos los bolivianos subvencionamos sus carburantes.

Tenemos, entonces, que un negocio que exporta más de 3.000 millones de dólares al año es subvencionado con recursos públicos, ¡qué despropósito! Pero este es solo el inicio. El 55% de los campos que hoy presentan focos de calor son tierras de propiedad agroindustrial, así que estos “educados” propietarios son igual (o peor) que “los otros”; se han beneficiado como nadie de las llamadas “leyes incendiarias” y encima no cumplen con ninguna de sus responsabilidades para con el país: queman y no pagan el precio que significa para el erario público sus quemas ni en salud, ni en políticas medioambientales, ni en daños a las comunidades indígenas, ni en emigración, etc.

De hecho, cuentan con un Estado que básicamente los está fomentado. O peor, que le está pagado por hacerlo. ¡Qué escándalo!

Los impuestos por importación de maquinaria están en cero, la recaudación de impuestos es ridícula, no existe ninguna exigencia para la repatriación de las divisas y ni hablar de un impuesto específico a las exportaciones.

Más datos: resulta que el 10% de nuestro fondo de pensiones, que es más o menos 2.500 millones de dólares, está invertido en el sector agroindustrial, ganadero y azucarero. ¡Están deteriorando nuestras condiciones de vida, con nuestro propio dinero! No solo los financia el Estado a través de subvenciones, también el sistema financiero (público y privado) con créditos.

En 2023, el 64% de los créditos bancarios, con una tasa del 5% aproximadamente, se concentró en ocho empresas soyeras. El dinero de los bancos, que al final es de la gente; las divisas no devueltas a los ahorristas, se están invirtiendo en la piromanía. Ah, pero ellos le llaman desarrollo, dígase “modelo cruceño” o “comunitario y productivo”.

Desde 1985, en Bolivia comienza una gradual pérdida de bosques que se acelera en 2016. No hubo qué frene este desastre, como explica el informe de OXFAM. Los incentivos económicos para el desmonte son fantásticos. No hoy moral o legislación que alcance a detener este crimen contra la vida.

Hay otro capítulo sobre minería, del que hablaremos más adelante (un dolor a la vez).

Susana Bejarano Auad es politóloga y periodista.

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¿Un masismo sin masistas?

Lo que tiene que pasar es que el masismo se libere del adjetivo ‘masista’ y toda su carga negativa

Susana Bejarano

/ 20 de agosto de 2024 / 07:15

El MAS sigue siendo la fuerza política más importante del país; desde hace 20 años es el centro de la política boliviana. Sus logros han sido aplaudidos hasta por furiosos antimasistas que en su tiempo político fueron incapaces de hacer lo que el MAS logró: transformar las necesidades del pueblo en políticas públicas.Con el MAS, las grandes mayorías tuvieron un instrumento que les posibilitó ser gobierno y que les aseguró algo por primera vez: ciudadanía.

¿Pero qué pasó? Hoy estamos ante un MAS amputado de sentido crítico: ¿Por qué la gente lo sacó en 2019? ¿Por qué el movimiento popular no tuvo capacidad de respuesta al movimiento reaccionario de entonces? ¿Se lo han preguntado los masistas? ¿Se lo han respondido? No.

Vea: Venezuela, ¡el deber es hoy!

Es más, a quien intente dar una explicación a estas cuestiones que vaya más allá de las teorías de la conspiración, de inmediato, en un gesto antidemocrático, se lo señala como traidor.

Aquí plantearé una hipótesis. Pasado un quinquenio de su gestión, el MAS empezó a proyectarse hacia la eternidad; pero, ¿qué es lo eterno? Solo los dioses son eternos, no el gobierno masista, que debía ser un hecho democrático, no un habitante del Olimpo. La idea alevosa de quedarse 500 años solo pudo conducir al MAS a la irrealidad y al autoritarismo.

Esta idea “masista” de un gobierno que se apoderaba del Estado no es accesoria, sino sustancial. La gran crisis interna nació ahí: de la idea de que el Estado es para los masistas y los cargos importantes del Estado para los dirigentes, ad eternum. “Solo puede ser funcionario el que tiene carné partidario», práctica que copió, pero al revés, el régimen de Áñez, y que hasta el presente ha dado lugar a listas negras y de todos los colores. Una idea/práctica que, además de ser inaplicable, está cobrando una factura muy fuerte en la percepción ciudadana.

Pensar que solo es Evo Morales quien se aferra a la candidatura perpetua es un error; no se trata de un comportamiento individual, está pulsión se extiende a toda la cúpula, por ejemplo a furiosos exministros que creen que deben volver a los ministerios porque solo ellos pueden hacer que funcionen bien. O dirigentes sociales que se reservan plazas en la función pública “porque les pertenecen” (y porque les son rentables). Los cargos legislativos cuoteados para las organizaciones, que nos han traído a la peor composición parlamentaria de la historia. Entonces, son muchos los que no dan paso a la renovación. Ni siquiera se compadecen de sus propios cuadros, ni antes, ni ahora. De gente que se formó en las escuelas que crearon, que hizo caso al llamado de formarse y prepararse para dirigir el Estado. Están fuera.

¿Qué tendría que hacer el masismo? Lo que tiene que pasar es que el masismo se libere del adjetivo «masista» y toda su carga negativa.

El masismo es el impulso, la voluntad de liberación, el hálito del oprimido que ascendió a la igualdad con una nueva Constitución escrita por él mismo (¡qué bella realidad la que se ha lastimado!)

El masismo es la autogestión desde el Estado de los recursos naturales que empieza con la nacionalización y tiene como fin la industrialización. Lo que tiene que hacerse es defender con argumentos políticos, morales y sobre todo económicos, la nacionalización.

En cambio, hoy el adjetivo «masista» nomina a una burocracia empoderada, cínica, aferrada a las instituciones, tolerante a la corrupción.

¿Se puede vivir el «masismo» sin ser «masista»? De hecho, sí: toda la fuerza transformadora y creativa de los primeros años de gobierno vino de ese «masismo» (cuyo otro nombre puede ser nacionalismo de izquierda, aunque también podría ser dignidad nacional).

El «masista» aparece un poco más tarde, cuando ya se deja de luchar por la emancipación y se da paso a la lucha por el poder, a las purgas, a la convivencia con hechos intolerables como el TIPNIS, que nos quebraron moralmente.

El masismo es el camino de la liberación y, principalmente, el modo esperado por siglos para alcanzar justicia social. Pero ha sido desplazado por la aparición del comportamiento «masista», que empezó a generar corrientes que derivaron en “alas” que actúan a ciegas para destruirse una a la otra, prohibiendo de facto la reflexión política, la crítica y la autocrítica de las que tanto se habla en las teorías de izquierda.

El proceso dejó de trabajar con componentes históricos, que fueron los que los llevaron al MAS a ser hegemónico, y se concentró en el encumbramiento de personas.

Es urgente detener la autofagia del MAS, del movimiento popular y de la mayor fuerza política de la historia. Hay que dar paso a la reflexión política sobre lo que se quiere en adelante; asumir los errores propios sin encontrar culpables externos; dar paso a la regeneración del movimiento político desde lo moral; pensar que los tiempos políticos personales pueden tener fin y dar paso a nuevos cuadros, a nuevas ideas, de forma honesta y generosa.

El MAS debe poder construir nuevamente su horizonte. Debe ajustarse a una realidad en crisis, actuar en el marco de la modernidad sin dejar de lado sus ideas políticas. El MAS tiene una responsabilidad con la historia, con la lucha por los derechos, con la emancipación…

(*) Susana Bejarano Auad es politóloga y periodista

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Venezuela, ¡el deber es hoy!

Los ojos están puestos en ellos y deben mostrarse más democráticos, más transparentes, salir de las sospechas

Susana Bejarano

/ 6 de agosto de 2024 / 07:36

Estas elecciones en Venezuela significan mucho. Después de una década, la oposición y el oficialismo se han vuelto a enfrentar en las urnas y los resultados han tenido efectos, tanto por izquierda como por derecha, en toda la región.

Un día Venezuela fue el faro de la izquierda latinoamericana. 25 años después —como es normal— las cosas han cambiado; hoy Venezuela es más bien “la prueba de que los gobiernos de izquierda no funcionan”, de que el “socialismo no ha hecho otra cosa que traer miseria”. La oposición al progresismo casi agradece el gobierno chavista de Venezuela, porque le permite usar la migración de más de seis millones de venezolanos para defenestrar a la izquierda en todos los espacios, sin compadecerse realmente de la situación que atraviesan estos ciudadanos.

Consulte: Lo que deja la reunión del TSE

Lo curioso es que la derecha, que usa esas retóricas en su campaña electoral, cuando le toca gobernar empeora las peores condiciones de estos migrantes. No culpan a Nicolás Maduro, sino a la gente que huyó de él, de los problemas de seguridad o empleo dentro sus países, que fueron generados por sus propias políticas públicas. Le ponen mucha energía en la estigmatización de esta gente.

 La situación de Venezuela llevó a que muchas fuerzas progresistas tomen distancia del régimen de Maduro. No se trata solo de un cálculo electoral, cada vez resulta más difícil defender ideológicamente al chavismo.

Venezuela no solo está en esta situación por el bloqueo económico irracional, aplicado por los EEUU, que ha empobrecido aún más a la sociedad que supuestamente quiere “liberar”. Las decisiones que tomó el gobierno sobre su economía, la destrucción de la industria, una corrupción que sonroja a cualquier persona decente, un debilitamiento del sistema educativo y de salud, y de las instituciones democráticas, tienen un importante papel. La aplicación de formas autoritarias como modo de gobierno. Las alianzas con la burguesía vieja y nueva para sostenerse en el poder. Poner al Ejército a gobernar… Todo esto ha sido también el chavismo. Las lealtades aún vigentes de una gran parte del pueblo venezolano están siendo mal pagadas con decisiones gubernamentales francamente peleadas con el espíritu de la revolución chavista.

En tal contexto, la polarización se adueña del espacio político. Por tanto, sin importar lo que en realidad haya sucedido en Venezuela en las elecciones del domingo 28 de julio, las narrativas ya estaban instaladas mucho antes: para el chavismo, ellos ganarían con 4 o 5 puntos de diferencia. Sería una elección mucho más peleada y que requeriría “conciencia de patria”. La oposición sostenía que su victoria se realizaría con más del 20% de los votos de diferencia. En caso de que tal victoria con esos “aplastantes” números no fuese reconocida, “convocaban a la comunidad internacional a denunciar el fraude perpetrado por el régimen”. Los escenarios de ambos bandos estaban previamente dibujados.

Son pocas las voces como la del presidente colombiano, el izquierdista Gustavo Petro, que han puesto paños fríos a la situación, intentando reflejar la complejidad de la realidad. Son pocas las voces que reconocen a las partes en sus debilidades, en sus aspiraciones, en sus ideologías.

Aunque no les guste a los detractores de Maduro o, peor aún, aunque sean incapaces de verlo, el chavismo es una fuerza política real, existente, representativa de muchos sectores populares que sienten que le deben mucho al partido de gobierno y que en efecto han salido, han votado por Maduro y hoy marchan defendiendo su voto.

Por otra parte, el chavismo ha negado con insistencia que la oposición es una fuerza política real. La verdad es otra. La oposición no está creada por fuerzas externas ni es un invento del imperio. Convoca a venezolanos que se oponen al régimen y sus líderes han tenido que soportar castigos durísimos y muy poco democráticos por ser opositores.

Ante la compleja situación que hoy vive la Tierra de Gracia, la izquierda, es decir, el movimiento chavista, tiene una enorme responsabilidad con su país pero también con América Latina. Los ojos están puestos en ellos y deben mostrarse más democráticos, más transparentes, salir de las sospechas, quitarse la mochila del autoritarismo que les pesa y, por su culpa, también a toda la izquierda que acompañó al chavismo lealmente.

Hoy Maduro tiene la responsabilidad de mostrar las actas del acto electoral. No porque los gobiernos de la derecha intervencionista y poco piadosa así lo reclamen, sino porque de esa manera pacificará su país, que hoy merece verdad, merece respeto y merece paz. Lo debe hacer, porque de esa forma la izquierda se limpia, se baña de en transparencia, en legitimidad, y no porque así lo exijan los inmorales de siempre, sino porque así debe ser.

LA RAZÓN da la bienvenida a nuestra nueva columnista Susana Bejarano Auad. Tenemos la certeza de que sus opiniones enriquecerán la pluralidad de visiones que habitan estas páginas. Sus textos se publicarán cada 15 días. Esta casa periodística sigue creciendo.

(*) Susana Bejarano Auad es politóloga y periodista

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