Voces

Sunday 6 Oct 2024 | Actualizado a 22:27 PM

La paz de AMLO, la ira de Evo

Javier Bustillos Zamorano

/ 18 de septiembre de 2024 / 09:51

El expresidente Evo Morales y el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador son dos dirigentes de izquierda que lograron cambiar los regímenes políticos de sus países, en beneficio de millones de sus compatriotas. Ambos dieron prioridad a los pobres y desprotegidos y pusieron freno a los poderosos. Son aliados y se respetan. Fue decisión personal de Andrés Manuel el rescate de Morales, luego del golpe de Estado de 2019, y cuando Evo estuvo en México en junio de este año, le agradeció de nuevo y ponderó el liderazgo de AMLO en Latinoamérica. Ambos pasarán a la historia de sus naciones, pero de una forma muy distinta, pues, así como los une su ideología, los separan sus convicciones y sus conceptos del poder y la política.

Ambos sustentaron sus gobiernos en la revocación de mandato y referéndums, como método de participación ciudadana en sus labores gubernamentales. Pero Evo no respetó el del 21 de febrero de 2016, cuando un 51,3 por ciento de los bolivianos le dijo no a su intento de reelección. AMLO sostiene que no hay nada con más autoridad que la voz del pueblo; que el pueblo pone y el pueblo quita, y que tiene, en todo momento, el derecho de cambiar la forma de su gobierno.

AMLO no cree en la reelección, cree más en la formación de nuevos líderes que continúen con el proyecto de nación. Promueve el relevo generacional. No cree en los dirigentes insustituibles. Cuando en sus giras la gente le pedía a gritos que extendiera su mandato, él firmó un documento notariado en el que se comprometió a no buscar la reelección.

En mayo de este año, Morales dijo que será candidato de nuevo por las buenas o por las malas, que para eso son las movilizaciones. AMLO dice que no hay que tener apego al poder ni al dinero: “el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud, cuando se pone al servicio de los demás. El poder es humildad y el poder es… el poder de decir adiós en su momento… uno de los principales errores de los dirigentes es no saber retirarse a tiempo”, escribió.

A López Obrador le robaron dos veces la presidencia, uno con fraude en 2006 y otro con compra masiva de votos en 2012, y en ninguno de estos casos llevó a cabo movilizaciones violentas que pusiera en riesgo a sus seguidores. Su arribo al poder en 2018 se llevó a cabo sin romper un solo vidrio, no obstante las circunstancias adversas. No bloqueó carreteras ni azuzó a sus seguidores a actuar con violencia. No incentivó paros ni huelgas, no perjudicó la economía del país ni los derechos de terceros.

“La no violencia es eficaz en el ejercicio de la política. Un dirigente con autoridad moral debe estar dispuesto a enfrentar los mismos riesgos que corre su gente; es aquel que puede poner en riesgo su vida, pero sabe que no tiene derecho a poner en riesgo la vida de los demás”, aconsejó.

Evo Morales es un líder indiscutible, pero le han hecho creer que es dueño del movimiento de transformación. Uno de sus exministros, Carlos Romero, llegó al extremo de decir que su poder es sobrenatural y que su liderazgo es mesiánico…

AMLO sostiene que “los dirigentes no somos lo más importante en un proceso de transformación, es el pueblo, el motor del cambio. Entonces, no hay derecho a que nadie quiera apropiarse de lo que es de todos, no me pertenece lo que yo contribuí para la transformación, y no le pertenece a nadie”.

Evo permitió que sus aduladores construyeran un museo en su honor y rindieran culto a su personalidad; AMLO rechazó indignado el ofrecimiento de inscribir su nombre con letras de oro en el muro de honor del congreso de su país. » No quiero que le pongan mi nombre a ninguna calle, a ningún parque, que no me hagan ningún monumento, que no le pongan mi nombre a ningún ejido, a nada… tengo palabra y lo más importante en mi vida es mi honestidad; no soy un ambicioso vulgar”, advirtió.

Hoy, AMLO empezará a recoger sus cosas del Palacio Nacional, pues el 1 de octubre se irá a una finca que tiene en Chiapas, luego de entregar la banda presidencial a su sucesora Claudia Sheinbaum. Ha pedido que no lo busquen ni para pedirle consejos, ya hizo lo que le tocó hacer. Se va satisfecho, en paz y feliz, mientras aquí, Evo, continúa sus embates para volver a ser candidato, inclemente y lleno de ira.

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¿Un maximato boliviano?

/ 30 de septiembre de 2024 / 06:00

En política no hay nada nuevo, sobre todo en Latinoamérica, donde las historias y personajes se parecen, tanto, que a veces se repiten. En México ocurrió un fenómeno político que a finales de los años 20 se conoció como el Maximato, en el que un expresidente tuvo tanto poder e influencia, que controló a tres gobiernos consecutivos a los que no sólo impuso ministros y legisladores, sino también programas gubernamentales. Ninguno pudo decidir nada y se limitaron a llevar a cabo lo que el “jefe máximo” consideraba que era bueno para el país.

Ese expresidente mexicano se llamó Plutarco Elías Calles y le decían “El Jefe máximo de la revolución”, porque, efectivamente, como militar, había tenido un papel importante en la Revolución Mexicana que empezó en 1910 y acabó en 1920, con el cese de la lucha armada. Precisamente en ese año, empezó la carrera política de Calles pues fue nombrado Ministro del Interior del entonces presidente Álvaro Obregón que gobernó México de 1920 a 1924. Costumbre desde esos años, al término de su mandato, Obregón designó como su sucesor a Calles, que gobernó de 1924 a 1928.

Ya como presidente, Calles se mostró tal cual: un hombre de carácter recio, siempre echado para adelante, pero autoritario e intolerante, tanto, que desafió a la poderosa Iglesia Católica con la que terminó enfrentado en un sangriento pleito que en la historia mexicana se conoce como la guerra cristera: una contienda entre laicos y católicos; ejército contra guerrilleros comandados por curas y obispos, un hecho del cual les hablaré en otra ocasión.

El caso es que Calles fue un presidente fuerte y temido, pero también un hábil estratega político: al término de su mandato, logró que su exjefe, Álvaro Obregón, se postulara de nuevo para la presidencia, aún en contra de la consigna revolucionaria de “sufragio efectivo, no reelección”. Maniobra que, sin embargo, duró poco, pues Obregón fue asesinado por católicos cristeros días antes de iniciar su segundo periodo presidencial. ¿Qué hizo ante eso el poderoso Calles? Puso a un abogado llamado Emilio Portes Gil como presidente interino durante 2 años, hasta convocar a nuevas elecciones. Le dijo a quiénes debía poner en su gabinete y a quienes rechazar. Qué actos de gobierno realizar y cuáles no.

Como vio que los otros caudillos revolucionarios empezaron a protestar, se le ocurrió crear un partido en el que los reunió a todos con la promesa de repartirles cuotas de poder; un partido, claro, presidido por él. Así nació lo que después fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México más de 70 años.

Desde su despacho, Calles eligió después al próximo presidente, un político gris llamado Pascual Ortiz Rubio, a quien también manejó como a un títere imponiéndole un gabinete que, tras dos años, lo obligó a renunciar, pues protestó por el asfixiante poder del “Jefe máximo”. Y Calles puso a otro, Abelardo Rodríguez, a quien también manipuló a su antojo. Y así quiso seguir, pero acabó mal. El Maximato terminó en 1934, cuando llegó a la presidencia Lázaro Cárdenas, quien no sólo despidió de un plumazo al gabinete que le había impuesto Calles, sino también a él, pues lo obligó a salir del país. Calles terminó en el exilio y regresó a México después de muchos años, sólo a morir.

Recientemente el presidente Luis Arce dijo que Evo Morales lo quiso manejar como a un títere, lo que hace pensar que hubo un Maximato ¿fallido? de parte del expresidente. Semanas antes, también dijo que había un acuerdo con Morales respecto a las candidaturas, que Evo no respetó. Luego entonces hubo un acuerdo entre Morales y Arce desde 2020. ¿Cuál fue? ¿Qué acordaron? ¿Por qué Evo llama traidor a Luis Arce? En la marcha, Morales exigió varias cabezas y ya renunció el exministro Iván Lima. ¡Y Morales suspendió el bloqueo! En su carta de despedida, Lima dice todo menos la razón de su renuncia y, hasta el cierre de esta columna, el gobierno tampoco aclaraba el por qué…

Sería sano para todos, sobre todo para el gobierno del presidente Arce, que el país sepa de una vez lo que hasta ahora permanece en la neblinosa zona de los acuerdos, en lo oscuro. Airear esas cañerías del poder que, de tanta mugre, se tapan y cuando revientan salpican de inmundicia no sólo a las partes, sino a todo el país. Y mientras más pronto sea, hará menos daño.

Javier Bustillos Zamorano es periodista.

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La adicción al poder

Javier Bustillos Zamorano

/ 2 de septiembre de 2024 / 15:48

En la mitología griega, Hybris era la diosa de la insolencia, de la desmesura, el orgullo y la arrogancia, que son actitudes generalmente ligadas al poder. Un poder físico, económico o político como el que tiene un presidente o un líder. Pero cuando uno de estos convierte estas actitudes en rasgos de su carácter, estaremos frente no a un estadista o un dirigente, sino frente a un trastornado mental que hará cualquier barbaridad con tal de no perder el mando. Son los adictos al poder, que el médico británico David Owen llama enfermos del síndrome de Hybris.

Owen, que también fue político en su natal Reino Unido, escribió en 2009 un libro en el que describe las enfermedades que padecieron distintos jefes de Estado, como Theodore Roosevelt, Nikita Khrushchev, Winston Churchill, Richard Nixon, Benito Mussolini, John F. Kennedy, François Mitterrand y George W. Bush, entre otros. Enfermedades como cánceres, pero también de adicciones que influyeron en algunos actos de gobierno que afectaron gravemente a sus naciones. El libro se llama “En el poder y en la enfermedad. Enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”, editado por Siruela.

Pero más que hablar de las dolencias físicas, Owen habla en su libro de las enfermedades mentales y de los trastornos de la personalidad de estos jefes de gobierno y del riesgo en el que pusieron a sus gobernados, quienes nunca fueron informados por la secrecía con que fueron tratados. Varios de ellos ni siquiera estaban conscientes de su enfermedad. Al respecto, Owen escribió: “Al observar a los dirigentes políticos, lo que más me interesó es la hybris como descripción de un tipo de pérdida de capacidad. Este modelo resulta muy familiar en las carreras de los líderes políticos cuyo éxito les hace sentirse excesivamente seguros de sí mismos y despreciar los consejos que van en contra de lo que creen, o en ocasiones toda clase de consejos, y que empiezan a actuar de un modo que parece desafiar la realidad misma”.

Según Owen, los adictos al poder comparten cuatro características principales: tienen un exceso de confianza en sí mismos, por lo que son incapaces de cambiar de conducta; una impaciencia constante, lo que los lleva a tratar con prepotencia a los demás; una conducta sumamente narcisista, por lo que se creen insustituibles, y evalúan una situación con ideas fijas preconcebidas, lo que los lleva a rechazar todo lo contrario a sus ideas.

Enumera otros 14 síntomas: 1.- Una propensión narcisista a ver su mundo principalmente como un escenario para ejercer el poder y buscar la gloria 2.- Una predisposición a realizar acciones que, cada vez, les den más luz y prestigio 3.- Una preocupación desproporcionada por la imagen y la presentación 4.- Una manera mesiánica de hablar y una tendencia a la exaltación 5.- Una identificación con la nación u organización que dirigen, en la medida en que consideran que sus puntos de vista e intereses son idénticos y únicos.

6.- Tendencia a hablar en tercera persona o a utilizar el pronombre “nosotros” 7.- Confianza excesiva en el juicio propio y desprecio por los consejos o críticas de los demás 8.- Confianza exagerada en uno mismo, que raya en un sentimiento de omnipotencia, en lo que personalmente puede lograr 9.- La creencia de que, en lugar de rendir cuentas ante el tribunal mundano de los colegas o la opinión pública, el tribunal al que responden es: la Historia o Dios 10.- Una creencia inquebrantable de que en ese tribunal serán reivindicados.

11.- Pérdida de contacto con la realidad, a menudo asociada a un aislamiento progresivo 12.- Inquietud, imprudencia e impulsividad 13.- Una tendencia a permitir que su “visión amplia” justifique la calidad moral de una acción, sin considerar la practicidad, el costo o los resultados 14.- Incompetencia arrogante cuando las cosas le salen mal por una excesiva confianza en sí mismo, lo que lo lleva a no preocuparse por los detalles prácticos de la política.

“Los políticos tienen en sus manos la vida de las personas; toman decisiones que tienen consecuencias en ellas y, en casos extremos, pueden ser cuestiones de vida o muerte. Su deber es hacer un juicio realista acerca de lo que pueden y no pueden lograr. Todo lo que empañe ese juicio puede hacer un daño considerable”, advierte Owen.

Javier Bustillos Zamorano
es periodista.

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Sufragio efectivo, no reelección

Todo giró en torno de Evo Morales y de su liderazgo. Como si el tiempo fuera estático

Javier Bustillos Zamorano

/ 19 de agosto de 2024 / 07:18

La no reelección en México fue la bandera de varios levantamientos armados desde 1867, para exterminar caudillos y dictadores como Antonio López de Santa Anna, quien se reeligió 11 veces, y de quien les conté en la columna pasada. Lo de sufragio efectivo, porque fue hasta después de la Revolución Mexicana (1910) que las elecciones fueron limpias y hubo respeto al voto popular.

Bajo este apotegma pervive la democracia mexicana desde esos años hasta la fecha. Y desde esos tiempos, la gobernanza se basa más en los proyectos de nación que en los presidentes de turno. Desde 1910 no hay en estas tierras líderes imprescindibles, dirigentes insustituibles ni salvadores de la patria que se reelijan “porque el pueblo lo pide”. Terminan sus seis años y se van. Si hicieron bien su trabajo, votarán por el partido que los impulsó, y si no, votarán por otro.

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El último presidente mexicano que se creyó insustituible fue Porfirio Díaz, un militar que peleó precisamente por la no reelección y en contra de López de Santa Anna, pero acabó imitándolo. Se quedó 34 años en el gobierno, hasta que lo echó del país la revolución de 1910 encabezada por Francisco I. Madero, que ondeó definitivamente la bandera de sufragio efectivo, no reelección.

Terminada la revolución, los jefes de la revuelta acordaron formar un partido que no solo diera cabida a cada una de las facciones, para acabar con las pugnas, sino que diera estabilidad al país. De esta forma, establecieron el primer proyecto de nación que no fue otro que el de concretar los ideales del levantamiento armado: paz, justicia social y reparto agrario, entre otros. Así, en 1929 nació el Partido Nacional Revolucionario, que en 1946 se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) que gobernó México 71 años consecutivamente.

Como no había reelección, pronto se dieron cuenta de que, para mantener el poder, no solo debían tener el proyecto de nación, sino también formar cuadros para el futuro. Crear organismos de formación política de nuevos dirigentes y líderes. Fue la clave del éxito de este partido. Eso lo supo siempre el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y por eso en su partido (Movimiento de Regeneración Nacional) estableció como cosa importante no solo el proyecto de nación, sino también la formación de nuevos dirigentes, de cuadros para el futuro. En un mes y medio dejará la presidencia en manos de su sucesora, Claudia Sheinbaum. Mismo proyecto con distintas personas.

Cosa que le faltó al boliviano Movimiento al Socialismo (MAS). Todo giró en torno de Evo Morales y de su liderazgo. Como si el tiempo fuera estático. No se ocuparon de crear cuadros para el futuro; para un sano relevo generacional; para que sobreviva el proyecto de nación. Con el error del 21 de febrero de 2016 empezaron a sonar las alarmas y ya se veía el peligro. Con esta idea en la cabeza, entrevisté al entonces vicepresidente Álvaro García Linera, en octubre de 2018, y le dije: ya encarcelaron a Lula, persiguen a Correa y tienen cercado a Maduro. Vienen por ustedes, ¿qué van a hacer?

García Linera me respondió: “…como decía Lenin: la radicalidad de una revolución se mide por la radicalidad de la contrarrevolución… usar la riqueza de un país para dar de comer a los humildes, para dar escuela a las zonas marginales, crear oportunidades para la gente joven, tiene su precio… nosotros venimos de la lucha y ante las eventualidades de perder, queda volver a luchar, es el destino inevitable de los sectores subalternos, luchar, pararse, caerse, volver a levantarse, conocemos el destino de la historia, y sabemos que cuando uno triunfa su triunfo es temporal… si te derrotan tienes vida, prepárate para la siguiente victoria. ¿Cuándo se acaba eso? Cuando te mueres…”

Recordé entonces un libro que decía que para Lenin era esencial la existencia de  cuadros, miembros dentro del partido comunista que, en estrecho contacto con las masas, pudieran dirigir las distintas organizaciones y reconstituir al partido en caso de represión. Pero ya no se lo pude decir porque la entrevista ya había terminado e iba de salida de la Casa Grande del Pueblo.

Hoy que se llama a un nuevo referéndum sobre el tema, me adscribo al apotegma mexicano. El sufragio efectivo ya lo tenemos, nos faltaría la no reelección.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Su Alteza serenísima

Santa Anna pudo haber pasado a la historia como un héroe, pero fue más fuerte su insaciable deseo de poder

Javier Bustillos Zamorano

/ 5 de agosto de 2024 / 07:06

Cuando oía que así le decían, Antonio López de Santa Anna, presidente mexicano reelegido 11 veces, podía decir que sí a cualquier cosa que le pidieran, incluso a destruir a su país vendiendo partes de su territorio. No le importaba nada con tal de ser adulado, poseer el poder, la fama y el liderazgo. Creía, seriamente, que sin él México se perdería, por eso se sentía imprescindible, insustituible y era feliz cuando sus seguidores también le llamaban “El salvador de la patria”.

Nació en 1794 en un pueblo de Veracruz y desde muy joven supo que para alcanzar del poder había que traicionar, no una, sino tantas veces como fuera necesario. A los 16 años se hizo soldado del ejército español y combatió a los insurgentes que buscaban la independencia mexicana. Viendo que la insurgencia ganaría, se unió a ellos en contra de los españoles. Consumada la independencia, juró lealtad al primer emperador mexicano, Agustín de Iturbide, a quien después traicionó en complicidad con otros militares, y así hasta que en 1833 tomó la presidencia de la república.

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Pero ser presidente significaba gobernar muchas veces desde un escritorio, y eso sí que no. A él gustaba ser líder, encender pasiones patrióticas y lanzar a muchedumbres a ganar batallas que le dieran gloria. General de División, peleó en más guerras que cualquier otro militar de su rango durante 38 años, desde 1829 cuando derrotó al ejército español que hizo un último intento de reconquista, hasta 1847 cuando fue vencido por el de Estados Unidos, que, un año después, arrebató a México más de la mitad de su territorio.

De veras se sentía protector y salvador de su patria y en ese afán estaba dispuesto a todo, hasta perder la vida o partes de su cuerpo, como ocurrió en la llamada “Guerra de los pasteles” contra Francia en 1838. Resulta que unos soldados de su tropa, habían comido varias porciones de pastel que un panadero francés vendía en su tienda, y que no solo no pagaron, sino que destruyeron su local. El panadero inició un juicio y exigió una millonaria indemnización que el gobierno mexicano se negó a pagar. Francia, que ya tenía intenciones de invadir México, usó esto como pretexto y mandó sus primeros barcos a costas mexicanas.

El líder convocó a su ejército y se fue a galope tendido hacia el puerto de Veracruz, donde enfrentó a los soldados franceses y los hizo retroceder hasta volver a sus barcos y huir hacia altamar. Todo muy bien hasta ahí, hasta que escucharon un cañonazo procedente de una de las naves francesas, que al tocar tierra hizo volar por los aires la pierna del prócer.

Con gran desasosiego, la tropa recogió la pierna y llevó a su comandante al hospital. Al despertar, el General ordenó que su pierna fuera enterrada con todos los rituales cristianos, curas y misas incluidos, en un cementerio de su pueblo natal. Al regresar a la capital mexicana fue recibido como un héroe y en agradecimiento lo reeligieron en 1839, 1841 y otras veces más hasta 1853. Pero un día de 1842, el héroe, a quien le encantaba victimizarse, consideró que el homenaje a su pierna perdida no fue suficiente, de modo que ordenó su traslado a la capital para darle un entierro de Estado, con los honores correspondientes. Las crónicas de entonces cuentan que la pierna fue introducida en una urna de cristal y paseada por las calles, en medio de un despliegue militar, con invitados de la jerarquía católica, funcionarios, embajadores, estudiantes y pueblo en general en una multitudinaria procesión hasta un templo, donde fue depositada luego de discursos, Toques de silencio y redoble de tambores.

Fue la primera señal de su decadencia. En una relección posterior, López de Santa Anna vendió a Estados Unidos una porción de 76.845 km2 del territorio mexicano. El dinero fue despilfarrado y el pueblo no se lo perdonó e inició una revuelta que lo echó del país. Su pierna fue sacada del templo y arrastrada por las calles. Años después, el gran líder murió en el abandono y en lo más doloroso para él: el olvido.

Santa Anna pudo haber pasado a la historia como un héroe, pero fue más fuerte su insaciable deseo de poder. Lo malo es que en ese afán arrastró a su país que, aún hoy, se avergüenza de tenerlo en su pasado.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Hamdan, habla su patrocinador

Gutiérrez Yáñez dijo que va a seguir apoyando moralmente a Hamdan, pero que si tiene que ir a declarar a Bolivia, irá

Javier Bustillos Zamorano

/ 22 de julio de 2024 / 11:11

Víctor Hugo Gutiérrez Yáñez es un licenciado en finanzas y abogado mexicano de 54 años de edad, que incursionó brevemente en la política primero como militante de base de diferentes partidos, luego como diputado y finalmente como fallido aspirante a una candidatura presidencial independiente. Cansado de estas batallas, decidió dedicarse por completo a una ONG que creó en 2017, a la que llamó Comisión Iberoamericana de Derechos Humanos Para el Desarrollo de las Américas (CIDHPDA).

Junto a otras personas, estableció delegaciones en algunos estados de la república mexicana y otras en Sudamérica, entre ellas Bolivia. En sus estatutos, a los representantes de su organización se les llaman comisionados, y uno de ellos es Luis Fernando Hamdan, el activista recientemente detenido acusado de ser cómplice del asalto militar del pasado 26 de junio.

Consulte: El dúo Arias-Archondo

En breve conversación con este reportero en la ciudad de México, dijo que no conoce personalmente a Hamdan y la única información que tuvo de él fue a través de internet, de unos cursos y talleres que daba sobre defensa de presos políticos. Que quien se lo presentó como “un periodista defensor de derechos humanos” fue Carolina Delgadillo vía WhatsApp, en 2022.

Dijo que conoció antes a las otras tres integrantes de la delegación boliviana, cuando Carolina Delgadillo, Helen Kelly Tejeda y María Katherine Antezana se comunicaron con él, para pedirle ayuda porque se sentían indefensas “ante los ataques del Gobierno” y necesitaban protección de una organización del exterior, a lo que él accedió, y sin más trámites las nombró sus representantes en Bolivia.

Gutiérrez Yáñez se guía por lo que le dicen ellas y el abogado de Hamdan, Jorge Valda. Así, da por ciertos los dichos de Sergio Castro (capitán del Ejército que actualmente busca asilo en Missouri, Estados Unidos), en los que dice que Hamdan fue víctima de un engaño de parte del general Zúñiga “que pretendía tomar el poder mediante un autogolpe en complicidad con el presidente Arce”. Que fue vigilado desde 2019 por agentes de Inteligencia. Gutiérrez Yáñez vio y oyó al capitan Castro y le pidió realizar una declaración notariada de sus dichos, a fin de que no se quede en eso, y sirva como prueba para la defensa de Hamdan. Hasta el cierre de esta columna, aún no recibía respuesta de Castro. Dijo también que en Bolivia hay 278 presos políticos; que Hamdan se entrevistó con Zúñiga solo para hablar de presos políticos y exigió al Gobierno de Bolivia la liberación de su representante.

Confía en Hamdan y metería las manos al fuego por él y por todos sus comisionados, afirmó, pero no negó la posibilidad de equivocarse; contó que ya hubo gente que hizo mal uso de su organización y que, en caso de comprobarse lo contrario en el caso de Hamdan, tomaría las medidas correspondientes. ¿Expulsión? Prefiere esperar al resultado de las investigaciones. “Nosotros no nos dedicamos a desestabilizar a ningún país”. “El señor (Hamdan) jamás nos habló de ataques subversivos”. “Nos deslindamos de cualquier acto de terrorismo”. “Cualquier persona puede ser defensora de derechos humanos y en nuestros nombramientos siempre ponemos que no nos hacemos responsables por los malos usos que realicen esas personas”, aseguró.

Quizá por ser de reciente creación o porque hasta la fecha no se ocupó de un caso relevante, la CIDHPDA no tiene presencia en medios periodísticos mexicanos ni en la esfera de los organismos de defensa de derechos humanos. Gutiérrez Yáñez dijo que su organización civil se financia a través de donaciones, ninguna procedente de Estados Unidos.

Fue cuidadoso al hablar de su ONG. Dijo que su institución actúa bajo los estándares de la Organización de Estados Americanos (OEA) y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), pero aclaró que no cuenta con un reconocimiento formal de parte de estos organismos. Que ya iniciaron los trámites, pero que aún no tienen respuesta. Esto porque en las cinco cartas de acreditación como representantes de esta ONG en Bolivia, que Carolina Delgadillo, identificada como Alta Comisionada, envió al general Zúñiga y al Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otros, se lee: “…CIDHPDA organismo internacional reconocido por la OEA y NN.UU.”

Gutiérrez Yáñez dijo que va a seguir apoyando moralmente a Hamdan, pero que si tiene que ir a declarar a Bolivia, irá.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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