Voces

Wednesday 19 Mar 2025 | Actualizado a 12:22 PM

¿Quién le teme a la RAE?

Miguel Vargas Saldías

/ 18 de septiembre de 2024 / 09:38

“Su cuenta ya está ‘aperturada’”. Cada vez que iba al banco y escuchaba que me hablaban de “aperturar” o “recepcionar” algo, sentía que la sangre me hervía desde el pecho, se iba hasta mi espalda y subía cual volcán hasta el principio de la columna, haciendo que mi cabeza hierva. ¿Qué acaso no existen los verbos abrir y recibir? ¿No se les hace suficiente el idioma como para venir a deformarlo?, pensaba furibundo. Como editor y periodista de más años de los que me gusta admitir, el buen manejo del lenguaje siempre ha sido un importante objetivo, una misión, sobre todo después de encontrar tantos errores en textos periodísticos, justamente, con la consciencia de que “los niños aprenden de los diarios”.

Pero hace años que pienso distinto. Si bien soy un apasionado de la gramática, con especial interés en la ortografía, la sintaxis y la semántica, hoy me da mucha vergüenza esa superioridad moral que muchos tenemos cuando dictaminamos que unos hablan bien y los otros no; esas caras que hacemos cuando alguien dice haiga, almóndiga o subir arriba. Ese sentirnos especiales, mejores, porque sabemos cuándo se pone “v” de vaca o “b” de burro. El atribuirnos la potestad de decir que todos son ignorantes y compartir publicaciones en redes sociales que anuncian que la Real Academia de la Lengua (RAE) aprueba o desaprueba algo, como si su propia convicción no fuese suficiente y necesitasen ayuda de alguien superior.

Entonces es que recuerdo que la RAE no se inventó el idioma y se ocupa de registrar, proponer, articular… “Velar por que la lengua española, en su continua adaptación a las necesidades de los hablantes, no quiebre su esencial unidad”, dice en su página web. El lenguaje se hace en la calle, en el día a día. Y por eso cambia. Lo entendí cuando aparecieron las críticas a quienes escribían todos y todas “porque la RAE dice…”; a quienes han incluido la “e” en palabras como amigues, chiques y compañeres… a quienes el idioma como estaba hasta ese momento no les era suficiente para sentirse incluides.

Y sí, escribí incluides. Y lo voy a seguir haciendo porque he comprendido que no se trata, como reclaman muchos movimientos antiderechos, de una imposición. Es simplemente una decisión personal. ¿Quién soy yo para imponer nada? Si la RAE jamás pudo hacernos decir “balompié” en lugar de fútbol, ¿por qué alguien podría obligarnos a usar la “e” de una forma diferente a la que la hemos usado siempre?

Recientemente edité el cuarto volumen de crónicas de Manuel Monroy Chazarreta, Subibaja, un texto que pasó por muchas manos editoriales previas que todo el tiempo buscaban “arreglar” su forma de escribir, de expresarse, de jugar con el lenguaje; cuando se trata más bien de un valioso documento que recoge la forma de hablar de muchos bolivianos en la calle, en las redes sociales y la expresiones tan únicas del autor mismo. El día es que dejemos de escondernos detrás de las polleras de la RAE para “hablar/escribir bien” y comprendamos mejor nuestros procesos lingüísticos, quizá empecemos a entender de lo que se trata la descolonización.

Admito que cuando voy al banco me sigue picando algo en el pecho cada vez que dicen aperturar; eso está ligado a mi ser. Pero al final de este texto lo pongo sin comillas. No creo que yo pueda usar esa expresión nunca, pero admito que no porque no me guste, los bancarios están mal.

No te tengo miedo, RAE.

LA RAZÓN da la bienvenida a nuestro nuevo columnista Miguel Vargas Saldías. Tenemos la certeza de que sus opiniones enriquecerán la pluralidad de visiones que habitan estas páginas. Sus textos se publicarán cada 15 días. Esta casa periodística sigue creciendo.

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Tributo a la forma y el sentido

/ 5 de febrero de 2025 / 00:15

Tres horas con treinta y cinco minutos frente a la pantalla que, con honestidad, se te pasan volando. The brutalist, un drama histórico del director estadounidense Brady Cobert que avanza firmemente hacia los premios Oscar, con diez candidaturas y altas posibilidades de cosechar el premio a mejor película (ya se llevó el Globo de Oro), a mejor director (en la bolsa están el Globo de Oro y León de Plata en Venecia) y mejor actor para Adrien Brody (de igual manera, Globo de Oro y Venecia), se estrena este jueves en salas bolivianas.

A diferencia de lo que sucede a fin de año, cuando hay tiempo de ir al cine pero la cartelera es lacrimógena, en temporada pre Oscar grandes películas compiten una al lado de la otra en las marquesinas. Si bien es genial tener tan excelentes propuestas en nuestras salas para verlas como se debe, en la gran pantalla, se corre también el peligro de que no estén disponibles por mucho tiempo. Y esta cinta, señoras y señores, no se la puede dejar pasar. Les explico a continuación porqué.

Esta es la historia ficticia —aclaración necesaria porque la historia se hace tan real que mucha gente piensa que este personaje existió en la realidad y quiere conocer más sobre su vida— del visionario arquitecto húngaro László Tóth que llega a Estados Unidos huyendo de la postguerra para reconstruir su vida y traer a su amada esposa Erzsébet Tòth (una brillante Felicity Jones, también nominada al Oscar) tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Luego de pasar hambre y profundos dolores, László llega a la casa de un primo en Pensilvania para cumplir el sueño americano, donde el empresario industrial Harrison Lee Van Buren (un cautivador Guy Pearce, y sí, también nominado) reconoce su talento para la arquitectura. El épico camino de mendigo a gran arquitecto de vanguardia está lleno de coraje, caídas y desasosiego.

Desde la selección de formatos fílmicos hasta el diseño de los créditos se evidencia a un Brady Cobert enamorado de la forma, del diseño; la película es un verdadero homenaje a quienes ven la vida desde el arte, desde lo estético. Algo que, lo dice el propio personaje de Adrian Brody, de ninguna forma está peleado con el contenido; pues es desde lo estético que se hace un postulado ético y la cinta es totalmente congruente con ello: denuncia desde la belleza sobria de su fotografía y su paleta de colores los horrores de la guerra, sus huellas y el dolor del migrante, del que se siente ajeno a una gris tierra de promesas. Contiene los sentimientos de un amor lastimado, de una carrera truncada, de sueños sacrificados, en una partitura original a cargo de Daniel Blumberg (sí, también nominada a la mejor banda sonora en los Oscar).

Es desde esa bella sobriedad que la cinta puede apuntar sin mostrar, sugerir horrores y tormentos sin necesidad de explicitar. Es desde esa bella sobriedad que se habla de la enfermedad, del vicio y de la carencia. De lo más sublime hasta lo más bajo en el ser humano. Es fascinante cómo en un entorno tan mágico como las canteras del mármol de Carrara puede suceder uno de los hechos más atroces del filme. Lo sublime y el horror, dos caras de la misma moneda.

Y como siempre, el cine se adelanta a los sucesos del mundo. En un momento en que Donald Trump se está deshaciendo de los inmigrantes ilegales de Estados Unidos de las formas más inhumanas, la pareja protagonista —extranjera, judía, diferente—, que llegó al país del norte cargada de ilusiones y esperanzas de una nueva vida, reflexiona devastada en un momento de tribulación: “no nos quieren aquí”.

La oportunidad está dada: The Brutalist se estrena este jueves en los cines de todo el país.

Miguel Vargas Saldías es periodista, artista y comunicador social.

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Al rescate de la bolsa madre

/ 22 de enero de 2025 / 06:00

Cuando era niño y me mandaban a la tienda de la esquina a comprar pan, mi abuela siempre me preguntaba ¿Y tu bolsa? De mala gana, iba a la cocina y buscaba la más adecuada dentro de la que todos llamábamos “bolsa madre”, allí donde guardábamos, enrollándolas como bolitas, las bolsas “hijas” que nos daban en el mercado. La verdad, me daba mucha flojera, sobre todo porque igualito me iban a regalar bolsas sin preguntar. Han pasado los años y las ciudades han demostrado lo nociva que era mi forma de pensar en ese entonces.

Apelando a las nuevas generaciones, una singular campaña que combina arte y mensajes ecológicos ha destacado en Santa Cruz de la Sierra. Se enfoca en los principales monumentos de la urbe —como el de José Manuel Baca (Cañoto), Gladys Moreno, el Chiriguano, Jorge Roca, Gumercindo Coronado o el Cristo Redentor— que son testigos mudos de una ciudad que se va inundando de bolsas plásticas. En un video de animación que circula en redes sociales se ve a estas estatuas “luchando” contra un problema de nuestros tiempos: la contaminación. Las mismas figuras son protagonistas de un mural de 134 m2 ubicado en la Manzana 1, en el corazón de la ciudad. En clave de comedia y denuncia, se ofrece a los ciudadanos una reflexión singular desde el arte sobre esta temática.

En tiempos en que la crisis ambiental es inminente, es fundamental buscar nuevas formas de crear conciencia en la población sobre la necesidad de adoptar hábitos más sostenibles. Entre estas estrategias, el arte y la comedia surgen como herramientas poderosas que pueden inspirar cambios significativos, especialmente en lo que respecta al uso desmedido de bolsas plásticas de un solo uso. Según estudios, la vida útil de estas es de 20 a 30 minutos, mientras que su degradación tarda entre 150 y 400 años.

El arte siempre ha tenido un papel crucial en la sociedad desde la plástica, la lírica y lo escénico hasta las actuales instalaciones multimedia y los materiales audiovisuales de redes sociales que invitan a la reflexión. Y en el tema medioambiental, la denuncia de los creadores siempre ha estado presente. Por ejemplo, están las instalaciones del artista visual español Fernando García-Dory, que utiliza materiales reciclados para crear conciencia sobre el desperdicio, en un ejemplo sobre cómo el arte puede servir como espejo para reflejar nuestras acciones y sus consecuencias.

Por otro lado, la comedia, a menudo subestimada, tiene el poder de llegar a audiencias diversas y hacer reaccionar a las personas de una manera que desde otros lugares es imposible. La risa y el buen humor bajan las defensas de quien se siente permanentemente atacado o juzgado por la sociedad.

Con estos dos elementos como base, la campaña denominada “Menos plásticos, más voluntad” ofrece un aire fresco de reflexión, logrando que otras instituciones y empresas se sumen a la iniciativa que lleva adelante la Empresa Municipal de Aseo Urbano Santa Cruz (EMACRUZ), como parte del proyecto Ciudades Circulares, impulsado por la Fundación Suiza para la Cooperación Técnica Swisscontact, que promueve el intercambio de experiencias entre las ciudades de Santa Cruz (Bolivia), Cali (Colombia) y Zúrich (Suiza).

“Si no es necesario, no lo usés”, dice el slogan de esta campaña, emulando la forma de hablar cruceña. Y como la campaña apela a la voluntad de los ciudadanos, por mi parte he decidido volver a darle vida a la “bolsa madre”, esa que se llena con todas las bolsas que me dan en el supermercado o en las tiendas, para que su reutilización sea un hecho. Todavía me da flojera, pero una pequeña acción puede significar un futuro mejor.

Miguel Vargas Saldías es periodista, artista y comunicador social.

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¿No todos somos violadores?

Es como llegar a una cena y aclararles a los comensales: ‘Por si acaso, no todos somos ladrones’

Miguel Vargas Saldías

/ 16 de octubre de 2024 / 06:03

R­olando Andrés Zambrana cumple una condena de 30 años en la cárcel de El Abra por el delito de feminicidio. Hace unos días, desde el penal cochabambino, se contactó con su expareja, a la que le prometió saldar tres meses de pensiones para la hija que tienen juntos. Ella acudió a visitarlo el 12 de octubre y dentro del centro penitenciario, a ojos y oídos de internos, visitantes y policías, el recluso violó a la muchacha, le desfiguró el rostro, trató de sacarle los ojos, le echó combustible incluso en las partes íntimas y le prendió fuego. Ella se debate entre la vida y la muerte. ¿Por qué Zambrana hizo esto? Porque puede.

Lea: ¿Quién le teme a la RAE?

Sin duda se trata de un hecho monstruoso. Pero no todos los violadores son “monstruos”: seres que no tienen nada que ver con la sociedad y que salen de una cloaca para matar a mujeres sin sentido. Enfermos que de ninguna forma tienen nada que ver con nosotros, que somos buenitos. ¿Entonces cómo se explican que pueda suceder esto en una cárcel de máxima seguridad? Porque hay cómplices, no solo reclusos, sino también policías, y autoridades; sin duda muchos de ellos padres amorosos y trabajadores… ¿Monstruos? No, lo que pasa es que esta sociedad da visto bueno a la violación. ¿Estoy exagerando? No lo creo, sobre todo cuando escucho que la población aplaude y confía en los mismos presos como justicieros cuando violan a un sospechoso de violencia sexual, por ejemplo, sobre todo cuando el caso está publicitado en los medios. Es una sociedad que cree fervientemente en que violar, en algunos casos, está bien. Violación correctiva, le dicen.

Y es ahí donde entran los jueces, los abogados y los fiscales que dejan impunes a los violadores por dinero o por tecnicismos torcidos a voluntad. Es ahí donde entran los policías que extorsionan a las afectadas, que hacen caso omiso cuando la agredida es una trabajadora sexual o una persona LGBTIQ+, porque, claro, para qué se exponen, quién les manda a tener “esa vida”. Y también entran los médicos y personal de salud que, pese a haber protocolos, siguen culpabilizando a la víctima e impiden que pueda cumplirse la Sentencia Constitucional 0206, declarando que son objetores de conciencia, que las mujeres violadas y las niñas deben ser obligadas a ser madres.

Cómo no hablar de una sociedad que avala la violación si, sin ningún tipo de pruebas reales más que la frase “a un amigo lo han denunciado injustamente”, legisladores y autoridades pisotean los registros, la información que está documentada, para dudar de la víctima o, por lo menos, juzgarla. Cómo no hablar de una sociedad violadora si la víctima siempre será señalada por los vecinos, los compañeros del curso, la gente del trabajo, todos “gente buena”… ¿Por qué se fue con él? ¿Por qué toma? ¿Por qué se viste así? ¿Por qué sale sola?

Por eso, cuando escucho a otros hombres decir “no todos somos violadores”; primero, me sorprende la puntualización. Es como llegar a una cena y aclararles a los comensales: “Por si acaso, no todos somos ladrones”. Si hay necesidad de aclarar, es porque algo anda mal por ahí. Y en segundo lugar, porque todos formamos parte de esta sociedad, y si bien no estamos violentando con el cuerpo, de forma física, a una mujer, una niña, niño, adolescente u hombre, estamos siendo parte de alguna forma: por lo menos, con nuestra inactividad y nuestro silencio.

(*) Miguel Vargas Saldías es periodista, artista y comunicador social

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Clyo Mendoza: ‘El amor siempre nos vincula con la muerte’

La escritora mexicana es una invitada especial de la Feria Internacional del Libro de La Paz. Presentará el libro ‘Furia’, con Dum Dum Editora

Por Miguel Vargas Saldías

/ 6 de agosto de 2023 / 06:02

Soldado Uno y Soldado Dos se encontraron frente a un cadáver en cuyos ojos abiertos no se proyectaba el cielo espeso de la guerra, sino una luz que daba la sensación de la negrura. Soldado Uno y Soldado Dos se habían aproximado al cadáver, uno para reconocer si era un colega muerto, el otro para saber si había atinado su disparo. El cuerpo del niño refulgía la luz que se desprende al morir y su rostro estaba empañado por toda la sangre evaporada. Una costra que había sido inmediata rodeaba el calor de la bala en medio de sus ojos abiertos”. Así comienza Furia, la novela de la premiada escritora mexicana Clyo Mendoza que se ambienta en un desierto salpicado de poblados asolados por la guerra, donde dos desertores de bandos opuestos descubren una oscura verdad sobre su familia.

Mendoza, como invitada especial de la 27ª Feria Internacional del Libro de La Paz,  participará junto a Gabriel Mamani en el conversatorio El cuerpo es el espacio el 10 de agosto a las  18.00 en la Sala Adolfo Cárdenas – Bloque Rojo Planta Alta. El 12 de agosto a las 19.00 y en la Sala Xavier Albó – Bloque Rojo, en la Planta Alta del campo ferial, será la presentación de Furia, libro sobre el que la autora conversó con ESCAPE.     

— ¿Qué expectativas tienesde esta visita a la Feria Internacional del Libro de La Paz (FIL) en Bolivia?

— Bolivia es un lugar al que siempre he querido ir, no tengo mayores expectativas; más bien estoy agradecida de que este libro me siga llevando por el mundo, a nuevos territorios desde donde pueda ampliar mi visión de mundo en medida de lo posible, eso es fundamental para mi proceso de escritura.

Fotos: Clyo Mendoza y Dum Dum Editora

— Esta primera novela suya tiene la fuerza de su trabajo como poeta. Los textos breves, la concatenación de estos, el lenguaje… ¿Cómo ha sido el proceso de creación de Furia?

– El libro iba a ser un libro de poesía pero con trayectorias de lectura como los libros noventeros Elige tu propia aventura. Esos libros infantiles daban a sus jóvenes lectores la sensación de estar eligiendo la trama cuando en realidad ya estaba prediseñada. Parecido a la vida. Finalmente la historia necesitaba ser narrada de maneras menos crípticas que como venía haciéndolo previamente en mis dos libros anteriores. Los personajes exigían una carne distinta, y sin querer cambié de género.

— El desierto en su obra es mucho más que un paisaje o un espacio, es un personaje en sí. ¿Cuál es su rol en este libro y su relación personal con él?

— El desierto fue el lugar que más extrañaba cuando empecé a escribir el libro, el lugar en el que soñaba a los personajes y en el que he visto mantenerse guerras antiguas a causa de mineras, eso fuera de la ficción. En México el desierto de Wirikuta es sagrado para los wixárikas, un pueblo originario que ha mantenido protegido con su propia vida ese territorio que ahora mismo está siendo saqueado. Ese es el desierto en el que imaginé Furia. El desierto ya saqueado, ya perdido, sin quienes le dan su alma. Un desierto en resistencia. Los wixárikas y sus procesos ceremoniales, sus largas caminatas, sus plantas de poder, me acompañaron en la concepción del libro mucho antes de su escritura. Admiro y valoro lo que ese pueblo me ha enseñado y la valentía con la que han protegido su territorio, su cultura, su lengua, su planta sagrada, admiro su lucha contra el extractivismo y contra esa absurda idea de que en el desierto no vive nadie y que nada sucede.

— ¿Cómo ha sido la construcción de los personajes principales —masculinos, además—, tan ásperos, terribles…?

— Creo que bastó con ver la realidad. Por eso también los personajes ásperos o terribles no sólo son eso: tienen un pasado, una o varias heridas. La mayoría son heridas provocadas sistemáticamente, la realidad estructural es tan compleja que muchas veces nos aleja de lo que realmente somos, como a Cástula, que nació con el corazón grande y murió con el hígado enorme. La vida y los vivos somos así, pero eso está, como ya sabemos, llena de matices.

— El amor y el deseo se sienten muy fuertes en el libro. ¿Cómo aborda estos ámbitos del ser humano?

— Yo estaba escribiendo el libro durante un proceso de fe absoluta en los afectos y, al mismo tiempo, una ruptura terrible con la manera de llevarlos a cabo. Creo que las relaciones humanas que se rompen son siempre un memento mori, son momentos en los que uno cambia drásticamente su manera de percibir la realidad. Por un lado, según lo que había estudiado sobre neurociencia el deseo funciona también para mantener al cerebro aferrado a una idea de vida, el deseo es pura supervivencia, pero el amor, que a menudo está vinculado al deseo (y me refiero no sólo a la fascinación por el cuerpo, sino al deseo como expectativa, como esperanza), el amor siempre nos vincula con la muerte, nos hace temerla, ya sea en el final de una relación afectiva, ya sea temiendo por la vida nuestros seres queridos. Creo que para vivir el amor y el deseo de manera más amable primero tendríamos que hacernos amigos de la muerte, de los finales, cambiar la concepción que nos han heredado sistemáticamente. Sin ese terror a la muerte desmesurado probablemente no existirían las industrias farmacéuticas y el afán de mantener la vida mucho más allá de lo posible, ni el deseo tonto de ser jóvenes a toda costa, no existiría el narcotráfico porque nadie tendría que evadir su terror, el extractivismo —que muchas veces funciona sólo para sostener esta era de tecnología exacerbada— no mataría lo vivo ni existiría el terror a las mujeres ni se vería a las diferencias como amenazas, sin ese terror a la muerte no existirían las armas y quizás no habría guerras. Parece paradójico, pero justamente creo que lo que aprendí en el desierto fue eso: moriremos, y eso está bien.

– En Bolivia, así como en México, convivimos también muy cerca de la muerte, en un diálogo constante. ¿De qué forma cree que eso está presente en su trabajo?

— Es una inquietud constante y, personalmente, un trabajo permanente. Yo también tengo conflictos con la muerte, pero estoy tratando de entenderla más allá de la concepción que el sistema me ha impuesto, y no dudo que eso tenga que ver con haber crecido en una cultura que me ha enseñado que la muerte es un rito de paso y puede ser también una celebración, porque antes de ella hubo vida.

– Con el ejemplar en la mano, el libro como objeto es una pieza de esmerado cuidado y belleza. ¿Cómo ha sido el trabajo con Dum Dum Editora?

– Admiro muchísimo el trabajo que hacen Edmundo y Liliana como editores, es un honor formar parte de su catálogo. La portada es de una artista mexicana llamada Trilce Zúñiga y es un sueño que uno de sus trabajos sea portada de este libro. Hacer libros es un arte y yo espero que Dum Dum tenga una larga vida.

PERFIL

Escritora mexicana Clyo Huitzilin Mendoza nació en Oaxaca, México, en 1993. Poeta y narradora, tiene una Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Es autora de ‘Anamnesis’ (Cuadrivio, 2016) y ‘Silencio’ (Fondo editorial del Estado de México, 2018), libro por el cual obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juan Inés de la Cruz en 2017. Su primera novela es Furia, con edición boliviana de Dum Dum Editores.

Texto: Miguel Vargas Saldías

Fotos: Clyo Mendoza y Dum Dum Editora

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El nuevo hogar de la galería Altamira

El espacio de arte de Daniela Espinoza y Ariel Mustafá se renovó en cuatro meses con un proyecto de Plaza Asociados.

/ 4 de junio de 2023 / 06:19

Para unos, cuatro meses se pasaron volando. Para los otros, fue una eternidad. Arquitectos y constructores por un lado, galeristas y artistas por el otro. En cuatro meses, la galería Altamira de San Miguel creció más que físicamente: pasó de ser una casa que se había adaptado con éxito para exposiciones a un espacio cultural cuidadosamente diseñado para tal fin. Más que una casa, ahora es un hogar para el arte.  

La propuesta vino de afuera. El arquitecto Michael Palza, empresario y amigo de la galería, llegó un sábado de julio de 2022 y conversó con Ariel Mustafá y Daniela Espinoza, galeristas, gestores culturales y creadores de Altamira. “Nos dijo que le gustaba la continuidad del trabajo y nos propuso que hagamos un proyecto. Eso fue en julio de 2022”, relata Mustafá mientras recorre los blancos pisos y paredes del nuevo espacio que está ubicado en la calle José María Zalles #834, bloque M-4, San Miguel, en la zona Sur.

Con el paso de los días empezó a aparecer gente —que no era precisamente artista o compradora de arte— para mirar el lugar, analizar su dinámica y tomar medidas del espacio. Entre esas personas estaba la arquitecta Alejandra Marquina, de Palza Asociados. En noviembre de 2022, Michael y su equipo regresaron a la galería con un proyecto que entusiasmó a Daniela y Ariel. “Los ajustes que se han hecho han sido mínimos”, recuerda el galerista.

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La galería Altamira volvió a abrir sus puertas este 17 de mayo en San Miguel. Foto: Palza Asociados

Desde ese julio en que les hablaron del proyecto, de pronto, como un sortilegio, a Ariel y Daniela les empezó a quedar chica la galería. “Comenzamos a notar que teníamos serios problemas de espacio. Y ya estábamos pensando en qué hacer para ampliar la casa. Cuando trajeron el proyecto nuestra vida cambió. Nos presentaron una propuesta económica que entraba más o menos dentro de nuestros parámetros. Cuando los dueños de casa vieron el proyecto, también les gustó: entonces decidieron que este sería su aporte para la cultura en el país. En resumen, ¡tenemos galería garantizada por los siguientes 10 años!”, celebra el gestor.

El 16 de enero los galeristas entregaron las llaves de la casa a Palza Asociados. Y si bien los cuatro meses se les hicieron eternos, para el equipo de arquitectos el trabajo iba a realizarse contrareloj.

“Siempre hemos estado interesados en apoyar la cultura y el arte. Cuando vimos el espacio queríamos ser el puente para lograr este sueño”, explica Carolina Mantilla, parte del equipo de Palza Asociados. “Ha sido un proyecto con muchos desafíos y aprendizajes, impulsado por el deseo de dar un aporte a la ciudad, pues hacen falta espacios ideales para mostrar toda la calidad que tiene el arte paceño y boliviano”.

Pensar la galería como un lienzo en blanco, tanto en el interior como en el exterior, fue el puntal de la propuesta, explica la arquitecta Alejandra Marquina.

Los muros móviles se desplazan con facilidad y permiten crear diferentes espacios y atomósferas dentro de un espacio más versátil.

“Para plasmar el concepto empezamos a incorporar en el diseño paneles traslúcidos y transparentes, así como paredes blancas. Además queríamos darle énfasis a las gradas, tratarlas como una pieza escultórica para generar curiosidad y sorpresa desde afuera. Nuestra intención era que cuando la gente pase por delante del edificio tenga curiosidad de saber qué es lo que está pasando aquí”.

Los cambios en el diseño se fueron dando poco a poco, gracias a una dinámica participativa. Por ejemplo, la planta baja, donde se realizan las exposiciones temporales —individuales o colectivas—, se mantuvo más fiel a la estructura original de la casa, aunque debido a las exigencias de este espacio se decidió elevar la altura de los techos. En el piso superior —donde se podrán ver los cuadros que tiene la galería a la venta— también el techo tiene una altura mayor, además de muros móviles que permiten una mayor versatilidad. Según los requerimientos de los artistas, se podrá crear una dinámica y atmósfera especial para cada montaje.

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“Nuestras escaleras para hacer el montaje quedaron chicas, tenemos todavía que apropiarnos del lugar; aún nos da pena ensuciar las paredes”, ríe Mustafá parado delante de una imponente y colorida obra de Magenta Murillo que atraviesa las gradas y los dos niveles de la estructura.

Foto: Palza Asociados

Iluminación dinámica, espacios para obras en formatos más grandes, paredes más altas y móviles… Todos los detalles han sido tratados en las reuniones semanales, así como la discusión sobre los presupuestos y modificaciones que surgían con el paso de los días. Una eternidad para unos y una nada para otros. 

La noche del 17 de mayo de 2023, un gran toro metálico y un muro metálico iluminado recibieron a los amigos de la galería Altamira: el nuevo hogar era una realidad. Para la ocasión, Ariel y Daniela convocaron a sus artistas, quienes llevaron obras nuevas, acorde a una gran muestra inaugural. Y es que todos finalmante confluyen en este sueño.

 “Parte de nuestra misión en Palza Asociados es apoyar, contribuir socialmente y culturalmente a nuestra ciudad. Por medio de nuestros proyectos de arquitectura enfatizamos la necesidad de diseñar en un contexto urbano con espacios que alberguen actividades de aporte comunitario —expone el arquitecto Michael Palza, quien encendió la mecha de esta aventura—. En Altamira vimos una oportunidad de contribuir con un proyecto que aporta y promueve el arte. Pensamos que existe una responsabilidad social de ayudar al artista boliviano que se desenvuelve en una realidad compleja pero que requiere espacios como Altamira. Con la iniciativa de los propietarios pudimos realizar un proyecto que contribuye a la exposición y promoción de nuestro arte boliviano. Palza Asociados está complacido con la acogida que la galería recibió y anticipamos el éxito de nuestro aporte”.

Las copas se llenaron, la alegría y la emoción se desbordaron, varias obras —sobre todo las de gran formato— se vendieron. Altamira tiene un hogar y abre sus puertas a los artistas, coleccionistas y amantes de la cultura. ¡Enhorabuena!

Texto: Miguel Vargas S.

Fotos: Palza Asociados

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