Morir matando
Estamos en medio del enésimo episodio de la confrontación interna del MAS con su dosis diaria de furor, efectos de escena y manipulación mediática. Sin embargo, parece poco probable que cualquiera sea su desenlace, se solucionen los problemas de fondo que provocaron el conflicto. Sigue siendo un remedo de ch’ampa guerra en la que todos pierden para gran satisfacción de sus adversarios.
Lo paradójico es que los escenarios y dilemas de los dos principales protagonistas no son tan difíciles de describir. Otra cosa es que se los quiera ver pues, siempre será más cómodo creer lo que uno desea escuchar. El problema es que en algún momento la realidad los despertará de golpe mostrándolos en toda su desnudez.
Las dos facciones masistas pelean por el poder, es decir por una candidatura presidencial, en una organización que no está logrando gestionar su diversidad ideológica y particularmente las ambiciones legítimas, aunque divergentes de sus dirigentes.
Ahí empezó todo, degradándose al ritmo del desorden, mezquindad e inefectividad de unos y otros. Destruyendo a su paso, confianzas, gobernabilidad y un legado que no tenían derecho a dilapidar. Pero, ya pasó mucha agua bajo el puente y tanto Evo como Luis Arce llegan a este momento con algunas capacidades y montón de imposibilidades.
Evo ha demostrado que es un hueso duro de roer, que es capaz de resistir los embates del poder institucional y que está logrando aglutinar el apoyo popular y electoral del tercio de bolivianas y bolivianos que aún le son leales al masismo.
El fracaso gubernamental de Arce y una absurda comunicación que reutiliza y exacerba los peores prejuicios y argumentos del anti-masismo en estas semanas, están consolidando ese panorama.
Sin embargo, Evo tiene pocas posibilidades de revertir su inhabilitación, más allá de si esta sea legal o no, justa o injusta. Hay demasiados obstáculos institucionales y políticos que se lo impiden y su poder ya no es ilimitado. Ese es su drama y es, a estas alturas, lo que le queda al arcismo como esperanza.
Por su lado, Arce y su entorno siguen insistiendo, con gran empeño, en una lectura equivocada de la realidad. Piensan que su principal problema es Evo y que derrotándolo podrían construirse algún futuro político. Por eso están utilizando todos sus recursos en esa ingrata tarea.
No parecen entender que su debacle tiene que ver con la inefectividad de su gobierno y con el nivel de impopularidad que están acumulando por sus contradicciones e insensibilidades. Con Evo o sin él, eso no está cambiando. Que algunos fanáticos anti-masistas aplaudan sus mensajes comunicacionales en estos días, no les aporta nada, al contrario.
Así pues, ambos actores están instrumentando tácticas poco efectivas, uno no tiene condiciones para lograr su objetivo más preciado, el otro podrá, en el mejor de los casos, ganar algo de tiempo sin detener su derrumbe estructural. Pero lo grave es el daño que están haciendo a un proceso en el cual ambos aportaron ideales y esfuerzos y a la gente que confió en ellos.
Es pues una irresponsabilidad llevar al MAS y al país a estas encrucijadas. Aunque no hay muchas señales positivas, espero, al menos, que se evite una confrontación violenta que sólo los descalificará aún más a ojos de las mayorías.
Dicho lo anterior, voy a compartir un par de reflexiones frente a algunas descalificaciones a columnistas de este medio planteadas en un tono personal y medio difamatorio, al parecer por las ideas y posiciones que ponemos a su consideración.
Creo oportuno defender nuestro derecho, el de todos, de opinar de lo que se nos venga en gana, de intentar hablar de la política con todos sus matices y de escapar a los marcos y prejuicios que algunos censores de medio pelo nos quieren imponer. Lo que llama la atención no es la contradicción de ideas, pues justamente para eso uno se toma el trabajo de escribir, sino la creencia de algunas personas de que, si alguien no piensa como ellos, es porque está pagado u obtiene algún oscuro beneficio.
No voy a “aclarar” nada, aunque sea falso porque eso implica dar cuerda a tan triste manera de debatir, faltaba más. Los cuestionamientos ad hominen son tan poco liberales y democráticos que resulta grotesco que algunos de nuestros fans confundidos se justifiquen desde esas posiciones. Mientras tanto, volvamos a la política que es lo que interesa.
Armando Ortuño Yáñez
es investigador social.