Grito silenciado: Bolivia sabe, pero aún no actúa
Sergio J. Pérez Paredes
Bolivia se encuentra en medio de una crisis profunda, evidente para todos, pero enfrentada por pocos. Éste no es un momento cualquiera en la historia del país. Ancianos, jóvenes, mujeres y niños lo saben: Bolivia está sufriendo una crisis económica que amenaza con arrastrar a las generaciones presentes y futuras. La escasez de dólares ha sumido al país en una incertidumbre económica sin precedentes, en la que el poder adquisitivo de la población disminuye a la par que crecen las preocupaciones sobre el futuro.
Pero la crisis no se detiene ahí. Nos enfrentamos también a una devastadora crisis ambiental que pone en riesgo nuestra biodiversidad, y una crisis social que fractura al país entre divisiones políticas cada vez más marcadas. Los frentes políticos están tan polarizados que el diálogo se ha transformado en un campo de batalla, mientras la población queda atrapada en medio, sin representación verdadera, sin un camino claro hacia el progreso.
Esta realidad, sin embargo, no es nueva. Todos lo sabemos. Sabemos que nuestra democracia está en juego. Sabemos que la corrupción sigue carcomiendo las instituciones que deberían ser garantes del bienestar común. Sabemos que la educación está en crisis, que la juventud se enfrenta a un sistema que les ofrece pocas oportunidades de crecimiento y que nuestra tierra, Bolivia, está siendo asfixiada por la deforestación y la minería indiscriminada.
A pesar de este conocimiento generalizado, pocos se han levantado a luchar por el cambio. Y es en este punto donde reside el verdadero desafío: ¿Por qué, si todos somos conscientes de los problemas, no estamos tomando acciones colectivas para resolverlos? La apatía ha ganado terreno en nuestra sociedad. Quizás sea el resultado del cansancio, de las promesas incumplidas o de la desesperanza que muchos sienten al ver que, a pesar de saber lo que ocurre, el cambio parece estar siempre fuera de nuestro alcance.
Pero éste no es un destino inevitable. Es necesario que despertemos y comprendamos que, aunque las soluciones no sean fáciles, el primer paso es actuar. Bolivia necesita urgentemente un despertar colectivo. Necesitamos tomar conciencia de que el tiempo para la acción es ahora. Es el momento de que, como bolivianos, nos unamos, sin importar nuestras diferencias políticas o sociales, en la búsqueda de un futuro mejor.
Un país donde se respete la libertad de expresión, donde el conocimiento sea valorado y utilizado para el bien común, y donde la naturaleza no sea vista como un recurso a explotar, sino como un legado a proteger para las generaciones futuras. Bolivia tiene todo el potencial para ser una nación libre, próspera y justa. Pero esto solo será posible si nos levantamos todos, juntos, para exigir los cambios que queremos ver.
Es momento de abandonar la pasividad. No basta con saber lo que está mal. Ahora debemos luchar por lo que es correcto. Porque la lucha no es solo de unos pocos, sino de todos. Y juntos, podemos transformar el destino de Bolivia. La historia nos observa, y depende de nosotros decidir si seremos recordados como una generación que vio pasar la crisis sin actuar o como la generación que, sabiendo lo que ocurría, se levantó y luchó por el país que todos merecemos.
Hoy más que nunca, Bolivia necesita que su pueblo despierte, que su juventud tome el liderazgo y que, juntos, construyamos una nación donde la vida, la libertad y la dignidad sean inquebrantables.
Sergio J. Pérez Paredes es historiador