El conspiracionismo daña la democracia
Joseph Bouchard
Después del intento de asesinato de Evo Morales, miles han recurrido al pensamiento conspirativo, como suele ocurrir tras cualquier intento de asesinato de un candidato político importante. Sin embargo, lo que resulta especialmente peligroso esta vez son los numerosos medios de comunicación, comentaristas y políticos que amplifican este pensamiento conspirativo. Tanto el Gobierno, Morales mismo, como algunos políticos de la oposición, han instado al público a calmar las tensiones y han pedido una investigación completa mientras condenan la violencia política. Sin embargo, algunos se apresuran a sacar conclusiones. “Guerreros” de noticias en Facebook, algunos de los cuales tienen miles de lectores y espectadores, publican acusaciones sin sentido sobre balística, que Arce intentó matar a Morales, o que Morales organizó esto él mismo para intentar evitar el enjuiciamiento o ganar fervor político. Nunca podría ser que la explicación más plausible y basada en hechos, la navaja de Ockham, fuera la correcta. Siempre debe haber algo más detrás, y siempre hay una razón para dudar de cualquier hecho, dato o información. Ya han surgido nuevos datos que refutan estas teorías: por ejemplo, el Gobierno ha confirmado que no hay ninguna orden de arresto contra Morales y las grabaciones han mostrado el momento del tiroteo, pero ahora los conspiracionistas están en busca de nuevas teorías.
Para ser claro, quienes llevan la mayor responsabilidad en esto son aquellos que saben más, pero aún así elaboran estas teorías para promover sus propios intereses. Para contrarrestar a estos actores, se necesitan mejores salvaguardas y una mayor inversión en educación cívica y alfabetización mediática. Para empezar, no TikTok, no es una buena fuente de hechos e información confiable.
Esto refleja las mismas tendencias del intento de golpe contra Luis Arce ocurrido en junio, donde miles de bolivianos también creyeron en algún tipo de conspiración. En ese momento, actores poderosos también usaron su posición para avivar los temores y aumentar la desconfianza en las instituciones para su propio beneficio. El daño parece haber surtido efecto; una encuesta reflejó que una porción significativa de bolivianos, en algunos casos una pluralidad del bloque votante, creía en algún tipo de conspiración.
Estas conspiraciones son sumamente perjudiciales para la democracia boliviana y reflejan una profunda desconfianza en las instituciones en todos los niveles. Las vergonzosas amplificaciones de este pensamiento conspirativo, realizadas por agitadores políticos en todos los niveles del discurso público, ya sea por clics, ingresos o ganancia política, deben asumir la responsabilidad del daño público que están causando. La polarización política, junto con la desconfianza en las instituciones y el apoyo a formas de gobierno no democráticas, han alcanzado niveles récord. A lo largo de la historia, la hipersensibilidad política y la extrema desconfianza en las instituciones democráticas (así como en los medios de comunicación) han llevado al poder a líderes autoritarios, que prometen unidad, fuerza y retribución. El ascenso de Donald Trump en Estados Unidos no es muy diferente, usando el miedo, la división y la desconfianza, acumulados durante décadas de crisis y mala gestión gubernamental, para aumentar el apoyo a su visión autoritaria y de odio, así como a su propia acumulación de riqueza y poder.
Con las tensiones al límite y una elección importante en el horizonte cercano, aún queda tiempo para salvar la democracia; los bolivianos con poder deben asumir la responsabilidad de sus propias acciones para asegurar que Bolivia siga siendo una república plurinacional, pluralista y representativa, antes de que caiga en un caos aún mayor, una histeria masiva o, peor aún, sucumba una vez más al liderazgo autoritario.
Joseph Bouchard
es periodista canadiense en América Latina, con experiencia de reporteo en Bolivia, Colombia y Brasil.