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Wednesday 4 Dec 2024 | Actualizado a 16:29 PM

¿Instituciones para el desarrollo?

/ 11 de noviembre de 2024 / 06:10

En la construcción del pensamiento económico las instituciones han jugado un rol importante.

Con el fin de comprender la relevancia de las instituciones consideremos la definición realizada por Douglass Cecil North, un economista e historiador, que en 1993 (junto con Robert Fogel) fue galardonado con el Premio Nobel de Economía.

Para North las instituciones son las reglas de juego, restricciones que los seres humanos imponen a la interacción humana. Es decir, las instituciones son un conjunto de normas y acuerdos de una sociedad, tales como las leyes, derechos de propiedad, los seguros, la política y las costumbres. Todas ellas apuntan a generar oportunidades intencionadas en la economía.

En este contexto, el reciente Premio Nobel de Economía otorgado a Daron Acemoglu, James A. Robinson y Simon Johnson nuevamente puso en mesa de discusión el tema de las instituciones.

La diferenciación y caracterización de las instituciones (extractivas e inclusivas) realizadas por Acemoglu y Robinson, muestran que la colonización es el punto de origen del desarrollo de las instituciones.

Según dichos autores, se entiende que las “instituciones extractivas”, que son propias de los gobiernos autoritarios, se caracterizan por ser trasgresoras a los derechos básicos y la falta de seguridad jurídica, límites que restringen los incentivos para la generación de riqueza, el emprendimiento e innovación; mientras que las “instituciones inclusivas” respetan el estado de derecho, incentiva y facilita el buen funcionamiento de la economía, la creación de riqueza y el desarrollo de la sociedad, como propias de las sociedades democráticas.

Considerando que el punto de partida es la colonización, podría señalarse que ésta no fue buena para algunas partes del mundo. Y es que no fue lo mismo haber sido institucionalizado por la Europa anglosajona y occidental que la Europa ibérica o meridional. Es decir, existe una heredad institucional de la conquista totalmente marcada y diferenciada.

Con esa lógica, alcanzar la prosperidad sería posible solo mediante la fórmula exitosa de los países desarrollados, lo que significaría emular sus instituciones y el rol que juegan en esos países, dejando de lado cualquier intento de construir instituciones propias que representen a los intereses de los países colonizados.

Visto así, los países en vías de desarrollo se encontrarían en una gran disyuntiva entre querer y no poder, alcanzar o no alcanzar el desarrollo.

En este entendido, a lo largo de la historia fueron necesarias la construcción de instituciones que favorezcan y fortalezcan el desenvolvimiento económico y desarrollo de las sociedades sobre las bases liberales propugnadas por Adam Smith y los principios de la filosofía liberal del Estado.

De esta manera, el verdadero rol que cumplen las instituciones estaría determinado por las visiones filosóficas de Estado que los gobiernos políticos adoptan para la conducción económica y social; es decir, estarían sujetas al poder político de los gobiernos, sean estos democráticos o no.

Por lo mismo, las instituciones no permanecen estáticas en el tiempo, sino que se adaptan a las necesidades e intereses de los países desarrollados. Estos cambios pueden observarse a través de la historia que el mundo ha experimentado desde la misma colonización, guerras mundiales, crisis económicas, políticas y ambientales, etcétera. Todas ellas dieron paso a grandes transformaciones estructurales políticas y económicas acompañados de profundas modificaciones de las reglas, normas, acuerdos, etcétera; es decir, cambios en el rol de las instituciones.

Tal parece que los cambios en las instituciones están sujetos a fluctuaciones cíclicas del poder político (y económico) de los gobiernos, siendo dicho poder el que determinaría el verdadero rol de las instituciones para alcanzar la ansiada prosperidad de las naciones.

Por tanto, las condiciones de desarrollo de las sociedades, la atención de sus problemas y necesidades quedarían condicionados más por determinaciones de orden del poder político que por cuestiones institucionales per se.

Donald Marín Mamani Flores es economista.

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La preferencia del votante mediano

El votante mediano ordena las propuestas que se le presentan de manera unidimensional dentro de la visión ideológica de los partidos.

Los candidatos Sergio Massa y Javier Milei. Fotos: AFP

/ 29 de octubre de 2023 / 06:06

Dibujo libre

Las recientes elecciones generales realizadas en la República de la Argentina mostraron la preferencia de sus votantes ante la diversidad de las ofertas públicas plasmadas en sus “Programas de Gobierno”. Sin duda, en dichas elecciones democráticas los frentes políticos se jugaron el todo por el todo, aspecto que desde una perspectiva teórica puede ser analizada y posiblemente explicada en los siguientes términos.

Antes de empezar con el análisis, es necesario que los lectores comprendan el sentido real de un programa de gobierno. Se trata de un instrumento político/técnico muy importante en un proceso electoral, en el cual se establecen compromisos y responsabilidades de los ( futuros) gobernantes con la sociedad, los mismos que se espera sean cumplidos a través de la ejecución de planes, programas y proyectos orientados a la construcción del presente y futuro de un país.

En agosto de este año, se realizó en Argentina las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), cuya finalidad fue determinar las candidaturas de las elecciones presidenciales y legislativas. Los resultados de esas primarias posicionaron al frente La Libertad Avanza en primer lugar con un 29,86% (Partido A), seguido por Juntos por el Cambio con 28,0% (Partido B) y en tercera posición la coalición de Unión por la Patria que alcanzó el 27,81% (Partido C), entre los más representativos.

Según esos resultados se confirmó una clara tendencia sobre las posturas ideológicas diferenciadas entre derecha (Partido A) e izquierda (Partido C), las cuales finalmente irían a disputa en las urnas en las elecciones de octubre.

Hay que mencionar que el país argentino goza de una alta tradición democrática respecto a la participación de sus ciudadanos en las elecciones generales, tradición que desde el retorno de la democracia a ese país tiene una asistencia electoral que ronda un promedio del 70%.

Visto de esta manera, podemos considerar que los argentinos acudieron a las urnas para elegir a sus autoridades políticas bajo el supuesto de que estuvieron motivados y guiados por programas de gobierno, sean cuales fueran las promesas públicas realizadas por los candidatos, que van desde aquellos ofrecimientos extremos o quizás simplemente más de lo mismo.

Los resultados publicados de la contienda electoral del pasado 22 de octubre del año en curso, en resumidas cuentas, muestran que el “Partido C” (izquierda) salió victorioso con un 36,5%, mientras que el “Partido A” (derecha) obtuvo el 30,04%, dejando un 23,84% para el “Partido B”.

Para este análisis solo se considera a los dos partidos políticos que fueron de mayor votación (A y C), cuyas posturas ideológicas son abiertamente opuestas la una de la otra: derecha e izquierda.

Según los resultados generales se observa que los votantes se encuentran divididos en 1/3 para el Partido A y otro 1/3 para el Partido C. En teoría, queda para una siguiente etapa eleccionaria la disputa del restante 1/3 de la población electora.

De acuerdo con la Cámara Nacional Electoral existía un total de más de 32,21 millones de argentinos habilitados para participar de las elecciones presidenciales, de los cuales 25,01 millones votaron efectivamente. Entonces, con los resultados registrados es posible deducir que del total de la población que votó por los partidos A y C alcanza a 2/3, quedando restante 1/3 de electores que se encontrarían en terrenos de la conquista y el enamoramiento político, quienes tendrían en sus manos la llave decisoria para definir la situación del partido a ser gobernante de la Argentina. Dicho de otro modo, esa población de aproximadamente 8 millones de votantes podría constituirse en parte fundamental del teorema del votante mediano.

Pero ¿qué es el teorema del votante mediano y cuál es su importancia en las elecciones?

Este teorema señala que, en una elección basada en un sistema de votación general, el resultado estará determinado por la preferencia del votante mediano.

Esto supone que el votante mediano ordena las propuestas que se le presentan de manera unidimensional dentro de una visión ideológica de los partidos A (derecha) y C (izquierda). Es decir, asume una postura A que es políticamente excluyente de la postura de C.

Esta forma de entender un proceso eleccionario fue explicada inicialmente por Harold Hotelling en 1929, quien realizó una comparación de las ofertas empresariales con un sistema de elecciones políticas en un libro titulado “Estabilidad en la Competición” (Stability in Competition). Posteriormente, Duncan Black, un economista escocés en 1948 realizó un análisis de la votación por mayoría en su artículo titulado “Sobre los fundamentos de la toma de decisiones grupales” (On the rationale of group decision making).

Fue en 1957 cuando el economista Anthony Downs expuso el teorema del votante mediano en su libro “Teoría Económica de la Democracia” (An Economic Theory of Democracy), en el cual planteaba que en una competición política electoral el candidato ganador sería aquel que cuente con el apoyo y preferencia del votante mediano, siempre que se cumplan ciertas condiciones.

A manera de ejemplo, imaginemos un pastel dividido en tres partes iguales, donde dos partes de ellas (2/3) representará la preferencia por una determinada opción política izquierda o derecha, quedando una tercera parte (1/3) que será considerada como ese grupo de la población compuesto por los votantes medianos que determinarán la victoria o derrota de los candidatos presidenciales.

También puede leer: Massa y sus votantes, árbitros del balotaje presidencial en Argentina

En este contexto teórico asociado al espectro electoral argentino, se advierte que las opciones políticas están claramente divididas en: peronistas y libertarios. En razón a los resultados alcanzados en las elecciones argentinas se muestran la existencia de una fracción importante de más de 8 millones de personas del electorado argentino, que representa aquella población de votantes medianos que definirán en la segunda vuelta al nuevo presidente.

Para esto, se esperaría que los partidos de derecha e izquierda seduzcan al segmento de los votantes medianos adecuando sus discursos hacia propuestas políticas, económicas y sociales moderadas y posibles, dejando de lado los ofrecimientos más extremos y radicales. Esto significa recrear un escenario de alternativas de elección más cercanas y reales a las preferencias de los votantes medianos, con los cuales finalmente se decidirá quién será el ganador de la segunda vuelta en las elecciones a realizarse en noviembre de este año en la Argentina.

En conclusión, queda mencionar que la importancia de este teorema radica en ser un instrumento que permite realizar análisis y explicación de algunos comportamientos sociopolíticos que pueden ocurrir en los procesos electorales con una votación mayoritaria dentro los sistemas democráticos y cuyos resultados llegarían a ser determinados por la preferencia del votante mediano.

 (*)Donald Marín Mamani Flores es economista

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La banca y su laberinto

La bolivianización permitió recuperar la confianza en nuestra moneda.

/ 6 de marzo de 2017 / 04:44

Referirse a la banca en general es hablar de un complejo laberinto. No obstante, en estas cuantas líneas se intentará mostrar algunos puntos en contraste con la publicación realizada en el periódico El Diario, por Flavio Machicado, titulado: La banca en su laberinto tributario.

De la lectura al citado artículo de opinión se pueden extraer elementos que no deben pasar desapercibidos, los mismos que en un orden de importancia son: la crisis financiera, confianza y transparencia, subsistencia de la banca, bolivianización artificial y tributos adicionales a la banca.

Pasaron más de ocho años desde que el banco privado estadounidense Lehman Brothers anunciara su quiebra con la que se desató una hecatombe económica global, produciendo la mayor crisis financiera de los últimos tiempos. Esta crisis reveló el lado oscuro del laissez faire-laissez passer, provocando efectos nocivos para la economía mundial por la falta de regulación y control de las libertades del mercado financiero.

En este escenario, los Acuerdos de Basilea I y II resultaron ser un fracaso para establecer mecanismos financieros macroprudenciales, siendo el Basilea III la esperanza para mejorar el control de las instituciones financieras, a fin de desarrollar un sistema más estable en el largo plazo, a pesar de que ya se habla de Basilea IV.

En el caso boliviano, la aplicación de la nueva política financiera establecida en la Ley 393 permite generar un escenario de estabilidad y crecimiento del sector financiero, con un dinamismo favorable en términos de su cartera y depósitos en moneda nacional, disminución de la mora e incrementos de la rentabilidad y del grado de capitalización.

Todos estos elementos apuntan a mostrar un sistema financiero sólido, solvente y confiable tanto para los empresarios banqueros como para la población, los cuales son corroborados por informes financieros del BCB y la Asfi. Asimismo, el hecho de que en julio de 2013 el Estado boliviano fuera excluido de la lista gris del Grupo de Acción Financiera Internacional (GAFI) se constituye en un factor determinante de transparencia en la lucha del país por combatir el lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo, sin el cual se hubiera generado un bloqueo económico financiero.

En cuanto a la (economía de) subsistencia de la banca, hay que tener presente que la fuente principal de las ganancias de este sector proviene del spread bancario, es decir, la diferencia entre la tasa de interés activa y pasiva. A fines de diciembre de 2016, la tasa activa para créditos de consumo alcanzó en promedio el 17% y para depósitos en caja de ahorro, 0,72%; mientras que para DPF (360 días) fue de 1,58%, sin considerar que también existe una brecha amplia de 12 puntos del tipo de cambio para la compra-venta de dólares, así como el cobro de diferentes comisiones por servicios, que junto a otros ingresos permitió al sistema bancario (banca múltiple y pyme) alcanzar en 2016 ganancias de $us 299,2 millones, que representa un incremento del 15,3%.

Con relación a la bolivianización artificial, hay que aclarar que la bolivianización deber ser entendida como la recuperación de la soberanía monetaria por el uso de la moneda nacional y el desplazamiento de la moneda extranjera (dólar) en las operaciones domésticas. Visto de esta manera, el proceso de bolivianización no puede ser atribuido exclusivamente a una medida fiscal, como es el Impuesto a la Venta de Moneda Extranjera, puesto que la bolivianización per se es una parte fundamental de la política monetaria.

Por ejemplo, en 2000, el 3% de los créditos era otorgado en bolivianos, mientras que los depósitos tan solo en 5%. Luego de 16 años el panorama es otro, pues los créditos en bolivianos llegaron al 96% y los depósitos, al 84%. Por ello, la bolivianización no es artificial, sino resultado de la combinación de mecanismos monetarios y fiscales para alcanzar ese fin, que en definitiva permitió recuperar la confianza en nuestra moneda como unidad de cuenta, medio de cambio y depósito de valor.

En cuanto a los tributos adicionales a la Banca, referidos al 6% del aporte al fondo de garantía, corresponde señalar que el mismo no puede ser considerado como un tributo, ya que según la Ley 2492, los tributos son obligaciones en dinero que se imponen para obtener recursos a favor del Estado. En este caso, el fondo de garantía es una previsión en favor de todo el sistema financiero, para el cumplimiento de una función social que dinamiza los créditos a la sociedad, cuyos intereses no son nada despreciables a la hora de materializarse en ingresos.

Para finalizar y en línea con el premio nobel de economía 2001, Michael Spence, ante la existencia permanente de asimetrías de información en los mercados financieros, una buena regulación es la mejor defensa.

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