Los padres de la Patria Chapareña

Corría el año 1986, en la Plaza Murillo, el presidente Víctor Paz despedía a una abigarrada multitud de trabajadores mineros relocalizados. Estaban sobre seis camiones contratados por el gobierno. Se dirigían a colonizar Yacuma, en el departamento del Beni. Poco tiempo después volvieron, porque descubrieron que el lugar no tenía ni siquiera una posta sanitaria.
No todos los procesos migratorios de los relocalizados fueron un fracaso. Algunos mineros se dirigieron a la zona del Chapare. Su conocimiento de esta área se derivó de competencias futbolísticas realizadas en el Chapare, con antiguos mineros avecindados antes de la relocalización.
El vocablo Patria tiene un uso apropiado en las presentes líneas. De acuerdo al Diccionario de la lengua española patria es: Tierra natal o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos.
Los habitantes de la Patria Chapareña (en adelante PCH) son indígenas y mestizos dominantemente quechuas. En la PCH lograron sobrevivir después de quedarse sin trabajo. Se estructuró un sistema económico que contemplaba las reglas para el funcionamiento de las redes de producción de hoja de coca y, posteriormente, otros productos como pasta base y droga refinada. Se establecieron los mecanismos financieros para sustentar este esquema. Y —lo más importante— los directivos de la PCH se relacionaron con los poderes políticos del país, para permitir la comercialización nacional e internacional de su producción.
Era de conocimiento público la relación de connivencia entre el poder político en Bolivia y la PCH en gran parte de la era liberal de 1985-2005. Como en esos años no existía gran generación de dólares, estas exportaciones de la PCH eran bienvenidas. De esta realidad tenía clara conciencia el mundo empresarial y no pocos emprendedores se beneficiaron y participaron en proyectos financiados por dólares originados en la PCH.
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El padre fundador de la PCH fue sin duda la NPE y el DS 21060, no por las medidas de estabilización de precios, sino por la ausencia de políticas para solucionar la masiva relocalización de trabajadores mineros. Una paternidad que también aceptó una producción perniciosa y un ambiente poco ético. La PCH no sólo se alimentó de mineros relocalizados, también migraron al Chapare agricultores de los valles de Cochabamba. La apertura económica favoreció las importaciones alimenticias que afectaron a los productores del Valle.
Llegó un momento en que EEUU presionó al Estado boliviano para cambiar las tendencias expansivas de la PCH. Las élites inventaron programas de sustitución de cultivos, sin resultados significativos.
En este nuevo contexto, las élites conservadoras de Bolivia —tal cual vírgenes vestales— rasgan sus vestiduras y comienzan a adorar el fuego eterno de la lucha contra la droga, la corrupción y otros males. Este tipo de actitudes muestra la hipocresía de las clases dominantes bolivianas y su total falta de valores más por su amoralidad que por su inmoralidad.
Este comportamiento debe ser puesto en el primer orden del día en el debate que surgirá en la campaña electoral que se aproxima, en 2025. Están apareciendo programas económicos de la derecha que prometen ajustes económicos con alto desempleo, un gran nivel de endeudamiento con el FMI y una destrucción de las conquistas populares alcanzadas desde 2005 en adelante.
Hay muchas interrogantes a las propuestas de la derecha, pero hay una en particular que quiero destacar: ¿cómo los ajustes se lograrán sin expandir la PCH? mejor todavía: ¿se crearán más PCH en otras regiones; por ejemplo PCH1, PCH2… PCHN para combatir el alto desempleo? ¿Cuál sería la reacción de los poderes fácticos extranjeros frente a esta situación? Son interrogantes para el debate político y económico que se viene.
Jaime Jordán Costantini es doctor en Economía y docente universitario.