El plan Trump-Netanyahu es un tema de existencia, no de fronteras

Mahmoud Elalwani
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó con “abrir las puertas del infierno” en Gaza; dijo: “Ustedes y ellos descubrirán lo que quiero decir”, añadiendo que está “comprometido a comprar y ser dueño de Gaza”, y recalcando que podría entregar partes de la Franja a otros países del Medio Oriente para reconstruirla, pero en ningún momento se refirió al regreso de los palestinos a sus antiguas tierras.
Durante la reunión con el rey de Jordania, el pasado 11 de febrero, Trump declaró que la anexión israelí de Cisjordania es una buena idea, en consonancia con el apoyo directo a la decisión del gobierno de Netanyahu, y su plan de apoderarse de Gaza controlando y tomando posesión de un maravilloso pedazo de tierra con vistas al Mediterráneo ha provocado reacciones airadas. Trump trata a Gaza como hombre de negocios y agente inmobiliario, no como un jefe de Estado con planes estratégicos y visión de futuro. Trump ha presentado un plan que contempla desplazar a sus 2,3 millones de habitantes asediados y bajo las bombas durante 16 meses a Egipto, Jordania e incluso a Indonesia y Albania. El plan de Trump ha sido descrito como fantasioso, racista, un regreso a la era del colonialismo imperial y el fin de la era de libertades y democracia, ha provocado reacciones fuertemente críticas por parte del mundo, incluidos sus aliados occidentales.
Es imposible separar las declaraciones de Trump sobre la Franja de Gaza de la política estadounidense en general. Durante la era de Biden, éste guardó silencio sobre los crímenes de la ocupación y se negó incluso a reconocer que lo que está sucediendo en Gaza es un crimen de guerra, un genocidio y una limpieza étnica. El desacuerdo entre los dos presidentes radica únicamente en el método de implementación de las políticas maliciosas, que en el caso de Trump además son descaradas. Trump pretende registrar un logro histórico para el pueblo judío, tendiendo a fortalecer sus relaciones financieras y económicas con Israel y con los judíos estadounidenses.
Las dimensiones de la Promesa Balfour de “establecer una patria para los judíos” se enlazan con el Proyecto de Trump de borrar la existencia de una patria para los que no son judíos y, consecuentemente, conduce a implementar un proceso de “transferencia de un pueblo y una entidad” a otros países, convirtiendo al pueblo palestino en un pueblo que sobra.
No hay que subestimar la orden dada por el ministro de Defensa israelí a su ejército para que prepare un plan para la salida voluntaria de los palestinos de la Franja de Gaza, de acuerdo con el sospechoso plan de Trump. Es un mensaje real lleno de peligros. El plan puede parecer muy serio porque ésta es la primera vez que Israel anuncia un plan real para expulsar a los palestinos de las áreas que ocupa, considerando que la expulsión va a formar parte de la política que va a llevar el gobierno israelí a partir de ahora. El peligro de esta medida israelí radica en que obligará al ejército a fomentar la emigración voluntaria sin opción de vuelta de los habitantes de Gaza, utilizando la inanición de la población o la reanudación de la guerra para forzarles a ello.
Todas las declaraciones de Trump e Israel sobre la expulsión de los palestinos de la Franja de Gaza, a pesar de su gravedad, son un intento de distraer la atención y cambiar las prioridades de interés local e internacional de Israel de sus crímenes y de las condenas internacionales a las que está expuesto, así como de la crisis existencial que enfrenta como estado y gobierno ocupante. El gobierno israelí y su primer ministro Netanyahu están tratando de encubrir los crímenes de genocidio, desplazamiento y anexión que han cometido contra el pueblo palestino, en particular los crímenes de limpieza étnica, la destrucción completa de la Franja de Gaza y el comienzo de la implementación de una versión de destrucción en la Cisjordania ocupada, mientras continúan promoviendo consignas y posiciones que están separadas de la realidad política y lejos de las exigencias de las soluciones políticas al conflicto. El gobierno israelí ha abrazado la idea del desplazamiento y busca implementarla por la fuerza de la ocupación, sin tener en cuenta la seguridad y la estabilidad de los países de la región y del mundo.
Los derechos del pueblo palestino, y sus tierras de Cisjordania, incluida Jerusalén y la Franja de Gaza, no se venden ni se truecan ni se regatean, ni se intercambian; cualquier idea de ese tipo tiene como objetivo prolongar el conflicto y mantener a Netanyahu en el poder en Israel a expensas del pueblo palestino, de su sufrimiento y de la estabilidad de la región.
La comunidad internacional debe enfrentar esta política colonial racista, no debe contentarse con declaraciones de rechazo y advertencia, debe trabajar para activar el Consejo de Seguridad de la ONU para que pueda desempeñar su papel natural en la implementación de las resoluciones de la ONU sobre la cuestión Palestina y debe afrontar sus tareas en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacional.