Voces

Saturday 22 Mar 2025 | Actualizado a 12:42 PM

Me he de comer esa tuna… criminológica

/ 15 de febrero de 2025 / 06:00

En tiempos de intolerancia y que no es ajena a la que el mundo vive, lo particular y concreto tan solo es la representación de lo general y en ella se reproduce el poder, dice Foucault.

El título no alude a la canción de Jorge Negrete. Sucede en Macondo, donde todo es posible y transcurre en un surrealismo digno de análisis.

Área verde es un espacio público, o sea del público, o sea… de todos. Cuando existe ausencia de Estado o Estado fallido, ese ideario se debilita y viabiliza que el funcionario pueda rascarse la panza, y, contrariamente, se generaliza la idea de que lo público no tiene dueño y puede sustraerse lo que esté a su mano, como llevarse papel de la oficina pública, por ejemplo; y piedra libre para todos mis compañeros.

En la onírica región de Macondo, por unas tunas —de todos— se movilizó al Órgano Judicial que detuvo indebidamente a un anciano mayor de 80 años; también el gobierno municipal, que saca de los recursos de todos para darle a la pobre víctima; y lo propio hace el supremo dueño del castillo de Grayskull (¡¡¡yo tengo el poder!!!) que lleva en ascensor hasta su sillón desde donde ve y controla todo. ¿Cómo lo electoral transversaliza lo ideológico, no ve?

En el Código Civil se habla sobre la disponibilidad de los frutos, que corresponden a quien alega la propiedad, en este caso, es a todos, porque es público.  Tomar unas cuantas, para saborear, es una cosa; pero llenar su atadijo más el balde… entra a la comercialización. Rousseau señaló que muchos sufrimientos se hayan evitado si se impedía a aquel que toma lo común y dice “esto es mío”. ¿Proceso perverso de acumulación y depredación, tan sólo del homo sapiens?

En esta Macondo, la pobreza sobrepasa el 60% (extrema pobreza +pobreza+pobreza moderada —clase media media y clase media baja que han perdido su capacidad de adquisición considerablemente—); y esto para no entrar en supuestas motivaciones que produjeron el hecho, porque equivaldría a justificar que ese 60% lo haga.

Soñemos (faceta onírica del surrealismo) que esto sucedió al revés. Que alguien de la zona Sur de la hoyada va a El Alto y se saca una tuna de una plaza (aclarando que no hay tunas en sus plazas, pero soñemos). ¿Qué le harían? ¿Nos recordarían la película Mano propia? Es un sueño, por suerte.

En el realismo, es una consecuencia de un imaginario que ha profundizado las diferencias de clase, credo sea religioso o político, color de piel o territorialidad. Perversa utilización dicotómica entre mujer —pobre, indígena, madre— frente al blanco, del ghetto de la zona Sur.

El poder señaló que no fue por las tunas, sí porque maltrataron al niño. Obvio, el poder define qué es negro o blanco. Lo que no define es a cuál o cuáles maltratos se refieren.  A decir de Mario Gabriel Hollweg, cuando aborda la “delegación”, el proceso imperativo —padres- de aprendizaje a hijos— o a Christopher Birbeck, que también trabaja desde la criminología el tema del aprendizaje: victima hoy, potencial victimador mañana. El aprender que lo público puede ser usufructuado sin protocolo alguno y, además, ser premiado por el dueño de la ciudad como también del supremo de Grayskull, mañana no tendrá que usar ni capucha … ¿Será funcionario público?

El poder impone qué es violento o qué no lo es, así sea lo contrario. Lo demás, tan solo son víctimas del oportunismo electoral, son daños colaterales sin importar dignidades.

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Milei… ¿de cuello blanco?

/ 18 de marzo de 2025 / 06:02

Sutherland sostuvo que estamos ante un delito de cuello blanco cuando es cometido por una “persona de respetabilidad y alto status social en el ejercicio de su ocupación empresarial”; otros autores amplían la categoría de cifras doradas cuando estos perfiles tienen poder político directo, que bien podrían utilizarse de ejemplo a quienes combinan el alto status y el poder político, como a un Trump, Musk, Goni, Macri, sin afirmar que sean o hayan sido tales. Según Aniyar de Castro, en su visión crítica materialista, resalta la condición de la clase y alta.

Pero, Milei, ¿en su relación directa con la gran estafa de las criptomonedas, encajaría? Clase media-media (profesor universitario), lo es. O, ¿quienes detentan, y recalco, detentan (a espaldas de la legitimidad con la que escalaron)? A estos, Versele los denomina como cifras doradas, diferenciando de los de cuello blanco.

¿La legitimidad de los Milei? Se declara un liberal anarquista: el mercado o la sociedad, se autoregula. Y se contradice cuando justifica sosteniendo … “A ver, ténganlo en cuenta: es una organización criminal, el Estado. Es decir, ustedes no me pueden decir que con más ladrones en la sociedad están mejor que con menos. Es decir, el Estado es peor que la mafia”, y compartimos, el poder es corrupto y despótico per se. Y, si es así, en consecuencia, no debería sólo reducirlo (neoliberalismo, y teoría de Parson y Merton en criminología: reducir la delincuencia para ser manejable); Ferri, antes planteó la saturación y la sobresaturación, y era socialista.

Si afirma, desde el liberal anarquismo, la consecuencia lógica es que intente desmontar todo el aparataje del Estado, generando la autoregulación a partir de la oferta y demanda, o concienciando de tal manera que sea sólo sea la sociedad que se autoregule. No veo la diferencia, al final, es sociedad civil.

Pero, el liberal anarquista, inmediatamente se aleja de todo lo anterior cuando denomina como Cabezas de pulpo (mierda en la cabeza) a sus críticos. Gusanos llama el régimen cubano a los cubanos fuera de Cuba. Traidores llaman a quienes no comulgan con ellos, de todas las dizqué “ideologías”. ¿Cuál la diferencia? La individualidad y libertad liberal es destruida, denigrada. Coincidimos, el falso Estado que dizqué valora al soberano, cuando es el detentador que lo subsume. Transmite al vivo, pero no admite llamadas ni opiniones: sólo deben ser receptores. Goebels y los autoritarios hacen lo mismo, se autoproclamen de izquierda o derecha. Es una falacia que repiten muchos y quedó en el imaginario: Rosseau, Marx, etc., dijeron que en algún momento hubo igualdad y ésta se desequilibró. Todas las teorías llevan implícita la desigualdad, desde la autoregulación del mercado (productores vs. consumidores) hasta la de clases (burguesía vs proletariado), pero se construyó el cuento del Estado moderno, de la igualdad ante profundas desigualdades, que después de más de dos siglos, han profundizado dichas desigualdades y vuelven a emerger gritando que el Estado moderno y postmoderno no tiene capacidad de resolver ni contener.

La violencia, desde cualquier perspectiva, es criminología; y, como dice mi amigo Barbery, el poder está manejado por políticos viscerales, y agrego… que no la entienden, pero sí la utilizan y se dejan utilizar, como Milei y las criptomonedas.

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y nonnino de Valentina.

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Un mal sueño

/ 28 de enero de 2025 / 06:00

Soñaba que un menonita caminaba y, detrás de él, su esposa (con un bebé en sus brazos), y junto a ellas, sus hijas. El hijo estaba al lado del padre. Los varones tomaban helado y las mujeres también cargaban bolsas.

En el sueño comencé a pensar en qué motivaba aquella imagen grotesca: ¿la religión, la cultura, ambas? Y por qué en tantos años no habían modificado ese comportamiento. Recordé las violaciones sexuales grupales y seriales de jóvenes menonitas contra mujeres también menonitas, a quienes hacían dormir con un gas y así perpetrar, en silencio, contra adolescentes, jóvenes y adultas, sin distinción ni siquiera familiar. Hechos que motivaron hasta una película de Hollywood.

De repente, en mi sueño despierto y me veo en una plaza sentado, haciendo lo que me calma: viendo pasar a la gente, observando su caminar, vestimenta, reacciones, etc. Vi a una persona de traje y maletín —ejecutivo— y su esposa, también bien vestida, que caminaba detrás mientras le hablaba y él apenas volcaba la cara para responderle; y, un poco atrás de ella, una adolescente, con una bata típica de doméstica, cargando un bebé que lloraba para que su madre le invite el helado que ella saboreaba. Al rato, pasa un campesino, por su forma de vestir, y atrás su pareja cargaba a su hijo y además llevaba unos atadijos. Después de unos instantes, pasa una pareja de lesbianas, una de ellas con el pelo corto, con manilla metálica en una muñeca y reloj grande en la otra, caminando como los futbolistas y con muchos tatuajes; levemente atrás caminaba ella, con el pelo lisado, de falda y con prendas o alhajas finitas, siempre sonriendo a lo que su pareja, un poco más adelante, hablaba en voz alta sin volcar la cara, pero para que escuche.

Despierto ya, comparto mi sueño con el maestro Mario Gabriel Hollweg en nuestra tertulia habitual, quien inmediatamente me recuerda su trabajo publicado sobre Delegación o el proceso de aprendizaje e imperativo. Le recuerdo que Christopher Birbeck, desde la criminología, trabaja el tema del aprendizaje: víctima hoy, potencial victimador mañana.

Esa noche, asisto a una recepción social. Obviamente, comparto la mesa con mis amigos de colegiatura secundaria. Al lado, en otra mesa, se veía a mujeres: esposas, hijas o novias de aquellos con quienes estamos compartiendo mesa. Un poco más retirada estaba la mesa de los niños acompañados, no todos, de sus niñeras.

Aprovecho un momento y les comento mi mal sueño. Después de un largo instante, unos comentan que es la ignorancia de los menonitas y de los campesinos; otros aducen y justifican la superioridad de género, etc., etc. y etc., subiendo cada vez más los tonos de sus expresiones.

Asimismo, como ya es costumbre cuando está nublado, pasa a buscarme mi hermano —con cariño— el filósofo Robert Barbery Anaya, para nuestras ya acostumbradas tertulias a ritmo de caminata pausada y eludiendo las calles ruidosas. Le cuento mi sueño y después de una pausa, responde: “Alex, ¿podría ser diferente?”.

Es aquí el momento en que despierto, traspirando de la pesadilla criminológica que había vivido.

Alejandro Colanzi Zeballos
es criminólogo y nonnino
de Valentina.

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Louk Hulsman, el de hoy

/ 9 de enero de 2025 / 06:07

Hulsman, mi profesor y uno de los referentes principales del abolicionismo, aquel vikingo de cerca de 2 metros, que vestía camisas floreadas sueltas y bermudas, quien, si bien no pretendía la abolición del Estado, pero sí la reducción del sistema penal, y por ello se prestaba a la confusión de si era un liberal o anarquista, como se lo pregunté en aquella clase en Maracaibo-Venezuela (1987), afirmaba que el abolicionismo se da principalmente en los países del noreste de Europa.

Caminando por las calles de Santa Cruz de la Sierra, observaba a los peatones y a conductores de vehículos, de servicio público y a los privados.

Observé que, en una intersección, mientras el semáforo estaba en verde, tanto para el transeúnte como para vehículos, aquel inicia el cruce de la calle, pero el vehículo sin poner guiñador ni observar, dobla justo hacia donde el transeúnte cruzaba, poniendo en riesgo su integridad y además propiciándole una reprimenda, el conductor y quienes lo acompañaban, como si tuviesen la razón.

Recordé a Hulsman, quien decía que los semáforos (símbolo del orden y del Estado) no deberían existir, porque cuando el ciudadano que va caminando o conduciendo por la calle se atiene al semáforo y descuida a la persona que están también caminando o conduciendo, es aquí donde pueden producirse los accidentes. Claro, implica toma de conciencia, de conocimiento y voluntad.

En repúblicas fallidas como la nuestra, de raquítica institucionalidad, por esas mismas razones, la mayoría no respeta —o no conoce— al sistema que es lo que representa un semáforo; desde la “autoridad”.

Con el pasar del tiempo me di cuenta de que sí, Hulsman, tenía razón. Vivimos, sufrimos y hacemos sufrir continuamente, ya que pareciera que quienes conducen vehículos nunca fueron a un curso o dieran examen sobre las reglas del tráfico, que los vehículos teniendo guiñadores no son utilizados para cruzar de una línea a otra, o cuando están girando hacia otra calle. Y también los peatones cruzamos la calle y en cualquier parte, tomamos servicios públicos en cualquier lugar, nos parqueamos en aceras, doble fila, e inclusive habiendo espacio donde está permitido, igual parqueamos en lo que corresponde a un doble espacio. Como diría Foucault, reproducimos fallas del Estado fallido, pero al final… poder.

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo.

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Detrás del golpe

Alejandro Colanzi

/ 13 de agosto de 2024 / 06:56

Creo que la discusión de si fue o no, es fatua. Corresponde el abordaje desde el imaginario, las relaciones de poder y de la perversa violencia criminógena que producen.

Imaginario. Ronald MacLean escribió (El Deber 16/07/24): “Las Fuerzas Armadas de la democracia”, vertiendo conceptos como los de “último bastión de la institucionalidad… esencia republicana y nacionalista… custodio democrático… que se resisten a la corrupción y al chantaje… última línea de resistencia al totalitarismo”. En la misma línea y con otras palabras, el ministro de Defensa mencionó (La Razón, 13/07/24) el “compromiso con la Patria… defensa del territorio… y el desarrollo de la nación”. El 13 de enero (La Razón) se dio un licenciamiento o graduación y se expresó que “sus familias los recibieron con honores”, como “hombres”.

Revise: ¿Contagio criminal?

¿Diferentes “ideologías” mismo imaginario? ¿Por ello fue la coincidencia cuando en el Parlamento se consensuaba, en 2008, la nueva Constitución que, ante mi planteamiento de no obligatoriedad del servicio militar, el MAS y Podemos lo rechazaron?

Poder. Las FFAA tienen alrededor de 40.000 miembros, al igual que la Policía. Un 0,3% de la población aproximadamente. Maneja Bs 3.256.339.468 que divididos por 6,96 (porque dólares no hay), equivalen a más de $us 467 millones por año (la Policía recibe Bs 462 millones); y, además, aduanas, transporte aéreo, etc… y jubilación plena. ¿Hay 40.000 Zúñigas? ¿También otros 40.000 de verde olivo y con tufo a Zúñigas?

Digamos que de ese 0,3% solo haya participado un 10%: esa insignificante cantidad desequilibró el quehacer social, político y, principalmente económico (el dólar negro se disparó).

Violencia y criminología. El monopolio de la fuerza per se es despótico y criminógeno, más aún en Estados fallidos y altamente polarizados. Se profundiza en sociedades con imaginarios narcisistas y caudillistas, e instituciones debilitadas y supeditadas al caudillo. ¿Guarda relación con la Democracia? Obvio que no, ya que se constituye en su antinomia.

No ver lo que hay detrás en cada intento donde los Zúñigas están presentes, es sostener una discusión vana.

Discutir sobre su disolución a partir de la no obligatoriedad del servicio premilitar, es una discusión que hay que encarar. Claro, con la seguridad de que quienes ejercen el poder o aspiran a ello, serán sus principales defensores.

(*) Alejandro Colanzi es criminólogo

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¿Contagio criminal?

Alejandro Colanzi

/ 9 de diciembre de 2023 / 07:03

En cuanto a penalidades han existido dos sobresalientes saltos: a) el de la proporcionalidad con la ley del ojo por ojo; y b) el moderno no contagio a partir del intuito personae y el principio de inocencia hasta que se pruebe, con sentencia, lo contrario.

En Estados como el nuestro, los saltos se dejan de lado. El gonismo (con 36% de legitimidad) destruyó a sus adversarios adeno-miristas con los “narcovínculos” y las “narcofotos”, y a su vez el adenismo se autogolpeó con el caso Diodato. Desde esas épocas, fuimos y seguimos siendo los campeones latinoamericanos y del Caribe de la ilegítima, arbitraria y delincuencial detención preventiva, exponencialmente creciente en la última década.

Se ha institucionalizado acusar de manera formal —aparato del Estado o informalmente por las redes sociales— a quienes están en una foto junto a alguien que no necesariamente está condenado. Una distorsión del silogismo: Marset es… (premisa mayor); Aki Kamiya es médico de Marset y su familia (premisa menor); entonces Aki es igual a Marset. Contagio deductivo.

La curiosidad criminológica nos lleva a buscar respuestas que son complejas porque tienen que ver con la débil democracia y civismo, así como la desinstitucionalización del aparato del Estado.

También hay otras explicaciones menos complejas, muy retorcidas pero que tienen sentido de realidad.

El libro Economía del encarcelamiento, del notable penitenciarista Ramiro Llanos, nos viabiliza esa explicación al describir y demostrar el multimillonario extractivismo económico desde la cárcel, la que alberga a aproximadamente 23.000 internos en Bolivia (de los cuales más del 70% son preventivos, y solo en 2019 terminaron sobreseídos 70,7%). A eso debemos sumar el chisme compartido —sottovoce— por un alto exfuncionario en Bolivia de NNUU, quien sostuvo que los cálculos del extractivismo judicial (incluido el carcelario) alcanzarían los $us 10.000 millones por año, recordando que el INE registró en 2019 la cifra de 1.685.290 nuevas causas civiles, amén de las penales, familiares, laborales, agrarias, etc.

Debemos contextualizar: si el narcotráfico está entre $us 7.000 y 8.000 millones (aunque para Alejandro Banegas llega a los 2.500 millones, según su estudio), sumados a los 4.000 a 5.000 millones del contrabando de oro y minerales; además del contrabando de mercadería, que datos empresariales sitúan alrededor de $us 3.000 millones de dólares, amén de tráfico y trata de personas y de órganos (2.000 millones), juegos clandestinos, etc. y etc. Que hay buenos en esta cadena y no participan, obvio que los hay.

Entonces, cómo entender que mi amigo Aki, que es un médico plástico muy divertido y sociable, enamoradizo, motoquero, heredero de una clínica que su señor padre, difunto ya, inauguró en 1993 (constituyendo esto un hecho notorio) y que desde entonces solo le han hecho un responsable mantenimiento y ninguna reforma, lo detengan, le incauten la clínica inaugurada cuando Marset podría haber tenido… ¿10 años?

Y hay notables o magníficos que caen en la complicidad (quien colabora o teniendo opción no se opone) de la ilegalidad, al recibir lo “incautado” y tan solo señalar que lo harán con beneficio de inventario, para ver si las deudas no son mayores del patrimonio que se recibe.

Tengo fotos con mi amigo Aki y no soy médico ni motoquero, con monseñor Tito Solari y no soy santo, con Ernesto Cardenal y no soy poeta. Espero que algún funcionario no razone: si Aki es igual a Marset y Alejandro es amigo de Aki, por lo tanto, Alejandro es igual a Marset.

Alejandro Colanzi Zeballos es criminólogo y nonnino de Valentina.

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