Me he de comer esa tuna… criminológica

En tiempos de intolerancia y que no es ajena a la que el mundo vive, lo particular y concreto tan solo es la representación de lo general y en ella se reproduce el poder, dice Foucault.
El título no alude a la canción de Jorge Negrete. Sucede en Macondo, donde todo es posible y transcurre en un surrealismo digno de análisis.
Área verde es un espacio público, o sea del público, o sea… de todos. Cuando existe ausencia de Estado o Estado fallido, ese ideario se debilita y viabiliza que el funcionario pueda rascarse la panza, y, contrariamente, se generaliza la idea de que lo público no tiene dueño y puede sustraerse lo que esté a su mano, como llevarse papel de la oficina pública, por ejemplo; y piedra libre para todos mis compañeros.
En la onírica región de Macondo, por unas tunas —de todos— se movilizó al Órgano Judicial que detuvo indebidamente a un anciano mayor de 80 años; también el gobierno municipal, que saca de los recursos de todos para darle a la pobre víctima; y lo propio hace el supremo dueño del castillo de Grayskull (¡¡¡yo tengo el poder!!!) que lleva en ascensor hasta su sillón desde donde ve y controla todo. ¿Cómo lo electoral transversaliza lo ideológico, no ve?
En el Código Civil se habla sobre la disponibilidad de los frutos, que corresponden a quien alega la propiedad, en este caso, es a todos, porque es público. Tomar unas cuantas, para saborear, es una cosa; pero llenar su atadijo más el balde… entra a la comercialización. Rousseau señaló que muchos sufrimientos se hayan evitado si se impedía a aquel que toma lo común y dice “esto es mío”. ¿Proceso perverso de acumulación y depredación, tan sólo del homo sapiens?
En esta Macondo, la pobreza sobrepasa el 60% (extrema pobreza +pobreza+pobreza moderada —clase media media y clase media baja que han perdido su capacidad de adquisición considerablemente—); y esto para no entrar en supuestas motivaciones que produjeron el hecho, porque equivaldría a justificar que ese 60% lo haga.
Soñemos (faceta onírica del surrealismo) que esto sucedió al revés. Que alguien de la zona Sur de la hoyada va a El Alto y se saca una tuna de una plaza (aclarando que no hay tunas en sus plazas, pero soñemos). ¿Qué le harían? ¿Nos recordarían la película Mano propia? Es un sueño, por suerte.
En el realismo, es una consecuencia de un imaginario que ha profundizado las diferencias de clase, credo sea religioso o político, color de piel o territorialidad. Perversa utilización dicotómica entre mujer —pobre, indígena, madre— frente al blanco, del ghetto de la zona Sur.
El poder señaló que no fue por las tunas, sí porque maltrataron al niño. Obvio, el poder define qué es negro o blanco. Lo que no define es a cuál o cuáles maltratos se refieren. A decir de Mario Gabriel Hollweg, cuando aborda la “delegación”, el proceso imperativo —padres- de aprendizaje a hijos— o a Christopher Birbeck, que también trabaja desde la criminología el tema del aprendizaje: victima hoy, potencial victimador mañana. El aprender que lo público puede ser usufructuado sin protocolo alguno y, además, ser premiado por el dueño de la ciudad como también del supremo de Grayskull, mañana no tendrá que usar ni capucha … ¿Será funcionario público?
El poder impone qué es violento o qué no lo es, así sea lo contrario. Lo demás, tan solo son víctimas del oportunismo electoral, son daños colaterales sin importar dignidades.