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Saturday 22 Mar 2025 | Actualizado a 09:16 AM

Pacto social por la educación Bolivia Bicentenario

Luis Fernando Carrión Justiniano

/ 15 de febrero de 2025 / 06:00

La ingenua pretensión del “educacionismo” de pensar que solo la educación puede llevar al progreso de una sociedad o, lo que es lo mismo, que un buen sistema educativo sea la sola garantía para encontrar las soluciones de un país, es ciertamente reduccionista; sin embargo, también es cierto que uno —no el único— de los aspectos fundamentales para la proyección de una sociedad es garantizar una educación pertinente y relevante para el futuro que vivirán las nuevas generaciones, si no se quiere seguir repitiendo los mismos círculos de rezago y deshumanización.

La educación como tarea de toda la sociedad —no solo de un ministerio del gobierno de turno, como está ampliamente demostrado— debe articularse a una visión de país integral, es decir, a una proyección de mejora de las condiciones internas de su gente y del papel que como estado desea ocupar en la economía, la cultura y la agenda de la humanidad.

Dicho lo anterior, como presupuesto para no dar paso a interpretaciones sesgadas, aprovechando el entusiasmo que va generando el Bicentenario de nuestro país, es que parece pertinente retomar la propuesta de un pacto social que el presidente Luis Arce propuso hace algunas semanas y que hasta el momento se redujo solo a su anuncio.

¿Cuánto de la propuesta de ese pacto social logrará concretarse, así como va la agenda política del país? Ciertamente, además de la parafernalia de la celebración del Bicentenario, es imprescindible hacer un esfuerzo social para repensar la patria, con base a las lecciones de estos 200 años de existencia y abstrayéndonos, en la medida de lo posible, del ruido coyuntural. Se trata de colocar en un paréntesis los petardos de celebración y los de las tensiones sociales y políticas y ser responsables con las generaciones venideras y el futuro del país. Se trata de comprometer a los futuros gobiernos a planificar en torno a mínimos consensuados.

Por las condiciones de conflictividad actual, es necesario pensar que el proceso para un pacto social sea liderado por instancias libres de sospecha de una posible politización coyuntural y electoralista; quizá una estrategia para lograrlo sea la de iniciativas sectoriales o temáticas: educación, salud, justicia, economía, medio ambiente, ciencia y tecnología…

En el caso de un deseable pacto social por la educación Bolivia Bicentenario, éste podría ser liderado por instancias de la sociedad civil articuladas con representaciones técnicas de organismos multilaterales con presencia en el país, para convocar a representaciones plurales de la sociedad boliviana y expertos en educación, sistematizar las bases del pacto y desarrollar una agenda de socialización y discusión en todos los ámbitos para conseguir las adhesiones necesarias, incluidas las de los futuros candidatos a las elecciones 2025, que coloquen en todas las agendas los acuerdos priorizados y se conviertan en compromisos de respetarlos.

Si bien la educación, por sí sola, no podrá ser la solución a todos los problemas sociales, ni un pacto social garantiza una visión y acción conjunta de todos los actores de la sociedad, bien podría ser un punto de partida para dejar de ir a la deriva y retomar un horizonte común para encarar el futuro como país.

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¿Clases virtuales?

/ 18 de marzo de 2025 / 06:09

Los pasados días el gobierno lanzó las diez medidas ante la crisis de combustible. Pasadas la sorpresa y el espanto, y luego de “infoxicarnos” con las reacciones y justificaciones, toca, desde el ámbito educativo, reaccionar de manera analítica y fundamentada sobre lo que respecta a la octava medida: “Se autorizan las clases virtuales en ciudades de acuerdo a la evaluación de las direcciones de educación en cada departamento”.

Lo primero es recurrir a la memoria inmediata: Somos el único país que suspendió el año escolar en pandemia, el gobierno de Añez y su ministro de educación pasaron a la historia por esa irresponsable medida. Ahora somos el único país en el mundo que autoriza clases virtuales por falta de combustibles.

Los efectos de las clases virtuales en la época de pandemia han sido ampliamente estudiadas a nivel internacional y nacional; todos los estudios coinciden en sus efectos negativos sobre los logros de aprendizaje de los estudiantes, principalmente en el ámbito escolar; todas las conclusiones mencionan preocupantes índices de rezago en todos los niveles, incluso en contextos en los que las condiciones de preparación docente, adaptaciones curriculares, acceso a las tecnologías y niveles de cobertura de internet estaban atendidos; todos coincidieron en recomendar a los sistemas educativos la implementación de procesos de nivelación al momento de retornar a las clases presenciales. En Bolivia los efectos de las clases virtuales fueron mayores, no sólo por la falta de las condiciones básicas para su implementación sino también por la brillante idea de suspender el año escolar a mediados del 2020.

Con esos antecedentes y sin habernos recuperado del mencionado rezago, el gobierno actual incluye las clases virtuales como medida ante una crisis económica y de combustibles que no supo prevenir, no es capaz de gestionar y, al parecer, no prevé solucionar. Al intentar comprender la situación surgen innumerables preguntas.

Al momento de analizar y definir estas medidas ¿no hubo nadie en el gabinete que advierta de los antecedentes y de las consecuencias de esa determinación? ¿No hubo nadie que mencione que, pese a la experiencia de la pandemia, el país aún no cuenta con las condiciones mínimas para implementar clases virtuales? ¿Hay alguien en el gabinete a quien le interese la educación de nuestras niñas, niños, adolescentes y jóvenes? ¿Hay alguien en el ministerio de educación que pueda orientar sobre estos temas? ¿Se habrán considerado otras alternativas? ¿Se habrá pensado en la realidad de las familias y en la situación en las que se las coloca ante esa determinación? ¿Cuánto más se afectará a los estudiantes en sus logros de aprendizaje? ¿Qué le tocará atender al próximo gobierno en temas educativos?

Al parecer la miopía en el tema no llega solo al gobierno, algunas autoridades educativas recibieron la noticia e implementaron la medida con inusual celeridad, otras autoridades no adoptaron con ligereza esa decisión y mantienen la presencialidad, buscando generar condiciones, y agotando medidas que les permitan respetar el derecho a la educación.

Aún no se tiene información sobre la cantidad de instancias educativas que adoptaron la virtualidad y aquellas que no lo hicieron. Es de esperar que surjan otro tipo de soluciones educativas si se profundiza la crisis económica y de combustibles. Lo cierto es que más allá de lo desacertado de la medida, el entorno del actual del gobierno deberá excluir de sus discursos de gestión y de sus discursos electorales la mención a la calidad educativa.

Luis Fernando Carrión Justiniano es educador e investigador boliviano.

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De inscripciones a subscripciones escolares

/ 16 de enero de 2025 / 06:05

Como todos los años la prensa realiza la cobertura educativa con las inscripciones escolares, posteriormente seguirán otros temas recurrentes sin entrar a abordar temas de fondo como la generalizada percepción social sobre las limitaciones de la educación formal (escolar, alternativa, especial y superior) y la consecuente urgencia de re plantear las instituciones educativas, sus formas de desarrollar los procesos formativos y de garantizar el derecho a una educación de calidad para todas y todos. A la falta de cumplimiento de la promesa de educar (Banco Mundial, 2018) y la sospecha generalizada de la sociedad sobre las instituciones educativas (Tenti, E. 2022), se suma hoy la disrupción tecnológica y su impacto exponencial en todas las actividades humanas (Harari, Y.N. 2024), particularmente con la gradual generalización del acceso a la inteligencia artificial (IA).

¿Ha tenido el lector la oportunidad de interactuar con alguna de las diversas IAs disponibles actualmente? Al asombro y el entusiasmo de las posibilidades que ello abre le sigue una preocupación que, como mecanismo natural de autodefensa, evitamos ahondar. Lo cierto es que, al boom de la novedad de la IA de hace dos años, le ha seguido un rápido desarrollo y su gradual instalación en nuestras vidas.

Se puede seguir ahondando en el tema, ahora interesa centrar nuestra atención en lo que la IA implica para la educación a corto plazo. Para el mundo laboral y productivo la pasividad ante esta nueva realidad no es opción si se desea tener un papel que no sea simplemente periférico o básico -incluso irrelevante- como personas y como países; de la misma manera, la inacción no es opción para las instituciones educativas. Lo único seguro es el cambio y quien no lo asume lo sufre más temprano que tarde.

Muchos aspectos cambiarán con el uso generalizado de la IA en educación; se escribe mucho al respecto. Hoy los docentes viven día a día estos cambios. Quienes lo hacen con perspectiva intentan comprenderlos y adaptarse; quienes no desean desinstalar sus seguridades cierran un ojo, e incluso los dos, en una actitud negacionista. El impacto de la IA ya está en los procesos educativos, en el acceso y procesamiento de información, en las tareas, en las evaluaciones.

Gradualmente la incorporación de la IA en los procesos educativos formales afectará a toda la gestión curricular e institucional: El papel de los docentes, la forma de organizar los procesos, las gradualidades, las evaluaciones, las certificaciones, la disposición de la infraestructura y de los recursos. La educación en masa irá cediendo paso a una educación personalizada, los maestros pasarán de ser facilitadores a diseñadores de itinerarios de aprendizaje individualizado que sus estudiantes desarrollarán en interacción con la IA, la misma que se adaptará a sus intereses individuales, sus propios ritmos, sus formas particulares de aprender.

La transmisión de la información y la instrucción dejarán de ser el rol principal de los docentes. Por supuesto la educación es más que eso; por ello los desafíos y objetivos de los sistemas educativos serán los de la democratización del acceso a la conectividad y a plataformas educativas gestionadas con base a la IA. La labor docente se centrará quizá en organizar procesos de socialización, el desarrollo de habilidades, hábitos, actitudes que nos permiten la convivencia y nos hacen propiamente humanos.

Sin la pretensión de adivino o apocalíptico, es posible que, en un futuro próximo, la prensa -que también cambiará con la IA- anunciará no ya las fechas para la inscripción escolar sino una especie de información sobre las diversas opciones de subscripción a entidades educativas, ya no regidas por un calendario y pensum único, sino abiertas y flexibles. Si fuera así, ¿no debiéramos estar preparando las condiciones para que nuestro sistema educativo no quede rezagado u obligado a adherirse ciegamente a paquetes no siempre contextualizados ni libres de mercantilismo?

Luis Fernando Carrión Justiniano es educador e investigador boliviano

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Educación en los discursos electorales

Luis Fernando Carrión Justiniano

/ 21 de diciembre de 2024 / 07:28

Concluido el Congreso Plurinacional de Educación con sus limitaciones, dificultades y conclusiones reduccionistas e inviables, en medio de un contexto de desatención de la opinión pública centrada en la crisis multifactorial por la que atraviesa el país, queda claro que poco o nada se puede esperar de sus resultados de cara a ajustes estructurales en nuestro sistema educativo, menos aún palpado a diario la improvisada administración educativa actual.

Perdida esa oportunidad, se abre ahora un nuevo escenario para el debate educativo, tan necesario como urgente: El proceso de las elecciones generales, con las propuestas programáticas de los candidatos entre las cuales, sin duda, estará el tema educativo. Quienes con indiferencia vieron pasar de largo el proceso del congreso educativo, ahora cargarán su artillería discursiva con análisis y propuestas para la educación.

Es de esperar que el tema educativo, en el marco de dichas propuestas, no se reduzca nuevamente a visiones inmediatistas, a la demagogia de propuestas inviables o a pactos para no tocar nada que pueda desviar el voto de sectores con intereses en juego.

Los insumos que algunas instancias de la sociedad lograron preparar para el congreso podrán servir como base para exigir a las y los candidatos un manejo mínimamente informado sobre el tema, para la generación de espacios que recojan las reales necesidades y desafíos de la educación formal, y para una mirada estratégica que no parta del ingenuo «comenzar de cero» ni repita propuestas de cambio simplemente cosméticas.

Para ser serias, las propuestas de los candidatos deberán partir de información, de datos disponibles, tanto de las instancias oficiales (ministerios, OPCE, INE, entre otros) como de estudios y diagnósticos como el presentado por la Campaña Boliviana por el Derecho a la Educación (Situación de la educación en Bolivia. Un aporte de la sociedad civil en educación, 2024) y otros menos difundidos, que logran colocar en cifras y criterios mesurables lo que el sentido común ya conoce a veces de manera limitada o desproporcionada.

Será importante también que las propuestas electorales sobre temas educativos tengan un baño de realidad, se nutran de escuchar a los actores de base, no sólo a sus representantes y sus lecturas sesgadas por intereses sectoriales y de representatividad prebendal.

Se espera que las propuestas para educación no tengan temor de apuntar a las raíces de los problemas y, en consecuencia, proponer cambios estructurales, no maquillajes superficiales, aunque ello pueda implicar costos políticos respecto a sectores y grupos que puedan verse afectados. Una mirada estratégica que sepa que los cambios que nuestra educación necesita implicarán rechazos de quienes se ven beneficiados con la actual situación.

Se abre nuevamente una oportunidad para pensar y transformar la educación. No será suficiente esperar que se aborde el tema y que se lo haga con seriedad; será necesario estar alertas y activos para no dejar pasar nuevamente una posibilidad de establecer lineamientos de políticas educativas que nivelen los procesos de educación a las nuevas realidades que ya se imponen en lo local, nacional y global.

(*) Luis Fernando Carrión Justiniano es educador e investigador boliviano

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Fotos del congreso educativo

/ 25 de noviembre de 2024 / 06:04

Antes que hubiera escritura se necesitaban personas que transmitan la información de los pueblos en forma oral; desarrollada ésta, hubo necesidad de personas que pudieran escribir para garantizar la transmisión de información que, en mayores escalas, no podía confiarse a la limitada memoria humana; cuando apareció la imprenta, desapareció el oficio del escribano. A raíz del desarrollo de las grandes ciudades, de nuevas formas de producción y trabajo (industria y burocracia), se hizo necesaria una nueva institución, la escuela, que transmitiera masivamente la información considerada necesaria para la época (instrucción) y afirmara en los ciudadanos las identidades de las naciones estado recientemente creadas, a través de ritos cívicos, narraciones de héroes y enemigos (ideologización). En esa sociedad moderna, que dejaba atrás la organización feudal, surgieron nuevos oficios y profesiones; una de ellas la del maestro, a quien se encargó cumplir con ambas tareas: ser el depositario y transmisor de la información y ser el modelo del ciudadano moderno.

Hoy que la información es mucho más accesible en diversidad de soportes y en cantidades exorbitantes, con herramientas capaces no sólo de procesarla sino de generarla; hoy que las identidades nacionales se exacerban como reacción a una ineludible convivencia e interdependencia global; hoy que la modernidad misma muestra claras señales de desmoronamiento, que es evidente el surgimiento de un nuevo orden mundial y un cambio de época, ¿qué sentido tiene pensar en que la escuela, con el mismo formato moderno, sobrevivirá a estos cambios?

La educación —que no es lo mismo que la escuela—, como lo hizo a lo largo de todas las etapas de la humanidad seguirá estando presente, pero su formato no necesariamente será el de esta escuela que tenemos desde hace apenas dos siglos.

Es propio de los seres vivos el cambiar, es propio de los sapiens ajustar nuestras instituciones y sus prácticas a las nuevas narraciones o comprensiones de la realidad (Harari, 2024). No tiene sentido aferrarse a lo que ya muestra signos claros de anacronismo. Ciertamente no será mañana que esto suceda, pero es necesario comenzar a plantearnos ajustes estructurales en la educación escolarizada, en la educación formal, para no vernos en un futuro cercano obligados a copiar, con escasas adaptaciones, soluciones pensadas desde y para otros contextos.

Esta podría haber sido idealmente la tarea del proceso preparativo para el Congreso Plurinacional de Educación: re-pensar la educación, re-formular el formato de la escuela para el nuevo contexto social, local, plurinacional y global. Los escasos insumos generados, principalmente por instancias ajenas a la que estaba llamada a hacerlo, para este evento coinciden en una sospecha generalizada sobre la educación escolar que, pese a su universalización, no logra cumplir con la promesa de educar, porque su forma de organizar, administrar y desarrollar los procesos educativos se ha enajenado del encargo social recibido, debido a que la sociedad misma ya ha cambiado.

Del 25 al 29 de noviembre, en Tarija, se desarrollará el congreso. Por la forma en que ha sido pensado y organizado, todo apunta a que no sólo no alcanzará a abordar temas estructurales, sino que no propiciará siquiera el abordaje de temas urgentes como los que vinimos señalando desde esta columna.

Arropado por la falta de atención de la sociedad boliviana, centrada en la compleja e integral crisis por la que pasa el país, el congreso pasará con la desatención que los organizadores esperaban, a menos que entre los convocados surjan ideas y voces que lideren un redireccionamiento de esta importante oportunidad para hacer algo por una verdadera educación de calidad como derecho de todas y todos, destemplando así la tibieza de los organizadores y de los intereses sectoriales que se quiere preservar. Si ello no ocurre, lo probable es que lo único que quede del congreso educativo sean las fotos de organizadores y participantes sonrientes por haber tenido la oportunidad de visitar la chura Tarija.

Luis Fernando Carrión Justiniano es educador e investigador boliviano.

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Bachillerato y bachilleratos

/ 1 de noviembre de 2024 / 06:07

En el marco del proceso preparativo al Congreso Plurinacional de Educación se espera que haya habido un análisis serio acerca de la educación secundaria y sus modalidades de conclusión. Ante las limitaciones para conocer los resultados parciales de dicho proceso, continuamos invitando a la discusión pública sobre temas centrales que hacen a la educación en el país.

A diferencia de la educación primaria que tiene un casi natural sentido, en cuanto está llamada a brindar las herramientas básicas para el desarrollo individual y colectivo, la educación secundaria ha ido ajustando continuamente su razón de ser y su lugar en los sistemas educativos; teniendo una íntima vinculación con el mundo del trabajo, sea como preparación mediata o inmediata, es lógico que sus enfoques y sentidos cambien cuando el ámbito laboral está en permanente reordenamiento; mucho más hoy cuando el ritmo de estos cambios ha ido acelerándose al punto de hacer muy difícil el predecir las características que tendrán los trabajos en las próximas décadas y por tanto comprender el tipo de educación que necesitarán las siguientes generaciones.

La Constitución Política de 2009 amplía la obligatoriedad de la educación escolar hasta la secundaria (Art. 81); para la Ley Avelino Siñani – Elizardo Pérez la educación secundaria debe ser “comunitaria y productiva» (Art. 14), contemplando, para sus primeros años, una “formación técnica tecnológica general” (comprensión de la realidad productiva) y, al concluir, una “formación técnica tecnológica especializada” (en talleres especializados). Este tipo de formación debiera concluir con el Diploma de Bachiller en Humanidades y la otorgación de un Título de Técnico Medio en la especialidad desarrollada. Lo que se conoce como el BTH (Bachillerato Técnico Humanístico).

¿Cómo y cuánto se ha avanzado en educación secundaria? Según datos del Ministerio de Educación (2023), en Bolivia ha habido considerables avances: El gasto público para secundaria pasó de 856.173Bs., en 2006, a 6.701.779Bs., en 2022. Los maestros para secundaria eran 25.313 en 2006 y alcanzaron a 62.843 en 2023. La cobertura neta pasó del 73,57% (2012) al 79,82% (2022). La tasa de término neta, del 29,31% (2012) al 43,85% (2023).

Pese a esos importantes avances, el marco distintivo otorgado a la secundaria, el BTH, generó una amplia expectativa, pero escasos resultados. En la gestión 2022 los bachilleres fueron 404.272, aproximadamente; de éstos apenas 48.557 fueron BTH. Después de una década de implementación, apenas el 12% de los bachilleres recibieron la educación técnica productiva que se esperaba. A ese ritmo, recién en 2051 lograríamos que todos los bachilleres concluyeran con un bachillerato técnico y humanístico.

Junto a este problema, la educación secundaria en el país debe hacer frente a ajustes curriculares que articulen la preparación de los adolescentes con las proyecciones laborales y productivas del país, así como con los desafíos que la disrupción tecnológica actual presenta al papel de la educación y al futuro del trabajo.

Volviendo al BTH y valorando su pertinencia y relevancia, el congreso educativo debiera dar lineamientos en sentido de reafirmar esta política educativa exigiendo un sólido financiamiento y un programa contundente de implementación para todos los bachilleres o plantear alternativas como la de aplicar bachilleratos diferenciados que incluyan un BTH —no ya generalizado— junto a otros bachilleratos de carácter científico, artístico, en áreas de la salud y la vida, empresariales y de emprendimientos, y otros que consideren las potencialidades de los bachilleres y las necesidades y desafíos del mundo laboral que les tocará enfrentar. Ciertamente queda excluida la opción de continuar la educación secundaria sin cambios estructurales.

Luis Fernando Carrión Justiniano es educador e investigador boliviano.

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