Sociedad

Sunday 19 May 2024 | Actualizado a 03:51 AM

Cinco personas con sida narran sus historias

Historias. Cinco personas narran sus vidas en el día mundial contra esta enfermedad

Por La Razón

/ 1 de diciembre de 2010 / 05:00

La Comunidad Encuentro es una residencia para enfermos con VIH-sida. Son pacientes «terminales» que luchan para permanecer con vida el mayor tiempo posible. A mediados de noviembre eran 22, pero en agosto otros ocho habían muerto por complicaciones del mal. 

Sentado y con los codos apoyados en las rodillas, Alejandro agacha la cabeza y mira sus delgados dedos que se mueven como si tuvieran vida propia. Piensa. Duda. Intenta buscar una respuesta y vuelve a mover los dedos. Como en cámara lenta levanta la cabeza y fija sus ojos negros en el periodista. «No me voy a morir», dice saboreando cada letra como si estuviera poseído por un sentimiento de venganza.

Deja de mover las manos, se inclina en el respaldo del asiento y su mirada va al cielo sin nubes; otra vez agacha la cabeza y observa el pasto verde y uniforme. «No me quiero morir», señala y empieza a llorar despacio, sin lágrimas. Junto a él están una amiga y una enfermera. Se acercan a ambos lados de sus hombros y le recuerdan que no está solo. Le hablan de Dios y de los milagros que incluso le pueden tocar a él.

Alejandro es uno de los pacientes que están en la Comunidad Encuentro, a 13 kilómetros de la ciudad de Santa Cruz. En la institución sólo se recibe a pacientes con VIH-sida. Son gente que vive con la muerte soplándole en la nuca. El miércoles 17 de noviembre eran 22 las personas internadas. La Razón habló con cinco.

Antes de quebrarse en llanto y de empezar a rezar en silencio, Alejandro cuenta su historia como si se tratara de una resumida biografía del abandono. «Nací en La Paz. Mis padres son de allá y yo me vine a Santa Cruz. De eso hace tiempo ya. Le cuento que no conocí a mis padres; mi madre murió cuando yo apenas tenía dos años y mi padre vivía con otra mujer. Me crié solo».

Bueno, no se crió tan solo, sino que dos mujeres se hicieron cargo de él y lo tuvieron como a un «recogido». Cuando pasó la adolescencia decidió buscar su propio rumbo y, al concluir el cuartel, se fue a Santa Cruz. Mientras habla se acaricia su morena quijada, tiene los cabellos opacos.

«Siempre estuve solo, no tengo ni esposa ni hijos, nada. Nadie me viene a ver». Lo único que tenía hasta hace unos tres meses era un trabajo de albañil y algunos amigos ocasionales. Ahora, a sus 22 años, todas sus pertenencias se resumen en una muda de ropa que le queda ancha porque cierto día, y sin razón aparente, empezó a perder peso y enflaqueció.

Cuando se le pregunta cómo fue que contrajo el VIH-sida guarda silencio por un momento prolongado. Entonces busca las palabras y las encuentra; primero empieza a responder despacio y luego va de prisa: «Como le decía, tenía mis amigos y cuando acabábamos de trabajar me llevaban a tomar y luego íbamos con mujeres. Ahí ha debido ser, no me he cuidado, no usaba preservativos y ahora aquí estoy».

Fue hace un año cuando el médico lo examinó, recibió un diagnóstico previo y se sometió a exámenes de VIH. Cuatro semanas después supo que era positivo. Así se convirtió en uno de los 5.835 afectados con la enfermedad en el país. «Me sentí solo, estaba solo, nadie estaba a mi alrededor, sólo el médico, nadie más».

María. Detrás de María se ve descender un caudaloso río además de palmeras con las hojas quietas que destacan por su tonalidad verde brillante. Las rocas, sin embargo, no impiden el paso raudo del silencioso río, mientras que los puentes son sólo imágenes pintadas detrás de ella.

A María le gusta su habitación, así con el dibujo del río en una de las cuatro paredes y las otras pintadas de celeste, el catre de una plaza y una gran ventana desde donde se ven los árboles gigantes que le dan sombra a la Comunidad Encuentro. Dice que se siente como en casa.

Aquel mediodía del miércoles 17 de noviembre ella tenía puesta la camisola de la Comunidad y un buzo azul. Estaba tan delgada que parecía un maniquí, con los brazos escuálidos, la mirada hundida y oscura. Parecía que se hubiera escapado de alguna fotografía que retrata el drama de la hambruna en África.

Está, literalmente, hecha de piel y huesos. Hace unos ocho meses se internó en la Comunidad Encuentro, pero todavía no puede subir de peso. Los vómitos no la dejan en paz y pasa los días tejiendo el pasado y soñando con su futuro.

«Yo soy de Potosí, no conozco cómo será Potosí porque me fui así nomás y llegué acá a Santa Cruz, donde tengo mi familia y mis hijos, en el Kilómetro 6». No dice nada sobre el papá de sus hijos, hay recuerdos que quiere ahuyentar de su memoria; sólo explica que no hay una noche que no lance una oración al cielo. «Tengo que vivir por mis cuatro hijos. Sé que Dios no me va a fallar, él me va a dar la voluntad, no me puede dejar sin verlos».

Según las enfermeras que trabajan en la Comunidad Encuentro, la mayor parte de las personas que allí llega se aferra a la vida y a Dios.

Un recuerdo de su paso por la institución son las fotos de algunos. En el amplio estar de la Comunidad se ven los rostros de los internos que pasaron por allí. Hay caras juveniles, niños, hombres y mujeres que tienen en la mirada la misma esperanza de María.

Santiago. Al cruzar los 40 años Santiago se enamoró de un tipo que hoy en día no significa nada para él. Echado, con dos sueros picándole en los antebrazos, él apenas puede hablar porque una tos insistente no le deja expresar sus ideas. Está luchando contra una recaída.

Toda su niñez la pasó en el campo, allá en San Antonio de Lomerío, en Santa Cruz. Dice que se las arregló por su cuenta para salir adelante y estudiar Derecho. «Ya me he graduado de la (Universidad) Gabriel (René Moreno) y cuando salga de acá voy a titularme. Después voy a ponerme a…», empieza a toser y se olvida de su idea.

Quiere vomitar. Pide un poco de agua. Últimamente sólo quiere tomar agua y recordar la época feliz de su vida, cuando estaba enamorado de un chaqueño y pensaba que iban a pasar una vida juntos. «Ahora he renunciado a él porque esto (su relación) me llevó a una enfermedad y lo he renunciado. No quiero volver con él».

Ya ha planeado muchas cosas para cuando salga de la Comunidad. Señala que va a priorizar a Dios y sus estudios. Echado en su cama de una plaza, con una plegaria encima de su lecho, Santiago ya no puede hablar, y le ha venido otro ataque de tos.

Carmen. Carmen es bonita. A pesar de aquellos granitos que le han salido en el rostro, en los labios y dentro de la boca; es bonita a pesar de que está muy delgada y sus brazos se ven débiles y largos. Además de bonita es coqueta, por eso amarra su cabello casi rubio en una cola de caballo y lanza la mejor sonrisa que una muchacha de 23 años puede tener.

Ella fue mamá poco después de cumplir los 15 años. Y hace poco más de año y medio, cuando le detectaron VIH-sida, estaba embarazada de cuatro meses. Era su tercera hija.

El día que le dieron la noticia sintió que el mundo se le venía encima. Indica que nunca pensó en la persona que la contagió y decidió someter a sus tres hijas a las pruebas. «La mayorcita ha dado positivo», sostiene mirando al piso y de repente su rostro coqueto se llena de tristeza.

El futuro se ha convertido en una palabra sin sentido. «No sé si estaré en Navidad o después, no sé», manifiesta y sus ojos empiezan a aguarse; pero se aguanta. Acota con otra sonrisa: «Acá me he vuelto bien llorona».

Carlos. «Ya es mi segunda enfermedad grave, antes me han operado del intestino delgado y he salido bien», relata Carlos, uno de los más optimistas en la Comunidad. Cuando La Razón habló con él, tenía un mes y 10 días de «internado», y miraba el noticiero meridiano de un canal. Echado en su silla de mimbre, pone su mano a manera de almohada e intenta recordar cómo fue que se contagió. Es una pregunta que se hizo cientos de veces y hasta ahora no halla la respuesta.

«Era comerciante y viajaba a La Paz y Cochabamba, en uno de esos viajes ha debido ser. Nunca pensé que algo así me iba a pasar». Habla, apaga el televisor y se acerca a la ventana con malla milimétrica. Observa el patio de la Comunidad, el cielo está claro y cuenta sobre su familia. Dice que estaba casado y que se separó hace cinco o seis años, «pero ya les hicieron exámenes a mis hijos y ellos no tienen nada».

La única que viene a visitarlo es su mamá. «Aparece por acá cada 15 días y yo le digo que ya voy a salir porque me voy a sanar y me iré otra vez a vender». Reza, reza cada día para que se le cumplan sus sueños.

El martes 30 de noviembre, La Razón se comunicó con una enfermera de la Comunidad. Ella contó que María y Santiago fallecieron la semana pasada. Ambos, hasta el último momento, se aferraron a la vida.

En el país hay 5.835 personas con VIH-sida

El primer día de diciembre es el Día Mundial de Lucha contra el Sida. En el país, este mal se ha ido multiplicando en las dos últimas décadas. En Bolivia, allá por 1984 se descubrió el primer caso de una persona con VIH-sida. Desde entonces hasta septiembre del 2010, existen 5.835 contagiados.

Según los datos del programa nacional ITS/VIH/Sida, del Ministerio de Salud y Deportes, en el país ya han fallecido por causa del sida 614 personas; mientras que sólo durante esta gestión (hasta septiembre) 113 contagiados perdieron la vida a causa de esta enfermedad. Hay más datos que revelan la destrucción de este mal: en el país, los casos nuevos reportados hasta septiembre del 2010 son 945.

El departamento con más casos es Santa Cruz, seguido de Cochabamba y La Paz (ver infografía de la izquierda). La relación hombre mujer es de 2 a 1. Es decir, que por cada mujer VIH (positivo) hay dos hombres que viven en la misma condición.

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Dilemas opositores

Por La Razón

/ 19 de mayo de 2024 / 00:12

Un reciente estudio de opinión pública realizado por el Celag en el país revela importantes percepciones respecto a la oposición política. Estos datos son significativos en medio de los dilemas de las dirigencias opositoras en torno a su reiterado discurso de unidad versus sus prácticas divisorias. Corre cuenta regresiva para las definiciones rumbo al próximo ciclo electoral.

 La encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) incluye tres preguntas sobre el campo de la oposición. Las tres son críticas. La primera tiene que ver con la mentada unidad. ¿Podrá la oposición política unificarse para las elecciones generales 2025? Solo el 28% de las personas consultadas cree que habrá unidad. Hay, pues, un sentimiento mayoritario de escepticismo respecto a la posibilidad de que la oposición logre un candidato único o un frente amplio.

La segunda pregunta se refiere a la expectativa de los votantes opositores sobre el candidato o dirigente más capacitado para derrotar al MAS en las urnas. El 58% de los encuestados espera un candidato nuevo, reniega de las actuales opciones o no sabe. El apoyo a los candidatos en escena (Reyes Villa, Mesa, Cuéllar, Camacho, algún empresario) es muy bajo y estadísticamente irrelevante. No son buenas noticias para la oposición: la gente ve división y ausencia de un liderazgo ganador.

La tercera indagación de opinión pública del Celag es la más sensible. Casi dos tercios de las personas consultadas, nada menos, afirma que cuando la oposición pierde elecciones “no reconoce su derrota y está dispuesta a generar violencia”. Esta conducta antidemocrática de no reconocimiento del resultado electoral y falta de respeto a la institucionalidad, quizás se deba a que algunos candidatos opositores proclaman “fraude” cuando pierden elecciones. Y a veces lo hacen por anticipado, como en 2019.

Estas percepciones mayoritarias de la ciudadanía respecto al actual campo de la oposición son preocupantes. Más todavía en el actual contexto, degradado y contaminado por la división interna en el oficialismo. Y nos lleva a preguntar en qué condiciones llegará el país al próximo ciclo electoral: con un MAS-IPSP fracturado, muy lejos de ser nuevamente un partido dominante; y una oposición fragmentada, que reafirma su debilidad, su carencia de líderes y su falta de propuestas. El escenario es incierto.

Una democracia de calidad requiere partidos democráticos, líderes representativos y sólido pluralismo político, entre otras condiciones. Ello implica que tanto el oficialismo como las oposiciones deben consolidar sus estructuras partidarias, renovar liderazgos y, en especial, diseñar proyectos de futuro y plataformas programáticas. Nada de eso ocurre a poco más de un año de las elecciones 2025. Hoy la disputa política, entre la división, la polarización y la fragmentación, está concentrada en las minucias. Urge cambio de rumbo.

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Riesgo de convulsión

De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces

Por La Razón

/ 16 de mayo de 2024 / 06:25

En menos de una semana, el Gobierno promulgó un decreto supremo y lo abrogó debido a amenazas de movilizaciones y actividades de protesta contra la norma, que, como tantas otras, no había sido promocionada y mucho menos socializada, lo cual permitió que circule abundante desinformación que galvanizó las posiciones de rechazo. El Gobierno dio el paso atrás para evitar la “convulsión”.

Se trata del DS 5143, creado, según autoridades de gobierno, para transparentar los trámites de propiedades en las oficinas de Derechos Reales y desburocratizar el procedimiento, que actualmente puede tardar hasta dos o tres años. Según el viceministro de Defensa del Consumidor, el decreto disponía la bancarización, para pagos en línea, y la interoperabilidad, para el cruce de información entre gobiernos municipales, el Servicio General de Identificación Personal (Segip) y el Servicio de Registro Cívico (Serecí); además, se trataba de la actualización de un decreto promulgado durante el gobierno de Carlos Mesa en 2004.

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Nada de esto es lo que se discutía en las calles y centros de reunión de opositores: se especuló que el decreto serviría para posibilitar la intromisión del Estado en la administración y la tenencia de la propiedad inmueble de privados o que exigiría una nueva certificación para trámites de compra-venta. De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces y se multiplicaban las amenazas de movilizaciones.

Más tardó el Presidente en anunciar la abrogación de la norma que los líderes de las únicas dos fuerzas políticas con representación parlamentaria en salir al espacio público y celebrar la “derrota” del Gobierno. En tiempos de política de suma cero, poco o nada importa la relevancia o necesidad de políticas públicas: todo se reduce a imponer las ideas propias y evitar a cualquier costo las opuestas. Agréguese a ese estado de cosas una gestión gubernamental llena de contradicciones y se produce lo que tantas veces se ha lamentado en este mismo espacio: pérdida de confianza de la población en las instituciones gubernamentales.

La creciente conflictividad, las dirigencias opositoras claramente orientadas a la solución por el desastre y la incapacidad gubernamental para crear y sostener alianzas y consensos (excepto cuando se trata de apropiarse del partido político), son un buen caldo de cultivo para la convulsión, lo cual no significa que haya, en realidad, planes para provocarla y forzar la caída del Gobierno.

En tiempos cuando menudean los discursos desinformadores y polarizadores, además de la memoria reciente de hechos sediciosos, es tentador acusar a la oposición, o a agentes no identificados, de buscar la convulsión; sin embargo, también suele ser evidente que los conflictos pueden ser fabricados con el propósito de influir sobre el ánimo de la población. Identificar quién gana más con la polémica, el conflicto y la abrogación del mentado decreto serviría para señalar quién es el más interesado en que haya miedo por la amenaza de convulsión.

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Día del Periodista

Por La Razón

/ 12 de mayo de 2024 / 00:57

El 10 de mayo, las y los periodistas de Bolivia recordamos nuestro día. ¿Hay algo que celebrar?, nos preguntamos. Y sí, existen motivos. Pero también hay nubarrones para el oficio. Por ello, más allá de los homenajes, fue un día de balance y reflexión. ¿En qué condiciones realizamos nuestra labor? ¿Cuánto aportamos a la conversación pública en democracia? ¿Cómo nos ve la sociedad?

Hace más de ochenta años, en 1938, el presidente Germán Busch promulgó un decreto supremo – luego elevado a rango de ley– que creaba la Caja de pensiones, jubilaciones y montepíos de los trabajadores asalariados de la prensa. No fue una concesión, sino una conquista como resultado de años de exigencia de derechos. Así, el 10 de mayo fue declarado Día del Periodista. Tiempo después, en 1953, un decreto supremo del presidente Víctor Paz Estenssoro estableció ese día como feriado para los periodistas.

De ese modo, cada 10 de mayo las y los periodistas revindicamos nuestro oficio y recibimos homenajes, salutaciones, reconocimientos. Es como un día destinado a elogiar el lugar que ocupa el periodismo en una sociedad democrática. Celebramos pues que, pese a dificultades y condiciones adversas, seguimos en el empeño diario de brindar información y opiniones como insumo para la deliberación colectiva. Sostenemos asimismo la necesidad de garantizar la libertad de expresión y el derecho a la información.

Pero el Día del Periodista es, o debiera ser, además, una ocasión propicia para el balance, para mirarnos puertas adentro y evaluar nuestro desempeño. Este ineludible ejercicio frente al espejo no puede ser autocomplaciente ni tampoco de solo flagelación, sino autocrítico. Para empezar, es importante evaluar las condiciones difíciles, a veces precarias, en las que estamos realizando nuestro trabajo, en un contexto donde las nuevas tecnologías digitales plantean serios desafíos a los medios de comunicación.

Es preocupante asimismo para el oficio periodístico el escenario de crisis no solo político-institucional en el país, sino también la complicada situación económica. Trabajamos en medio de la incertidumbre, sin horizonte de futuro. Y somos parte de la persistente polarización, que bloquea el diálogo plural y dinamita los puentes de encuentro. Diferentes estudios de opinión señalan que la ciudadanía y los liderazgos ven a los medios como promotores del enfrentamiento. Y hasta nos perciben como actores políticos.

¿Cuánto estamos contribuyendo, en el día a día, a la convivencia en democracia? ¿Cómo mejorar nuestras condiciones de trabajo, libres de presiones y amenazas? Y la pregunta esencial: ¿estamos haciendo buen periodismo, conforme a nuestros códigos de ética o, más bien, un periodismo instrumental, con arreglo a nuestra propia agenda y otros intereses? Hay que celebrar el Día del Periodista con llamamiento urgente para cuidar el oficio y, entre otras cosas, frenar la degradación de nuestras asociaciones. 

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El MAS y la crisis

La democracia, o las formas que la hacen legítima, importan cada día menos

Por La Razón

/ 9 de mayo de 2024 / 06:39

Para nadie debe ser desconocido que el Movimiento al Socialismo (MAS) es la fuerza política más importante de las últimas décadas y el único partido con estructura y potencia suficientes para intervenir en todas las esferas de la vida pública. Sin embargo, precisamente por estos atributos, la feroz lucha que han desatado sus dirigentes no solo afecta al partido, sino a todo el Estado.

Más tardó en terminar el X Congreso del partido, el domingo, en la ciudad de El Alto, convocado por el “ala arcista” del partido, que portavoces del “ala evista” en descalificar el encuentro de la peor forma posible y amenazar con todo tipo de recursos, legales y no, para impedir que las decisiones acordadas lleguen a materializarse.

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No es para menos: se ha elegido a un nuevo jefe nacional del partido, honor que recayó en Gróver García, dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), afín al presidente Arce, y se ha decidido revisar el estatuto del MAS para eliminar la disposición que concede la dirección vitalicia del partido al expresidente Evo Morales y para eliminar la restricción de antigüedad como militante para asumir cualquier candidatura.

Para que el congreso masista pudiese llevarse a cabo y que contase con la presencia de veedores del Tribunal Supremo Electoral (TSE), hizo falta que una Sala Constitucional de La Paz ordenase al Órgano Electoral cumplir con el artículo 30 de la Ley de Partidos Políticos. Entre analistas y opinadores de todas las tendencias hubo consenso en que se trata de un nuevo “fallo a la carta”, de los que menudean desde que los magistrados del Órgano Judicial decidieran autoprorrogarse.

A esta evidente muestra de injerencia de un órgano sobre otro (primero el Ejecutivo sobre el Judicial y luego éste sobre el Electoral), se suma la cantidad de ocasiones en que delegados y portavoces del evismo han descalificado al TSE y sus resoluciones por ser contrarias a sus intereses y expectativas. La democracia, o las formas que la hacen legítima, importan cada día menos.

Súmese a este estado de cosas la previsible pugna que se desatará en la Sala Plena del TSE cuando algunos vocales intenten incidir en favor de uno u otro aspirante a candidato. Entonces, las acusaciones y descalificaciones que hoy se sugieren, serán amplificadas, dañando de manera feroz la credibilidad y reputación del órgano llamado constitucionalmente a administrar los procesos que dan sustento al sistema democrático boliviano y a dar legitimidad a las autoridades electas.

A estas alturas de la lucha es, pues, evidente que sin importar el tono y el contenido de los mensajes que una y otra facción del MAS publicitan, lo verdaderamente central para ambas partes es asegurar que el candidato propio llegue a la papeleta y/o que el contrincante no lo logre. Si para tal fin tienen que terminar de romper la institucionalidad del Estado, no dudarán en hacerlo, y eso son malas noticias.

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Democracia en riesgo

Por La Razón

/ 5 de mayo de 2024 / 00:34

La reciente decisión de una sala constitucional en torno al “congreso del MAS-IPSP” convocado por dirigentes de la facción arcista constituye una tosca injerencia en las competencias del TSE. Y cruza un límite que pone en riesgo no solo la institucionalidad electoral, sino la propia democracia. Es fundamental ponerle freno antes de que conduzca a una deriva autoritaria.

 Una de las condiciones fundamentales de un Estado de Derecho es la autonomía e independencia de los órganos del poder público, además de su separación. Cuando uno o más órganos se subordinan a otro o surge una especie de suprapoder, esa estructura y organización funcional del Estado se resquebraja. Asimismo, cuando el sistema de gobierno empieza a depender de decisiones arbitrarias e inconstitucionales, la democracia está en riesgo. Estamos transitando ese muy peligroso umbral en el país.

En nuestro proceso de construcción y reforma estatal, no es nuevo que el Legislativo dependa de los mandatos del Ejecutivo. Tampoco es raro que la administración de justicia esté subordinada al poder político y a poderes fácticos. Lo crítico es que surja un suprapoder que imponga sucesivos fallos por fuera del marco constitucional y pisoteando la institucionalidad democrática. Desde el año pasado hay un suprapoder en Bolivia que, en consorcio con actores políticos, opera desde el TCP y algunas salas constitucionales.

A punta de sentencias, declaraciones y autos constitucionales, y algunas acciones de defensa, un arriesgado suprapoder está llevando a límites insostenibles el funcionamiento de los órganos del poder público y del sistema de gobierno. Así, bloquearon las elecciones judiciales, suspendieron las funciones de fiscalización de la ALP, se autoprorrogaron, beneficiaron a terratenientes y ahora están emitiendo “instrucciones” sobre las organizaciones políticas y los procesos electorales. Es inaceptable.

Es muy complicado y sensible para el TSE gestionar las disputas internas en los partidos, en especial en este momento la batalla entre facciones en el MAS-IPSP. Debe hacerlo en estricto cumplimiento de la Ley de Organizaciones Políticas y de los estatutos partidarios. ¿Qué ocurre cuando una sala constitucional, desde su filiación política, impone acciones que violan la normativa y vulneran las atribuciones del organismo electoral? Eso es lo que acaban de hacer, sin sonrojarse, los vocales Campero y Angles.

En un pronunciamiento difundido este viernes, las autoridades del Órgano Electoral Plurinacional exigen con timidez el respeto a la independencia de poderes para garantizar la democracia en el país. No es una exigencia menor. En realidad, se está advirtiendo que, si magistrados y jueces continúan perforando el sistema y la institucionalidad electoral, la democracia boliviana está en riesgo. Es fundamental que la disputa política no termine derrumbando el orden constitucional y el régimen democrático.

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