Sociedad

Friday 31 May 2024 | Actualizado a 07:13 AM

Inician obras para el ducto alterno de agua potable

Se espera que en 30 días se restablezca la dotación de agua a las 41 zonas del sur afectadas. La inversión en la obra de emergencia es de $us 1 millón

Por La Razón

/ 15 de marzo de 2011 / 05:00

La Empresa Pública Social de Agua y Saneamiento (EPSAS) iniciará el viernes, en coordinación con YPFB Transporte, el tendido de la red alternativa para la dotación de agua potable a las 41 zonas del Sur que carecen del líquido desde el 27 de febrero, cuando se produjo el megadeslizamiento. La empresa del agua calcula que en 30 días, contabilizados a partir del 18 de marzo, se restablecerá el servicio.

Con ese fin, ayer se presentó en La Paz un convoy con el primer lote de tuberías (de reserva) de 16 pulgadas que estaban destinadas a la instalación del gasoducto Carrasco-Cochabamba, material que ahora será usado para construir el nuevo tendido.

El gerente general de EPSAS, Víctor Hugo Rico, dijo que el resto de los insumos llegará en los próximos días. «Cuando hay voluntad de servicio, es posible solucionar las necesidades del pueblo», afirmó al respecto el presidente Evo Morales, quien entregó las tuberías para el restablecimiento del servicio a los 41 barrios afectados.

El Jefe de Estado recordó que tras el desastre se reunió con técnicos de EPSAS para poner en marcha un plan que permita cubrir la demanda. «Los primeros informes señalaban que el servicio iba a ser establecido en unos nueve meses, lo que era dramático». Por ello, afirmó, se desarrollaron reuniones con expertos de YPFB Transporte para buscar otras solución.

El gerente explicó que la obra de emergencia consiste en el tendido de una tubería de acero desde «la planta de tratamiento de Pampahasi, pasando por el puente Callapa, Irpavi, hasta empalmarse con el área de abastecimiento regular en Peña Azul». La longitud de la tubería sería de 2 kilómetros y medio, agregó Rico.

El gerente de YPFB Transporte, Christian Inchauste, añadió que la nueva tubería será «empalmada a la que resultó rota por el deslizamiento en el plazo de un mes a partir del inicio de obras (es decir, el viernes 18)».  El costo de la tubería de emergencia llegaría a un millón de dólares.

Rico indicó que de forma paralela se realizará el tendido de un ducto definitivo a través de una «derivación» del kilómetro 10 de la tubería de aducción que va de Hampaturi a Pampahasi. La nueva cañería subirá a Chinchaya, pasará por el puente de Chicani y llegará al talud del río Irpavi. El ducto definitivo estaría concluido en 60 días.

«Con esta labor vamos a contar con dos tuberías de alta presión por si sucediera cualquier emergencia», dijo Inchauste, quien aseguró que en esas condiciones no habrá problemas en al menos 15 a 20 años. Rico precisó que  el ducto definitivo contempla el tendido de tubería en una extensión de 4 kilómetros 480 metros, de los cuales 2,4 son de fierro fundido dúctil y los otros 2 son de tubería de acero AN 400 milímetros, importados de Chile con un valor de 700 mil dólares.

Se estima que el precio total de las dos variantes o tuberías es de unos cuatro a cinco millones de dólares. Las tuberías son trasladadas en convoyes de camiones de alto tonelaje junto a equipos de soldadores profesionales de YPFB y equipos como grúas, dobladoras de tuberías y retroexcavadoras para estabilizar terreno.

Otros datos acerca de los sistemas

Tuberías
El gerente de YPFB Transporte Christian Inchauste informó que ayer arribaron tres convoyes de tuberías de 16 pulgadas, de un lote de emergencia, y que llegará un total de 30 convoyes con material para un tendido de 4 kilómetros 480 metros .

Costo

El gerente técnico de EPSAS, Jorge Sotez, informó el jueves 10 de marzo a La Razón que la obra tendrá un costo de 3 millones de dólares; el 50% del monto será cubierto por el Gobierno Central y el resto por la empresa de agua.

‘El agua llega por horas al 75% de zonas con corte’

Christian Inchauste, gerente de YPFB Transporte, empresa que trabaja junto a EPSAS para restablecer el servicio de agua potable, aseguró que la dotación de agua por tubería, con bombeo y por horas, llega al 75% de los 41 sectores que se quedaron sin el servicio desde el 27 de febrero.

«Setenta por ciento de la zona Sur (afectada por el corte) ya tiene agua (por horas) a través de una motobomba de 400 caballos de fuerzas que trajimos desde Villamontes con el apoyo de la Fuerza Aérea Boliviana», dijo Inchauste.

El gerente general de EPSAS, Víctor Rico, precisó que la cobertura es «cada dos días por la mañana» y que gracias a ella, de las 80 mil personas que no contaban en absoluto con el servicio desde hace tres semanas, la cifra se redujo a unas 25 mil. Los otros 55 mil vecinos, recalcó, reciben agua «de bombeo», día por medio; y, si bien no es permanente la ayuda, ésta va paliar la situación.

La gente que no tiene nada de agua por tubería, dijo Rico, seguirá siendo atendida con cisternas, finalidad para la cual «se está incrementando» el número de equipos. Asimismo, agregó, «se están tomando previsiones para que el sistema de bombeo no falle, si esto pasara, hemos instalado un equipo adicional de bombeo».

Citó que entre los barrios que reciben agua por bombeo están la parte alta de Calacoto, Cota Cota y Chasquipampa hasta la calle 43, y «zonas aledañas bajas». Sobre Achumani e Irpavi dijo que se trabaja en dotar el líquido por horas.

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Crisis y discursos

Por La Razón

/ 30 de mayo de 2024 / 00:25

A partir de una reciente aparición del Presidente del Estado reconociendo que el Gobierno tiene “ciertas dificultades” con el dólar, pero que pese a ello el país no está en crisis económica, ha comenzado una evidente campaña gubernamental para negar que haya problemas relacionados con la economía en el país y acusar a sus oposiciones de crear zozobra y malestar en la población.

El mandatario fue más allá y afirmó que las oposiciones tienen la intención de posicionar la idea de “una crisis económica estructural” con el propósito de “generar crisis política y acortar nuestro mandato”. A partir de estas ideas, miembros del gobierno de Luis Arce han afirmado que algunos legisladores del MAS del ala evista, de Creemos y de Comunidad Ciudadana, además de exautoridades del gobierno de Evo Morales, tienen el objetivo de boicotear la gestión económica.

Así, el Gobierno ha pasado de la estrategia de, primero, negar que hubiera escasez de dólares, y luego acusar a agentes económicos no identificados de estar especulando con la moneda estadounidense, a reconocer, tal vez de manera tardía, que el problema ocurre en muchos países dependientes de la divisa, lo cual está produciendo inflación que es “importada” a través de la internación de productos de consumo con precio inflado en su país de origen. En ese contexto, la sustitución de importaciones sigue pareciendo un discurso de buenas intenciones.

El martes, fue la viceministra de Comunicación quien, a modo de pedir a los sectores que anunciaron medidas de presión desistir de las mismas porque solo afectará a la economía del país, afirmó que “el nuevo bloque de oposición” trata de instalar en la opinión “de manera sistemática y coordenada” la idea de una crisis económica estructural. El mismo día, la ministra de la Presidencia la secundó en otro evento afirmando que, en lugar de crisis, lo que hay es “un boicot a la economía”, irónicamente luego de haber levantado la restricción a la venta de carburantes en bidones, que son fáciles de transportar hasta el otro lado de la frontera.

Finalmente, ayer, el ministro de Planificación del Desarrollo afirmó que el país no presenta rasgos de crisis económica, como afirman algunos analistas y sectores sociales, y explicó que para identificar los síntomas en cualquier país “se debe establecer si su economía se ha achicado, si registra altos niveles de desocupación y si hay una acelerada elevación de precios de los productos”. En este punto es inevitable preguntarse si la información sobre estos indicadores es actual y confiable, así como transparente.

Así, en medio de encendidos discursos, acusaciones y justificaciones, a menudo verosímiles, pero no siempre verdaderas, la población boliviana (que, dependiendo del momento, la circunstancia y quién pronuncia el discurso tiene más o menos de “pueblo”) vive en incertidumbre, caldo de cultivo ideal para toda clase de engaños y manipulaciones, artes de las que se han valido, hasta ahora, tanto los opositores de vieja y nueva tradición como los oficialistas.

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ALP: bloqueo y parálisis

Por La Razón

/ 26 de mayo de 2024 / 00:24

Desde hace al menos seis meses, la ALP está en situación de bloqueo y de parálisis decisoria. Más allá de la convocatoria a las elecciones judiciales (todavía inciertas) y la aprobación de algunos créditos y otras leyes menores, la agenda legislativa está atrofiada. Predomina la trifulca entre las facciones del MAS y entre un minoritario oficialismo y el resto de bancadas.

En diciembre pasado, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) suspendió sus sesiones sin resolver temas sustantivos como la cuestionada autoprórroga de los magistrados, los comicios judiciales (que debieron realizarse en 2023) y el ascenso de generales. Pese a que la mayoría de asambleístas decidió continuar trabajando a fin de año, el vicepresidente Choquehuanca, de manera arbitraria, declaró receso legislativo. Así, iniciamos 2024 con una ALP estancada: por mano propia y desde fuera.

Hubo un tiempo en que el partido de gobierno (MAS-IPSP del presidente Morales) tenía mayoría especial de representantes en la Asamblea y decidía en solitario.

En muy pocos casos hubo acuerdos amplios que incorporaran a las minorías de oposición, que eran prescindibles. Hoy la situación es diferente: por efecto de la división interna, el gobierno del presidente Arce perdió su condición mayoritaria. No controla, pues, la agenda legislativa. Y como no sabe, o no quiere, pactar, prescinde de la ALP.

En lo que va del año, solo se logró un acuerdo, in extremis, de todas las bancadas para garantizar la Ley de Elecciones Judiciales 2024. Fue el 2 de febrero, luego de cinco jornadas de diálogo en medio de un bloqueo de caminos. Se acordaron plazos concretos para convocar a los comicios judiciales, aprobar siete proyectos de ley “de financiamiento de la agenda económica” (créditos) y tratar dos proyectos de ley vinculados con los magistrados autoprorrogados. Fue un punto alto de concertación política.

Como resultado de tal acuerdo, se encaminó por consenso la ley de elecciones judiciales y se aprobaron cuatro créditos en Diputados. El arcismo se encargó de que las leyes antiprórroga quedaran hasta hoy en la congeladora y los otros créditos fueron aprobados con pelea y cooptación en Diputados, y con cuentagotas en el Senado. Todo lo demás es disputa, bloqueo, veto y parálisis. La ALP no legisla. Tampoco fiscaliza, ya que una medida cautelar suspendió desde agosto pasado las interpelaciones a ministros.

En esas condiciones, con una Asamblea en crisis, dividida, con muy baja legitimidad y elevado letargo, el Estado de derecho en Bolivia está en cuestión. Las decisiones relevantes las toman los magistrados del TCP y sus salas constitucionales en coordinación con los operadores del Ejecutivo. Este suprapoder pretende disponer incluso sobre atribuciones y competencias del Órgano Electoral. Es urgente e imprescindible desbloquear la ALP y construir acuerdos mínimos de gobernabilidad en un escenario incierto. 

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Amenazas y excesos

La incapacidad de poner freno a los excesos, verbales o no, es el mejor aliciente para que estos aumenten, con todo el costo que ello implica

Por La Razón

/ 23 de mayo de 2024 / 06:36

Probablemente a nadie sorprenda saber que un Estado débil poco a poco va perdiendo la capacidad de garantizar el Estado de derecho, con todo lo que ello implica para la seguridad interna o para los derechos humanos, ambas obligaciones estatales, y con ello también la voluntad de las personas de cumplir la ley. Poblaciones que amparan el narcotráfico o el contrabando son buena muestra.

Tómese, por ejemplo, la feroz resistencia de “la familia gremial”, como le gusta decir a sus líderes, a cualquier norma que endurezca la lucha contra el contrabando o, incluso, la identificación y sanción de las fortunas que son fruto de actividades delictivas, cuando no criminales. Cuesta entender por qué miles de personas que, literalmente, viven al día de vender baratijas y caramelos, se muestran tan preocupadas por protegerse de la vigilancia estatal; lo mismo puede decirse de su preocupación por acceder a más dólares.

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También están las constantes amenazas de varios sectores de los movimientos sociales (divididos, todos ellos, gracias a la acción del partido gobernante), de ejecutar movilizaciones, bloqueos de caminos y otras medidas de presión ante la sola posibilidad de que las instituciones estatales cumplan con lo que indica la norma. Es aún peor cuando el líder afirma que poner límites a la anomia que parece haberse apoderado del partido sería “un genocidio”.

Y si de declaraciones incomprensibles se trata, el mismo líder del partido se causa un daño gravísimo a sí mismo cuando hace afirmaciones más propias de un jefe de la mafia que de un expresidente al tratar de negar que en el Trópico cochabambino campea el narcotráfico: “cuando no sea viceministro, los narcos van a matarlo”, amenaza. Si las mafias del narcotráfico no dominan en la región, ¿por qué habría de temer por su vida la autoridad gubernamental? Si hay conocimiento de que el narco amenaza la vida de una autoridad, ¿por qué no se denuncia ante las instancias competentes?

Habrá quien afirme que se trata solamente de una guerra verbal, en la que es comprensible el exceso, pues se trata de “pegar” más duro que el adversario o de causar temor, pero en todos estos casos, y muchos otros, lo que queda es la evidencia de que autoridades, exautoridades y personas dotadas de notoriedad o poder dicen y hacen cuanto les place porque se ha perdido, de un lado, la necesaria mesura y el respeto por las normas y las personas, y, del otro, la capacidad institucional de poner límite a los comportamientos reñidos con la ley.

Las palabras se las lleva el viento, se dice coloquialmente, pero en los hechos, dependiendo de quien las pronuncia, pueden ser más bien el incentivo para profundizar, en todos los estratos sociales o económicos, el desprecio por los principios y valores, comenzando por los referidos a la democracia y sus instituciones, y terminando en aquellos que permiten la pacífica convivencia social. La incapacidad de poner freno a los excesos, verbales o no, es el mejor aliciente para que estos aumenten, con todo el costo que ello implica.

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Dilemas opositores

Por La Razón

/ 19 de mayo de 2024 / 00:12

Un reciente estudio de opinión pública realizado por el Celag en el país revela importantes percepciones respecto a la oposición política. Estos datos son significativos en medio de los dilemas de las dirigencias opositoras en torno a su reiterado discurso de unidad versus sus prácticas divisorias. Corre cuenta regresiva para las definiciones rumbo al próximo ciclo electoral.

 La encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) incluye tres preguntas sobre el campo de la oposición. Las tres son críticas. La primera tiene que ver con la mentada unidad. ¿Podrá la oposición política unificarse para las elecciones generales 2025? Solo el 28% de las personas consultadas cree que habrá unidad. Hay, pues, un sentimiento mayoritario de escepticismo respecto a la posibilidad de que la oposición logre un candidato único o un frente amplio.

La segunda pregunta se refiere a la expectativa de los votantes opositores sobre el candidato o dirigente más capacitado para derrotar al MAS en las urnas. El 58% de los encuestados espera un candidato nuevo, reniega de las actuales opciones o no sabe. El apoyo a los candidatos en escena (Reyes Villa, Mesa, Cuéllar, Camacho, algún empresario) es muy bajo y estadísticamente irrelevante. No son buenas noticias para la oposición: la gente ve división y ausencia de un liderazgo ganador.

La tercera indagación de opinión pública del Celag es la más sensible. Casi dos tercios de las personas consultadas, nada menos, afirma que cuando la oposición pierde elecciones “no reconoce su derrota y está dispuesta a generar violencia”. Esta conducta antidemocrática de no reconocimiento del resultado electoral y falta de respeto a la institucionalidad, quizás se deba a que algunos candidatos opositores proclaman “fraude” cuando pierden elecciones. Y a veces lo hacen por anticipado, como en 2019.

Estas percepciones mayoritarias de la ciudadanía respecto al actual campo de la oposición son preocupantes. Más todavía en el actual contexto, degradado y contaminado por la división interna en el oficialismo. Y nos lleva a preguntar en qué condiciones llegará el país al próximo ciclo electoral: con un MAS-IPSP fracturado, muy lejos de ser nuevamente un partido dominante; y una oposición fragmentada, que reafirma su debilidad, su carencia de líderes y su falta de propuestas. El escenario es incierto.

Una democracia de calidad requiere partidos democráticos, líderes representativos y sólido pluralismo político, entre otras condiciones. Ello implica que tanto el oficialismo como las oposiciones deben consolidar sus estructuras partidarias, renovar liderazgos y, en especial, diseñar proyectos de futuro y plataformas programáticas. Nada de eso ocurre a poco más de un año de las elecciones 2025. Hoy la disputa política, entre la división, la polarización y la fragmentación, está concentrada en las minucias. Urge cambio de rumbo.

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Riesgo de convulsión

De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces

Por La Razón

/ 16 de mayo de 2024 / 06:25

En menos de una semana, el Gobierno promulgó un decreto supremo y lo abrogó debido a amenazas de movilizaciones y actividades de protesta contra la norma, que, como tantas otras, no había sido promocionada y mucho menos socializada, lo cual permitió que circule abundante desinformación que galvanizó las posiciones de rechazo. El Gobierno dio el paso atrás para evitar la “convulsión”.

Se trata del DS 5143, creado, según autoridades de gobierno, para transparentar los trámites de propiedades en las oficinas de Derechos Reales y desburocratizar el procedimiento, que actualmente puede tardar hasta dos o tres años. Según el viceministro de Defensa del Consumidor, el decreto disponía la bancarización, para pagos en línea, y la interoperabilidad, para el cruce de información entre gobiernos municipales, el Servicio General de Identificación Personal (Segip) y el Servicio de Registro Cívico (Serecí); además, se trataba de la actualización de un decreto promulgado durante el gobierno de Carlos Mesa en 2004.

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Nada de esto es lo que se discutía en las calles y centros de reunión de opositores: se especuló que el decreto serviría para posibilitar la intromisión del Estado en la administración y la tenencia de la propiedad inmueble de privados o que exigiría una nueva certificación para trámites de compra-venta. De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces y se multiplicaban las amenazas de movilizaciones.

Más tardó el Presidente en anunciar la abrogación de la norma que los líderes de las únicas dos fuerzas políticas con representación parlamentaria en salir al espacio público y celebrar la “derrota” del Gobierno. En tiempos de política de suma cero, poco o nada importa la relevancia o necesidad de políticas públicas: todo se reduce a imponer las ideas propias y evitar a cualquier costo las opuestas. Agréguese a ese estado de cosas una gestión gubernamental llena de contradicciones y se produce lo que tantas veces se ha lamentado en este mismo espacio: pérdida de confianza de la población en las instituciones gubernamentales.

La creciente conflictividad, las dirigencias opositoras claramente orientadas a la solución por el desastre y la incapacidad gubernamental para crear y sostener alianzas y consensos (excepto cuando se trata de apropiarse del partido político), son un buen caldo de cultivo para la convulsión, lo cual no significa que haya, en realidad, planes para provocarla y forzar la caída del Gobierno.

En tiempos cuando menudean los discursos desinformadores y polarizadores, además de la memoria reciente de hechos sediciosos, es tentador acusar a la oposición, o a agentes no identificados, de buscar la convulsión; sin embargo, también suele ser evidente que los conflictos pueden ser fabricados con el propósito de influir sobre el ánimo de la población. Identificar quién gana más con la polémica, el conflicto y la abrogación del mentado decreto serviría para señalar quién es el más interesado en que haya miedo por la amenaza de convulsión.

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