Sociedad

Sunday 19 May 2024 | Actualizado a 20:20 PM

Fantasmas rondan en hospitales

Los hospitales del Complejo de Miraflores tienen visitantes eternos

Por La Razón

/ 12 de junio de 2011 / 05:00

Los testimonios de enfermeras, de guardias, porteros y hasta pacientes dan cuenta de que por las noches, entre los corredores, jardines, gradas e inclusive salas donde hay internos se escuchan lamentos, risas, llanto de niños y no pocas veces se observa vagar a personajes que, averiguada la cosa, murieron en el hospital.

La Razón realizó un recorrido por el complejo: el Hospital del Niño, el hospital de la Mujer, la Morgue y del Tórax. Conversó con personas que trabajan, en algún caso, desde hace 30 años en el Hospital General. Por ejemplo, Primitiva Trujillo, quien pasó por varios servicios sin problemas, hasta que la designaron a la sala de hemodiálisis.

«Yo tenía que abrir las pilas de agua para hacer funcionar toda la noche los equipos de diálisis. Una noche, cumplí mi trabajo, pero horas después me hicieron notar que dichas pilas estaban cerradas. Las enfermeras me han reñido bastante». Trujillo recordó entonces que una enfermera le había advertido sobre las acciones de unos duendecillos. «Primi, en las noches, cuando entres a la sala de  máquinas, vas a ir hablando, vas a decirles a los duendecillos: ‘¡Ya, por favor, no me hagan esto, no van a cerrar las piletas, se van a portar bien porque de lo contrario me van a ser regañar!; así te vas a quejar y les vas a hablar’, me ha dicho». La mujer, incrédula, no siguió los consejos.

La responsable de instrumentales cuenta que en ese espacio, donde ahora está la sala de diálisis, hace años se hallaba el maternológico y la sala de refrigeración a donde se llevaba a los niños que perdían la vida. «Ahí han fallecido niños, mujeres y por eso debe ser pesado. Pero ahora ya no les tengo miedo, les hablo a los duendecillos», cuenta Trujillo.

Se dice que el Complejo Hospitalario de Miraflores, que fue construido en 1931, se erige sobre un antiguo cementerio. Los primeros años, el lugar fueron administrado por las monjas de la orden de Santa Ana, sobre las que se teje rumores que hablan de una permanencia aún hoy, como fantasmas en pena.

Los fantasmas, duendecillos y almas provocan miedo entre algunos funcionarios; pero hay algunos, como un médico de apellido Tapia, que no cree en ninguna de estas historias. «Son tonterías, he trabajado varios años aquí y nunca vi nada», desecha.

Otra es la opinión de Sonia, enfermera, quien luego de haber trabajado 23 años sin sobresaltos, hace un mes se llevó «el susto de mi vida». Y cuenta que se quedó dormida en la sala de diálisis, «me he recostado en una cama del piso de arriba y estaba encendida la luz. Dormitaba ya, cuando he sentido claramente que me jalaban los dos pies con mucha fuerza. Desperté sobresaltada, pero  no podía gritar ni hablar, nada, y seguía sintiendo los jalones. Me he asustado muchísimo; si alguien me estaba jugando una broma lo habría visto pues todo estaba iluminado. Tuve que hacer uso de  mucha fuerza para al fin  taparme la cara con la sábana. Recé y entonces volvió la calma».

No sólo fantasmas humanos se pasean por el lugar, a decir de los testigos. También está Pancho, un perro que se crió en el Hospital de Clínicas y que, ya muerto, se hace sentir por los guardias de seguridad nocturna.

Pancho, el perro que espanta a las almas y  acompaña a los policías nocturnos

Uno de los guardias de seguridad del Complejo Hospitalario de Miraflores cuenta que hace seis años cuida los tres nosocomios del Complejo Hospitalario de Miraflores. «Todas las noches camino por el Hospital de la Mujer, el de Clínicas y del Tórax, donde está la morgue». El policía dice no sentirse solo, pues Pancho, un perro negro con matices blancos en la frente y en la punta de la cola, está invariablemente a su lado. Otros de los efectivos policiales asignados para el día y la noche cuentan con él, según dicen otros empleados.

«Sin el Pancho no voy por los rincones de noche, él parece saberlo, pues cuando hay un alma no ladra como para asustar a un ladrón, cuando ve un alma primero se queda quieto, mira entre la oscuridad y empieza a ladrar, se vuelve loco», cuenta el policía.

Mire sus ojos (agarra al can y señala el rostro); son muy salidos, bien saltados están, tantas almas que ve, de cualquiera se pueden salir sus ojos pues», concluye como si se tratase de lo más común. Añade que cuando era niño, le decían que si se topaba con un alma mala, «te puede sopapear, puedes entrar en shock y perder mucha sangre». Por eso «me acompaña el Pancho, él me protege, él me cuida, solito no voy, me da miedo de las almas de las personas que han muerto cuando no era su tiempo».

El guardia recuerda que  hace años, cuando cumplía su servicio en el Hospital del Niño —que se encuentra en el lado izquierdo del Complejo de Miraflores— observó el patio del Hospital General y vio a dos jóvenes que corrían en la oscuridad. «Yo hacía mi ronda y una noche se me ocurrió apoyarme en la ventana del cuarto piso y desde ahí he visto que dos jóvenes de negro que corrían y jugaban. Estaba todo muy oscuro, apenas los divisaba; pero cuando llegaron a la luz se perdieron. Me he helado todo, no he vuelto a mirar».

Es más de medianoche y el policía debe ir por la cancha de la morgue. Pancho se adelanta y de rato en rato se detiene para mirar fijamente en la oscuridad. Unos segundos después gime y se anima a ladrar. «Está viendo almas», concluye el guardia.

Doctores  pasean por los pasillos y se pierden en la oscuridad

Tres hombres, con mandiles blancos de médico, que al parecer charlan entre ellos, recorren en medio de la oscuridad de las instalaciones del Hospital de Clínicas. Quienes dicen haberlos visto, afirman que cuando las figuras se acercan a la luz, simplemente desaparecen. Catalina, que trabaja desde hace 30 años como instrumentista, narra que cierta noche en que le tocó limpiar el pabellón Italia, las enfermeras le pidieron que llamara un médico porque un paciente se había puesto mal.  «Salí corriendo y vi a tres doctores de espaldas por el pasillo. Les he llamado: ‘¡Doctores, doctores, los necesitan en la sala de emergencias¡’ Ninguno se daba la vuelta ni me hacía caso». Ella se preguntó por qué no la escuchaban y «he corrido detrás de ellos; cuando me acercaba, ya casi como para tocarlos, han desaparecido, no había nada», cuenta mientras pone cara de susto pese al tiempo transcurrido. «De miedo me he metido a la sala de emergencias y no he salido más; mis cabellos se han parado, lo he sentido así. Yo estaba detrás de ellos, los he visto muy bien; pero cerca de la luz desaparecieron como por arte de magia».

Pero hay otros fantasmas que tomar en cuenta, dice María, responsable de la limpieza del lugar. Éstos golpean, hacen bulla y caminan en la parte superior de Administración.

Un viernes, relata la señora que llama a «sus» fantasmas trabajadores, al terminar sus tareas escuchó un bullicio. «¿Qué raro, si todos se han ido?», pensó. «Estaba solita y ya me tocaba marcharme, cuando sentí que en el Palomar, como se llama a la parte superior del edificio, había luz y ruido». Seguramente los albañiles, que arreglan de vez en cuando el techo, se han quedado a trabajar, se dijo María. Les gritó para que se retirasen, pues ella ya se iba y no era cosa de dejarlos en el hospital.

«¡Maestro, hasta qué hora van a trabajar!», preguntó y subió las gradas para acercarse más y se sorprendió al encontrar la puerta de acceso con candado. Asustada, «me fui corriendo». 

La enfermera  de capa azul, como las de antes, y que vela por los pacientes de las distintas salas
Las enfermeras del Hospital de Clínicas cuentan que por las noches, siempre  a partir de las dos de la madrugada, una enfermera con capa azul como las que se usaba con frecuencia en el pasado, recorre el lugar siempre con la misma trayectoria:  pasillo central del nosocomio para perderse por la puerta de laboratorio. Lo que asusta es que no tiene cabeza. 

Esta historia fue corroborada por Wilma, una de las asistentes de la sala de Oncología, quien asegura que sus colegas también la vieron siempre por el mismo lugar. «Por los pasillos pasea todas las noches. Parece que le gusta quedarse en el área de laboratorio. Cuando alguien se le acerca, desaparece. Dicen que es la enfermera más antigua y que trabajaba cuando las monjas administraban el hospital y eran muy estrictas. Algunas personas aseguran que entra a las salas a cuidar a los pacientes». El Complejo Hospitalario de Miraflores funcionó entre  1913 y 1993 bajo la administración de las religiosas. Desde entonces pasó a ser autónomo, según informó el doctor Eduardo Chávez, exdirector del nosocomio paceño.

El médico con estetoscopio recorre los pasillos del Hospital del Tórax y los jardines de la morgue

El terreno donde actualmente está el Complejo Hospitalario de Miraflores era conocido como el Valle de los Muertos, porque se cree que antes era un cementerio. En 1913 se empezó a edificar la infraestructura siguiendo el diseño arquitectónico de Emilio Villanueva. En la parte superior del terreno donde se estableció la nueva morgue es donde noche tras noche se ve pasear al que se denomina «Doctor sin cabeza» que, de todas maneras, lleva el estetoscopio colgado en el cuello.

Esta historia es contada por la enfermera del servicio de Oncología y la esposa de Eloy, el portero del nosocomio, que trabaja hace 35 años en el lugar. «Tanta gente que ha muerto, hay pues almas, el doctor sin cabeza que aparece por las noches, se dice que va por los pasillos y los jardines de la morgue. Se lo ve en la oscuridad por su mandil blanco y el estetoscopio que brilla. La cabeza se pierde en la oscuridad, tal vez no la tiene».

Las especulaciones vuelan con la imaginación de la gente. «Algunos dicen que es el jinete sin cabeza —confía la esposa de Eloy—, pero es un médico», se convence.

Hay niños que juegan en las salas o que  lloran en las gradas

Teresa trabaja hace 20 años en el Hospital del Niño. Afirma que jamás había vivido una experiencia como la de hace cuatro años. Una noche, mientras realizaba su recorrido nocturno de visita por las salas de internos, escuchó risas de niños en el piso superior. Pensó que algunos de los pequeños pacientes estaban jugando en medio de la oscuridad, así que, para sorprenderlos, subió en silencio. Cuando más se acercaba, más fuerte era el ruido infantil. Cuando abrió la puerta, no halló a nadie.

«Me he asustado. Un frío me ha estremecido todo el cuerpo. Quedé paralizada porque no había nada. Sé lo que escuché con claridad, alguien jugaba y reía». Al día siguiente pensó que era una locura, algo imposible; «pero la portera me reclamó por la bulla que esos niños hicieron toda la noche».

La noticia de niños  que ríen o que lloran en las salas o en las gradas de los nosocomios es frecuente. Nelly, enfermera del Hospital del Tórax,  cuenta que cuando estaba designada en el área de Neurología escuchó el llanto de una pequeña en las gradas. «Salí y la vi, parecía tener unos 11 años, estaba de espaldas. Me acerqué a ver qué le pasaba, pero ya no estaba allí.

He salido corriendo y he pedido que me cambien de servicio».

Algunos padres de familia y funcionarios aseguran haber visto en las rampas del Hospital del Niño a una enfermera en el afán de hacer su paseo nocturno. Se cree que es el espíritu de una antigua funcionaria, que quería mucho a los niños y que por eso persiste en estar junto a ellos por las noches.

Otro ente es La Viuda del General, bautizada como tal por Eloy, el portero del Hospital General. La describe como a una mujer delgada a quien confundió con una enfermera la noche que la divisó en el jardín y la siguió hasta la sala de cirugía. El sereno cuenta que la mujer ingresó al lugar y él por detrás, pero no la vio más. Preguntó a un paciente si la había visto y él le respondió que a nadie.

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Dilemas opositores

Por La Razón

/ 19 de mayo de 2024 / 00:12

Un reciente estudio de opinión pública realizado por el Celag en el país revela importantes percepciones respecto a la oposición política. Estos datos son significativos en medio de los dilemas de las dirigencias opositoras en torno a su reiterado discurso de unidad versus sus prácticas divisorias. Corre cuenta regresiva para las definiciones rumbo al próximo ciclo electoral.

 La encuesta del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag) incluye tres preguntas sobre el campo de la oposición. Las tres son críticas. La primera tiene que ver con la mentada unidad. ¿Podrá la oposición política unificarse para las elecciones generales 2025? Solo el 28% de las personas consultadas cree que habrá unidad. Hay, pues, un sentimiento mayoritario de escepticismo respecto a la posibilidad de que la oposición logre un candidato único o un frente amplio.

La segunda pregunta se refiere a la expectativa de los votantes opositores sobre el candidato o dirigente más capacitado para derrotar al MAS en las urnas. El 58% de los encuestados espera un candidato nuevo, reniega de las actuales opciones o no sabe. El apoyo a los candidatos en escena (Reyes Villa, Mesa, Cuéllar, Camacho, algún empresario) es muy bajo y estadísticamente irrelevante. No son buenas noticias para la oposición: la gente ve división y ausencia de un liderazgo ganador.

La tercera indagación de opinión pública del Celag es la más sensible. Casi dos tercios de las personas consultadas, nada menos, afirma que cuando la oposición pierde elecciones “no reconoce su derrota y está dispuesta a generar violencia”. Esta conducta antidemocrática de no reconocimiento del resultado electoral y falta de respeto a la institucionalidad, quizás se deba a que algunos candidatos opositores proclaman “fraude” cuando pierden elecciones. Y a veces lo hacen por anticipado, como en 2019.

Estas percepciones mayoritarias de la ciudadanía respecto al actual campo de la oposición son preocupantes. Más todavía en el actual contexto, degradado y contaminado por la división interna en el oficialismo. Y nos lleva a preguntar en qué condiciones llegará el país al próximo ciclo electoral: con un MAS-IPSP fracturado, muy lejos de ser nuevamente un partido dominante; y una oposición fragmentada, que reafirma su debilidad, su carencia de líderes y su falta de propuestas. El escenario es incierto.

Una democracia de calidad requiere partidos democráticos, líderes representativos y sólido pluralismo político, entre otras condiciones. Ello implica que tanto el oficialismo como las oposiciones deben consolidar sus estructuras partidarias, renovar liderazgos y, en especial, diseñar proyectos de futuro y plataformas programáticas. Nada de eso ocurre a poco más de un año de las elecciones 2025. Hoy la disputa política, entre la división, la polarización y la fragmentación, está concentrada en las minucias. Urge cambio de rumbo.

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Riesgo de convulsión

De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces

Por La Razón

/ 16 de mayo de 2024 / 06:25

En menos de una semana, el Gobierno promulgó un decreto supremo y lo abrogó debido a amenazas de movilizaciones y actividades de protesta contra la norma, que, como tantas otras, no había sido promocionada y mucho menos socializada, lo cual permitió que circule abundante desinformación que galvanizó las posiciones de rechazo. El Gobierno dio el paso atrás para evitar la “convulsión”.

Se trata del DS 5143, creado, según autoridades de gobierno, para transparentar los trámites de propiedades en las oficinas de Derechos Reales y desburocratizar el procedimiento, que actualmente puede tardar hasta dos o tres años. Según el viceministro de Defensa del Consumidor, el decreto disponía la bancarización, para pagos en línea, y la interoperabilidad, para el cruce de información entre gobiernos municipales, el Servicio General de Identificación Personal (Segip) y el Servicio de Registro Cívico (Serecí); además, se trataba de la actualización de un decreto promulgado durante el gobierno de Carlos Mesa en 2004.

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Nada de esto es lo que se discutía en las calles y centros de reunión de opositores: se especuló que el decreto serviría para posibilitar la intromisión del Estado en la administración y la tenencia de la propiedad inmueble de privados o que exigiría una nueva certificación para trámites de compra-venta. De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces y se multiplicaban las amenazas de movilizaciones.

Más tardó el Presidente en anunciar la abrogación de la norma que los líderes de las únicas dos fuerzas políticas con representación parlamentaria en salir al espacio público y celebrar la “derrota” del Gobierno. En tiempos de política de suma cero, poco o nada importa la relevancia o necesidad de políticas públicas: todo se reduce a imponer las ideas propias y evitar a cualquier costo las opuestas. Agréguese a ese estado de cosas una gestión gubernamental llena de contradicciones y se produce lo que tantas veces se ha lamentado en este mismo espacio: pérdida de confianza de la población en las instituciones gubernamentales.

La creciente conflictividad, las dirigencias opositoras claramente orientadas a la solución por el desastre y la incapacidad gubernamental para crear y sostener alianzas y consensos (excepto cuando se trata de apropiarse del partido político), son un buen caldo de cultivo para la convulsión, lo cual no significa que haya, en realidad, planes para provocarla y forzar la caída del Gobierno.

En tiempos cuando menudean los discursos desinformadores y polarizadores, además de la memoria reciente de hechos sediciosos, es tentador acusar a la oposición, o a agentes no identificados, de buscar la convulsión; sin embargo, también suele ser evidente que los conflictos pueden ser fabricados con el propósito de influir sobre el ánimo de la población. Identificar quién gana más con la polémica, el conflicto y la abrogación del mentado decreto serviría para señalar quién es el más interesado en que haya miedo por la amenaza de convulsión.

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Día del Periodista

Por La Razón

/ 12 de mayo de 2024 / 00:57

El 10 de mayo, las y los periodistas de Bolivia recordamos nuestro día. ¿Hay algo que celebrar?, nos preguntamos. Y sí, existen motivos. Pero también hay nubarrones para el oficio. Por ello, más allá de los homenajes, fue un día de balance y reflexión. ¿En qué condiciones realizamos nuestra labor? ¿Cuánto aportamos a la conversación pública en democracia? ¿Cómo nos ve la sociedad?

Hace más de ochenta años, en 1938, el presidente Germán Busch promulgó un decreto supremo – luego elevado a rango de ley– que creaba la Caja de pensiones, jubilaciones y montepíos de los trabajadores asalariados de la prensa. No fue una concesión, sino una conquista como resultado de años de exigencia de derechos. Así, el 10 de mayo fue declarado Día del Periodista. Tiempo después, en 1953, un decreto supremo del presidente Víctor Paz Estenssoro estableció ese día como feriado para los periodistas.

De ese modo, cada 10 de mayo las y los periodistas revindicamos nuestro oficio y recibimos homenajes, salutaciones, reconocimientos. Es como un día destinado a elogiar el lugar que ocupa el periodismo en una sociedad democrática. Celebramos pues que, pese a dificultades y condiciones adversas, seguimos en el empeño diario de brindar información y opiniones como insumo para la deliberación colectiva. Sostenemos asimismo la necesidad de garantizar la libertad de expresión y el derecho a la información.

Pero el Día del Periodista es, o debiera ser, además, una ocasión propicia para el balance, para mirarnos puertas adentro y evaluar nuestro desempeño. Este ineludible ejercicio frente al espejo no puede ser autocomplaciente ni tampoco de solo flagelación, sino autocrítico. Para empezar, es importante evaluar las condiciones difíciles, a veces precarias, en las que estamos realizando nuestro trabajo, en un contexto donde las nuevas tecnologías digitales plantean serios desafíos a los medios de comunicación.

Es preocupante asimismo para el oficio periodístico el escenario de crisis no solo político-institucional en el país, sino también la complicada situación económica. Trabajamos en medio de la incertidumbre, sin horizonte de futuro. Y somos parte de la persistente polarización, que bloquea el diálogo plural y dinamita los puentes de encuentro. Diferentes estudios de opinión señalan que la ciudadanía y los liderazgos ven a los medios como promotores del enfrentamiento. Y hasta nos perciben como actores políticos.

¿Cuánto estamos contribuyendo, en el día a día, a la convivencia en democracia? ¿Cómo mejorar nuestras condiciones de trabajo, libres de presiones y amenazas? Y la pregunta esencial: ¿estamos haciendo buen periodismo, conforme a nuestros códigos de ética o, más bien, un periodismo instrumental, con arreglo a nuestra propia agenda y otros intereses? Hay que celebrar el Día del Periodista con llamamiento urgente para cuidar el oficio y, entre otras cosas, frenar la degradación de nuestras asociaciones. 

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El MAS y la crisis

La democracia, o las formas que la hacen legítima, importan cada día menos

Por La Razón

/ 9 de mayo de 2024 / 06:39

Para nadie debe ser desconocido que el Movimiento al Socialismo (MAS) es la fuerza política más importante de las últimas décadas y el único partido con estructura y potencia suficientes para intervenir en todas las esferas de la vida pública. Sin embargo, precisamente por estos atributos, la feroz lucha que han desatado sus dirigentes no solo afecta al partido, sino a todo el Estado.

Más tardó en terminar el X Congreso del partido, el domingo, en la ciudad de El Alto, convocado por el “ala arcista” del partido, que portavoces del “ala evista” en descalificar el encuentro de la peor forma posible y amenazar con todo tipo de recursos, legales y no, para impedir que las decisiones acordadas lleguen a materializarse.

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No es para menos: se ha elegido a un nuevo jefe nacional del partido, honor que recayó en Gróver García, dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), afín al presidente Arce, y se ha decidido revisar el estatuto del MAS para eliminar la disposición que concede la dirección vitalicia del partido al expresidente Evo Morales y para eliminar la restricción de antigüedad como militante para asumir cualquier candidatura.

Para que el congreso masista pudiese llevarse a cabo y que contase con la presencia de veedores del Tribunal Supremo Electoral (TSE), hizo falta que una Sala Constitucional de La Paz ordenase al Órgano Electoral cumplir con el artículo 30 de la Ley de Partidos Políticos. Entre analistas y opinadores de todas las tendencias hubo consenso en que se trata de un nuevo “fallo a la carta”, de los que menudean desde que los magistrados del Órgano Judicial decidieran autoprorrogarse.

A esta evidente muestra de injerencia de un órgano sobre otro (primero el Ejecutivo sobre el Judicial y luego éste sobre el Electoral), se suma la cantidad de ocasiones en que delegados y portavoces del evismo han descalificado al TSE y sus resoluciones por ser contrarias a sus intereses y expectativas. La democracia, o las formas que la hacen legítima, importan cada día menos.

Súmese a este estado de cosas la previsible pugna que se desatará en la Sala Plena del TSE cuando algunos vocales intenten incidir en favor de uno u otro aspirante a candidato. Entonces, las acusaciones y descalificaciones que hoy se sugieren, serán amplificadas, dañando de manera feroz la credibilidad y reputación del órgano llamado constitucionalmente a administrar los procesos que dan sustento al sistema democrático boliviano y a dar legitimidad a las autoridades electas.

A estas alturas de la lucha es, pues, evidente que sin importar el tono y el contenido de los mensajes que una y otra facción del MAS publicitan, lo verdaderamente central para ambas partes es asegurar que el candidato propio llegue a la papeleta y/o que el contrincante no lo logre. Si para tal fin tienen que terminar de romper la institucionalidad del Estado, no dudarán en hacerlo, y eso son malas noticias.

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Democracia en riesgo

Por La Razón

/ 5 de mayo de 2024 / 00:34

La reciente decisión de una sala constitucional en torno al “congreso del MAS-IPSP” convocado por dirigentes de la facción arcista constituye una tosca injerencia en las competencias del TSE. Y cruza un límite que pone en riesgo no solo la institucionalidad electoral, sino la propia democracia. Es fundamental ponerle freno antes de que conduzca a una deriva autoritaria.

 Una de las condiciones fundamentales de un Estado de Derecho es la autonomía e independencia de los órganos del poder público, además de su separación. Cuando uno o más órganos se subordinan a otro o surge una especie de suprapoder, esa estructura y organización funcional del Estado se resquebraja. Asimismo, cuando el sistema de gobierno empieza a depender de decisiones arbitrarias e inconstitucionales, la democracia está en riesgo. Estamos transitando ese muy peligroso umbral en el país.

En nuestro proceso de construcción y reforma estatal, no es nuevo que el Legislativo dependa de los mandatos del Ejecutivo. Tampoco es raro que la administración de justicia esté subordinada al poder político y a poderes fácticos. Lo crítico es que surja un suprapoder que imponga sucesivos fallos por fuera del marco constitucional y pisoteando la institucionalidad democrática. Desde el año pasado hay un suprapoder en Bolivia que, en consorcio con actores políticos, opera desde el TCP y algunas salas constitucionales.

A punta de sentencias, declaraciones y autos constitucionales, y algunas acciones de defensa, un arriesgado suprapoder está llevando a límites insostenibles el funcionamiento de los órganos del poder público y del sistema de gobierno. Así, bloquearon las elecciones judiciales, suspendieron las funciones de fiscalización de la ALP, se autoprorrogaron, beneficiaron a terratenientes y ahora están emitiendo “instrucciones” sobre las organizaciones políticas y los procesos electorales. Es inaceptable.

Es muy complicado y sensible para el TSE gestionar las disputas internas en los partidos, en especial en este momento la batalla entre facciones en el MAS-IPSP. Debe hacerlo en estricto cumplimiento de la Ley de Organizaciones Políticas y de los estatutos partidarios. ¿Qué ocurre cuando una sala constitucional, desde su filiación política, impone acciones que violan la normativa y vulneran las atribuciones del organismo electoral? Eso es lo que acaban de hacer, sin sonrojarse, los vocales Campero y Angles.

En un pronunciamiento difundido este viernes, las autoridades del Órgano Electoral Plurinacional exigen con timidez el respeto a la independencia de poderes para garantizar la democracia en el país. No es una exigencia menor. En realidad, se está advirtiendo que, si magistrados y jueces continúan perforando el sistema y la institucionalidad electoral, la democracia boliviana está en riesgo. Es fundamental que la disputa política no termine derrumbando el orden constitucional y el régimen democrático.

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