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Friday 17 May 2024 | Actualizado a 05:46 AM

‘Bolivia puede ser el modelo conciliador de formas de desarrollo’

Boaventura de Souza - El cientista social portugués estuvo en La Paz con un grupo binacional de estudios, boliviano-ecuatoriano, trabajando sobre conceptos del Estado Plurinacional. El martes 30 compartió la testera con el ministro de la Presidencia, Carlos Romero, durante un debate auspiciado por Oxfam y Cides-UMSA, sobre los desafíos que plantea la consolidación de estado plurinacional. Poco antes, concedió una entrevista exclusiva a La Razón.

Por La Razón

/ 4 de septiembre de 2011 / 05:00

— Ud. es conocedor de las realidades políticas del continente, ¿qué paralelos se pueden establecer con Bolivia?
— Un paralelo sería con Ecuador. Ambos redactaron nuevas constituciones entre 2008 y 2009, que apuntan a un cambio en el paradigma de Estado, hacia el Estado Plurinacional. Es una idea vigente en Suiza y en países de África, pero aquí causa polémica al combinar el concepto liberal de nación cívica con la existencia de naciones étnico-culturales. El debate existe en la ONU, pero nunca fue consagrado en una Constitución sudamericana.

Otra semejanza es que sus gobiernos llegan al poder tras grandes movilizaciones, quizás más fuertes en Bolivia. Son gobiernos que nacen  de movilizaciones a favor del cambio y que tienen rasgos radicales: apuntan a un Estado Plurinacional y consagran otros modos de desarrollo. Por primera vez en las constituciones modernas, usan términos indígenas para declarar sus propósitos, conceptos como Pachamama.

Como procesos de izquierda, ambos entran en el continuo de gobiernos similares en el continente. Otros fueron bloqueados, como en Honduras. Fue una época de gobiernos progresistas aunque cada uno está pasando por sus crisis particulares.

Después hay un montón de diferencias. Aquí en Bolivia, la movilización indígena es muy organizada, y ha llevado a un indígena a la presidencia. Aquí hay una legitimidad histórica que no tiene paralelo en ningún otro país. Esto caracteriza a Bolivia.

— En el desarrollo de un proceso de gobierno, ¿el componente indígena causa tensiones? ¿Es una ventaja o una desventaja?
— En un proceso político no podemos pensar en términos de ventaja o desventaja sino, en la estructura misma del proceso. Hasta ahora el componente indígena ha sido muy fuerte y es de esperar que siga siendo importante.

No podemos pensar que los indígenas fueron cruciales para traer al presidente Evo Morales al Gobierno y ahora son un obstáculo al desarrollo. Eso no es coherente desde un punto de vista político porque las ideas de los indígenas eran bien conocidas, el pacto de unidad que sigue vigente.

Con todas sus debilidades, este marco de unidad es notable a nivel mundial. Yo trabajo en varios continentes y puedo decir eso.

— No es coherente ver al componente indígena como un obstáculo al desarrollo, ¿eso está ocurriendo en el país?
— Hay polarización por la idea de que hay un marco de desarrollo estatal con el que los indígenas no están de acuerdo, y que se manifiesta en el tema del TIPNIS. Pero ésa es la punta de la pirámide.
Si miramos las demandas de los indígenas, no están centradas en el TIPNIS. Las organizaciones se dieron cuenta de que luego vienen otros proyectos extractivistas y de integración que no consideran lo que está en la Constitución, incluso elementos consagrados internacionalmente, como el derecho a la consulta.

El que no se haya hecho una consulta a los indígenas sobre la ruta, es anticonstitucional. No hay una manera dulce de decirlo. Sobre todo con tierras indígenas, nada puede afectarlas sin consulta previa. Según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, cuando un proyecto puede afectar de manera decisiva a los pueblos indígenas, más que consulta, se busca consentimiento. Hay polarización, pero hay espacio para las soluciones.

Hay necesidad de generar riqueza, este Gobierno lo dice y está en la Constitución: generar riqueza para distribuirla mejor. Pero también dice que no se puede producir riqueza a cualquier precio. Hay que respetar la Madre Tierra, el Vivir Bien, las autonomías indígenas y sus cosmovisiones.

Hay que respetar el hecho de que la economía es plural y que existe tanto la economía capitalista privada, como la economía cooperativa, asociativa, comunal, y todas están protegidas. La genialidad de esta Constitución es su apego a la compatibilidad de esas diferentes formas.

Es una Constitución de transición, no se pasa de un capitalismo dependiente, oligárquico y extractivista, a un modelo de desarrollo que unos podrían llamar Socialismo del Siglo XXI, pero que otros dicen que será simplemente otra manera de hacer capitalismo con un rostro más humano después de la crisis financiera de 2008.

En Europa el rostro humano del capitalismo se está derrumbando. Pero la idea es compatibilizar la generación de riqueza, no se trata de impedir que los hidrocarburos sean explotados.

Se debe buscar que la producción no afecte de una manera definitiva a los indígenas, que los beneficios sean distribuidos también entre ellos de maneras concretas, y que ellos puedan decidir su posición sobre los proyectos.

— ¿El Gobierno tiene que modificar sus proyectos o los indígenas tienen que pensar en el país como un todo?
— Es una cuestión realmente fuerte. Se dice que los indígenas están replegados en sus demandas y no miran al interés nacional. Pero no es tan así. En (la cumbre de) Tiquipaya se dijo que las luchas indígenas no son sólo buenas para ellos, sino para el mundo. Lo que suceda con el TIPNIS y con la oposición indígena a proyectos en  otros países es bueno para el mundo, debido a la crisis ambiental en la que hemos entrado.

Si los indígenas formulan sus demandas de manera defensiva, no es porque están mirando sólo su interés, porque no se puede decir que sus intereses sean válidos sólo para esas comunidades.

Y el Gobierno también asume la polarización, sin dar cuenta de sus diferencias internas. Yo trabajo con el Gobierno y veo que hay sensibilidades distintas. Hay gente que piensa que es posible compatibilizar la generación de riqueza con el respeto a la Madre Tierra.

Es necesario, para responder a su pregunta, que las dos partes cedan en alguna medida. No será bueno para el país si una parte gana todo y la otra pierde todo.

Van a tener que negociar y ceder. En este momento se está buscando la manera de negociar. Está claro que Bolivia está a punto de ser un modelo universal. Desde aquí uno no  se da cuenta de la importancia de este asunto.

Bolivia puede ser el primer experimento internacional de conciliación entre las posibilidades y formas de desarrollo para mejorar la vida de las personas, con el respeto por la naturaleza, los indígenas, y la diversidad cultural y económica que hay en el mundo. Se habla de esto en India, y el debate es el mismo. La postura productivista de una fase del capitalismo global, que piensa que  la inversión más segura es la compra de tierra, a cualquier precio. Brasil acaba de comprar millones de hectáreas en Mozambique. Se trata de acaparar tierra, land grabbing, según el concepto con el que esto se nombra en la ONU.

Es una nueva forma de capitalismo. Yo estoy tratando de analizarla porque trae, de nuevo, un componente de ocupación. Lo que caracterizaba al colonialismo era dominar mediante la ocupación, al contrario del imperialismo que no ocupa. Estos intereses desplazan a los campesinos.

Entonces, lo que veo, es que hay que ceder recíprocamente, y hay soluciones. Estamos a punto de tener una solución honrosa para las dos partes que es otro trazo para la carretera.

— ¿Y cuál es la dificultad para alcanzar un acuerdo de ese tipo?
— El viejo Estado entra en escena. El Estado Plurinacional aún es un proyecto. Lo que existe es un Estado colonial que demoniza a los indígenas. Un gobierno dirigido por un indígena, demoniza a los indígenas diciendo que son manipulados por ONG. No sería fácil decirlo ante un movimiento minero u obrero, pero es porque detrás está la filosofía colonial de que el indígena debe ser tutelado.

No digo que las ONG no sean un problema. Pueden promover el bienestar allí donde los Estados no lo materializan, pero también pueden ser un instrumento que interfiere en la soberanía y los objetivos políticos de un país.  No se puede generalizar, pero por ejemplo, en algunos países de África, se ha reglamentado la actividad de las ONG.

El problema es cuando imponen sus propias agendas. Incluso si las decisiones son de los propios indígenas y son apoyados económicamente por una ONG, no veo un problema.  En donde veo un problema es en que estamos en un período de ‘contrainsurgencia’ del Gobierno estadounidense en el continente.

La intervención regional adopta varias facetas

De Souza asegura no tener dudas. En Sudamérica, la década del 2000 permitió crecer a los gobiernos progresistas en parte porque «el imperio norteamericano estaba distraído en Oriente Medio», pero al final de ese periodo, regresó. «Lo hizo de dos maneras. Con el golpe en Honduras y con las siete bases militares en Colombia, que fueron una respuesta al cierre de la base de Manta, en Ecuador».

Desde entonces, manifiesta, la interferencia en el continente entró en una tercera fase, «en términos recientes, es decir, después de la Revolución cubana».

Explica que en los ‘60, adoptó la forma de Alianza para el Progreso, que era apoyo al desarrollo de los Estados «amigos». Siguió el periodo de las dictaduras, y finalmente, ya en democracia, la intervención es «local». «USAID y sus subsidiarias invierten mucho en provincias de los diferentes países para proyectos de desarrollo local. Tiene un lado benéfico, pero también promueve la hostilidad hacia los gobiernos progresistas».

Para EEUU es imperdonable que haya gobiernos progresistas de izquierda con una retórica antiimperialista, aunque tengan una práctica diferente, asegura. Incluso al Brasil gobernado por Lula, lo miraban con distancia, por su aspiración a potencia regional. Un ejemplo de esa voluntad subimperial brasileña sería la ruta por el TIPNIS que «es parte de la Iniciativa de Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (Iirsa).

 

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Riesgo de convulsión

De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces

Por La Razón

/ 16 de mayo de 2024 / 06:25

En menos de una semana, el Gobierno promulgó un decreto supremo y lo abrogó debido a amenazas de movilizaciones y actividades de protesta contra la norma, que, como tantas otras, no había sido promocionada y mucho menos socializada, lo cual permitió que circule abundante desinformación que galvanizó las posiciones de rechazo. El Gobierno dio el paso atrás para evitar la “convulsión”.

Se trata del DS 5143, creado, según autoridades de gobierno, para transparentar los trámites de propiedades en las oficinas de Derechos Reales y desburocratizar el procedimiento, que actualmente puede tardar hasta dos o tres años. Según el viceministro de Defensa del Consumidor, el decreto disponía la bancarización, para pagos en línea, y la interoperabilidad, para el cruce de información entre gobiernos municipales, el Servicio General de Identificación Personal (Segip) y el Servicio de Registro Cívico (Serecí); además, se trataba de la actualización de un decreto promulgado durante el gobierno de Carlos Mesa en 2004.

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Nada de esto es lo que se discutía en las calles y centros de reunión de opositores: se especuló que el decreto serviría para posibilitar la intromisión del Estado en la administración y la tenencia de la propiedad inmueble de privados o que exigiría una nueva certificación para trámites de compra-venta. De nada sirvieron las escasas y tardías explicaciones de algunas autoridades, el rumor había echado raíces y se multiplicaban las amenazas de movilizaciones.

Más tardó el Presidente en anunciar la abrogación de la norma que los líderes de las únicas dos fuerzas políticas con representación parlamentaria en salir al espacio público y celebrar la “derrota” del Gobierno. En tiempos de política de suma cero, poco o nada importa la relevancia o necesidad de políticas públicas: todo se reduce a imponer las ideas propias y evitar a cualquier costo las opuestas. Agréguese a ese estado de cosas una gestión gubernamental llena de contradicciones y se produce lo que tantas veces se ha lamentado en este mismo espacio: pérdida de confianza de la población en las instituciones gubernamentales.

La creciente conflictividad, las dirigencias opositoras claramente orientadas a la solución por el desastre y la incapacidad gubernamental para crear y sostener alianzas y consensos (excepto cuando se trata de apropiarse del partido político), son un buen caldo de cultivo para la convulsión, lo cual no significa que haya, en realidad, planes para provocarla y forzar la caída del Gobierno.

En tiempos cuando menudean los discursos desinformadores y polarizadores, además de la memoria reciente de hechos sediciosos, es tentador acusar a la oposición, o a agentes no identificados, de buscar la convulsión; sin embargo, también suele ser evidente que los conflictos pueden ser fabricados con el propósito de influir sobre el ánimo de la población. Identificar quién gana más con la polémica, el conflicto y la abrogación del mentado decreto serviría para señalar quién es el más interesado en que haya miedo por la amenaza de convulsión.

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Día del Periodista

Por La Razón

/ 12 de mayo de 2024 / 00:57

El 10 de mayo, las y los periodistas de Bolivia recordamos nuestro día. ¿Hay algo que celebrar?, nos preguntamos. Y sí, existen motivos. Pero también hay nubarrones para el oficio. Por ello, más allá de los homenajes, fue un día de balance y reflexión. ¿En qué condiciones realizamos nuestra labor? ¿Cuánto aportamos a la conversación pública en democracia? ¿Cómo nos ve la sociedad?

Hace más de ochenta años, en 1938, el presidente Germán Busch promulgó un decreto supremo – luego elevado a rango de ley– que creaba la Caja de pensiones, jubilaciones y montepíos de los trabajadores asalariados de la prensa. No fue una concesión, sino una conquista como resultado de años de exigencia de derechos. Así, el 10 de mayo fue declarado Día del Periodista. Tiempo después, en 1953, un decreto supremo del presidente Víctor Paz Estenssoro estableció ese día como feriado para los periodistas.

De ese modo, cada 10 de mayo las y los periodistas revindicamos nuestro oficio y recibimos homenajes, salutaciones, reconocimientos. Es como un día destinado a elogiar el lugar que ocupa el periodismo en una sociedad democrática. Celebramos pues que, pese a dificultades y condiciones adversas, seguimos en el empeño diario de brindar información y opiniones como insumo para la deliberación colectiva. Sostenemos asimismo la necesidad de garantizar la libertad de expresión y el derecho a la información.

Pero el Día del Periodista es, o debiera ser, además, una ocasión propicia para el balance, para mirarnos puertas adentro y evaluar nuestro desempeño. Este ineludible ejercicio frente al espejo no puede ser autocomplaciente ni tampoco de solo flagelación, sino autocrítico. Para empezar, es importante evaluar las condiciones difíciles, a veces precarias, en las que estamos realizando nuestro trabajo, en un contexto donde las nuevas tecnologías digitales plantean serios desafíos a los medios de comunicación.

Es preocupante asimismo para el oficio periodístico el escenario de crisis no solo político-institucional en el país, sino también la complicada situación económica. Trabajamos en medio de la incertidumbre, sin horizonte de futuro. Y somos parte de la persistente polarización, que bloquea el diálogo plural y dinamita los puentes de encuentro. Diferentes estudios de opinión señalan que la ciudadanía y los liderazgos ven a los medios como promotores del enfrentamiento. Y hasta nos perciben como actores políticos.

¿Cuánto estamos contribuyendo, en el día a día, a la convivencia en democracia? ¿Cómo mejorar nuestras condiciones de trabajo, libres de presiones y amenazas? Y la pregunta esencial: ¿estamos haciendo buen periodismo, conforme a nuestros códigos de ética o, más bien, un periodismo instrumental, con arreglo a nuestra propia agenda y otros intereses? Hay que celebrar el Día del Periodista con llamamiento urgente para cuidar el oficio y, entre otras cosas, frenar la degradación de nuestras asociaciones. 

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El MAS y la crisis

La democracia, o las formas que la hacen legítima, importan cada día menos

Por La Razón

/ 9 de mayo de 2024 / 06:39

Para nadie debe ser desconocido que el Movimiento al Socialismo (MAS) es la fuerza política más importante de las últimas décadas y el único partido con estructura y potencia suficientes para intervenir en todas las esferas de la vida pública. Sin embargo, precisamente por estos atributos, la feroz lucha que han desatado sus dirigentes no solo afecta al partido, sino a todo el Estado.

Más tardó en terminar el X Congreso del partido, el domingo, en la ciudad de El Alto, convocado por el “ala arcista” del partido, que portavoces del “ala evista” en descalificar el encuentro de la peor forma posible y amenazar con todo tipo de recursos, legales y no, para impedir que las decisiones acordadas lleguen a materializarse.

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No es para menos: se ha elegido a un nuevo jefe nacional del partido, honor que recayó en Gróver García, dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), afín al presidente Arce, y se ha decidido revisar el estatuto del MAS para eliminar la disposición que concede la dirección vitalicia del partido al expresidente Evo Morales y para eliminar la restricción de antigüedad como militante para asumir cualquier candidatura.

Para que el congreso masista pudiese llevarse a cabo y que contase con la presencia de veedores del Tribunal Supremo Electoral (TSE), hizo falta que una Sala Constitucional de La Paz ordenase al Órgano Electoral cumplir con el artículo 30 de la Ley de Partidos Políticos. Entre analistas y opinadores de todas las tendencias hubo consenso en que se trata de un nuevo “fallo a la carta”, de los que menudean desde que los magistrados del Órgano Judicial decidieran autoprorrogarse.

A esta evidente muestra de injerencia de un órgano sobre otro (primero el Ejecutivo sobre el Judicial y luego éste sobre el Electoral), se suma la cantidad de ocasiones en que delegados y portavoces del evismo han descalificado al TSE y sus resoluciones por ser contrarias a sus intereses y expectativas. La democracia, o las formas que la hacen legítima, importan cada día menos.

Súmese a este estado de cosas la previsible pugna que se desatará en la Sala Plena del TSE cuando algunos vocales intenten incidir en favor de uno u otro aspirante a candidato. Entonces, las acusaciones y descalificaciones que hoy se sugieren, serán amplificadas, dañando de manera feroz la credibilidad y reputación del órgano llamado constitucionalmente a administrar los procesos que dan sustento al sistema democrático boliviano y a dar legitimidad a las autoridades electas.

A estas alturas de la lucha es, pues, evidente que sin importar el tono y el contenido de los mensajes que una y otra facción del MAS publicitan, lo verdaderamente central para ambas partes es asegurar que el candidato propio llegue a la papeleta y/o que el contrincante no lo logre. Si para tal fin tienen que terminar de romper la institucionalidad del Estado, no dudarán en hacerlo, y eso son malas noticias.

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Democracia en riesgo

Por La Razón

/ 5 de mayo de 2024 / 00:34

La reciente decisión de una sala constitucional en torno al “congreso del MAS-IPSP” convocado por dirigentes de la facción arcista constituye una tosca injerencia en las competencias del TSE. Y cruza un límite que pone en riesgo no solo la institucionalidad electoral, sino la propia democracia. Es fundamental ponerle freno antes de que conduzca a una deriva autoritaria.

 Una de las condiciones fundamentales de un Estado de Derecho es la autonomía e independencia de los órganos del poder público, además de su separación. Cuando uno o más órganos se subordinan a otro o surge una especie de suprapoder, esa estructura y organización funcional del Estado se resquebraja. Asimismo, cuando el sistema de gobierno empieza a depender de decisiones arbitrarias e inconstitucionales, la democracia está en riesgo. Estamos transitando ese muy peligroso umbral en el país.

En nuestro proceso de construcción y reforma estatal, no es nuevo que el Legislativo dependa de los mandatos del Ejecutivo. Tampoco es raro que la administración de justicia esté subordinada al poder político y a poderes fácticos. Lo crítico es que surja un suprapoder que imponga sucesivos fallos por fuera del marco constitucional y pisoteando la institucionalidad democrática. Desde el año pasado hay un suprapoder en Bolivia que, en consorcio con actores políticos, opera desde el TCP y algunas salas constitucionales.

A punta de sentencias, declaraciones y autos constitucionales, y algunas acciones de defensa, un arriesgado suprapoder está llevando a límites insostenibles el funcionamiento de los órganos del poder público y del sistema de gobierno. Así, bloquearon las elecciones judiciales, suspendieron las funciones de fiscalización de la ALP, se autoprorrogaron, beneficiaron a terratenientes y ahora están emitiendo “instrucciones” sobre las organizaciones políticas y los procesos electorales. Es inaceptable.

Es muy complicado y sensible para el TSE gestionar las disputas internas en los partidos, en especial en este momento la batalla entre facciones en el MAS-IPSP. Debe hacerlo en estricto cumplimiento de la Ley de Organizaciones Políticas y de los estatutos partidarios. ¿Qué ocurre cuando una sala constitucional, desde su filiación política, impone acciones que violan la normativa y vulneran las atribuciones del organismo electoral? Eso es lo que acaban de hacer, sin sonrojarse, los vocales Campero y Angles.

En un pronunciamiento difundido este viernes, las autoridades del Órgano Electoral Plurinacional exigen con timidez el respeto a la independencia de poderes para garantizar la democracia en el país. No es una exigencia menor. En realidad, se está advirtiendo que, si magistrados y jueces continúan perforando el sistema y la institucionalidad electoral, la democracia boliviana está en riesgo. Es fundamental que la disputa política no termine derrumbando el orden constitucional y el régimen democrático.

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Elección en suspenso

Las reacciones luego de conocido el fallo revelaron, cómo no, una nueva fuente de incertidumbre

Por La Razón

/ 2 de mayo de 2024 / 06:16

Como se decía días atrás en este mismo espacio, hace mucho que actores políticos y operadores judiciales están empeñados en frenar sin fecha las elecciones judiciales. El más reciente fallo constitucional ordena no solo paralizar el proceso, sino devolverlo al inicio y comenzar con una nueva ley de convocatoria; el argumento es la defensa de derechos, pero la intención tal vez no.

El 18 de abril, Yeny Duri, dirigente indígena y abogada, candidata eliminada en el proceso de preselección, presentó una acción popular en la que denunció que las aspirantes indígenas de Pando no recibían un trato equitativo en comparación con las de otros departamentos, señalando la falta de oportunidades equitativas en el proceso de preselección. La Sala Constitucional Primera de Cobija emitió el lunes una medida cautelar que suspendió el proceso de preselección en curso y luego, el martes, dictaminó que el proceso de preselección debía dejarse sin efecto completamente, argumentando que la convocatoria inicial no había considerado adecuadamente la inclusión de mujeres e indígenas, e instruyó elaborar una nueva.

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La reacciones luego de conocido el fallo revelaron, cómo no, una nueva fuente de incertidumbre, pues si bien hay voces, como la del expresidente Eduardo Rodríguez, quien argumentó que la Sala Constitucional de Cobija era incompetente para emitir tal fallo y que sus razonamientos eran improcedentes, sugiriendo que la Asamblea Legislativa debería continuar con el proceso de preselección, la Comisión Mixta de Constitución decidió entrar en cuarto intermedio hasta hoy, a la espera de la notificación oficial del fallo.

El Presidente de la Comisión, Miguel Rejas, del MAS, afirmó que la intervención de la Sala es una «aberración» y criticó duramente a los vocales que concedieron la tutela a la candidata Duri; dijo también que el fallo fue resultado de manipulaciones por parte de vocales y jueces, sugiriendo que algunos de ellos habían sido influenciados por quienes presentaron amparos.

A su vez, la senadora Andrea Barrientos indicó que el fallo de la Sala es «ilegal e inaplicable» y que ninguna sala constitucional tiene la competencia para declarar la inaplicabilidad de una ley, especialmente de la Ley 1549, que ha pasado por control constitucional y cuenta con amplio respaldo legislativo. El diputado por Creemos Leonardo Ayala argumentó que la decisión vulnera los derechos de los más de 400 postulantes habilitados para el proceso de preselección. El Presidente Nato de la Asamblea, como es habitual, no apareció.

La interminable sucesión de recursos judiciales y constitucionales, sumada a la incapacidad de las y los legisladores para acordar un plan de acción capaz de superar los obstáculos que unos y otros ponen en el camino, muestra todo, menos voluntad política, para cumplir con el mandato constitucional de realizar la elección de autoridades del Judicial. Mientras tanto, el sistema judicial boliviano se hunde irremediablemente.

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