Voces

Sunday 28 Apr 2024 | Actualizado a 19:23 PM

Las redes, las redes

Las redes sociales llegaron para quedar-se. Están ahí pese a las brechas digitales y el elevado costo.

/ 20 de mayo de 2012 / 04:00

Dicen que la Revolución del siglo XXI no será televisada. Puede ser. En los telediarios, más bien (tengan o no las imágenes), habrá de agendarse la contrarevolución. Como sea, lo evidente es que las revueltas ya son contadas con celeridad en Twitter y, al mismo tiempo, ampliamente comentadas en Facebook. Las redes sociales y otras navegaciones, comunidad virtual, cotizantes en Bolsa, llegaron para quedarse.
Pero más allá de que las nuevas batallas (reales) tengan más o menos activa presencia/cobertura noticiosa (virtual), una cuestión relevante para los andamios de la comunicación e información tiene que ver con la red como escenario, ora declarado, ora encubierto, de disputa política y de movilización social. ¿Se pueden impulsar acciones colectivas, no sólo de afinidad, desde los medios interactivos?

Hay amplio análisis sobre el papel de las nuevas tecnologías en recientes movimientos de protesta global, en especial como eficaz instrumento de articulación y de convocatoria. Así se constató en la Primavera Árabe, los “indignados” en España y las diferentes acciones de los Occupy. Y así ocurrió en la movilización callejera, en miles de ciudades del mundo, de la semana pasada (#12M #15M).

Allende diferencias, Bolivia no es la excepción. Algunos estudios de monitoreo muestran que redes sociales como Twitter y Facebook se han convertido en robustos, a veces virulentos, espacios de posicionamiento político. Se sabe además que dichas plataformas expresan hoy un claro predominio de activistas y voces opositoras al Gobierno, cuestionando todo lo vinculado con el proceso de cambio.

Que la debilitada/dispersa oposición boliviana impulse campañas y mensajes virtuales en contra de Evo y los suyos no debería llamar la atención. Lo propio ocurre todos los días, con sincronía, en la mayoría de los “medios de referencia” (en especial diarios y redes de televisión). Parece claro que, pese a la propaganda y sus medios oficiales, el Gobierno lleva la peor parte en las arenas de la mediatización.

En tal escenario, nada más desatinado que plantear el control de los contenidos en las redes sociales. Primero porque es técnicamente imposible; segundo porque resulta democráticamente deplorable; y tercero porque es claramente inútil. Ya suficiente disputa existe con los operadores mediáticos y sus asociaciones como para intentar una fallida “vigilancia” de feisbuquer@s y twitters.

Pero habremos de convenir, libres de ingenuidad, en que una cosa —enhorabuena— es utilizar las redes y otras plataformas interactivas para hacer activismo político y otra, muy distinta, es aprovechar el espacio virtual, muchas veces desde el anonimato, para la difusión sistemática de agresiones racistas y discriminatorias. Con racismo, bien se sabe, no hay democracia. Por más que se encubra de libertad de expresión.

¿Qué hacer? Aseguran que, desde siempre, la mejor venganza es ser feliz. Pero eso no aplica en la función pública. ¿Habrá entonces que elaborar una norma que permita sancionar el “desacato” en Twitter y en Facebook? Para nada. Sospecho que en estos territorios, además del estratégico desdén, la única respuesta de veras fructífera es “más comunicación, mejor gobierno”. Lo demás, está visto, es silencio.

¿Y será necesaria alguna regulación específica contra las agresiones e insultos, que los hay en abundancia en las redes sociales, por motivos racistas y discriminatorios? Esa ley ya existe. Y tipifica como “delitos contra la dignidad humana” la incitación al odio, violencia o persecución del “otro” en razón a su condición o naturaleza. Por cualquier medio, incluidos los interactivos. En ello, por principio, no hay concesión posible.

Las redes sociales, entonces, llegaron para quedarse. Están ahí, cotidianas, pese a las brechas digitales, la baja conectividad y el elevado costo. Se agitan y dicen. Convocan. ¿Podrán desplazar e incluso sustituir con legitimidad y eficacia la comunic/acción directa? Tengo serias dudas. Vean sino a los vecinos en asamblea de Pasankeri con los autoconvocados “Me gusta” de San Miguel. Huelgan comparaciones.

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Unidad Opopo

El victorioso plato está servido. Solo se necesitan desprendimiento y voluntad política. Lo demás es cuestión de método.

/ 28 de abril de 2024 / 00:20

La oposición política (Opopo) está lejos de la unidad, pero tiene a su favor varios estrategas de la unidad. No es poca cosa. En un escenario de prematura fragmentación, con ya 15 precandidatos presidenciales, nada mejor para los opositores que escoger, finalmente, un candidato de consenso. Para ello es imprescindible trazar la “hoja de ruta”. El objetivo resulta inequívoco: derrotar al MAS, ese enemigo absoluto. Mejor si pueden eliminarlo.

¿Cómo acordar, en el variopinto paisaje Opo, una candidatura de unidad o, al menos, un frente amplio? No lo lograron en 2009, ni en 2014, tampoco en 2019 y peor en 2020. ¿Por qué no habrían de hacerlo ahora, para los comicios 2025? Les falta calle, cierto, pero les sobran pantallas. Y aunque son especialistas en perder elecciones, no querrán pasar a la historia, una vez más, “salpicados de vergüenza”. Con el ingrato voto del pueblo nunca se sabe.

El victorioso plato está servido. Solo se necesitan desprendimiento y voluntad política. Lo demás es cuestión de método. De las diferentes propuestas de unidad, unas más sensatas/alocadas que otras, bastaría con mezclar la del señor MacLean-Abaroa, lanzada desde el puente del Topáter, y la del señor Guevara Anaya, cuestión de ideas. Ahora es cuando, Opopo. Último llamado urgente.

Veamos los pasos. a) Todos los precandidatos integran la Plataforma de Unidad Posible (Plunipo). b) Un grupo de alto nivel armoniza una Propuesta Participativa y Programática (PPP). c) Profesionales “intachables e imparciales” conforman la Comisión Técnica de Primarias de Oposición (Coteprop) o el Consejo Electoral Ciudadano de Oposición (Coneleciop). d) Se contratan encuestas 1 que definen seis precandidatos que pasan a debate 1, que dan lugar a encuestas 2 que dejan tres aspirantes que compiten en debate 2, seguido de encuestas 3 que determinan el candidato presidencial que debe ser apoyado por todos. Respiren.

Así serían la Primarias Abiertas de Oposición (PAO). Luego vendrán las primarias establecidas por ley, etcétera, donde el ganador de la Opopo participaría con su propio partido o alianza, si lo tuviese, o con sigla prestada, alquilada o comprada. Todo esto, incluida la campaña posterior, con recursos del Fondo Único de Aportes Individuales y Voluntarios de Financiamiento (Funapivofi). Aplican kermeses millonarias estilo Ayo.

¿Ven, señorías, que la unidad es posible? Y sencilla: la Opopo, congregada en la Plunipu, hace sus PAO organizadas por la Cotetrop y/o por el Coneleciop, con base en la PPP y fondos del Funapivofi. Ahora solo falta que los 15 precandidatos firmen y seduzcan al electorado, hasta ahora, para ellos, tan ancho y ajeno.

 FadoCracia viajera

1. Navegar/viajar, ya se sabe, es necesario. Vivir también. ¿Llegar es necesario? No tanto, no siempre. 2. Hoy navegamos, como colectividad, en medio de la kamanchaca. Para no naufragar. “La niebla, otra vez, lo invade todo”. 3. ¿Toca replegarse en la navegación personal? ¿Hay que rabiar, puertas adentro, en este tiempo de las cosas diminutas? Es probable. También queda “volver a los orígenes”. O hacer inventario de cenizas. 4. Hace un tiempo, en mi viaje, encontré un puente: “para cruzarlo o para no cruzarlo”. Lo crucé. Con fado y sin nostalgia. En la otra orilla me esperaba un país. Y la Maga con durazno. Es caprichoso/generoso el azar. 4. Luego, en la edad media, llegó el vuelo del águila: en soledad radical, con tremendo ajuste de cuentas. Fue un vuelo de mutación y renacimiento. 5. “Viajar, perder países. Ser otro constantemente. No pertenecer ni a mí”, invoca Pessoa. 6. Siglos después, el pasado 1 de abril, he iniciado el viaje del elefante. Es el viaje final. “Siempre llegamos al sitio donde nos esperan”, dice el Libro de los Itinerarios. ¿Llegamos? ¿Quién/qué nos espera? 7. El país está perdido. Queda el elefante Salomón. Es nuestro viaje, Maga-nido. Hay dignidad, y latidos con revoluciones de claveles, para rato.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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Primarias ‘interruptus’

/ 14 de abril de 2024 / 00:13

Tengo la sospecha de que, en el actual ciclo electoral, como ya ocurrió en 2020, no habrá elecciones primarias para binomios presidenciales. Las razones son claramente políticas, pero el justificativo para suspenderlas puede ser económico. El ruido sobre el tema, tanto en el oficialismo como en el paisaje opositor, expresa la dificultad para encaminar un proceso competitivo. A ninguna fuerza política le interesa, ni tiene posibilidades, de precipitar el tiempo electoral.

Veamos las razones políticas. La actual sumatoria de fractura en el MAS-IPSP, por un lado, y alta fragmentación en la oposición, por otro, configura un terreno pantanoso para definir candidaturas presidenciales, establecer alianzas y, en el corto plazo, concurrir a unas primarias que, como establece la ley, son obligatorias. Peor todavía si consideramos el actual contexto de persistente polarización, crisis institucional con parálisis decisoria e incertidumbre. No hay condiciones.

¿Habrá primarias? Dependerá en especial de cómo se resuelva, si acaso, la disputa interna en el partido de gobierno. Evo retó a Lucho: primarias cerradas para definir quién es el candidato. Demasiado tarde. Para los arcistas, con arreglo a una sentencia constitucional trucha, Evo está inhabilitado. Arce, por su parte, no cumple el requisito de antigüedad establecido en el estatuto partidario. Está impedido. ¿Primarias cuando ni siquiera logran convenir un congreso ordinario?

En el campo de la oposición, en tanto, hay más candidatos presidenciales que partidos. A la fecha conté 15: todos lanzan mensajes grandilocuentes y hablan de unidad. Casi ninguno tiene estructura política. Ni hablemos de presencia territorial o plataforma programática. Algunos, con más entusiasmo que información, creen que unas “preprimarias” despejarán su marginalidad (desde X no se ganan elecciones). Otros postulan primarias abiertas lo más tarde posible. Les falta militantes y calle.

Y está el factor determinante: tiempo. Sin reforma normativa, las primarias debieran convocarse, como máximo, en septiembre. Hasta entonces todos los partidos que quieran postular candidaturas tendrían que haber adecuado sus estatutos orgánicos, actualizado sus registros de militancia y renovado sus dirigencias. Parece difícil. Sobran los obstáculos. En tal escenario, es más probable descartar las primarias (“por falta de presupuesto”) que acordar su realización.

Si al final del camino hubiese primarias, por fuerza instrumentales, lo mínimo que debe exigirse es que sean competitivas. Las elecciones presidenciales son demasiado importantes como para dejarlas libradas, otra vez, como en 2019, al simulacro.

FadoCracia relojera

1. La presidenta de facto de Perú, Dina Boluarte, es muy presumida. Le gustan los relojes y las joyas. Hay que vestir a la altura del cargo. 2. Estrenó su régimen con masacres. Había que pacificar el país, eliminar a los terrucos, sentar la mano a los indios levantiscos (¿suena conocido?). 3. Todo bien hasta que una investigación periodística reveló que el día de su cumpleaños estrenó un Rolex rosa. Cuando la confrontaron, dijo que era de antaño. Cuando se demostró que fue recién comprado, juró que era fruto de su esfuerzo. 4. El problema es que doña Dina no declaró el bien (cuyo precio equivale a cuatro salarios presidenciales). Y no era un solo Rolex, sino tres (completando su colección de 17 relojes). Había delito. 5. Entonces dijo la “verdad”: los Rolex fueron un préstamo de su querido amigo, impresentable gobernador de Ayacucho. Me equivoqué y los devolví (es de la escuela mirista “errores, no delitos”). Hoy luce su reloj de Snoopy. 6. Dos mociones para destituirla por incapacidad moral fracasaron. Dina tiene quien la sostenga. 7. Sesenta muertos y 17 relojes después, “Balearte” sigue en el cargo. La moda no la absolverá. La historia tampoco.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo. 

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Crisis en el periodismo

/ 31 de marzo de 2024 / 00:29

El periodismo boliviano está en crisis. No es de ahora. Ni es el único gremio en semejante trance. Pero la crisis periodística contribuye a contaminar la información, debilitar la conversación pública y, por tanto, malograr la convivencia democrática. Es una crisis de legitimidad, de pluralismo, de ética, de representatividad y de ejercicio. Así, el periodismo boliviano corre el riesgo de convertirse en una pieza más, instrumental, débil, de la polarización política y sus menudencias.

El reciente informe de la CIDH, Cohesión social: el desafío para la consolidación de la democracia en Bolivia, dedica un importante apartado a la libertad de expresión, en el marco de la institucionalidad democrática y el Estado de Derecho. Por diferentes motivos, tanto externos como intragremio, se identifica una “crisis de confianza y sostenibilidad”. En tal condición, estamos lejos de brindar información “balanceada, plural e integral”.

El diagnóstico de la comisión es preocupante y coincide con percepciones y datos de otras fuentes. Persisten la violencia y la estigmatización, cada vez más normalizadas, contra la prensa. Los agentes policiales son especialmente violentos. Pero también hay amenazas y agresiones de otros actores, incluidos los propios periodistas (como ocurrió en 2019). Ni hablemos de los discursos que infaman la labor periodística. Todo ello deriva en temor y (auto)censura.

Se mencionan asimismo casos de judicialización en contra de periodistas, lo que arriesga la protección de la reserva de fuentes. A ello se añade la tenaz ausencia de una normativa que garantice el derecho al acceso a la información. La CIDH señala además la falta de criterios, no discriminatorios, para la asignación de publicidad oficial. En un contexto difícil para los medios, ello agrava su crisis de sostenibilidad y daña la diversidad y el pluralismo del paisaje mediático.

El panorama, pues, es muy crítico. Pero lo más inquietante tiene que ver con la baja calidad del trabajo periodístico y la “ausencia de representatividad y pluralidad en órganos de prensa y periodistas”. En general (claro que hay valiosas excepciones), la información que ofrecemos a la sociedad desde los medios es sesgada, parcial, polarizante. ¿Quiere un caso emblemático? Titule “fuego cruzado” (sic) donde hubo masacre. Ningún viento, ninguna marea, lo justifican.

¿Y las organizaciones de periodistas? El informe muestra un gremio dividido. En varias cuestiones. Nuestras asociaciones no nos representan. Hubo un tiempo en que eran incluyentes, autónomas, de gran prestigio. Hasta que, enhoramala, llegaron las lupes y los humbertos dañándolas para siempre. Urge una evaluación plural y autocrítica.

 FadoCracia censal

1. “Nunca se ha hecho en el planeta un censo con nombre y apellido”, juró la dama. “El único censo del mundo donde piden nombre y apellido”, vociferó el hombrecito. Nunca, único, mundo mundial. 2. Mentían por supuesto. Por ignorantes e irresponsables. No rectificaron. Son profesionales de la desinformación. 3. Desde 1950, en Bolivia la boleta incluye nombre y apellido. En 13 países de la región ocurre hoy lo mismo. 4. El candidato X también aportó falacias: “no tienen por qué preguntarnos nuestro carnet”. ¿En serio? Siéntese señor y lea las preguntas. O peor: “el 2012 se hizo un censo cuyos resultados nunca se conocieron”. Bah, es el problema de no tener internet. 5. También están los paranoicos: “puede ser un censo de persecución…, podrían indagar de dónde viene tu fortuna”. En especial si te censan en el Picacho. 6. Sin olvidar a los abanderados del “fraude demográfico”. Bastaría que un muchacho, en vía pública, borre y corrija datos, como denunció el acosador sin espalda. 7. Y cuidado con avisar dónde estuviste en 2019. Quieren usarlo para meterte preso. O cosas peores como indagar sobre migración. Con los dateros nunca se sabe.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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El factor primarias

/ 17 de marzo de 2024 / 00:05

Las Elecciones Primarias (EP) son una buena idea. Su realización, en tanto, puede ser malísima, como aquí en 2019. Su propósito declarado es impulsar la democratización interna de los partidos: que sus candidaturas no sean resultado del caudillismo, el dedazo, la herencia, sino del voto. O de otros mecanismos colectivos de decisión. Donde hay tradición, funcionan. Donde no, como en Bolivia, son una falacia o derivan en rupturas. Las EP son una buena idea… malgastada.

Cuando en 2018 impulsamos desde el TSE la elaboración deliberativa de un proyecto de Ley de Organizaciones Políticas, las EP no figuraban en la propuesta base. Surgieron después, a petición de los delegados partidarios. Elecciones primarias, sí señor, con una condición: que sean administradas por el TSE con recursos públicos. Háganlas ustedes —dijeron—, con su presupuesto. Vivísimos. Solo un partido se oponía tenazmente: el MAS-IPSP.

La historia posterior es conocida. Se presentó la iniciativa legislativa con la inclusión de primarias para binomios presidenciales: obligatorias, simultáneas y cerradas a la militancia. Debían estrenarse en las elecciones 2024, pero una disposición transitoria en la ALP dispuso que se hagan en 2019. Era la forma de legitimar por anticipado el binomio oficialista pese a la decisión en contrario de un referéndum vinculante. Toda la oposición rechazó las EP.

Buena idea, mal resultado. Siete partidos y dos alianzas postularon binomios. Todos eran únicos. Así, las EP no fueron competitivas. En realidad, no hubo comicios, sino un simulacro para formalizar decisiones cupulares. De democracia interna, nada. Fue una experiencia fallida. ¿Sirvieron para algo? Claro, para que las fuerzas políticas se miraran al espejo y vean cuán débiles y descosidas son. Solo el MAS-IPSP exhibió su casi millón de militantes.

Hoy las EP están en agenda. Otra vez con fines instrumentales. Desde la oposición la consigna son primarias abiertas. Que cualquiera vote. Creen que así superarán, pobres, su lasitud con fragmentación. En el masismo hay divergencia: la facción LAC coquetea con la idea, la facción EMA ni hablar. Saben que así no superarán, pobres, su implosión. Hoy las primarias, sean cerradas, sean abiertas (peor con voto voluntario), no bastan para resolver la crisis en el campo político.

Las primarias presidenciales navegan en las inciertas aguas del cálculo estratégico. Ni en el partido-instrumento azul ni en la variopinta oposición habrá candidatos de unidad. No todos lo asumen. El reto es ganar tiempo. ¿Primarias? Está bien, pero lo más tarde posible. Incluso podría no haberlas. También las buenas ideas conducen al naufragio.

 FadoCracia (per)judicial

1. Las elecciones (per)judiciales son difíciles. Y feas. Entre otros, tienen problemas de sesgo, de sub/información, de legitimidad. Pero ahí están, en su tercer tiempo, como mandato constitucional. 2. Si se evaluaran por kilos, los comicios 2024 —postergados con maniobra— van por buen camino. Se presentaron 715 postulantes, nada menos, para 26 cargos. Faltan mujeres. 3. Toca el rito de la verificación de requisitos, las impugnaciones y la evaluación de méritos (examen incluido). Es un gran filtro, a veces opaco, a veces arbitrario. 4. Hasta 619 postulantes quedarán en el camino, empezando por (ex)vocales y otras consonantes. 5. Si el pleno de la ALP logra dos tercios para la preselección, en septiembre iremos a las urnas. En las cuatro papeletas habrá al menos 96 caras, la mayoría desconocidas. Podrían ser números. 6. Si vuelve la consigna, los votos blancos y nulos serán mayoría. Es algo inútil, pero testimonial. 7. Las elecciones (per)judiciales son un derecho. Votemos bien. No sea que los electos, en consorcio, decidan a la carta y quieran autoprorrogarse.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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Enemigos íntimos

/ 3 de marzo de 2024 / 00:48

Los tres insultos más frecuentes en la arena política local son “traidor”, “vendido” y, por supuesto, “enemigo”. Aplican para los adversarios y, en especial, con rabia, para los antiguos compañeros de ruta. Traidores son los que optaron por la facción o la disidencia. Vendidos, quienes lo hicieron por beneficio personal o prebenda. Y enemigos, aquellos examigos que, dando la espalda, siguen su propio camino. El factor común, autoritario, es la intolerancia visceral a la crítica.

Estos insultos con cara de acusación (no falta la etiqueta de “transfuguismo”) son moneda común en (casi) todas las organizaciones políticas, extintas y vigentes. Ocurre hoy en las tres fuerzas representadas en la ALP: tanto el MAS-IPSP, en sus dos esquinas, como las alianzas CC y Creemos, tienen sus asambleístas “descarriados” que renegaron de la línea oficial del caudillo/entorno. O asumieron agenda particular. Todos recibieron expulsión sumarísima.

El caso más reciente de declaratoria pública de enemistad surgió por boca del expresidente Evo. No hay novedad. Esta vez, tras deslizar recriminación y sospechas, disparó contra su exvicepresidente: “qué pena, tengo un enemigo más”. ¿Cuál fue la terrible conjura de Álvaro? Haber planteado la necesidad de nuevos líderes y propuestas para una segunda fase del Estado Plurinacional. “Tiempo de desanclar”, dijo. Y mencionó como alternativa el nombre del joven Andrónico.

¿Qué convierte a un amigo íntimo — “éramos una yunta”— en un nuevo enemigo? ¿Cuándo se produce, si acaso, el quiebre? Hace más de nueve décadas, Carl Schmitt sostuvo que la cualidad constitutiva de lo político es la distinción amigo-enemigo. El enemigo político es el otro, el extraño: aquel que se presenta como enemigo absoluto e intensamente hostil. Es un enemigo público al que se debe eliminar o, al menos, someter. ¿El señor GL se ha convertido en enemigo absoluto del señor M?

El problema de quien declara enemistades a granel en política es que termina aislándose en la trinchera. ¿No haces coro conmigo? Enemigo. ¿Estás contra mí? Enemigo. ¿No obedeces de modo incondicional? Enemigo. ¿Coincides con “el imperio, la derecha y la nueva derecha”? Sí, enemigo. Al final del camino, de tanto proscribir “traidores” y “enemigos”, solo queda el abominable espejo. El culto a la personalidad, como el pensamiento único, tienen límites.

No está mal plantear la lucha por el poder en clave amigo-enemigo. Claro que en democracia la enemistad absoluta se convierte en enemistad justa e incluso circunstancial: con adversarios, desacuerdos y conflictos que implican crítica, debate, acuerdos mínimos. Hay que ir más allá del ombligo.

 FadoCracia blanquita

1. En una de sus piruetas verbales, el expresidente Paz Zamora acuñó la expresión “culitos blancos” para referirse a la oligarquía. Aludía a su rival político, luego aliado, Sánchez de Lozada Sánchez Bustamante (ufa). 2. Desde entonces se usa el dicho con fines descalificatorios: “Bolivia no puede ser gobernada por culitos blancos”, como dijo un olvidable Tata. Es la contracara (contranalga, más bien) de los indios. 3. En el gobierno interruptus de Mesa Gisbert, los culitos blancos fueron convocados para agitar “pañuelos blancos”. Debían manifestar su rechazo al bloqueo de los cafecitos. 4. Los blancos culitos también estuvieron activos en la coyuntura crítica de 2019: en una mano, la tricolor; en la otra, tiesa, su pitita. Tocaba quemar wiphalas colorinches. 5. La semana pasada, un diputado de la medianía exhibió su culito blanco en dura batalla por la testera. Lo exhibieron, más bien. Parecía una estatua suplente recién despintada. 6. Luego el propio chico se regodeó: “literalmente soy un culito blanco” (sic). Convirtió así una nadería en su esencia. 7. Papelones/culos aparte, la blanquitud continúa pautando jerarquías y privilegios.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo

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