LIBOR
La LIBOR es una tasa de referencia para decenas de transacciones financieras en el mundo
LIBOR, para quienes no tengan familiaridad con el término, es un indicador que mide la tasa de interés a la cual los bancos basados en Londres se prestan dinero entre ellos. Pues bien, hace poco se destapó una noticia con ribetes de escándalo, al conocerse que el banco Barclays (recuerden ese nombre, será tan popular como el de Enron en su momento) manipuló información con el fin de modificar la LIBOR a su favor.
Usted podría preguntar, ¿por qué a los ciudadanos de un país en vías de desarrollo y con una interacción casi nula con los mercados financieros globales podría interesarles lo que los ingleses hagan con su tasa de interés? Pues porque gracias al peso financiero de la City, la LIBOR es una tasa de referencia para decenas de transacciones financieras en el mundo: derivados, hipotecas, intercambio de monedas y (aquí entramos nosotros) contratación de deuda externa. En otras palabras, una LIBOR manipulada puede determinar cuánta plata puede un deudor perder en favor de un banco. Así de simple. Según estimaciones, son 700 billones (700 seguido de doce ceros) de dólares que se intercambian en el mundo con referencia a la LIBOR. O sea, estamos hablando de cientos de millones de deudores que pierden plata frente a miles de bancos.
Sorprenderá a muchos saber que tal indicador, que tiene relevancia para la vida y el bolsillo de tanta gente, no es calculado por ningún ente regulador público. No señor. La LIBOR la calcula una empresa privada: la Thompson Reuters, basada en los reportes diarios de la Asociación de Banqueros Británicos (BBA, según su sigla en inglés). Esta empresa privada calcula un promedio ponderado de las tasas que reportan los bancos, como tasas de préstamos interbancarios y de ahí sale la LIBOR. Otro dato curioso: este indicador no se calcula sobre los reportes de las tasas de interés de los préstamos realmente efectuados, sino sobre la tasa de interés que creen los bancos que van a pagar cuando se prestan dinero de otro banco. Y ahí es donde se cocina el caldo de cultivo de lo que Mattew Yglesias acertadamente denominó como un conflicto de intereses, en un interesante artículo publicado en SLATE.
Como mencioné antes, Barclays manipuló la LIBOR, pero no fue el único actor. Muchos otros bancos enviaron sus reportes a Thompson Reuters con datos falsos para manipular la LIBOR y generar así, oportunidades de ganancias extraordinarias en los mercados financieros… a costa de los deudores. Resultado: los deudores han perdido plata y están furiosos; los banqueros están compungidos; los gobiernos están preocupados y el stablishment financiero internacional está temeroso de que este desliz dé pie a una regulación más estricta para la banca. Porque el inocultable tamaño de este escándalo demuestra que la autorregulación del sector privado no (necesariamente) genera beneficios para la sociedad en su conjunto. Más bien puede pasar lo contrario. Chau mito.
Y aquí viene el rol del pesado, derrochador, burocrático e ineficiente Estado, al cual los neoliberales achacan todas las desgracias de la humanidad. Pues bien, ese Estado es el llamado a equilibrar los intereses, los apetitos y las angurrias de los jugadores que concurren al mercado. Y mientras más grandes los intereses, mayor la capacidad de regulación. Conocemos de memoria la cantaleta de los conflictos de intereses en el gobierno. Que lo que es de todos es de nadie, que las entidades públicas son botines políticos, etc. Pero hete aquí que al otro lado de la cerca el pasto no es mucho más verde, que los actores no son esencialmente más honestos y que sus mecanismos de (auto)regulación no son esencialmente más virtuosos.
Hace más de 20 años que nos piden que por favor enterremos de una vez el sueño del Estado populista y benefactor. El mito del sector privado virtuoso e impoluto no da señales de estar muy saludable, tampoco.