Estado Plurinacional como respuesta al Estado Schumpeteriano
Bob Jessop en Bolivia
La crisis económica develada en 2008 supuso un punto de ruptura con el consenso hegemónico del neoliberalismo en torno al modelo de Estado y al modelo económico en el ámbito global. Previamente, la crisis del modelo del “Estado de bienestar”, impulsado por el keynesianismo, había permitido la consolidación del modelo neoliberal ensayado en un primer momento por los Chicago Boys en la Chile golpista de Augusto Pinochet, y, en segundo lugar, por Margareth Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos. Después de los ensayos sólo se necesitaba construir el Consenso de Washington, que dio inicio a la larga noche neoliberal en América Latina.
Sin embargo, en Bolivia, el punto de quiebre se produjo antes incluso de que Europa comenzara a reaccionar y cuestionar el modelo hegemónico. El neoliberalismo fue quebrado, en esencia, mediante rupturas sociopolíticas, como las sucedidas durante las guerras del agua (2000) o la del Gas (2003), y epistemológicas, como las que se producen durante el proceso constituyente y quedan recogidas en la nueva Constitución Política del Estado (CPE). El cuestionamiento del modelo de Estado y del modelo económico, incluso del modelo territorial implementado por el capitalismo despojado de todo maquillaje como es el neoliberalismo, permitió dar paso a un debate que generara un nuevo horizonte de Estado.
Juan Carlos Monedero se pregunta en el prólogo escrito a El futuro del Estado capitalista, de Robert Jessop, si la crisis del neoliberalismo se trata de una crisis en el modelo o del modelo en sí, en una pregunta que recuerda a la de otro amigo y compañero con el que hemos podido debatir y trabajar en Bolivia, Samir Amin, cuando reflexiona sobre si debemos buscar una salida a la crisis del capitalismo o, más bien, la solución pasa por salir del capitalismo en crisis. Jessop nos responde en su último libro que a pesar de que el neoliberalismo siempre haya planteado la crisis como algo propio, inherente al sistema, el hecho de que cada vez las contradicciones se agudicen más nos debería hacer pensar que realmente estamos hablando de una crisis del modelo capitalista en sí, que está absolutamente imposibilitado para desarrollarse sin exprimir las sociedades sobre las que se sustenta, despojándolas de toda su esencia.
En América Latina, las contradicciones se agudizan de nuevo cuando los pueblos del continente se levantan contra un sistema injusto; recuperan su soberanía política y económica; impiden al norte construir sus Estados gracias a la plusvalía generada a costa de los pueblos, personas y recursos naturales del sur; convierten el cuestionamiento al modelo capitalista en algo tangible. Los pueblos recuperan en las calles el control del Estado ejercido por unas pocas élites políticas y económicas, a costa de la sangre de los que habían sufrido un doble despojo, el de los 20 años de saqueo neoliberal superpuestos sobre los 500 años de colonización. Pero lo hace también ganando la batalla de las ideas, conformando un bloque histórico que comienza a pensarse en clave de hegemonía y bajo un horizonte no capitalista. Ese paso de comenzar a pensarse en términos hegemónicos obliga también a cuestionar si las instituciones surgidas del modelo capitalista sirven como base sobre la que sustentar otro modelo de transición, que haga frente a la crisis económica y financiera, ecológica, alimentaria y energética, a la que el capitalismo nos ha llevado.
Jessop nos ofrece un marco teórico y conceptual para debatir estas cuestiones a partir de su estudio del Estado capitalista, desde un análisis multidisciplinario basado en la economía política, en la relación entre la forma Estado y el capital desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días. El docente de la Universidad de Lancaster (Inglaterra) sigue los pasos de Gramsci y Poulantzas para presentarnos al Estado como una relación social en la que el Estado tiene la obligación de garantizar el funcionamiento del sistema capitalista adoptado por su sociedad.
Monedero plantea que los estados nacionales se están enfrentando a una desnacionalización de la estatalidad (las funciones que ejercía el Estado ya no se ejercen en exclusiva en los entornos nacionales). El Estado atraviesa una crisis de legitimidad, de confianza y de acumulación y, por lo tanto, hay que pensar en una nueva forma de Estado que vaya más allá de la herencia del capitalismo y la modernidad, en un momento en el que la disputa política e ideológica global se da en marcos geopolíticos supranacionales.
En ese horizonte se mueve el subcontinente latinoamericano en general y los procesos de cambio en particular. Y en ese horizonte es donde la apuesta de Bolivia por conformar un Estado Plurinacional se vuelve significativa. La construcción de un Estado Plurinacional en Bolivia es el reflejo de un proceso histórico que debe responder a los intereses de las clases populares y sectores subalternos que primero resistieron 500 años y después disputaron el poder para construir una alternativa al Estado moderno capitalista.
Y precisamente como el Estado Plurinacional de Bolivia no es un ente aislado en el mundo, sino la consecuencia, el hijo bastardo aún no constituido del todo ni tampoco reconocido plenamente, de unas relaciones sociales, dispone de una autonomía relativa muchas veces condicionada por las luchas sociales. En ese marco, el Gobierno y la propia estructura estatal deben enfrentar las tensiones surgidas entre los movimientos sociales y pueblos indígenas. Lo anterior debe ser realizado además con la consolidación de una hegemonía, pero sin hacer tantas concesiones que el núcleo duro que ha conquistado el poder estatal lo abandone, con el objetivo de definir políticas publicas que mantengan un equilibrio entre el desarrollo y el respeto a la Madre Tierra. Todo lo anterior son componentes esenciales para la construcción de un nuevo modelo de Estado, el del Estado Plurinacional.
Jessop nos va a describir en estos días cómo estamos pasando en términos globales de la propuesta de Estado de Keynes a la Estado competitivo defendida por Schumpeter, sobre la base de la propiedad privada, la producción para el mercado y la producción bancaria de créditos, es decir, la ‘financiarización’ de la económica.
Frente a esa tendencia de la globalización neoliberal, Bolivia tiene el enorme reto de dar la disputa en dos ámbitos, el de la transformación estatal, pero también la disputa del sentido histórico, porque —como ya definió René Zavaleta— son los desposeídos, a los que nunca se consideró parte del Estado, los que más soñaron con él. Y esos subalternos, aquí y ahora, no sólo han disputado y recuperado el poder estatal, sino que están construyendo el Estado Plurinacional; están haciendo historia.