2013, ¿cimiento para los 13 pilares de la Agenda 2025?
Si bien la Agenda Patriótica 2025 implica un reto a largo plazo, en medio de una coyuntura económica favorable, es fácil pensar que la propuesta es ilusa, considerando que el Gobierno debe abandonar malas prácticas que pueden hacer sucumbir el anhelo.
En 13 años, en Bolivia conmemoraremos nuestro segundo centenario de vida como país independiente y soberano. Este evento ha motivado la propuesta de una Agenda Patriótica de 13 pilares, que inspira algunas reflexiones orientadas a identificar elementos imprescindibles que faciliten la materialización de los sueños que Su Excelencia (SE) con entusiasmo renovado comunicó en su mensaje al país.
Parto reconociendo que vivimos un buen momento para soñar. En efecto, en Latinoamérica experimentamos un ciclo extraordinario de oportunidades económicas que, como viento de cola, coadyuva la difícil tarea de gobernar y cumplir con las promesas de desarrollo integral de nuestros pueblos. Este ciclo de bonanza es único, de larga duración, no dando señales de súbito e inmediato agotamiento. Sobran, pues, razones para que luego de siete años el binomio Evo Morales-Álvaro García agradezcan a los dioses de la fortuna que, según las encuestas de percepción ciudadana, contagian de optimismo a la mayor parte de los bolivianos.
Un primer reto de 2013 es preparar el terreno de una verdadera agenda de Estado que obligaría a darle un giro de 180 grados a algunas prácticas enquistadas en el ajayu y comportamiento gubernamentales y arraigadas en nuestra cultura política nacional. Me refiero al cortoplacismo, a la improvisación, a la demagogia propagandística y a la ambición de reproducir y copar el poder total que saturan de disonancias y contradicciones el accionar gubernamental.
Para ilustrar esta exigente lista de condiciones previas, planteo un conjunto de retos de 2013 sobre la base no sólo de algunos de los 13 pilares aludidos, sino de los datos que arroja una realidad con las que debiéramos sincerarnos.
Primero: Erradicar la extrema pobreza basados en el socialismo comunitario. Sincerarse, significa reconocer que el socialismo comunitario es una promesa conceptualmente confusa y utópica, que no explica los avances anunciados en la lucha contra la extrema pobreza. Todo lo contrario, las cifras de la extrema pobreza se redujeron gracias a políticas redistributivas (bonos) aplicadas por liberales y socialistas, recomendadas por el Banco Mundial y que este Gobierno ha universalizado sentando las bases de algo que cualquier gobernante haría: aprovechar el excedente y ampliar la demanda interna.
Segundo y tercero: Universalización de todos los servicios básicos y acceso a la educación, salud y deporte. Su logro exige revertir los impulsos recentralizadores y las decisiones unilaterales que obstaculizan la gestión autónoma y concurrente de alcaldías y gobernaciones. Para ello, habría que corregir la improvisación, falta de calidad, el sobredimensionamiento de inversiones del programa Evo Cumple, MiAgua, así como de otros megaproyectos de infraestructura de servicios que, como el Teleférico La Paz, ignoran olímpicamente el criterio y el aporte de los gobiernos municipalidades y de gobernaciones concernidas.
Quinto y sexto: Soberanía comunitaria financiera sin servilismo al capitalismo financiero y desarrollo integral sin la dictadura del mercado capitalista. Aquí, las disonancias discursivas son intensas y, a estas alturas, insostenibles. El capitalismo (el informal y más salvaje) y nuestros bonos soberanos en Wall Street gozan de buena salud. Es más, todos los logros señalados por SE y el Gobierno se montan en el espejismo de presión y dinámicas financieras de corte capitalista. Por otra parte, las bases sociales que lo sustentan se sirven de ellas, son mercantilistas y no muy comunitaristas; las cifras de crecimiento y cobertura de los servicios financieros lo confirman. El reto en este campo pasa por crear de una vez el Consejo Económico Social, como espacio de concertación entre trabajadores, empresarios, Gobierno y sectores productivos informales, y por publicar el estudio de consumo tradicional de la coca, aceptando el impacto nocivo de los cultivos excedentarios sobre la economía, la sociedad y la Madre Tierra.
Décimo: Integración complementaria y unidad de los pueblos. El reto inmediato es simple (para el Gobierno y también para la oposición). Implica abandonar la dinámica del insulto y la descalificación moral del otro, el complejo de Adán que sataniza todo pasado republicano; dejar de inventar conspiraciones y sentar bases para reconciliarnos y recuperar confianza en la política.
Undécimo pilar: Transparencia en la gestión pública. Aquí el reto es gigantesco. Implica aceptar que el logro de más justicia, transparencia y menos corrupción superan la capacidad del Movimiento Al Socialismo (MAS) y la buena voluntad de SE. Significa aceptar que este mal no discrimina credos políticos, religiosos y que afecta a criollos e indígena originarios por igual.
Que nadie es reserva moral de nada, y que sus adversarios pueden tener moral para coadyuvar al logro de este objetivo. Un pacto por la transparencia es reforzar controles e institucionalidad, implica neutralizar las prácticas prebendales, abrir canales de información y suspender la adjudicación directa de megainversiones carentes de estudios técnico-financieros adecuados.
Hecha esta relación de desafíos inherentes a algunos pilares de la Agenda Patriótica, constato la dosis de ingenuidad política que inspira estas líneas. ¿Podrá el Presidente abandonar el rol de alcalde mayor? Lamentable y prematuramente, 2013 estará saturado de una dinámica electoral cortoplacista, incompatible a las medidas imprescindibles para abonar un terreno fértil y confiable para hacer de la Agenda Patriótica una realidad que no sucumba en las malas prácticas anotadas. Ello implica priorizar la agenda país, sobre la agenda electoral y sobre la incontenible pulsión de reproducir el poder. Una voz interior me sugiere no “pedirle peras al olmo” y me resigne con una realidad polarizada preñada de intolerancia difícil de erradicar.