Yo, mula seca
Desde la concepción de sus derechos sexuales hasta la misma relación dentro de su contexto, la mujer no es concebida como un sujeto político y de derecho, por eso incluso se le cuestiona por qué no tiene hijos o cuándo va a tenerlos, por ejemplo.
Desde que una mujer empieza a acercarse a los 30 años o tiene pareja “formal” y aún no es madre, la pregunta de rigor de las personas a su alrededor —ya sean parte de la familia, amistades o sólo conocidas— es la misma: “Y, ¿para cuándo los bebés?”. Cuando la respuesta es “pronto” o algo similar, quien pregunta se siente complacido. Pero la reacción es adversa cuando las mujeres contestan de otro modo.
Si les respondes “aún no”, se permiten cuestionar con toda autoridad: “¿Cómo que aún no?”, “¿tu cuerpo no te pide ser madre?”, “cuidado con el reloj biológico”, “si esperas más serás muy vieja”. Incluso se dan la molestia de calcular el tiempo que aún queda para ser madre.
Si otra de las respuestas posibles es que “los bebés no están en mis planes”, se escucha un grito al cielo seguido de estas frases: “Cómo no vas a querer hijos”, “la mujer está hecha para eso”, “una mujer se casa para tener wawas”, o el temor de todos: “¿O no puedes tener hijos?”.
Ya sea sobre la primera o segunda respuesta, hace por lo menos unos cuatro años que escucho todo tipo de opiniones de diversas personas, hombres y mujeres, incluso “liberales” (recuerdo aquel colega periodista que, en plena plaza Murillo, me dio un sermón de media hora en el que aseguraba que la mujer sólo se enamora y formaliza su relación con el fin de procrear).
Muy poca gente considera que una mujer no necesariamente debe ser madre o por lo menos respeta esa posición, la mayoría se pone en campaña para que esa “descabellada” postura cambie y haya más mujeres progenitoras.
Ese tipo de miradas está acorde con la principal visión que se tiene de la mujer, es decir, la mujer madre, la mujer abnegada, la mujer que está predestinada a parir hijos y que es algo que no se puede evitar, es más, se debe aplicar sin discusión alguna.
No se puede negar que desde hace varias décadas las mujeres hemos logrado, con mucha lucha, ingresar en otros espacios de la sociedad y salir de las casas, de ahí que existen en Bolivia miles de trabajadoras, profesionales, universitarias, políticas, artistas y deportistas, entre otros oficios. Sin embargo, en la sociedad actual aún queda la visión de que una mujer se realiza plenamente si junto con sus otras actividades asume, mejor si da prioridad, su función materna. “Qué lindo que seas profesional y trabajadora, pero tienes que ser mamá”, se obliga.
Hace muchos años una amiga, que se casó por segunda vez a los 40 años, no podía tener hijos con su nuevo esposo y por ello su suegra la llamaba “mula seca”, pero ella me aseguraba que no era mula seca, pues ya era madre de dos hijos. Claro está que si no hubiera sido así, ella también opinaría igual.
Esa manera de ver a la mujer es reforzada por varias instituciones como la Iglesia, que vende la imagen de la Virgen María, quien se volvió bendita por tener en su vientre al hijo de Dios; las escuelas que aún conciben a la mujer como delicada y sumisa; la familia que compra a la niña como primer juguete una muñeca bebé para que ésta despierte su “instinto materno”.
Por esto, varios temas importantes que incumben a la mujer como sujeto de derecho son intencionalmente manipulados. En el delicado debate sobre el aborto, los sectores que están en contra de la despenalización evitan hablar de la libertad a decidir de la mujer. Asimismo, es normal que llamen deliberadamente madre a la mujer en etapa de gestación, tal como explicó esta semana el exdiputado y periodista uruguayo Rafael Sanseviero, quien vino a hablar de la experiencia de su país en el tema.
En este proceso de no sólo reforzar sino imponer estereotipos está la publicidad, que tiene dos maneras preferidas de exhibir a la mujer: como objeto y como una sacrificada madre.
Con respecto a la segunda forma, recuerdo el spot de aceite Fino que describía las cualidades que se enseñan a las mujeres desde que nacen, y concluía que toda esa enseñanza tiene un fin: “Todo lo que aprendiste no fue para graduarte de mujer, sino para algo mucho más importante, éste es un homenaje a la más linda labor, la labor de ser mamá”, decía la voz en off masculina. O aquel otro de la misma marca que presenta cómo una mujer desempeña otros oficios dentro de casa, y terminaba en que el mejor “oficio es ser ama de casa”.
De ese modo, el segundo rol favorito para encasillar a las mujeres, sin importar la edad que tengan, es el de ama de casa, de ahí que varias personas se escandalizan cuando alguna fémina cuenta que ella no es la que cocina o se ocupa de las labores de casa, sino que lo hace su pareja; por supuesto, si lo hiciera una trabajadora del hogar, otra mujer, no habría problema alguno. O en la mayoría de las casas comunes aún se escucha de los padres, hermanos, esposos, hijos, tíos y abuelos frases aleccionadoras como: “Eres mujercita, por eso te esperaba para que cocines”, no importa que esta mujer haya estado en otras actividades la mayor parte del día.
El tercer rol favorito con el que a la sociedad le gusta referirse a la mujer es como esposa o novia del otro, es por ello que rehúyo a las presentaciones con desconocidos, porque hasta amigos de muchos años caen en la tentación de decir “te presento a la esposa de…”, incluso varios ni siquiera dicen mi nombre. Ésa es la mejor manera de despersonalizar a la mujer, de quitarle su identidad.
Y le va peor a la mujer que no tiene pareja, porque los comentarios surgen a la orden del día: “debes ser una solterona amargada si no tienes un hombre a tu lado”. Es decir, la gente aún cree —y hasta espera— que si no se tiene compañero se será infeliz, no importa si la pareja en cuestión sea violenta o infiel.
Ahora, el problema no es que las mujeres sólo sean madres, esposas, amas de casas o todo junto, el debate está en que la sociedad actual aún nos siga valorando sólo si se cumplen esos roles y nos los impongan.
Respeto y admiro a muchas mujeres que son sólo madres o madres y trabajadoras, profesionales, artistas y demás, mucho más a madres solteras que batallan en medio de este mundo machista para criar a sus hijos. Pero no considero que ese rol y los otros dos mencionados hagan a una mujer plena. Las mujeres tienen todo el derecho de tener hijos si así lo eligen, la cantidad que desean y cuando quieran, lo mismo que con sus otras funciones. Éste es el tema relevante: la libre elección que tiene la mujer como sujeto de derecho y sujeto político.
Cuando las mujeres afirman y ejercen como sujetos de derechos “quieren salir de la relación dominación-sumisión, entre los obstáculos que todavía encuentran, para ejercer plenamente su derecho a la ciudadanía”. Es decir, ejercer como sujetos políticos, explica la española Concepción Collado en su ensayo Mujeres, poder y derecho.
En el momento en que la sociedad impone ciertos roles a la mujer, le está evitando ejercer como sujeto político pleno, porque sabe muy bien que si tiene el poder sobre una misma, sobre su cuerpo y sus relaciones sociales, puede decidir sobre otros ámbitos de la sociedad, los que son manejados todavía desde una visión masculina y mayormente machista.