Vida y obra del peluquero del Palacio
Cerca del mediodía del 9 de agosto de 1985, frente a la peluquería paró un vehículo lujoso con vidrios negros. Salieron varias personas y entregaron a don Valentín un memorando firmado por el propio Presidente de la República. Paz Estenssoro estaba contratándolo como peluquero oficial del Palacio de Gobierno.
En su peluquería de la avenida Ecuador del barrio de Sopocachi, el más tradicional de La Paz, don Valentín Tito Calla recordaba con una asombrosa lucidez a pesar de sus más de siete décadas de vida: “Yo era uno más de los 60 niños y niñas que habíamos perdido a nuestro padre en la guerra… (del Chaco) (El orfanato donde vivió) era un hogar mixto pero al poco tiempo los varoncitos fuimos llevados al ahora conocido Internado Méndez Arcos, en la zona de San Pedro, y las mujercitas al Hogar Soria del pasaje Iturralde en la avenida Arce”.
Valentín Tito respondía a cada una de las preguntas con precisión: “Me crié en el internado hasta los 14 años, pero ya a los 11 practicaba peluquería. Un año después podía cortar al ras, es decir, dejar las cabezas de los clientes como bolas de billar y luego podía afeitar la barba de cualquiera”.
Aunque no le gustaba la idea, tuvo que salir del internado y buscar empleo para sostenerse. Un día que se levantó con el pie derecho encontró ocupación en la peluquería de un japonés, en la calle Illampu, una zona popular. Luego de trabajar casi un año logró reunir algunos pesos que le sirvieron para tomar en alquiler un local en la calle Colombia y meses después llegó al salón del “Chuquisaqueño Sandoval”, en ese tiempo muy prestigioso en el oficio del corte de pelo.
Recuerda con orgullo y exactitud su paso por los tiempos de la Revolución del 9 de Abril de 1952, dirigida por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido político liderado por Víctor Paz Estenssoro.
“El 10 de febrero de 1951 me independicé. Cuando llegó la Revolución Nacional de 1952 ya había trabajado mucho y ganado bastante dinero: tenía cuatro años en el gremio y 12.000 pesos bolivianos en el Banco Central de Bolivia, era mucha plata”.
A sus 19 años de edad, Valentín fue un activo combatiente de la Revolución Nacional, cuyo principal objetivo era destronar a los “barones del estaño” que desde hacía décadas monopolizaban y explotaban ricos yacimientos mineros. Aquel histórico 9 de abril, cuando los “milicianos” del MNR aliados a algunas fuerzas policiales derrocaron al gobierno y a las Fuerzas Armadas, el joven peluquero participó en el asalto al Cuartel de Carabineros de la calle Colombia, en la zona de San Pedro. Dijo que fue uno de los luchadores del proceso: “He combatido en el Cuartel Sucre, en las calles Illampu y en la avenida Perú. A las tres de la tarde tomamos un cuartel en la ciudad de El Alto”.
PRESIDENTES. Una mañana del verano de 1967 llegó hasta la famosa peluquería Royal Víctor Paz Estenssoro, quien había ingresado al país de manera clandestina retornando de un exilio en Lima, Perú. En su segundo gobierno, el de 1964, fue víctima de un golpe de Estado perpetrado por el militar René Barrientos Ortuño. Allí se produjo un diálogo entre el peluquero y el que hasta entonces ya había sido jefe de Estado en dos oportunidades: “Arrégleme este corte, por favor…”, dijo el joven político con tono señorial. Satisfecho con el corte, preguntó, secante: “¿Cuánto le debo?”; Valentín respondió con otra pregunta: “¿Cuánto le cobraron antes?” “Doce bolivianos”, dijo el cliente, a lo que el servidor replicó:
“Entonces, son doce bolivianos”. Paz Estenssoro salió con un “hasta luego…” y el peluquero alcanzó a decir: “Doctor, ojalá que vuelva a ser Presidente de Bolivia… algún día…” El político lo miró de reojo, sin responderle; pero desde entonces, Paz Estenssoro se convirtió en uno de sus mejores clientes.
Cerca del mediodía del 9 de agosto de 1985, frente a la peluquería paró un vehículo lujoso con vidrios negros. Salieron varias personas y entregaron a don Valentín un memorando firmado por el propio Presidente de la República. Paz Estenssoro estaba contratándolo como peluquero oficial del Palacio de Gobierno. “Debe presentarse a las 15.00 en punto en el Hall del Palacio”, le dijeron los emisarios.
Estuvo puntual, lo recibió Olmedo López, secretario General de la Presidencia. Le hizo pasar directamente al despacho de Su Excelencia, quien le saludó de manera cordial y le ordenó presentarse ante el jefe de Personal, Miguel Freudhental. Allí, en el centro del poder político del país, trabajó hasta 1989, año en el que Paz Estenssoro culminó su último mandato.
Sus destrezas con las “tijeras de oro” lo llevaron hasta el Palacio de Gobierno. En 61 años de ejercicio, ha cortado miles de cabelleras de hombres, jóvenes y niños de distintas generaciones. Fue el peluquero más experimentado de La Paz, el maestro de maestros.
Don Valentín Tito Calla ha sido testigo silencioso de los procesos más emblemáticos del país, aunque su nombre no figura en las páginas de la historia oficial. A este protagonista distinto del acontecer nacional no le preocupaba y parecía estar conforme de saber que en lo efímero y cotidiano cabe lo perdurable de la condición humana.
Abandonó el Palacio porque hubo cambio de gobierno y, por lo visto, también de peluquero. Retornó a su tierra natal, Collana, pueblo altiplánico famoso por la producción de exquisitos quesos caseros. Antes de salir del Palacio Quemado logró que el presidente Paz Estenssoro impulsara uno de sus proyectos de dotación de luz eléctrica para varias comunidades paceñas, Collana entre ellas.
Estuvo poco tiempo sin empleo en el Estado. Otro de sus “clientes fijos”, Jaime Paz Zamora, lo invitó a prestar sus servicios, nuevamente en el Palacio de Gobierno, donde se quedó hasta 1992. A un año de culminar el mandato de Paz Zamora, Valentín salió del Palacio rumbo a La Asunta, en los Yungas de La Paz. Llegó a ser presidente de la Cooperativa “Nuevos Horizontes San Antonio Ltda.”.
En el bello pueblo de clima subtropical se trazó un objetivo: evitar que la gente siga muriendo al atravesar el río por falta de un puente. Trabajó día y noche para que su amigo Paz Zamora autorizara una importante inversión para la construcción de un puente, con el que también soñaba junto a los habitantes de esa región. Después de un trámite burocrático, el sueño se hizo realidad con una inversión de más de 150.000 dólares.
El dueño de esta historia se casó en 1964 con Damiana Villa Taboada y tuvieron cinco hijos: el mayor se graduó de agrónomo y los demás heredaron sus habilidades, y se desempeñan en el oficio de la peluquería. Sus descendientes le dieron ocho nietos. Decenas de sobrinos suyos manejan hoy peluquerías famosas en varios edificios de la ciudad de La Paz.
De este modo transcurrió la historia de un protagonista que adquirió el oficio en el orfanato, fue revolucionario militante del 9 de abril de 1952, exiliado en Chile equivocadamente y político local con brillantes hazañas en su haber, pero “invisible” a las cámaras de los grandes medios que solo tienen ojos para los pocos políticos de siempre que tienen mucho pasado y poco futuro, como él creía.
“Ha llegado mi hora, pronto seré un jubilado de esta noble profesión y de la vida… ”, presagió don Valentín, al final de la entrevista, con un timbre de melancolía.