Friday 3 May 2024 | Actualizado a 23:49 PM

Ganó el No porque en el MAS el aparato estatal desplazó al orgánico

El MAS perdió el referéndum. Su explicación de la derrota (traición de la clase media y guerra sucia en redes) parece insuficiente, por lo que se barajan otras interpretaciones, entre ellas que en el MAS el aparato estatal sustituyó al orgánico.

/ 28 de febrero de 2016 / 04:22

Diez años de continuas y aplastantes victorias electorales del Movimiento Al Socialismo (MAS) han sido una anomalía en la historia política boliviana.

Naturalmente, el MAS presume de ello, y con mucha razón. No obstante, esa inédita buena racha sostenida por una década sufrió un trastorno el 21 de febrero, cuando en el referéndum que consultaba si se debía modificar la Constitución para posibilitar dos reelecciones consecutivas para los cargos de Presidente y Vicepresidente salió perdedora la opción que propugnaba Evo Morales. Se decidió por voto ciudadano que la Constitución se mantenga invariable.

Descontando las derrotas en la elección judicial (2011, cuando ganó el voto blanco y nulo), el referéndum estatutario (2015) y alguna pérdida de espacios a raíz de los comicios subnacionales (2015), se puede decir que las opciones que promovió el MAS en las diferentes campañas no fueron fracasos que afecten el invicto de Evo Morales sino muy indirectamente. Hoy el panorama es otro, pues la imbatibilidad electoral de la cabeza del proceso de cambio fue quebrantada por primera vez. Se afirma esto porque la misma campaña del MAS dio el cariz concreto de que se estaba votando a favor o en contra de su líder, más que por una modificación en abstracto de la Constitución.

Al respecto, Salvador Schavelzon, doctor en Antropología Social, señala que en realidad el MAS ha descendido 18 puntos en relación al último referéndum en el que también estaban directamente involucrados el Presidente y el vicepresidente Álvaro García Linera; es decir, el referéndum revocatorio de 2008, cuando el binomio obtuvo 67,4%. En el referéndum del domingo fue favorable con Morales y García el 48,67%, la diferencia es de 18,73 puntos porcentuales.

Hay que profundizar, sin embargo, en las razones por las que el MAS perdió, ya que de éstas derivarán los retos que deberá asumir este conglomerado de actores que forma un partido poco tradicional.

Separación. Precisamente es en una disociación dentro del Instrumento Por la Soberanía de los Pueblos donde se encuentra uno de los factores por los que ganó el No.

Dicho sin anestesia: “En lugar de un partido de bases movilizadas, el MAS se transformó en un partido de hombres de Estado y electores”, apunta Schavelzon.

La politóloga Helena Argirakis refuerza la hipótesis: “¿Por qué el descenso (de votos)? En lo interno: (porque) el aparato estatal reemplazó al aparato orgánico del instrumento, hubo mucha presencia del aparato estatal y eso fue un boomerang”.

De hecho, dirigentes de movimientos sociales dan indicios de que la disociación existe (esto sin olvidar la complejidad de que la mayoría de los dirigentes de movimientos sociales son a un tiempo hombres y mujeres de Gobierno): “Ha habido alguna soberbia de algunos ministros que apoyan a nuestro Presidente, tal vez pueda ser esa duda y desconfianza que se ha creado”, dijo Concepción Ortiz, vicepresidenta del MAS sobre la derrota del Sí.

Aún más: “en la evaluación nacional vemos que las organizaciones sociales nos hemos sentido relegadas, por el rol que teníamos (que) jugar (en la campaña) y en ese momento se formó las comisiones especiales encabezadas por ministros y senadores y eso ha dificultado el trabajo”, declaró a ANF Juan Alfaro, secretario de Tierra y Territorio de los Interculturales.

Pero no es todo: “Quizás a nivel del MAS, (con) las autoridades políticas no se ha trabajado con humildad ni de manera orgánica; quizás algunos temas internos o ambiciones de grupo o la mezquindad, eso ha perjudicado al interior de la administración política”, dijo Rodolfo Machaca, de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB) al mismo medio.

Todo esto, sin embargo, requeriría de un mayor análisis, porque, como se dijo, la problemática está atravesada por la complejidad de que la línea que diferencia a dirigentes de movimientos sociales de hombres y mujeres de Gobierno y Estado suele ser delgada.

Algo que se viene repitiendo desde hace mucho y que resulta consistente con la observación de Argirakis y Schavelzon de que se hayan sustituido a la base movilizada o al aparato orgánico por “hombres de Estado” y “aparato estatal”, es una costumbre de la partidocracia que confunde a funcionarios de Estado con militantes del partido de Gobierno. El MAS niega que sus funcionarios hagan campaña obligados, pero es sabido que lo hacen. Esto posiblemente sea una muestra, en pequeño, de la sustitución de la que hablan los académicos mencionados. Una vez más está la complejidad, ya que la línea entre funcionario del Estado durante una gestión de gobierno y la militancia en el partido de turno suele ser muy delgada, aunque sin duda existe en el acarreo de servidores públicos durante las campañas un uso proselitista de los recursos humanos del Estado, que causa resistencia en estos mismos trabajadores del sector público, según testimonios de funcionarios no militantes que deben ser guardados en reserva. El resultado es: “hago campaña (por el Sí) pero voto No”.

De la observación de la disociación, entonces, deriva uno de los retos del MAS que en última instancia intuye esa misma disfunción entre aparato estatal y bases movilizadas. El sociólogo Jorge Komadina dice que el oficialismo debería crear un espacio para la proyección de otro tipo de líderes, “que no provengan de la administración gubernamental, sino de la sociedad”. La recomendación presiente el mismo problema que notaban sus colegas académicos.

CAMPAÑA. Las quejas de los dirigentes de movimientos sociales, por muy concretas que parezcan al referirse específicamente a los errores en la campaña, son síntoma de que la disociación puede darse en diferentes campos de la gestión política.

Se tiene entonces un desgaste: “en lo orgánico, la conversión del aparato en una especie de agencia de empleos y de tráfico de influencias deriva en que se desterritorializa la gestión política a causa de la lógica prebendal”, explica Argirakis.

El diputado por el MAS Manuel Canelas nota que, a la vista de los resultados, puede tener sentido el análisis que plantea consecuencias distintas por la presencia de uno u otro de los aparatos, orgánico o estatal: “En los lugares donde ha habido más presencia orgánica y no tanto estatal el resultado de la votación ha sido bueno. En cambio, donde hubo un intento de desembarco estatal muy fuerte como en el oriente, sin acompañamiento de presencia orgánica tan fuerte, se ha perdido”.

La administración del MAS realizó fuertes inversiones en el oriente, sin embargo en Santa Cruz el No ganó con mayor volumen.

Canelas señala que habría que estudiar caso por caso, aunque subraya una coincidencia a favor de la hipótesis: La Paz y Cochabamba, donde el MAS tiene una estructura orgánica de lejos más establecida que en otros departamentos, ganó el Sí. Al contrario, “donde más hay presencia estatal que suple a la orgánica es en Santa Cruz, Beni y Pando”. En los tres el No ganó. Chuquisaca es un contraste, ya que existe una estructura orgánica incluso “más vieja” que la de La Paz y sin embargo “no funcionó”.

“Muy tentativamente es probable que tenga sentido”, concluye.

Ahora, en muchos casos hubo presencia estatal (siguiendo el libreto de campaña de entrega de obras) sumada a un aparato orgánico fuerte, como en La Paz y Cochabamba. “Ha funcionado mejor en los lugares en donde has tenido las dos cosas: presencia estatal con entrega de obras y liderazgo de ministros, es decir campaña desde la administración, pero con un correlato orgánico. Si solo tienes presencia estatal, no termina de funcionar; si tienes solo estructura orgánica, tampoco”.

En todo caso, Komadina se pregunta: “¿Podrá el MAS cambiar su estilo de gestión partidaria y de toma de decisiones que vienen del sindicalismo campesino, que es centralista, cuando son prácticas muy arraigadas y por tanto difíciles de cambiar?”. Ése es otro desafío.

Por supuesto que la disociación mencionada no sería la única razón de la derrota del Sí. Existen otras explicaciones plausibles.

REDES. El MAS, sin embargo, razonó de otra forma. El Presidente habló de tres causas, que alternan un factor externo y uno interno. Al saberse que el No había ganado, Morales dijo que un elemento fue la guerra sucia en redes; otro, que la mala gestión en algunas alcaldías de su partido perjudicaron; y, que existen masistas “que están por pegas”. En esto último realizó una alusión a los miembros de la clase media del MAS y citó a Sergio Almaraz: “La clase media es clase a medias”. Es decir, que cuestionó la alianza del MAS con alguna parte de la clase media. “Supuestos militantes del MAS quienes son clase a medias, hay muchos muy comprometidos”, matizó.

Si bien siempre hubo elementos de la clase media provenientes de la izquierda en el MAS desde su primera participación en elecciones nacionales en 2002; es a partir de 2010 cuando se busca consolidar la hegemonía territorial, y hay un giro y llamado directo del partido de gobierno para incluir a profesionales y “empresarios patriotas”, llegándose incluso a invitaciones directas a elementos ligados con el pasado ‘neoliberal’.

Es sobre este aspecto que la politóloga Helena Argirakis encuentra otros problemas y retos tras el referéndum, al señalar que es necesario un “análisis y sinceramiento” del MAS: “¿hasta qué medida sirvió una alianza con Percy en cuanto a sumar votos?, ¿las concesiones hechas al empresariado cruceño, le han sumado votos? A mí me entra la duda. Entonces las decisiones no han sido las más convenientes”.

Otro aspecto que da razón de la derrota lo explica Schavelzon: “Lejos de horizontes de cambio, de un Partido-Movimiento que representaba a los de abajo y de una crítica a los problemas más profundos de Bolivia, la comunicación política apuntó a un votante individual, desvinculado de las luchas del pasado y que debería votar al MAS por su capacidad de gestión y sus resultados económicos de un capitalismo periférico”.

Cuando se trata de gestión, y no de política y transformación, “es fácil que el voto comience a ser fluctuante, porque quizás para muchos no sea más Evo Morales o el MAS quien mejor vaya a administrar un Estado y un modelo económico que en su esencia no fue modificado y que tiene a sus antiguos representantes ansiosos por regresar”.

Argirakis habla de lo mismo: “La premisa de que la línea de campaña por el Sí era la entrega de obras, lo que no funcionaba por la Constitución política ideológica del referéndum”.

CONEXIÓN. El “hallazgo” del MAS de que la guerra sucia en redes fue determinante es desbaratado con facilidad por Schavelzon: “Lo que veo es que el problema del MAS no son las campañas sucias sino el problema de conexión con lo que le dio origen (las luchas sociales por la transformación del Estado), y ése es el desafío del MAS para encontrar fuerzas de horizonte transformador, antes que de gestión”.

Un factor externo al partido de gobierno que menciona Argirakis es que hayan podido unirse bajo la misma consigna política las oposiciones. Sin embargo, ese 51,3% alcanzado se fragmenta entre el proyecto de los disidentes, del centro, de la derecha reaccionaria (“que ha vuelto a resurgir con planes de desestabilización”) e incluso los jóvenes antisistémicos que no se identifican con ninguno de estos bandos. Al contrario, el 48,6% que votó Sí es administrado únicamente por la sigla del MAS; “por tanto, no está en duda de que siga siendo la primera fuerza política del país”.

Más explicaciones. Para Komadina la derrota del MAS no se debe a las “peripecias propias de la campaña”, sino que se origina en una “estrategia fallida que es el referéndum mismo”, es decir, una estrategia de reproducción del poder. Tal vez, al no tener líderes intermedios, apunta, “al MAS no le quedaba otra opción”.

Esta “estrategia fallida” generó un “rechazo espontáneo” sobre todo de clases medias urbanas “que tienen gran capacidad de influencia en la opinión pública”.

Otro aspecto que menciona este académico es el de la corrupción como la del Fondo Indígena, o el caso de Gabriela Zapata, los cuales “atacaron el capital simbólico del Presidente, que no había sido antes interpelado nunca. Ahora la gente presume que pudo haber tráfico de influencias”.

Entonces, concluye que no hubo una “revitalización de la oposición, sino las propias trampas que el MAS se ha puesto”.

Los desafíos internos que recomienda es la democratización e institucionalización de su organización, “que es muy frágil, mal aplicada y evocéntrica. No puedes defender un proceso de cambio histórico con una organización tan débil que depende de una persona”.

Siguiendo el razonamiento de Komadina, es entonces posible decir que el MAS deberá explicar de manera más satisfactoria el caso del tráfico de influencias, pues no basta en absoluto decir que éste no existió, solo para despejar las dudas.

 

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La paralización de lo plurinacional

José de la Fuente y Carlos Saavedra brindan sus perspectivas sobre la situación actual de la disputa política nacional y sus consecuencias.

La estatalidad languidece, en medio de la interna oficialista

/ 28 de abril de 2024 / 06:58

El punto sobre la i

En los últimos años, Bolivia ha experimentado un complicado proceso político marcado por tensiones y transformaciones profundas. A medida que se acercan las elecciones de 2025, el escenario se complejiza y desde el campo de la disputa por el poder se gatillan discursos y acciones que tensionan al país y dificultan la gestión.

La estatalidad, en su sentido moderno, está definida como el modo de organización política de la sociedad en la que el Estado es el agente principal encargado de construir la representación de la sociedad consciente de sí misma y en armonía consigo misma. Esto es algo que no se está verificando del todo actualmente o, cuando menos, está siendo erosionado a partir de lo que se observa en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Hay serias dificultades para legislar, llegando incluso a tener paralizadas leyes que viabilizan créditos, contratos y otros. Más aún, no se cumplió el precepto constitucional de convocar y realizar elecciones judiciales, lo que está derivando en un problema mayúsculo para la institucionalidad del propio Estado plurinacional.

Atrás quedaron los días de querer transformar al país para procurar una mayor democratización e inclusión. Hoy los actores políticos están enfrascados en una lucha corrosiva sin cuartel. Pululan y predominan los discursos polarizadores, incluso dentro del propio oficialismo, dividido entre evistas y arcistas. Las oposiciones no presentan tampoco alternativas e igualmente se dedican a antagonizar. El ánimo por avanzar en los cambios que se plantearon con el Estado plurinacional, actualmente languidece.

Conversamos al respecto con el abogado e investigador social cochabambino, José de la Fuente, y con el politólogo tarijeño, Carlos Saavedra.

“Hay una marcada crisis institucional que deviene de un extravío político y de una mirada excesivamente instrumental del poder como herramienta para forzar la reproducción perpetua del mismo. La institucionalidad está condicionada al fragor de las luchas fratricidas al interior del MAS; pareciera que la profundización en la construcción del Estado Plurinacional está congelada y totalmente condicionada a que se destrabe la disputa interna por el poder”, afirma Saavedra.

De la Fuente sostiene, por su parte, que “la gravedad de esta confluencia de hechos políticos negativos es sin duda enorme y extrema. El proceso político a partir del 2006 se diseñó, desarrolló y ejecutó sobre la base de la hegemonía política del MAS, que ahora está reducida a dos minorías enfrentadas y cuya disputa es el principal factor de la crisis política en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Esto ha complejizado la crisis institucional y cuya más grave repercusión está en el Órgano Judicial. Ya estamos en un paréntesis el desarrollo del Estado plurinacional, porque para avanzar es imprescindible un pleno y articulado funcionamiento del conjunto estatal, especialmente porque un Estado plural requiere diversificación y ampliación institucional”.

Abordando la cuestión de la disputa política, sobre todo al interior del oficialismo, y sus consecuencias, el abogado e invesigador considera que “si la política está en crisis, es inmediata su irradiación al sistema político institucional y, en última instancia, al propio funcionamiento de la democracia.

La dimensión de la crisis política que se vive al interior del MAS ha deteriorado o, virtualmente, suprimido el debate democrático como medio de disputa del liderazgo. Lo que vemos a título de disputa política es un concurso penoso, desmedido y grosero de denuncias e insultos que no le hacen bien a nadie y menos a la democracia”.

Añade que “la calidad democrática ha quedado resentida por esta crisis política al interior del MAS y de las organizaciones matrices. No sólo desaparecieron las ideas y las perspectivas encontradas, que son los elementos esenciales para cualquier disputa legítima de poder, lo mismo que para cualquier avenencia o convergencia. Cerrado el camino de las ideas y el debate democrático, solo restan hechos de fuerza, maniobras institucionales u otras acciones de todavía mayor bajeza política”.

El politólogo tarijeño coincide en la mirada crítica y observa que “el escenario político parece mostrarnos una guerra sin cuartel y con munición de alto calibre cuya única finalidad es la consecución del poder. Se ha diluido, por parte de las oposiciones y del oficialismo, un horizonte democrático que cautive a la población, que muestre un rumbo de futuro. La lucha del poder por el poder aleja a la ciudadanía del ejercicio político democrático y abre la posibilidad, aún lejana, pero peligrosa de la aparición de outsiders con posiciones radicales y extremistas como Javier Milei, en Argentina, o Jair Bolsonaro, en Brasil”.

Saavedra prosigue y señala que “el gran mérito que tuvo el MAS-IPSP fue que, por primera vez en la historia, logró construir la cohesión de un gran bloque popular con la participación de pueblos indígenas, campesinos, obreros, profesionales, izquierdas urbanas entre muchos otros. En su momento el liderazgo de Evo Morales fue capaz de abrazar muchos sectores y conquistar electoralmente a las clases medias y a los centros políticos. Hoy Evo se está ‘desevificando’. La intención de forzar nuevamente su candidatura por encima de la voluntad de las organizaciones sociales y de sentencias del TCP marcan un alejamiento de la democracia plural, comunitaria que representó el MAS. Muchas veces los liderazgos revolucionarios y transformadores terminan constituyendo órdenes de represión más duros que aquellos que enfrentaron en su momento”.

Ahora bien, ¿cómo luce el panorama por fuera del oficialismo? Al final de cuentas, las oposiciones también están compitiendo por liderar al país y conducirlo a mejores días, al menos en teoría.

“La democracia y un discurso democratizador destinado a modernizar políticamente la sociedad boliviana nunca fueron un elemento central en la articulación política de la oposición al proceso político iniciado el 2006, porque su principal matriz ideológica política es el banzerismo y, luego del 2003, los saldos discursivos del gonismo, que no asumió la debacle política de una propuesta de transnacionalización de la economía que chocó frontalmente con la realidad del país”, asevera de la Fuente.

“El problema ideológico de esos sectores opositores y de gran parte de la élite intelectual que se opone al proceso del cambio, en muchos casos con fundamentadas observaciones de fondo y expectativas absolutamente contrarias, es que no pueden razonar un modelo de democracia que condiga con la diversidad cultural, territorial y orgánica del mundo campesino, indígena y rural del país. Bolivia es un país que todavía conserva importantes reductos e históricos núcleos étnicos de aimaras, quechuas, guaranís, chiquitanos, etcétera, y territorios que, al mismo tiempo que son provincias o municipios, son entidades colectivas llenas de vida y acción política y cultural en términos de ayllus, comunidades, cabildos, tentas y hoy, también, manchas urbanas y barrios periurbanos que conservan sus identidades de origen”, explica el investigador social.

Continúa y afirma que “hoy, en la difícil coyuntura política que atravesamos, el grueso de las expectativas y sueños de los dispersos grupos opositores pasa por que se termine de producir un desastre político e institucional en las elecciones judiciales; del que no estamos lejos porque la Asamblea Legislativa es un desastre y principal epicentro de la crisis política. Otra muletilla y mantra opositora es la denuncia de una dictadura, aunque, en especial, su principal apuesta es a que el enfrentamiento interno del MAS descarrile el proceso político. De su parte, el aporte a la elaboración de una propuesta o modelo democrático es mínimo. Su mayor elucubración conceptual es el principio de ‘un ciudadano un voto’, como si la mecánica del voto, las elecciones y la representación política alcanzaran a resolver los complejos desafíos de una democracia y menos de una sociedad como la boliviana, compleja y abigarrada”.

A su vez, Saavedra puntualiza que, en el país, “existen distintos tipos de oposiciones. Una de ellas es la oposición tradicional, que busca la reinstauración de un orden político conservador. Este tipo de oposición está absolutamente extraviada del contexto. Otro tipo de oposición son las fuerzas regionales, que tienen pendiente una lucha justa por la profundización de las autonomías; por lo general estas organizaciones tienen una mirada muy restringida a lo local del ámbito político y les cuesta constituirse en actores nacionales relevantes. Un tercer tipo de oposición que intenta surgir es el de los outsiders extremistas que, a partir de discursos de odio y permanente ataque, buscan generar condiciones para la toma del poder. el contexto de incertidumbre no es suficiente para que ellos desarrollen su hipótesis política, sino que necesitan generar sensaciones de crisis, para así generar respuestas ante la ausencia de otras iniciativas políticas”.

“Las oposiciones han mirado con recelo la incorporación de las clases populares e indígenas, pero ante la consolidación de un sentido hegemónico de lo plurinacional se vieron obligados a incorporarlos así sea de manera nominal”, acota el politólogo.

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Sea como fuere que vayan acomodándose las cosas, o no, lo cierto es que el país ya está en medio de un clima marcado por las tensiones en función a las venideras elecciones nacionales de 2025. Nuestros analistas invitados fueron consultados sobre cómo va llegando al país a esa cita con las urnas y qué se puede atisbar en el horizonte como los puntos medulares que estarán en juego.

Saavedra es de la idea de que “el país está alejándose de los extremos radicales y polarizadores. Está con una sensación de hastío con la conflictividad política y está buscando liderazgos que generen certezas en la población, especialmente en los ámbitos políticos y económicos. Queda claro que todavía el sentido hegemónico de lo político en Bolivia, está marcado por la profundización del Estado plurinacional, pero también, por la necesidad de rejuvenecer discursiva e ideológicamente el régimen incorporando nuevas causas de lucha”.

“Cada vez hay menos espacios para aventuras y experimentos políticos”, advierte el politólogo.

De la Fuente ve que “vamos por dos caminos, por lo pronto en paralelo, aunque en algún momento deben cruzarse y alcanzar algún tipo de síntesis, ojalá mínimamente virtuosa. Por una parte, el escabroso camino que siguen las organizaciones sociales matrices (CSUTCB, Bartolinas, Interculturales y el Pacto de Unidad), que constituyen el sujeto social, cultural y político del proceso del cambio para recuperar el control de su instrumento político: el MAS-IPSP, que a todas luces se muestra difícil y muy complejo, aunque sin duda es el camino más legítimo y consistente. Y por otro, el que siguen los grupos residuales del sistema de la democracia pactada y que en el fondo es esa tradición politiquera, clasemediera y típicamente citadina de creer que la democracia se reduce a pactos Inter partidarios de distribución del poder y en especial de la institucionalidad pública. Estos grupos parten del supuesto que se agotó el proceso del cambio y que en consecuencia les toca retornar, sin darse cuenta de que el sujeto social subalterno que antes se dividía, dispersaba y asimilaba a cualquier alternativa política externa hoy piensa por sí mismo y no está dispuesto a servir de escalera a nadie más”.

“Este es el dilema de la democracia boliviana y del proceso del cambio. Se cumplió un ciclo político y que de no transformarse corre el riesgo de una involución dramática, lo mismo que la misma democracia. Es la segunda opción, pero no debemos confiarnos”, concluye el abogado cochabambino.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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El fallo del príncipe neoliberal

El periodista Fernando Molina acaba de publicar un libro sobre el fracaso de la élites de los 90 desde la perspectiva de Maquiavelo, que lleva el título de “El príncipe neoliberal”. Aquí presentamos un fragmento del mismo.

/ 28 de abril de 2024 / 06:43

Dibujo Libre

Suele criticarse a la élite neoliberal por “maquiavélica”, en el sentido vulgar del adjetivo. En realidad, su problema fue no serlo, si entendemos por “maquiavelismo” lo que éste realmente significa. La élite neoliberal no se atuvo a la razón de Estado (esto es, en los términos de Maquiavelo, a la preservación de la hegemonía que ganó tras el ajuste económico de 1985). Algunos de sus principales dirigentes presumían de “Maquiavelos criollos” por su astucia para incrementar el poder de sus partidos y el suyo personal, y para apartar del camino a toda clase de adversarios, pero estaban pensando en el Maquiavelo que no es. Sus acciones satisfacían apetitos, incrementaban sus arcas, les daban momentánea notoriedad, pero al mismo tiempo socavaban, con lentitud, pero seguridad, los cimientos de su dominio: les quitaban posibilidades para usar la coerción con éxito, por un lado, y los desprestigiaban ante el pueblo, disminuyendo su influencia y dominio sobre él. Porque la razón de Estado exige tomar en cuenta al pueblo, y por eso es una razón política y no puramente militar. El príncipe enseña que el poder nunca es absoluto. Un señor puede poseerlo, y en grandes cantidades, pero siempre habrá, junto a él, otros que también serán poderosos, aunque en menor medida. Estos son los candidatos más cercanos a desplazar al primero. Por eso la política, en tanto arte de lograr y conservar el poder, está orientada en primer lugar hacia ellos.

La lista de poderosos es muy grande: están los otros señores, que en lenguaje moderno equivalen a los dirigentes de los partidos rivales y de los gobiernos locales; están los grandes propietarios, que normalmente se aliarán al príncipe de turno, para que sus negocios no sufran, y, finalmente, está el pueblo. Maquiavelo hace hincapié en ello: este es mucho más fuerte que las demás partes en las que el poder se divide; por eso, hay que evitar perderlo o tenerlo en contra: “Al príncipe le es necesario tener al pueblo de su parte, porque si no, no tendrá remedio en las adversidades…”.

Esta no fue la convicción de la élite neoliberal. Esta llegó al poder después de una gran derrota de los dirigentes y de las ideas estatistas y de izquierda que representaban tradicionalmente al pueblo boliviano. Pudieron instalar y sostener sus primeros gobiernos con total libertad, casi sin ninguna contestación de la población y, al contrario, con la simpatía de esta, que agradecía y aplaudía a los partidos que la habían salvado de la hiperinflación. Por esta razón, estos príncipes le perdieron el respeto y el temor al pueblo, olvidaron que es el más poderoso de los sujetos políticos, aquel del que depende en gran parte la estabilidad y prosperidad del gobierno.

Tratándose de una democracia, de un periodo en el que se realizó más de una decena de elecciones nacionales y regionales, la anterior afirmación parece absurda. Pero no lo es. La élite neoliberal consideró al pueblo como un simple factor electoral, supuso que su capacidad de ejercer consenso y coerción sobre él era tan grande como la de las élites de los países occidentales desarrollados, con las cuales se identificaban más que con el pueblo, y por tanto que este ya no podía expresarse del modo que retrata Maquiavelo, quien lo hace responsable de la caída de muchos príncipes. La élite creyó que el pueblo ya solo se expresaría electoralmente y, luego, cuando vio que eso no ocurría y las manifestaciones violentas de masas iban en aumento, sobre todo desde 1997, no quiso aceptar lo que estas representaban; las atribuyó a “agitadores” y “conspiradores”, y las trató como disfunciones que era posible erradicar, cuando eran muestras de que la mentalidad colectiva había cambiado.

Los príncipes neoliberales introdujeron en la práctica política nacional la realización de mediciones más o menos periódicas y más o menos serias de la opinión pública, pero su propósito no era comprobar si las bases de su poder se hallaban tan bien asentadas como ellos creían; las suyas eran encuestas de orientación electoral que servían para recolectar y agregar las demandas de la gente. Los resultados que, pese a ello, mostraban la creciente enajenación de pueblo fueron ignorados o entendidos como datos electorales que indicaban que el voto se desviaría hacia candidaturas “anti-sistémicas”, es decir, extrañas a la élite. Esto preocupaba, pero se pensaba conjurar por medios también electorales: marketing político, inversión en campañas, coaliciones de varios partidos similares, etc.

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Entre 2000 y 2002 los estudios detectaron una enorme cantidad de “furiosos” por el estado de cosas, lo que era un resultado directo del comportamiento de los partidos de la élite durante los años anteriores y de la recesión económica que se vivía en ese momento. Pero este dato se interpretó mal. No dio origen a ninguna autocrítica.

La falta de atención y respeto por el pueblo impregnó todos los actos de la élite neoliberal: la venalidad con que administró la cosa pública, incurriendo en constantes escándalos de corrupción; la rebatiña y la repartición amañada de los mejores cargos públicos entre un grupo de funcionarios que formaba parte de esta élite y estaba ligado a las empresas privadas, a las cuales favorecía; el pago a estos funcionarios con jugosos sobresueldos, que se procuró disimular con una partida “reservada” de gastos, la cual en realidad no ocultó nada y en cambio volvió discrecional y sucia la administración de estos fondos, etc. Todo esto se hizo con la mayor alegría, despertando la envidia y la repulsa de la gente pobre que, entretanto, tenía que arreglárselas con las numerosas dificultades que las reformas neoliberales habían traído a sus vidas. Los que así actuaban presumían de “maquiavélicos”, pero en realidad desconocían y negaban al teórico florentino. Su comportamiento puso en peligro, primero, y luego anuló su ascendiente intelectual y moral sobre la población. “Los que llegan a príncipes por vías virtuosas adquieren el principado con dificultad, pero lo mantienen fácilmente”, recomendaba, en cambio, el autor de El príncipe.

(*)Fernando Molina es periodista y escritor

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Tres décadas de descentralización

Una mirada al proceso iniciado con la Participación Popular y que hoy se expresa en el régimen autonómico.

Una sesión anterior del Consejo Nacional de Autonomías.

/ 28 de abril de 2024 / 06:27

Dibujo Libre

La Participación Popular podría considerarse, luego de la revolución de 1952 , la más profunda e inconmensurable reforma en democracia de vocación descentralizadora y paradójicamente impulsada por un gobierno central, quién asumió la audaz decisión de compartir poder político, ceder responsabilidades administrativas y transferir recursos financieros que hasta ese momento. se hallaban bajo custodia y absoluta decisión del poder central.

Caso curioso el boliviano, originado y agendado fuera del centro y del altiplano, pero anidado en mentes visionarias y con voluntad política desde el llano, para trasladarlas al plan de gobierno de un partido, que eventualmente paso a convertirse en una política pública, de la que hoy nadie reniega o pretende devaluarla, reconociéndola como una de las escasas reformas estatales con mayor trascendencia en los planos político, fiscal, social y territorial de la historia de Bolivia.

El régimen de autonomías incorporado en la constitución del año 2009, se estructuró sobre la base de la descentralización del año 1994 con la participación popular, capitalizada por los actores territoriales en la promoción de liderazgos políticos locales, desarrollo de capacidades administrativas, esfuerzos tributarios, ampliación de servicios públicos sociales y económicos, participación vecinal e indígena en la planificación y destino de los recursos asignados, de naturaleza innovadora para la tradición concentradora del Estado.

Desafortunadamente, uno de los riesgos fue descentralizar un Estado tradicionalmente débil, con un país rural abandonado por la implacable urbanización y astillado en pequeños poblados silenciados por la marginalidad de territorios y sistemas de vida cada vez más vulnerables a fenómenos económicos y medioambientales.

La descentralización de base municipal desnudó al débil Estado capturado por un inmaduro sistema político que, en ausencia de normas y estructura institucional estatal, no puedo conducir ni responder a la impronta municipal desatada.

Con el régimen autonómico, el costo de administrar el Estado creció por la ampliación de dos gobiernos (nacional y municipal) a cinco (más el regional, departamental e indígena), aumentando significativamente la burocracia estatal, congestionando la gestión de servicios, como por ejemplo en salud y educación, que eran competencia exclusiva municipal, y la modificó a concurrente para justificar la presencia del gobierno central en el territorio, propiciando una competencia desleal ; sin ocupar la estructura descentralizada del Estado , creando instituciones paralelas y disponiendo de recursos especiales para llegar al territorio con programas de alcance nacional .

La tensión entre el impulso descentralizador del año 1994 y el ambivalente régimen de autonomías de 2010, no ha facilitado la gestión de municipalidades cada vez más debilitadas por la sobrecarga de competencias (bono discapacitados, fondo de fomento a la educación, sistema nacional de seguridad ciudadana entre otras materias) y asfixiados financieramente por la caída en las trasferencias de un modelo primario y monoproductor; en lo cotidiano, abandonados en un escenario mucho más complejo que el del inicio. Prueba de ello, la mayoría de los municipios que se hallaban en el año 1992 en quintil más pobre, treinta años después, continúan en el mismo sitial sin que nada haya logrado mejorar sus condiciones de exclusión y extrema pobreza.

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Aún existen muchas asignaturas sin la debida atención, tanto en el diseño como en la operación, el tiempo y los gobiernos centrales convirtieron por acción u omisión los conceptos en defectos respecto del modelo original; sin embargo, tres décadas después, a pesar de una nueva Constitución y una Ley Marco de Autonomías, afortunadamente no alcanzaron a modificar su espíritu, el mismo que continua vigente y con mayor arraigo en los actores y sistemas predominantes en el territorio.

Nada podrá revertir el escenario de la descentralización municipal de 1994, más al contrario, además de convertirse en la piedra angular del Estado, es la caja de resonancia del trepidante escenario político nacional y también la redención, especialmente en ciudades grandes e intermedias, a la creciente demanda social, económica y de infraestructura pública en favor de los más vulnerables que hacen posible testimoniar y celebrar hoy aquel visionario modelo de descentralización.

Luego tres décadas, la resistencia a la autonomía y a una mayor descentralización, así como la forma más o menos conflictiva y trabada de su proceso, no es una característica y responsabilidad exclusiva del gobierno central, también responde a la debilidad institucional y falta de liderazgo de los gobiernos municipales para explotar el régimen de autonomías vigente y “jalar” finalmente la auténtica descentralización.

(*)Vladimir Ameller Terrazas es economista

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Daniel Noboa es derrotado en las urnas

El referéndum en Ecuador, del pasado 21 de abril, dijo No en dos preguntas clave para el oficialismo y su política económica.

Daniel Noboa

/ 28 de abril de 2024 / 06:07

Dibujo Libre

Nadie convoca un referéndum para perderlo. Es una máxima de la ciencia política. Las consultas populares están diseñadas para investir al líder con la legitimidad de un resultado en las urnas, un resultado contra el que ningún opositor tenga réplica.

Y sin embargo Daniel Noboa, el flamante presidente ecuatoriano, el émulo de Bukele, se estrelló contra la realidad.

El pasado domingo 21 de abril el pueblo ecuatoriano se enfrentaba a un referéndum con once preguntas orientadas a reformar la Constitución e impulsar políticas públicas. Lo había convocado meses antes el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, siguiendo la estela de sus predecesores, Guillermo Lasso y Lenin Moreno quienes convocaron también sendas consultas. El horizonte político de las tres consultas, al margen del contenido de las preguntas, compartía un mismo objetivo político: relegitimar en las urnas sus precarios gobiernos. Todos ellos, gobiernos logrados en segunda vuelta por escasos márgenes y todos gobiernos con minoría en la Asamblea Legislativa.

De las once preguntas planteadas, nueve referían a reformas judiciales, policiales o militares y tenían una clara orientación securitaria. Respecto a esas nueve preguntas se había creado un cierto consenso nacional, sólo roto en las últimas semanas por el asalto a la embajada mexicana en Quito, un hecho que forzó al partido de Rafael Correa, la Revolución Ciudadana (RC), a adoptar una posición de rechazo frontal a las propuestas del presidente. Eran por tanto preguntas sobre las que no pesaban dudas acerca del resultado.

Sin embargo, dos de las once preguntas escapaban a este esquema. En dos preguntas fundamentales Noboa consultaba, primero, sobre el retorno de una fórmula precarizadora del mercado laboral -contra la que él mismo se había pronunciado en campaña electoral-, el contrato por horas y, segundo, sobre la sujeción de Ecuador a tribunales internacionales en diferendos económicos. Estas dos eran las únicas preguntas sobre las que existía disputa política, las dos que atañían al modelo económico del presidente, dos preguntas que habían recibido un rechazo frontal desde el primer momento por parte de la oposición politica de la RC. En ambas preguntas la población dijo No. Dos tercios de los ecuatorianos respondieron No al arbitraje internacional (64,9%) y No al regreso al trabajo fijo por horas (68,8%).

En el resto de preguntas, como decimos, todas ellas relacionadas con la seguridad ciudadana y de carácter incuestionable, el presidente Noboa obtuvo el previsible apoyo derivado del clima de inseguridad que vive el país. Lo confirma el hecho de que las preguntas A y F, relacionadas con el papel de las fuerzas armadas en el control de la seguridad, fueran las más respaldadas, con un 75% de apoyo.

Este resultado dual, de un lado apoyo en el refuerzo de las políticas securitarias de Noboa y de otro rechazo al modelo económico del presidente, demuestra que un porcentaje importante de la población ecuatoriana es -como diría George Lakoff- biconceptual, proclive a ubicarse en distintas posiciones en función de las materias, a escapar al molde simplificador que intenta imprimir la polarización política: o con Noboa o contra Noboa, o correísta o anticorreísta.

Efectivamente, hasta un 69% de los ecuatorianos votó en contra de la legalización del trabajo por horas (una cuestión por cierto sobre la que Noboa habría cambiado su posición respecto a la campaña electoral), doblando la base electoral del correísmo (32% en las últimas dos primeras vueltas presidenciales), mientras que por el contrario la base electoral del correísmo -al menos parte- apoyó el refuerzo del papel de las fuerzas armadas en materia de seguridad.

Noboa fracasa, por tanto, en el objetivo de relegitimarse. Este resultado obliga a un cambio en la estrategia política del presidente si quiere reelegirse en febrero de 2025. A solo 10 meses de las próximas elecciones presidenciales Noboa se enfrenta un dilema clave: mantener o no su política económica.

Con el voto popular en contra, mantener el rumbo económico neoliberal supondría una seria amenaza a sus posibilidades de reelección. Por el contrario, no hacerlo pudiera exponerlo a las críticas de los grandes medios de comunicación, principales exponentes en la presión neoliberalizadora.

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Sobre la escena pende además un elemento añadido. El victorioso rechazo a las dos preguntas de corte económico fue capitaneado por el correísmo, que saldría reforzado de esta disputa. Este apoyo a las tesis correístas llega justo en el momento en el que el gobierno había recrudecido la cacería judicial a la que viene siendo sometido este movimiento político desde la llegada al poder de Lenin Moreno.

De hecho, en cierto modo, en el resultado de la consulta parece latir también un golpe al giro estratégico de Noboa de los últimos meses, cuando dejó de buscar la colaboración del correísmo en el Congreso para emprender una furibunda carga contra éste. Esta carga lo llevó incluso a violar la Convención de Viena sobre inviolabilidad de sedes diplomáticas, con el episodio de asalto a la Embajada de México, el pasado 5 de abril, lo que ha derivado en una grave crisis de credibilidad internacional del país andino.

En definitiva, con un país en grave crisis económica agravada por la decisión presidencial de subir el IVA y el precio de los combustibles, con una crisis eléctrica que comienza a repercutir en las clases medias con graves apagones y con un clima de rechazo al modelo económico negado en las urnas, Noboa se juega todo a una sola carta, a resolver el problema de la inseguridad. De lograrlo tendrá opciones de ser reelegido. De no hacerlo la pregunta en Ecuador volverá a ser la misma que en 2021 y 2023: ¿será el correísmo capaz de agrietar la coalición de anticorreístas que, sin tener nada en común, se unen sólo para votar a cualquier candidato que no sea correísta?

(*)Sergio Pascual es analista político

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América Latina en la mira de EEUU, otra vez

Una conversación con el destacado abogado, intelectual y exministro boliviano, Reymi Ferreira.

/ 21 de abril de 2024 / 06:58

El Punto Sobre la i

Esta semana, la ministra de Seguridad de Argentina, Patricia Bullrich, generó un nuevo incidente diplomático en la región, cuando acusó a Bolivia y Chile de tener en sus territorios a agentes terroristas iraníes. La aseveración motivó la protesta de ambos países. Bullrich presentó sus excusas antes Santiago, pero no ante el gobierno boliviano. Al presente, la referida ministra del país rioplatense anunció que mantiene sus fronteras en el norte y embajadas “con alerta alta”.

Si bien este es el más reciente episodio en el que se gatillan tensiones diplomáticas desde el gobierno de Javier Milei, no es ni por si acaso el primero. El mandatario ya sostuvo controversias y se refirió con adjetivos ofensivos a otros presidentes de América Latina. Tal fue caso con sus pares de Colombia, Brasil y México. Protagonizó además otro entredicho con China. Cabe señalar que Brasil, China, Chile y Colombia están entre los países más importantes en el intercambio comercial argentino.

En el caso de la ministra Bullrich, cabe además recordar que, en 2021, el Gobierno argentino “denunció penalmente el contrabando ilegal de armamento y municiones que el gobierno de (Mauricio) Macri envió a Bolivia el 12 de noviembre de 2019”, según indica una nota oficial del Ministerio de Seguridad. La acusación se dirigió contra la actual titular de esa cartera de Estado, el expresidente Macri y otros funcionarios.

El año pasado, la jefa del Comando Sur de los Estados Unidos, Laura Richardson, se presentó ante una comisión de la Cámara de Representantes de su país e informó en relación al denominado triángulo del litio, conformado por Argentina, Bolivia y Chile. “Esta región está llena de recursos y me preocupa la actividad maligna de nuestros adversarios que se aprovechan de ello, aparentando que están invirtiendo cuando en realidad están extrayendo”, aseveró la militar.

A principios del mes en curso, Milei y Richardson sostuvieron un encuentro en Ushuaia, capital de la provincia Tierra del Fuego. En la cita, acordaron la creación de una “base naval integrada” entre ambos países. Argentina se comprometió en la adquisición de equipo bélico estadounidense, incluyendo cazas F-16 mediante un subsidio de $us 40 millones, según indica una nota oficial de la Embajada de Estados Unidos en el país vecino del pasado jueves.

Conversamos respecto a estos temas con el destacado abogado, intelectual y exministro, Reymi Ferreira. El diálogo recorre diversos aspectos, comenzando por la acusación de Bullrich de la última semana, hasta abordar la situación de la región en un momento de transiciones geopolíticas de gran importancia.

– ¿Cómo se pueden entender estas tensiones diplomáticas que vienen siendo gatilladas desde el actual Gobierno argentino?

Es la nueva derecha, la nueva ola conservadora que está en América Latina, que en realidad llega a ser la segunda. La primera la trajo Jair Bolsonaro, expresidente de Brasil. Bolsonaro ha sido en realidad el pionero en América Latina, que trajo esa ola de los ultraconservadores de Estados Unidos, y en la que Javier Milei juega un papel. Un peón más de la estructura neoconservadora que ha llegado a América Latina; que no dejan de ser elementos disociadores que están al servicio de intereses extranjeros, están al servicio de las potencias imperiales. Y lo lamentable es el silencio, prácticamente la falta de condena contra este tipo de exabruptos y este tipo de políticas. Pero yo creo que es parte de una oleada continental que viene desde los grupos más tenebrosamente conservadores de Estados Unidos.

– ¿Cómo se puede entender la racionalidad política de estas controversias?

Milei es muy irracional. Yo creo que está haciendo poses, pininos para la opinión pública internacional. No creo que esté pensando en la Argentina, Él está pensando en la gente de afuera, a los que él sirve. Quiere quedar agradable a los grandes poderes del sionismo, de estos capitales transnacionales, de la ultraderecha norteamericana. Y así repite cosas que no tienen sentido. Ya ha tenido que disculparse con Chile y no lo ha hecho con Bolivia, cosa que es lamentable y terrible. Que, además, debe merecer la protesta del Gobierno boliviano porque es realmente una barbaridad que se vengan a armar ese tipo de acusaciones. Es evidente que no existe ese tipo de situaciones en nuestros países.

–¿Tiene esto alguna racionalidad en el ámbito internacional más grande?

Lamentablemente, no puede haber racionalidad en alguien irracional y en una política irracional. La política a Milei, como la de Trump y de Bolsonaro, son políticas irracionales. Entonces, pedir racionalidad a políticas irracionales no creo que vaya a dar muchos frutos. Básicamente es un actuar instintivo. Hitler no era nada racional, sus políticas eran lo más irracionales que había. Y eso terminó destruyéndolo y, de paso, destruyendo parte del planeta en un determinado momento. Milei es igual, un hombre puro hígado; que ha demostrado tener muy poca racionalidad y mucho hígado. Ese es el gran problema con este tipo de gobernantes. Cuando el cerebro es más chico que el hígado, acaban haciendo lo que está haciendo Milei: inventándose terroristas en Bolivia o en Chile, agrediendo al presidente de Colombia, Gustavo Petro, entrando en contradicción con el propio presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, también con Lula da Silva. Abriéndose enemigos gratuitos en todas partes, para recibir las palmaditas que se le dan a un cachorro por seguir las instrucciones. Declarando su apoyo a que la capital de Israel sea Jerusalén y cosas así. Cosas raras, realmente.

Milei sabe, a ciencia cierta y porque además él predica eso -el no cree en las ayudas ni los subsidios- que para Argentina no a haber ni ayudas ni subsidios de los organismos internacionales. Lo que sí puede haber son créditos leoninos e incluso eso, en su caso, es difícil. Esto es así porque, refiriéndonos a Argentina, el expresidente Mauricio Macri ya endeudó por 100 años a ese país. Hay una deuda intergeneracional enorme. Argentina no es en este momento un sujeto muy serio de crédito por las deudas que dejó Macri. Entonces, creo que lo que está haciendo se enmarca en esa actuación irracional, de una política internacional irracional, como la interna, que no tiene nada de racional.

– ¿Qué dice todo esto sobre la situación de América Latina en relación a un nuevo contexto internacional, con tensiones geopolíticas emergentes y diferentes a las del pasado reciente?

Bueno, no hay una nueva Guerra Fría, todavía. Actualmente hay una guerra, que es económica, con China. El gran enemigo o rival, en este caso, de Estados Unidos y de la Unión Europea, no es Rusia, es China. Ese es el trasfondo de la cuestión. Y en América Latina lo que se está viendo es eso, los intereses comerciales, económicos y financieros, de los norteamericanos y europeos que están en constante disputa de mercados y espacio con China. Eso es lo que hay. Secundariamente está el tema de la alineación que Estados Unidos antes tenía en la Guerra Fría con los países latinoamericanos, que hoy no la tiene.

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Entonces, quizás lo que le interesa a Estados Unidos en el plano geopolítico es tratar de generar un espacio como en el pasado, que permita que los estados de América Latina sigan las instrucciones de Washington. Por ejemplo, romper nexos o bloquear a Rusia; que eso hoy no lo tiene. La inmensa mayoría de los países latinoamericanos, con raras excepciones, no se ha plegado a las políticas de Estados Unidos y la Unión Europea. Veo que los norteamericanos están trabajando en esas líneas: en la línea geopolítica, en relación al tema ruso, y en la línea económica, en relación al tema chino. Y ese, quizás, es el papel de Milei, haciendo que de alguna forma él trabaje en ese sentido. Aunque, Milei está más preocupado por el tema de Irán. Se ha pronunciado evidentemente a favor de Ucrania y todo eso, pero su principal preocupación, por sus declaraciones últimas, es básicamente Irán. Y en Estados Unidos igual, su conflicto con Rusia está pasando a un segundo plano. Ahora su principal preocupación está empezando a ser Irán.

– ¿Cómo está tensionando esto la relación entre los gobiernos de izquierda progresista en la región con esta segunda ola de gobiernos de derecha?

Yo creo que ahora esto se dará con mucha más fuerza, porque Estados Unidos, mientras hubo el conflicto con los países de Oriente Medio por el tema de Irak, los talibanes, Al Qaeda o del ISIS, había secundarizado su atención hacia la región, al no haber ya la Guerra Fría. Aminoró su atención hacia América Latina; se descuidó, de hecho, y se dedicó a otros lugares del mundo. Priorizó su lucha contra lo que denominó el terrorismo de los grupos islámicos. Ahora, al aparecer estos nuevos fenómenos, como el fenómeno iraní y el ruso, la presencia mayor de China, no como amenaza política y militar, sino económica, entonces está reorientando su mirada hacia América Latina. Un espacio que tenía como patio trasero, que de pronto empezó a tener autonomía y llegó a realizar importantes esfuerzos por su cuenta. Con el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos empezó a dirigir políticas muy bien orientadas para desestabilizar y derrocar gobiernos. Como pasó en Brasil, por ejemplo, como lo que pasó en Bolivia. Con una acción más radical contra Venezuela, al extremo de casi entrar a una invasión. Entonces, ese tipo de presiones, que vienen desde el tiempo del gobierno de Trump, por el cambio de orientación y al haberse aplacado la lucha con los grupos islámicos, hace que los norteamericanos se vuelvan a reorientar acá. Si bien hasta ahora no lo hacen de una forma tan agresiva, como seguramente va a empezar a ocurrir con el tema del nuevo escenario internacional, que ya tiende a convertirse en multipolar y en antagónico. Ya no es el mundo de hace 15 años ha cambiado. Es un mundo que se convierte amenazante y desafiante para Europa y para Estados Unidos. Ahí está el caso de Irán y el caso de Rusia, que son cosas que han movido el tablero. Y está en el fondo también China y está Corea del Norte, que son consideradas como verdaderas amenazas por los países occidentales.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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