Desorden vial
Transitar por el centro de la ciudad se ha convertido en un verdadero vía crucis.
Transitar por el centro de la ciudad de La Paz se ha convertido en un verdadero vía crucis, en el que el irrespeto por las normas de vialidad de parte de conductores y peatones hacen que la cotidianidad de las calles y avenidas en la urbe se convierta en un campo de batalla, en el que gritos, insultos y bocinazos se han convertido en las armas para lograr llegar a destino.
Es evidente que las grandes metrópolis del mundo no están libres del congestionamiento vehicular y peatonal; sin embargo, la desgracia de otros no debiera ser consuelo propio, sino más bien un aliciente para encontrar soluciones que permitan a los “ases” del volante y a los plácidos transeúntes tener una locomoción segura.
Los intentos de educación vial emprendidos hasta ahora por las instancias municipales o policiales se ven diluidos por la ignorancia voluntaria respecto a los deberes y derechos que nos asisten a todos quienes nos movilizamos en vehículos automotores o a pie. Previsiblemente este mal endémico de la ciudad no se va a solucionar únicamente con la acción de algunos jóvenes valientes que cada día arriesgan su integridad vistiendo sus atuendos de cebras, o agentes de parada que hacen tronar sus silbatos cual gorriones desesperados.
La solución a esta problemática (o al menos parte) requiere de una intervención estratégica municipal que vaya más allá de tapar baches en las veredas y aceras, poner en circulación más buses o salir en “batida” y multar a minibuseros, concentrando más bien sus esfuerzos en rediseñar los sistemas de circulación en la ciudad, de tal manera que se logre optimizar las vías de movilización peatonal y vehicular.
No es concebible, por ejemplo, que aún se otorguen permisos para nuevas líneas de transporte sin considerar si las zonas y barrios por las que transitan ya tienen suficientes, y que por la ruta de tránsito ni siquiera se consideren los sentidos de las calles, que en momentos críticos confluyen todo tipo de vehículos ocasionando un pandemónium entre camiones repartidores de todo tipo de artículos, minibuses abarrotados con sones de música “chicha”, micros vetustos de los años 70 y radiotaxis con un agujero en el piso; todo ello sin contar los vehículos particulares que únicamente transportan a su conductor.
A lo mejor la recomendación resulte tediosa, empero, es menester recordar que se necesita con urgencia un sistema efectivo de transporte urbano masivo con unidades nuevas, la habilitación de más vías de circulación, una gran inversión en semáforos inteligentes para todas las calles de la ciudad, una gran campaña de educación vial en escuelas y colegios. Y junto a todo lo anterior, la imposición de fuertes multas para los no pocos infractores que no terminan de entender que la calle es de todos y que todos merecemos ser respetados. Al final, no cuesta nada ser gentil.