Tuesday 7 May 2024 | Actualizado a 00:39 AM

Castro, la influencia antidogmática pero distante

La relación de Fidel Castro y la Revolución cubana con Bolivia se expresa en tres etapas: la guerrilla, la dictatorial y el periodo democrático, que es más institucional.

/ 5 de diciembre de 2016 / 15:08

La Revolución cubana liderada por Fidel Castro fue, como se decía entonces, un ejemplo para que los revolucionarios de América Latina asuman la idea de que era posible cambiar la estructura de un país a fuerza de un decidido grupo de hombres y mujeres. En muchos sentidos —coinciden los entrevistados—, el triunfo cubano, Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara significaron un remezón en la izquierda; era natural, sobre todo en los jóvenes de ese tiempo, que surgiera el ánimo para seguir esa “vía revolucionaria”. Pero, acaso paradójicamente, con la “experiencia del Che en Bolivia” y su muerte, su derrota, al final se impuso una suerte de distanciamiento entre esos cambios revolucionarios en la isla y lo que “realmente” pasaba aquí.

En 1959, Castro y el Che Guevara, entre otros guerrilleros, ingresaron triunfantes a La Habana, pues el último día de 1958 habían derribado a la  dictadura de Fulgencio Batista Zaldívar. Esa acción contagió de entusiasmo a latinoamericanos de izquierda porque había demostrado que era posible derrotar a las fuerzas imperiales y de derecha.

PROCESO. El analista político Roger Cortez, quien fuera parte del Partido Socialista 1 (PS1), explica que ese proceso fue el estímulo y ejemplo para un conjunto de movimientos de liberación que se desarrollaron en el continente y que, en el caso de Bolivia,  se canalizó más a través del Che Guevara, que del propio Castro, porque éste debía afrontar la construcción de la Revolución en su país.

A partir de la toma del poder en la isla, dice Roberto Quiroz, miembro del Partido Comunista de Bolivia (PCB), los sectores sociales del país comenzaron a pedir la profundización de la Revolución de 1952 o una nueva rebelión porque consideraban que el proceso liderado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) fue proburgués.

“Los jóvenes de esa época, particularmente los que militábamos en organizaciones como la Juventud Comunista de Bolivia, los partidos políticos de izquierda, los sindicatos de fabriles, mineros, los estudiantes y universitarios, otros sectores, sentíamos admiración por la lucha de los cubanos contra la dictadura de Batista y luego por la construcción de una sociedad justa y libre, que fue denominada socialista”, explica la activista por los derechos humanos y también exguerrillera Loyola Guzmán.

La influencia de Castro y Guevara también fue evidente en el indianismo naciente, pues muchos de sus cuadros provenían de la izquierda radical, afirma el katarista Pedro Portugal, aunque considera que la relación de la isla fue más fluida con la izquierda boliviana, situación que cambió en la década de los 80. “Los motivos del interés de los indianistas por Fidel y la experiencia cubana estribaban en el compromiso de ellos con la descolonización: Cuba tenía relaciones estrechas con esos movimientos y apoyó directamente a muchos de ellos”, rememora Portugal.

Así, también fue natural que surgiera la idea de “internacionalizar” la lucha cubana, expandirla. “Ahí viene una primera fase muy ideologizada”, dice el exmiembro del Movimiento Sin Miedo (MSM) Fabián Yaksic; ello explica —afirma— que en los 60 y 70 se generaran verdaderos “experimentos guerrilleros”.

EXPERIMENTO. Uno de éstos fue el que comandó Guevara, quien vino a Bolivia para replicar en Ñancahuazú (Santa Cruz) lo que él, Castro y sus camaradas habían logrado en Sierra Maestra (Cuba). Pero ese intento fracasó. ¿Por qué? El periodista Remberto Cárdenas indica que ello se debió a que el legendario insurgente no oyó al Comandante de la Revolución cubana, quien le había pedido que se incorpore en Bolivia a un movimiento con cierto o algún grado de desarrollo, “que era inconveniente que un dirigente político y militar con las cualidades del Che, con su experiencia, venga a Bolivia a organizar un movimiento; que eso debían hacerlo otros y que él debía incorporarse luego como jefe. Pero el Che no quiso escuchar, estaba desesperado. El Che no escuchó a Fidel, que era su comandante en Jefe; qué iba a escuchar a Mario Monje”.

Este último era el máximo líder de los comunistas bolivianos. Che Guevara se reunió con él a fines de diciembre de 1966. Allí, Monje le reclamó la conducción de la guerrilla, pero el jefe de los insurgentes le negó esa posibilidad, lo que quedó registrado en su Diario. El tema de fondo, según los historiadores, fue la colisión entre la visión “foquista” del guerrillero y la “insurreccional” de la dirigencia comunista de entonces.

Si bien la guerrilla fracasó, con la muerte del propio Che, ésta puso de manifiesto que es posible lograr la unidad de diferentes tendencias. Y ése precisamente es uno de los legados de Castro, quien defendía la unidad de los revolucionarios, según Cárdenas. “Habían militantes del Partido Comunista Cubano y dirigentes y militantes del PCB, dirigentes sindicales, del Partido comunista marxista-leninista, pero también gente sin militancia partidaria, que se consideraba de izquierda. Esa convergencia de varios revolucionarios dio lugar a lo que fue el ELN (Ejército de Liberación Nacional), una organización militar (guerrillera) que podía haberse convertido en una insurrección política”. Pero fue el único frente con esas características.

ALIANZAS. Además de ello, dice Cárdenas, Castro postulaba que debía establecerse una alianza estratégica entre los revolucionarios, comunistas, católicos, creyentes y no creyentes. “Todas las corrientes”. Un ejemplo de ello, complementa Quiroz, fue la constitución de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia en la década de los 70, en la que estaban incluidos católicos, metodistas, bautistas, comunistas y también gente independiente.

“Todos luchando contra un objetivo, ese objetivo que habíamos recibido como influencia política: el bienestar, la igualdad, la democracia. En lugar de repetir de memoria un texto del marxismo, los actos de Fidel nos han enseñado el camino. Lo principal aquí no es la lucha entre creyentes y no creyentes, lo importante es luchar contra el opresor, ya sea individual, un empresario burgués, o el Estado, los países imperialistas”, menciona Quiroz.

Tras el fracaso de Ñancahuazú hubo otro intento para replicar lo acontecido en Cuba. Esta vez el escenario fue Teoponte, en el norte de La Paz. Quiroz lo describe como “un simple hecho de imitación, de querer repetir la experiencia de Sierra Maestra, no tuvo éxito y lamentablemente estos compañeros idealistas fueron eliminados. El análisis político de ese grupo no fue lo suficientemente trabajado como para ver que en ese momento no había suficientes condiciones para hacer ese tipo de movimiento guerrillero”.

Mientras en Bolivia se daban esos intentos, en países como Colombia, Perú o Nicaragua, la guerrilla se consolidaba. Es el caso de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC); del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA); o del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua. En cada uno de ellos, según Quiroz, quedó establecido que los instrumentos que dan el marxismo, el leninismo o la propia ideología de Castro no deben servir para que los revolucionarios actúen dogmáticamente, sino que debe haber cierta flexibilidad.

Precisamente, Cárdenas asegura que uno de los legados del líder cubano y de la Revolución que encabezó fue derrotar al dogma, es decir, no solo pensar que este movimiento insurgente debe ser dirigido por los obreros en alianza con los campesinos. Sierra Maestra había demostrado que desde el área rural se podía impulsar una lucha armada, la que luego fue secundada por una insurrección popular citadina. Pero la experiencia de Ñancahuazú fue contraria a esa visión y no trascendió ni siquiera los pueblos que circundaban a la guerrilla. Yaksic considera que después de ese frustrado intento, la relación directa con Cuba se congeló.

DOGMA. Esa visión dogmática, según Quiroz, también se superó en cuanto a la construcción del socialismo, porque no puede haber un mismo tipo de sistema político, pues ello depende de las condiciones materiales. Pero en el caso boliviano, nunca se llegó a esa doctrina, ni tampoco hubo revolución, sino solo reformas, complementa Cárdenas.

Posterior a esos frustrados intentos guerrilleros, las acciones de la izquierda, del comunismo y de otras ideologías se orientaron hacia la lucha contra las dictaduras. En esta etapa, que es la segunda en la que el Comandante cubano tiene influencia, se pone de manifiesto la solidaridad, pero no tanto entre actores bolivianos, sino de Cuba hacia Bolivia, pues la isla recibe en su territorio a perseguidos políticos de las dictaduras. “Fue asilo de los revolucionarios de todo el mundo”, manifiesta Cárdenas, aún a pesar de que por presión de Estados Unidos y de su política de embargo o bloqueo (como le llaman los cubanos), varios países habían roto relaciones diplomáticas. Bolivia lo hizo en 1967.

Pero también la solidaridad se expresó tras la Revolución de 1959, es decir, cuando Castro pidió al PCB que ayude a pasar a unos revolucionarios hacia Perú o Argentina.

Una vez que las dictaduras llegaron a su fin, a principios de los 80, el jefe cubano y el país encararon otra forma de relacionamiento, esta vez institucional. Primero se restablecieron las relaciones diplomáticas en 1983. Diez años después, en 1993, el líder de la Revolución arribó al país. Además, en diferentes gestiones, prestó colaboración en el ámbito social. No obstante, no fue sino hasta el ascenso de Evo Morales que esa colaboración fue más sostenida.Yaksic dice que en los últimos 10 años se generaron mejores mecanismos de articulación y coordinación, aunque no solamente con el Gobierno central, que sigue su línea, sino con otros actores, por ejemplo, municipales que no necesariamente son de la línea del Movimiento Al Socialismo (MAS).La senadora Adriana Salvatierra, del MAS, pondera que Castro haya promovido una colaboración no basada en el sometimiento y la militarización, que en su momento fue impulsada por Estados Unidos. “Creo que lo más importante del aporte de Fidel Castro ha sido el materializar la solidaridad”, en cuanto a educación y apoyo médico.

Según una nota de prensa publicada por La Razón en marzo de este año, en 10 años (2006-2016), el servicio médico cubano logró que 172.000 bolivianos recuperen la vista, que otros 172.282 se sometan a diferentes cirugías y se realicen más de 63 millones de consultas en todo el país. Pero la legisladora no solo destaca la atención que brindaron los galenos de ese país en Bolivia, sino también la formación que recibieron unos 5.000 estudiantes que fueron a especializarse en medicina a la isla.

“Fidel logró materializar que en el centro de la planificación de las políticas de Estado, de la Revolución, está el ser humano, independiente de si es marxista, comunista, socialista, lo esencial es que él entendió que el ser humano jugaba un rol fundamental de la planificación”, declara a legisladora.

Entretanto, Cárdenas enumera una serie de reflexiones que Castro impulsó desde 1959. Una de ellas, que es posible un socialismo más democrático participativo y eficiente, pero además que se debe impulsar la solidaridad. Dejó también el legado de que los revolucionarios deben estar unidos y que, al mismo tiempo, debe haber unidad entre marxistas, cristianos y personas de otras tendencias religiosas, ello ligado a su visión de que para ser revolucionarios comunistas no hay que ser ateos. Pero también rompió dogmas, pues se declaró marxista, leninista, bolivariano y martiano. Otra de sus reflexiones estuvo orientada a que contra el capitalismo hay que luchar todos los días.

No obstante, Cortez no recuerda un solo debate entre los revolucionarios de izquierda de Bolivia donde el punto de discusión fueran esas y otras reflexiones del Comandante cubano. “No he sido parte de una discusión donde, por ejemplo, un grupo, una organización, un partido, en el que yo milite o con el cual haya debatido, ponga por delante estos conceptos de Fidel Castro (…) No identifico esa influencia, un perfil de Fidel Castro presente en el debate y con sus conceptos, no tengo registro de eso. Está la Revolución cubana y el Che (Guevara) y la importancia de Fidel como figura histórica importante, significativa e indispensable”.

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Ser antimasista ya no es lo que era

Una entrevista con el reconocido investigador social Julio Córdova.

La disminución de la hegemonía del mas tiene como correlato que las clases medias opositoras busquen nuevos referentes

Por Pablo Deheza

/ 5 de mayo de 2024 / 06:57

El punto sobre la i

En la medida en que la disputa al interior del oficialismo viene debilitando al partido de gobierno, las prioridades entre las clases medias opositoras vienen cambiando. Emergen nuevas demandas, que ya no se centran exclusivamente en sacar al MAS del poder. Además, se observa la conformación de espacios de opinión fragmentados.

Conversamos sobre estos temas con el destacado investigador social Julio Córdova, director de la empresa de estudios de opinión Diagnosis.

¿Cómo ha evolucionado la percepción ciudadana sobre la disputa política en Bolivia luego del gobierno de Jeanine Añez?

Esta evolución de la percepción ciudadana se puede caracterizar en los siguientes cuatro puntos:

1. La polarización social se mantiene. Por un lado, está la postura que apoya la narrativa del MAS “del golpe en 2019”, sobre todo en clases bajas de Occidente, y que llega a más o menos el 35% de la población. Por otro lado, está la posición que respalda la narrativa del “fraude”; presente en clases medias principalmente del Oriente, que llega a más o menos el 45%. Hay un 20% de indiferentes frente a ambas narrativas.

2. Ha disminuido el apoyo al Gobierno de Arce del 55% en las elecciones del 2020 a más o menos el 40%. Este 15% de disminución se traduce en una actitud de “indiferencia” ante la gestión actual del arcismo y está presente principalmente en clases bajas de los Valles que apoyan a Evo.

3. El 40% que respalda al Gobierno de Arce (clases bajas de Occidente) no es una base social totalmente fiel. Tiende a disminuir hasta el 32% en coyunturas de conflicto político e inestabilidad económica.

4. Se ha profundizado una dispersión del apoyo electoral. Entre las clases bajas masistas cerca del 20% piensa votar por Arce, 10% por Evo, un creciente 7% votaría por Andrónico y un 5% por un nuevo del MAS. En las clases medias antimasistas el 10% votaría por Mesa, un porcentaje similar por Cuéllar; Doria Medina, Reyes Villa y Camacho tienen 5% o menos de apoyo cada uno; cerca del 15% espera un candidato nuevo de la oposición.

Se observa un escenario con una multiplicación de discursos polarizadores, ya no sólo entre el oficialismo y las oposiciones, sino también al interior de cada una de estas veredas. ¿Cómo está percibiendo esto la ciudadanía?

Al interior del MAS hay una polarización entre arcistas y evistas. En cambio, en la oposición se trata de una falta de hegemonía y una dispersión de actores con poco poder de convocatoria. Según las encuestas de Diagnosis esta situación se debe a un divorcio entre los dos elementos de la demanda social (la concreta y la simbólica) y la oferta política.

En el ámbito “masista” la demanda social concreta es en orden de importancia: a) acceso a empleos de calidad para jóvenes, b) apoyo a emprendimientos propios de la gente y c) estabilidad económica (precios estables). La demanda simbólica apunta a un líder que muestre la posibilidad de ascenso social desde la pobreza a través de la educación superior. Ni Arce, ni Evo responden adecuadamente a esta demanda social popular. Andrónico se adecúa un poco.

En el ámbito “antimasista” la demanda concreta es, en orden de importancia: a) acceso a empleos de calidad, b) estabilidad económica y c) seguridad ciudadana. La demanda simbólica apunta a un líder fuerte de carácter (decidido); pero que, al mismo tiempo, sepa “entenderse” con los sectores pobres: “el pueblo”; es decir un líder del tipo “bukele”. Ninguna de las figuras opositoras se adecúa a esta demanda.

¿Cómo están incidiendo en el país las redes sociales y otras plataformas en la formación de la opinión pública y la creciente conformación de burbujas culturales?

Las redes sociales tienen mayor incidencia en las clases medias (media típica y media baja) y entre jóvenes de la clase baja. Pero casi no tienen incidencia entre adultos de la clase baja, y en todo el estrato pobreza. En las clases bajas son más importantes los sindicatos y las agrupaciones barriales como espacios de formación de opinión. Es a través de estos espacios de organización popular que el MAS ha construido su hegemonía en estos sectores populares.

Según las encuestas de Diagnosis, en las clases medias, casi el 100% tiene al menos una cuenta en las redes sociales. Sobre todo, en Facebook (92%), aunque con un crecimiento astronómico de Tik Tok (64% en menos de cinco años). En promedio, los jóvenes de clases medias interactúan 3,2 horas por día en las redes; y los adultos interactúan 0,9 horas al día.

Como han demostrado varios estudios en otros países, las redes tienden a profundizar las percepciones y actitudes de los segmentos sociales a través de “comunidades homogéneas”. Con ello se profundizan los “guetos de pensamiento único” al interior de estos segmentos, y la polarización y confrontación con los guetos contrarios. En Bolivia, mucho del “antimasismo” de las clases medias se puede explicar por la incidencia de las redes sociales.

¿Cómo se puede caracterizar la situación actual del campo político nacional y cuáles son las fuerzas dominantes que explican cómo hemos llegado al momento presente?

Se puede hablar de una creciente pérdida de hegemonía del MAS junto con la ausencia de algún movimiento político que pueda reemplazar a este partido. Ello conduce, como dijimos antes, a una creciente dispersión del apoyo social, junto con la expectativa por algún “líder nuevo” en al menos el 55% de la población, tanto en el ámbito masista como en el ámbito antimasista.

Esta pérdida de legitimidad del MAS ante sus bases sociales y ante sus electores, no significa la pérdida de legitimidad de su modelo de desarrollo. Cerca del 60% de la población respalda un modelo estatista en el cual el Estado sea dueño de los recursos naturales, que los industrialice, y que emplee el excedente para dinamizar la economía, de modo que tanto el Estado, la empresa privada, el capital extranjero y los pequeños emprendimientos de la población generen empleos de calidad.

En suma, el campo político actual se caracteriza por la búsqueda de un nuevo actor político que pueda administrar de mejor manera el modelo estatista de desarrollo. Por el momento no hay mucho espacio para propuestas liberales y/o libertarias, o para modelos federales de organización política.

¿Qué se puede avizorar sobre hacia dónde va la sociedad boliviana en las próximas elecciones de 2025? ¿Cuáles se perfilan como los temas o preguntas medulares que estarán en juego?

Existen dos posibles evoluciones del “mercado electoral” de cara al 2025. 1) Por un lado está la “vía peruana” reciente con una “hiper dispersión” del voto sin que algún candidato supere el 20%, lo que puede llevar a la ingobernabilidad e inestabilidad política como se ve actualmente en el país vecino. Es el escenario más probable.

2) Por otro lado está la “vía peruana de los 90” con la repentina e inesperada aparición de un “outsider” como Fujimori que canalice el descontento social. Esta potencialidad del outsider “exótico” fue anticipada de alguna manera el 2019 con el crecimiento electoral de Chi Hyun Chung del 0% al 8% en menos de tres meses. Me parece que este segundo camino es el menos probable por el momento.

Dos serán los temas dominantes en las próximas elecciones: 1) el tema económico y 2) la seguridad ciudadana. En las encuestas de Diagnosis se observa un desplazamiento en el tema económico: de la estabilidad económica como tópico principal el 2020, a la generación de empleo de calidad actualmente. Si el Gobierno de Arce logra mantener cierta estabilidad hasta el 2025 (inflación mínima), es posible que lo central en la demanda social sea el acceso al empleo de calidad.

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La seguridad ciudadana es una preocupación latente pero muy importante. Tiene que ver más con las percepciones que con la realidad como en Chile. Ya que Bolivia tiene menores tasas de delincuencia que otros países de la región. Pero es un tema que preocupa.

Un tercer tema; pero muy por detrás de los dos anteriores, será el concepto de “la no corrupción y la no instrumentalización” de las instituciones por los políticos. Aquí está el interés por la reforma de la justicia, por un padrón electoral confiable, por la independencia de los órganos del Estado del órgano Ejecutivo. Las personas, sobre todo de clases medias, quieren sentir que viven en una democracia, donde se respeta su voto y donde no hay “persecución política (judicial) a los opositores”.

¿Cómo viene evolucionando el campo opositor? ¿Qué cambios han mostrado las oposiciones en los últimos años?

En el campo opositor de las clases medias hay un importante cambio de demanda social y política, desde el apoyo a opciones “antimasistas” el 2019 y aún el 2020 ( fuerzas que puedan “sacar” al MAS del poder), a la demanda de una alternativa que pueda generar esperanza de un futuro mejor. El 2019 y el 2020, las clases medias estaban dispuestas a apoyar a quien tenga más opciones para sacar al MAS del poder. Esta demanda explica el apoyo electoral al Carlos Mesa. Especialmente en Santa Cruz hubo mucho “voto útil” por Mesa en ambas elecciones. Aunque no creían en el candidato como tal, veían que era el que tenía más opciones para vencer, en una segunda vuelta al MAS.

Ahora, el objetivo de sacar al MAS del poder ya no es el más importante para las clases medias. Ven que este partido dividido ya no es tan fuerte. Hoy en las clases medias se busca recuperar la esperanza para sus familias. Esperan un candidato que les proponga tanto en su discurso como en su propia imagen, razones para creer que pueden progresar. Mesa, Camacho y, de alguna manera Cuéllar, mantienen un discurso antimasista que ya no es relevante. El federalismo no enamora en Occidente. En suma, no hay actores relevantes en el campo opositor.

¿Cómo está el alcalde de Cochabamba, Manfred Reyes Villa, en la opinión de la gente?

En las encuestas de Diagnosis, Manfred Reyes Villa no aparece como una figura en ascenso. Es posible que esto se deba a que la cobertura de nuestras encuestas es también rural, donde el alcalde de Cochabamba no tiene apoyo. El apoyo electoral a Reyes Villa se centra en Cochabamba, parte de La Paz y algo en Santa Cruz, en el área urbana; pero nada más. El apoyo hacia él en estos ámbitos se debe a la búsqueda de los electores de “opciones nuevas”.

¿Cómo percibe la ciudadanía la disputa al interior del oficialismo?

Es un tema de “interés”; pero no de “preocupación”. Para las clases medias antimasistas esta pugna confirma que tanto arcistas y masistas son “politiqueros” que se pelean por pegas, dinero y poder. En las clases bajas se toma partido a favor de Arce (clase baja con mayor nivel de instrucción) o de Evo (estrato pobreza, sobre todo de Cochabamba); pero tampoco se cree que esta disputa es decisiva para el país.

¿Cómo viene desarrollando Diagnosis el seguimiento a las percepciones de la ciudadanía boliviana, en particular en lo que hace a la disputa política?

Diagnosis realiza encuestas de opinión quincenales en los nueve departamentos del país, tanto en el área urbana como rural con una muestra de 1800 encuestas presenciales (cara a cara), lo que implica un error muestral del +/- 2,31%. En estas encuestas se pregunta temas de coyuntura de la agenda informativa de los medios de comunicación, así como se hace seguimiento de indicadores de línea de base como favorabilidad de líderes políticos, intención de voto, satisfacción con la situación del país, índice de polarización, demandas electorales, etcétera. Esta información se difunde a los suscriptores de Diagnosis a través de la página https://informes.diagnosisestudios.com, tres veces por semana (lunes, miércoles y viernes). La suscripción cuesta 20 Bs. al mes.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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Pensar la derechización

Los hechos están señalando los contenidos del Proceso de Cambio, con prácticas de odio, intolerancia y desprecio entre quienes declamaron desterrar toda forma de hostilidad.

Jorge Richter

/ 5 de mayo de 2024 / 06:50

Dibujo Libre

Es José Julián Martí Pérez, ese político cubano, abogado, filósofo y literato quien grafica de forma plena lo que busco escribir: “Los pueblos, como los hombres, no se curan del mal que les roe el hueso con mejunjes de última hora, ni con parches que les muden el color de la piel. A la sangre hay que ir, para que se cure la llaga. O se mete la mano en lo verdadero, y se le quema el hueso al mal, o es la cura impotente, que apenas remienda el dolor de un día, y luego deja suelta la desesperación […]. Hombre es el que le sale al frente al problema, y no deja que otros le ganen el suelo en que ha de vivir y la libertad de que ha de aprovechar. Hombre es quien estudia las raíces de las cosas. Lo otro es rebaño […]. De nuestras esperanzas, de nuestros métodos, de nuestros compromisos, de nuestros propósitos, de eso, como del plan de las batallas, se habla después de haberlas dado”. Ahí está entonces lo importante, en el abordar sin ambages aquello que amenaza con apagar al más importante proceso popular de construcción de igualdades societales de la historia boliviana, después de todo, aquello que no se conceptualiza, no se categoriza, tampoco existe y menos se comprende.

Los estudiantes, siempre los estudiantes y los jóvenes, con su agudeza natural, le preguntaban a Jean Paul Sartre, cuando el calendario marcaba el año 1960, si era posible ¿una revolución sin ideología? La respuesta no dejó de sorprender por su determinación y claridad: “¿Socialismo? ¿Economía Liberal? una Revolución debe saber a dónde va”. Entonces, recuperada la democracia ante el golpe de Estado que había paralizado el Proceso de Cambio, era importante disipar si se redefinían, anticipadamente, los contenidos ideológicos del tiempo reconstituido o, si de manera contraria, era prudente esperar que los sucesos siguientes y venideros detallen su nueva dimensión. Pero si ambos elementos y condiciones vivieron indeterminados, confusos y abstractos, la posibilidad de derechizar las prácticas y las formas del proceso político y social se podría decir que era inevitable. La derechización no es una cuestión discursiva, pues desde la sola palabra se es un día revolucionario y otro libertario. La complejidad está en la consecuencia del pensamiento anclado a una línea conductual que configura la filosofía política de cada actividad humana, de cada actor político.

¿Cuánto es el tiempo de solidez y resistencia en el que puede extenderse un proceso revolucionario? o ¿cuánto podría perdurar el Proceso de Cambio sin transformarse en un hecho burocratizado y signado por las luchas de poder que lo desnortan y lo exponen a una derechización sin punto de retorno? Las revoluciones, los adelantos del progresismo y los procesos de transformación profunda no son únicamente el frenesí y el idilio de un tiempo a veces breve, pues sigue a ello el otro tiempo, el de la radicalidad, del hacer cara y resistir a las fuerzas contrarrevolucionarias, pero después qué, ¿administrar? ¿gestionar? ¿construir enemigos indefinidamente, o idolatrar unas referencias inveteradas? Si no se construye con consistencia ideológica, son las pulsiones ingobernadas de las ambiciones políticas y los dogmas quienes toman la iniciativa. La ideología es buena en cuanto expresa un sentido de hacia dónde caminar. Una sociedad confrontada desde su primer signo vital, requiere instalar una idea de humanismo posible, de libertad comprometida y aprecio por el otro, para así estructurarse y saberse sujeto mismo de su realidad emancipada.

Hoy, con una asombrosa volatilidad, los hechos están señalando los contenidos del Proceso de Cambio, con prácticas de odio, intolerancia y desprecio entre quienes declamaron desterrar toda forma de hostilidad. El Proceso de Cambio está dejando de ser un proceso y tampoco conlleva ya el cambio. Se empuja el personalismo enfurecido sin comprender lo colectivo de su construcción y acumulación en distintas temporalidades. Se olvida que la construcción del Estado Plurinacional fue una obra coral, el producto de un colectivo, que colocó a Morales en el vértice de la pirámide, pero que se soportaba sobre una base precisamente colectiva. Ese colectivo hoy se enfrenta y desgarra con prácticas que son propias de la derecha más exaltada e intransigente.

El histórico antagonismo con aquellos sectores de hegemonías dominantes se constituyó finalmente en el factor de cohesión que posibilitó la transformación de movimientos sociales a movimiento político, a opción de poder y finalmente, a modelo de poder socio estatal. Derrotado entonces el primer antagonismo en el tiempo del Proceso de Cambio y construcción del Estado Plurinacional, este segundo momento va configurándose como un proceso des-histórico y des-socializado, lo que es igual a decir, separado y apartado de las formas de su conceptualización primigenia y del entorno global actual. Allí, la necesitada unidad histórica que revierta el final de ciclo ha sido relevada por una incomprensible amplificación de la frontera de adversarios internos en la lógica fratricida del “tú” contra “él” dentro del espectro “nosotros”. Es tan totalizante este nuevo antagonismo que la agresión empieza a mostrar sus costuras autoritarias y antidemocráticas. Su intensidad, sin signos visibles de agotamiento, ha desconectado el proceso y las utopías del todo social.

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Steve Bannon, ideólogo de la extrema derecha norteamericana y vinculado con el trumpismo, entusiasta partidario del caos, la confusión y la desinformación, sentencia sin escrúpulos y exquisiteces, que lo importante es “inundar todo de mierda”, contar con un constructo discursivo mediático de anarquía extrema donde lo fundamental e importante convive y se mezcla con lo banal y accesorio, permaneciendo allí por espacios prolongados, siempre en la primera fila del debate público y al lado de lo que es urgente para el Estado. Se quiere una sociedad estresada, ansiosa, molesta, irritada hasta crear un nuevo ecosistema que impida responder por las cuestiones centrales. El caos absoluto con enemigos diarios, antagonismo extremo e ideología vacía y con la vista siempre impertérrita en el proceso electoral del 25.

El ciclo social popular se cierra y agota pues las demandas centrales han dejado de ser estructurales e históricas para ser sucedidas por simples peticiones convencionales. La cuestión movilizadora ya no es la inclusión popular y el reconocimiento de una sociedad civil marginada y periférica, se va construyendo así la lógica corriente del poder político convencional, con prácticas derechizadas que, por supuesto, no tienen esencia transformadora, menos aún, un hálito revolucionario.

En el poco tiempo que resta y con todo destrozándose, Martí de nuevo: “Por ley de historia, un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infelicidad. La conciliación es la ventura de los pueblos”.

 (*)Jorge Richter Ramírez es politólogo

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Polémica sobre los vocales electorales

Más elementos para el debate en torno a la institucionalidad del Estado plurinacional.

Sala Plena del TSE junto a vocales departamentales.

Por Carlos Bellott

/ 5 de mayo de 2024 / 06:24

Dibujo Libre

El 14 de abril, Israel Quino Romero publicó un artículo, en el suplemento Animal Político de LA RAZÓN, afirmando que la sustitución de una vocal del Tribunal Supremo Electoral (TSE) fue constitucional. Dedico el presente aporte a refutar esa posición.

El autor de dicha publicación dice que la sustitución “no es inconstitucional (lamentablemente)”, debido a que, según él, se trata del ejercicio “de una prerrogativa constitucional”, que responde únicamente a “la voluntad del dignatario de Estado”. Para sustentar esta afirmación, cita lo que la Constitución (CPE) y la Ley 018 mandan al respecto: que le corresponde al Presidente designar a un/a vocal para el TSE (CPE, arts. 172.21 y 206.III; Ley 018, art. 13.1).

Lo que olvida Quino es que la administración pública se rige por el principio de legalidad (CPE, art. 232). Esto se inventó con el propósito de limitar el ejercicio del poder de los gobernantes. Por eso funciona a la inversa del principio de libertad, ese que dice que “lo que no está prohibido está permitido” (CPE, art. 14.IV). Esto aplica únicamente para los ciudadanos. Por el contrario, para quienes ejercen el poder público, lo que la Constitución y las leyes no habilita está prácticamente prohibido. El presidente Arce lo sabe. Cuando fue ministro de Economía y Finanzas Públicas, esta cartera de gobierno publicó un libro titulado “Principios del Derecho Administrativo” (2013), donde entendió al principio de legalidad en ese sentido: “los ciudadanos y, en general, los sujetos privados, pueden hacer todo aquello que la Ley no les prohíbe, en tanto que la Administración necesita una habilitación legal para adoptar una actuación determinada, es decir, puede hacer únicamente aquello que la Ley le permite” (pág. 3).

Por lo mismo, para que el Presidente pueda destituir vocales electorales designados por él tendría que tener una atribución expresa asignada por la propia CPE. De no ser así, implica que no tiene potestad, sino únicamente para designar. No la tiene no porque se olvidaron establecerla, sino porque los órganos de los gobiernos funcionan bajo el principio de independencia (CPE, art. 12.I). En este marco, si bien extrañamente el Presidente del Estado tiene la prerrogativa de designar a un vocal para el TSE, no la tiene para poder destituirlo. De tenerla, sería una clara permisibilidad de la cooptación política, por lo que el vocal se constituiría prácticamente en un funcionario dependiente del Presidente, y tendría que acatar todas las órdenes de este. De no hacerlo, se lo sustituiría por otro que esté dispuesto a seguir instrucciones políticas. Esta forma, debido a que iría contra la independencia de órganos, sería inconstitucional. Por esta misma razón, la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP), que designa a los demás vocales electorales, no tiene la posibilidad de destituirlos. En la lógica del autor rebatido, quien tiene la atribución de designar tiene automáticamente también la atribución de destituir. Al parecer a eso él le llama prerrogativa. Bajo esa lógica, todos los vocales podrían ser destituidos, ya que también la ALP tendría tal potestad respecto de los que designa. Los vocales designados por el presidente, así como los por la ALP, gozan de “inamovilidad durante todo el período” (Ley 018, art. 20) que es de seis años (CPE, art. 206.II).

Sobre eso, todas las designaciones de vocales electorales hechas por los presidentes desde 2009 son inconstitucionales, por no cumplir con la “convocatoria pública previa, y calificación de capacidad y méritos a través de concurso público”, como manda la CPE (art. 206.IV); al igual que lo son todas las destituciones realizadas por el presidente Arce, recientemente y en 2020. Es más, tales actos son en realidad delitos de resoluciones contrarias a la Constitución y a las leyes (Código Penal, art. 153). No obstante, la irregularidad en la designación únicamente afecta a quien designa y no al designado, ya que este último no es el que toma la decisión.

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Finalmente, la forma de destitución es de fábula, pues cometieron errores que se esperarían de un estudiante y no del Gobierno más grande del país, que tiene la capacidad de financiar excelentes asesores jurídicos. Únicamente las normas abstractas se derogan o abrogan, debido a su vigencia permanente. Los actos administrativos (decisiones concretas) —como son las designaciones—, en cambio, dejan de tener vigencia en el momento en que se ejecutan, en el caso de los vocales, al momento de asumir el cargo mediante la posesión. En caso de que se pretenda destituir, corresponde otro acto administrativo: el de destitución. Por eso, en cargos subalternos existe el memorando de nombramiento y el de despido. Por lo mismo, no puede un decreto presidencial destituir a alguien mediante el mecanismo de la abrogación del decreto de designación, porque este ya no se encuentra en vigencia. Eso sería como pretender matar algo ya muerto. En ese entendido, tiene lógica el discurso de la doble designación de vocal electoral por el Presidente para el TSE, ya que la vocal Chuquimia, designada en 2021, en realidad nunca fue destituida.

Por último, la vocal sustituida podría impugnar administrativamente, y solicitar tutela jurisdiccional de su derecho a continuar en el cargo. Si bien es posible que los tribunales ordinarios y el Constitucional, todos hoy políticamente cooptados, podrían no ayudarle y, por el contrario, posiblemente más bien respaldarían las decisiones del Presidente, difícilmente podrían cooptar a los sistemas internacionales de los derechos humanos, por lo que, al final, si bien por los tiempos que tardan los fallos no lograría una restitución en el cargo, obtendría una muy buena indemnización. En su caso, los responsables, como el Presidente y sus asesores, serían sujetos de acciones de repetición para reponer todo el dinero que el Estado boliviano pague para indemnizar. Esto no sólo sería bueno para la afectada, sino también para la independencia del Órgano Electoral: dejaría claro que el Presidente no puede destituir vocales electorales.

(*)Carlos Bellott es constitucionalista

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La izquierda y la crisis del orden mundial

El autor habla de la ausencia de una infraestructura que permita sentar las bases de transformaciones globales antiimperialistas.

Un tanque ucraniano se dirige al frente de batalla en Donetsk.

/ 5 de mayo de 2024 / 06:14

Dibujo Libre

Vivimos en una época de rápida escalada de conflictos militares «congelados». Ucrania, Palestina, Yemen, Armenia, Sudán: el statu quo parecía inamovible en estos lugares, pero ahora las «líneas rojas» se desmoronan mientras las líneas del frente cobran vida. En pocos días, como consecuencia de la agresión y la ocupación, naciones enteras se ven sumidas en un desastre humanitario y amenazadas con perder su capacidad de acción política. La aparición de nuevas zonas de inestabilidad en el mapa global aumenta las dudas sobre la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que sigue demostrando una constante ineficacia. ¿Es siquiera posible reformar el sistema de seguridad internacional y salvarlo de su colapso final?

Pocos se atreverían hoy a decir que la globalización bajo el estandarte de la hegemonía estadounidense ha sentado las bases para la derrota de las ambiciones imperialistas de las grandes potencias. Por el contrario, intensificó las contradicciones existentes y exacerbó las consecuencias destructivas de las guerras. Cada nueva escalada repercute en todo el mundo desestabilizando los mercados, interrumpiendo las rutas logísticas y provocando oleadas de migraciones masivas, inflación, desvío de recursos a la industria militar y crisis políticas.

En estas circunstancias, los movimientos progresistas y de izquierda se enfrentan a enormes tareas que no guardan proporción con su peso político real. ¿Qué hacer con la ONU? ¿Cómo pueden los oprimidos por este contexto escapar de la trampa de la dependencia moldeada por los intereses de los principales actores geopolíticos? ¿Cómo unificar a la izquierda, dejar de discutir sobre “qué imperialismo es más progresista” y construir un movimiento antiimperialista mundial? Por último, ¿qué podemos hacer para que nuestro mundo deje de estar dominado por “la ley del más fuerte”?

Los participantes en la mesa redonda de la conferencia Feuerbach 11 (noviembre de 2023), dedicada en esta oportunidad al tema general “Diálogos de las periferias”, compartieron sus reflexiones sobre estas cuestiones y sobre los conflictos de nuestro tiempo. Participaron de las discusiones la politóloga palestina Dana El Kurd, la ex-funcionaria de la ONU en Indonesia y Tailandia Chelsea Ngoc Minh Nguyen, el publicista y editor residente en Taiwán Brian Hioe y el antropólogo social ucraniano Volodymyr Artiukh. El debate fue moderado por la historiadora y activista Hanna Perekhoda.

La debilidad de la ONU exige obviamente el desarrollo de alternativas que contribuyan al establecimiento de una paz justa sin imperialismos. Sin embargo, en el camino que conduce a estas alternativas, la izquierda se enfrenta a obstáculos colosales, entre los que destaca su falta de poder político.

Señala Nguyen: En cuanto a la posibilidad de cambios progresistas, creo que los problemas de la izquierda van más allá de la falta de visión. También tienen que ver con la realidad: una realidad en la que es imposible poner en práctica una visión específica a escala internacional. Para lograrlo, se necesita poder político, representación a través de partidos políticos, gobiernos que puedan convertir una visión alternativa en acción.

Sin embargo, dice la antigua funcionaria de la ONU, al entrar en el terreno de la política internacional la izquierda suele caer en la trampa de la Realpolitik: una realidad en la que el destino de cada Estado depende del resultado del enfrentamiento entre bloques imperiales. Muchos militantes de izquierda y funcionarios gubernamentales de los países del Sur global apoyaron a Bashar al-Asad por cínicos cálculos geopolíticos: a saber, que apoyar al dictador sirio socavaría la unipolaridad establecida por EEUU. Por desgracia, dice Nguyen, entre los países del llamado Tercer Mundo no hay líderes verdaderamente progresistas capaces de romper el círculo vicioso de la dependencia. En cuanto a la propia izquierda, se fractura con cada nueva escalada; esto, señala Volodymyr Artiukh, tiene un efecto desastroso en su capacidad para analizar la situación militar a escala global y de forma sistemática. Artiukh lo resume así:

A mi alrededor veo la terrible fragmentación de la izquierda tras cada conflicto. Lo mismo ocurre con la mayoría de los intelectuales a escala mundial, que también están fragmentados, sus opiniones divididas. Estamos perdiendo la oportunidad de ofrecer una visión o incluso un análisis básico de la situación. En lugar de limitarnos a las opiniones personales expresadas por tal o cual individuo, nuestro análisis debería generar nuevos conocimientos. Entre investigadores, profesores y plataformas intelectuales alternativas, observo una escasez de análisis realizados a la escala adecuada.

Al mismo tiempo, añade Dana El Kurd, los regímenes autoritarios muestran una tendencia opuesta: cada vez se consolidan más, cooperan e incorporan la experiencia de los demás.

Otro problema que enfrenta la izquierda es la atomización y la falta de conciencia del público, que dificultan la construcción de la solidaridad internacional entre las víctimas del imperialismo. Así, en Ucrania, señala Artiukh, no hay debate político sobre la guerra de Gaza; el gobierno ucraniano apoya oficialmente a Israel, y el discurso público sigue su ejemplo. Una de las razones radica en cómo ve la sociedad ucraniana la defensa de su país, el lugar de este en el mundo y la dinámica «civilizatoria » en general. Para muchos ucranianos, Israel es un país “civilizado” que lleva décadas defendiéndose del “incivilizado” y “agresivo” mundo árabe.

Desmontar estos estereotipos es una tarea ardua; sin embargo, dada la similitud de las situaciones ucraniana y palestina, los activistas de la sociedad civil, según El Kurd, tienen cierto margen de maniobra.

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En palabras de un diplomático ucraniano –como nos recuerda la historiadora Hanna Perekhoda–, cuanto más invierten los aliados en apoyar a Ucrania, más se convierten los intereses de los aliados en los intereses de Ucrania y los intereses de Ucrania en los intereses de los aliados. Es poco probable que el diplomático en cuestión quisiera decir que los intereses de Ucrania incluyen ahora la construcción de un muro en la frontera con México (una exigencia planteada por algunos republicanos estadounidenses en el Congreso a cambio de desbloquear la ayuda a Ucrania). Las capacidades de la resistencia ucraniana están gravemente limitadas por la dependencia del apoyo de los Estados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (otan). Debido a que los dirigentes ucranianos sobrestimaron la fuerza de Occidente y su voluntad política de ayudar a Ucrania en el enfrentamiento con Rusia, Ucrania se encuentra actualmente en la trampa de la «guerra posicional» sin una salida clara. No solo Ucrania se enfrenta a una difícil situación geopolítica; los pueblos de Taiwán, Vietnam, Palestina, Armenia y muchos otros Estados se encuentran en la misma situación.

Hay que reconocer que vivimos en el mundo del imperialismo, en el mundo de organizaciones internacionales débiles, y que no podemos cambiarlo en una perspectiva a corto plazo. Para que las alternativas defendidas por las fuerzas de izquierda se hagan realidad, la izquierda necesita, como mínimo, emprender un análisis sistemático de los procesos globales (actualmente inexistente debido a la división entre sus intelectuales) y, en el mejor de los casos, adquirir una agencia política significativa.

Paradójicamente, en el nivel local la izquierda suele comprender los problemas existentes y sabe cómo llamar la atención sobre ellos asegurándose de que los oprimidos reciban representación. Sin embargo, carece de perspicacia y, lo que es más importante, de una infraestructura que le permita sentar las bases de transformaciones antiimperialistas globales. En estas condiciones, con fuerzas alternativas progresistas débiles e impotentes, las esperanzas de que las guerras cesen en un futuro próximo –y no se reanuden más tarde– siguen siendo una fantasía.

Es bueno que discutamos y admitamos nuestra debilidad. Es bueno que nos demos cuenta de que cambiar nuestro mundo requiere esfuerzos gigantescos y monumentales. Pero es necesario empezar a hacer el trabajo y cumplir los compromisos.

(*)Artem Remizovskyi es licenciado en estudios culturales

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La paralización de lo plurinacional

José de la Fuente y Carlos Saavedra brindan sus perspectivas sobre la situación actual de la disputa política nacional y sus consecuencias.

La estatalidad languidece, en medio de la interna oficialista

/ 28 de abril de 2024 / 06:58

El punto sobre la i

En los últimos años, Bolivia ha experimentado un complicado proceso político marcado por tensiones y transformaciones profundas. A medida que se acercan las elecciones de 2025, el escenario se complejiza y desde el campo de la disputa por el poder se gatillan discursos y acciones que tensionan al país y dificultan la gestión.

La estatalidad, en su sentido moderno, está definida como el modo de organización política de la sociedad en la que el Estado es el agente principal encargado de construir la representación de la sociedad consciente de sí misma y en armonía consigo misma. Esto es algo que no se está verificando del todo actualmente o, cuando menos, está siendo erosionado a partir de lo que se observa en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Hay serias dificultades para legislar, llegando incluso a tener paralizadas leyes que viabilizan créditos, contratos y otros. Más aún, no se cumplió el precepto constitucional de convocar y realizar elecciones judiciales, lo que está derivando en un problema mayúsculo para la institucionalidad del propio Estado plurinacional.

Atrás quedaron los días de querer transformar al país para procurar una mayor democratización e inclusión. Hoy los actores políticos están enfrascados en una lucha corrosiva sin cuartel. Pululan y predominan los discursos polarizadores, incluso dentro del propio oficialismo, dividido entre evistas y arcistas. Las oposiciones no presentan tampoco alternativas e igualmente se dedican a antagonizar. El ánimo por avanzar en los cambios que se plantearon con el Estado plurinacional, actualmente languidece.

Conversamos al respecto con el abogado e investigador social cochabambino, José de la Fuente, y con el politólogo tarijeño, Carlos Saavedra.

“Hay una marcada crisis institucional que deviene de un extravío político y de una mirada excesivamente instrumental del poder como herramienta para forzar la reproducción perpetua del mismo. La institucionalidad está condicionada al fragor de las luchas fratricidas al interior del MAS; pareciera que la profundización en la construcción del Estado Plurinacional está congelada y totalmente condicionada a que se destrabe la disputa interna por el poder”, afirma Saavedra.

De la Fuente sostiene, por su parte, que “la gravedad de esta confluencia de hechos políticos negativos es sin duda enorme y extrema. El proceso político a partir del 2006 se diseñó, desarrolló y ejecutó sobre la base de la hegemonía política del MAS, que ahora está reducida a dos minorías enfrentadas y cuya disputa es el principal factor de la crisis política en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Esto ha complejizado la crisis institucional y cuya más grave repercusión está en el Órgano Judicial. Ya estamos en un paréntesis el desarrollo del Estado plurinacional, porque para avanzar es imprescindible un pleno y articulado funcionamiento del conjunto estatal, especialmente porque un Estado plural requiere diversificación y ampliación institucional”.

Abordando la cuestión de la disputa política, sobre todo al interior del oficialismo, y sus consecuencias, el abogado e invesigador considera que “si la política está en crisis, es inmediata su irradiación al sistema político institucional y, en última instancia, al propio funcionamiento de la democracia.

La dimensión de la crisis política que se vive al interior del MAS ha deteriorado o, virtualmente, suprimido el debate democrático como medio de disputa del liderazgo. Lo que vemos a título de disputa política es un concurso penoso, desmedido y grosero de denuncias e insultos que no le hacen bien a nadie y menos a la democracia”.

Añade que “la calidad democrática ha quedado resentida por esta crisis política al interior del MAS y de las organizaciones matrices. No sólo desaparecieron las ideas y las perspectivas encontradas, que son los elementos esenciales para cualquier disputa legítima de poder, lo mismo que para cualquier avenencia o convergencia. Cerrado el camino de las ideas y el debate democrático, solo restan hechos de fuerza, maniobras institucionales u otras acciones de todavía mayor bajeza política”.

El politólogo tarijeño coincide en la mirada crítica y observa que “el escenario político parece mostrarnos una guerra sin cuartel y con munición de alto calibre cuya única finalidad es la consecución del poder. Se ha diluido, por parte de las oposiciones y del oficialismo, un horizonte democrático que cautive a la población, que muestre un rumbo de futuro. La lucha del poder por el poder aleja a la ciudadanía del ejercicio político democrático y abre la posibilidad, aún lejana, pero peligrosa de la aparición de outsiders con posiciones radicales y extremistas como Javier Milei, en Argentina, o Jair Bolsonaro, en Brasil”.

Saavedra prosigue y señala que “el gran mérito que tuvo el MAS-IPSP fue que, por primera vez en la historia, logró construir la cohesión de un gran bloque popular con la participación de pueblos indígenas, campesinos, obreros, profesionales, izquierdas urbanas entre muchos otros. En su momento el liderazgo de Evo Morales fue capaz de abrazar muchos sectores y conquistar electoralmente a las clases medias y a los centros políticos. Hoy Evo se está ‘desevificando’. La intención de forzar nuevamente su candidatura por encima de la voluntad de las organizaciones sociales y de sentencias del TCP marcan un alejamiento de la democracia plural, comunitaria que representó el MAS. Muchas veces los liderazgos revolucionarios y transformadores terminan constituyendo órdenes de represión más duros que aquellos que enfrentaron en su momento”.

Ahora bien, ¿cómo luce el panorama por fuera del oficialismo? Al final de cuentas, las oposiciones también están compitiendo por liderar al país y conducirlo a mejores días, al menos en teoría.

“La democracia y un discurso democratizador destinado a modernizar políticamente la sociedad boliviana nunca fueron un elemento central en la articulación política de la oposición al proceso político iniciado el 2006, porque su principal matriz ideológica política es el banzerismo y, luego del 2003, los saldos discursivos del gonismo, que no asumió la debacle política de una propuesta de transnacionalización de la economía que chocó frontalmente con la realidad del país”, asevera de la Fuente.

“El problema ideológico de esos sectores opositores y de gran parte de la élite intelectual que se opone al proceso del cambio, en muchos casos con fundamentadas observaciones de fondo y expectativas absolutamente contrarias, es que no pueden razonar un modelo de democracia que condiga con la diversidad cultural, territorial y orgánica del mundo campesino, indígena y rural del país. Bolivia es un país que todavía conserva importantes reductos e históricos núcleos étnicos de aimaras, quechuas, guaranís, chiquitanos, etcétera, y territorios que, al mismo tiempo que son provincias o municipios, son entidades colectivas llenas de vida y acción política y cultural en términos de ayllus, comunidades, cabildos, tentas y hoy, también, manchas urbanas y barrios periurbanos que conservan sus identidades de origen”, explica el investigador social.

Continúa y afirma que “hoy, en la difícil coyuntura política que atravesamos, el grueso de las expectativas y sueños de los dispersos grupos opositores pasa por que se termine de producir un desastre político e institucional en las elecciones judiciales; del que no estamos lejos porque la Asamblea Legislativa es un desastre y principal epicentro de la crisis política. Otra muletilla y mantra opositora es la denuncia de una dictadura, aunque, en especial, su principal apuesta es a que el enfrentamiento interno del MAS descarrile el proceso político. De su parte, el aporte a la elaboración de una propuesta o modelo democrático es mínimo. Su mayor elucubración conceptual es el principio de ‘un ciudadano un voto’, como si la mecánica del voto, las elecciones y la representación política alcanzaran a resolver los complejos desafíos de una democracia y menos de una sociedad como la boliviana, compleja y abigarrada”.

A su vez, Saavedra puntualiza que, en el país, “existen distintos tipos de oposiciones. Una de ellas es la oposición tradicional, que busca la reinstauración de un orden político conservador. Este tipo de oposición está absolutamente extraviada del contexto. Otro tipo de oposición son las fuerzas regionales, que tienen pendiente una lucha justa por la profundización de las autonomías; por lo general estas organizaciones tienen una mirada muy restringida a lo local del ámbito político y les cuesta constituirse en actores nacionales relevantes. Un tercer tipo de oposición que intenta surgir es el de los outsiders extremistas que, a partir de discursos de odio y permanente ataque, buscan generar condiciones para la toma del poder. el contexto de incertidumbre no es suficiente para que ellos desarrollen su hipótesis política, sino que necesitan generar sensaciones de crisis, para así generar respuestas ante la ausencia de otras iniciativas políticas”.

“Las oposiciones han mirado con recelo la incorporación de las clases populares e indígenas, pero ante la consolidación de un sentido hegemónico de lo plurinacional se vieron obligados a incorporarlos así sea de manera nominal”, acota el politólogo.

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Sea como fuere que vayan acomodándose las cosas, o no, lo cierto es que el país ya está en medio de un clima marcado por las tensiones en función a las venideras elecciones nacionales de 2025. Nuestros analistas invitados fueron consultados sobre cómo va llegando al país a esa cita con las urnas y qué se puede atisbar en el horizonte como los puntos medulares que estarán en juego.

Saavedra es de la idea de que “el país está alejándose de los extremos radicales y polarizadores. Está con una sensación de hastío con la conflictividad política y está buscando liderazgos que generen certezas en la población, especialmente en los ámbitos políticos y económicos. Queda claro que todavía el sentido hegemónico de lo político en Bolivia, está marcado por la profundización del Estado plurinacional, pero también, por la necesidad de rejuvenecer discursiva e ideológicamente el régimen incorporando nuevas causas de lucha”.

“Cada vez hay menos espacios para aventuras y experimentos políticos”, advierte el politólogo.

De la Fuente ve que “vamos por dos caminos, por lo pronto en paralelo, aunque en algún momento deben cruzarse y alcanzar algún tipo de síntesis, ojalá mínimamente virtuosa. Por una parte, el escabroso camino que siguen las organizaciones sociales matrices (CSUTCB, Bartolinas, Interculturales y el Pacto de Unidad), que constituyen el sujeto social, cultural y político del proceso del cambio para recuperar el control de su instrumento político: el MAS-IPSP, que a todas luces se muestra difícil y muy complejo, aunque sin duda es el camino más legítimo y consistente. Y por otro, el que siguen los grupos residuales del sistema de la democracia pactada y que en el fondo es esa tradición politiquera, clasemediera y típicamente citadina de creer que la democracia se reduce a pactos Inter partidarios de distribución del poder y en especial de la institucionalidad pública. Estos grupos parten del supuesto que se agotó el proceso del cambio y que en consecuencia les toca retornar, sin darse cuenta de que el sujeto social subalterno que antes se dividía, dispersaba y asimilaba a cualquier alternativa política externa hoy piensa por sí mismo y no está dispuesto a servir de escalera a nadie más”.

“Este es el dilema de la democracia boliviana y del proceso del cambio. Se cumplió un ciclo político y que de no transformarse corre el riesgo de una involución dramática, lo mismo que la misma democracia. Es la segunda opción, pero no debemos confiarnos”, concluye el abogado cochabambino.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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