La historia extraoficial del ‘llunk’erío’
El autor rememora los resultados del Congreso Extraordinario de 1836 que decide otorgar al Mariscal de Zepita honores y propiedades y reflexiona sobre la práctica del llamado ‘llunk’erío’.
La adulación o zalamería, en sus orígenes, estuvo ligada a la aparición del poder. Basta un ápice de poder en un individuo para que a colación surjan también los lambiscones, conocidos en nuestro medio como llunk’us.
El llunk’erío —lo anota Héctor Revuelta Santa Cruz— se lo utiliza como adjetivo peyorativo; proviene del quechua: siky llunk’u, que quiere decir lame culo y, en “cristiano” se traduciría como servil.
El llunk’u existe y vive contento mientras reciba frutos de su llunk’erío, pero cuando el llunk’eado cae es enemigo y busca a un nuevo líder; se convierte en un tránsfuga como se demostró una y otra vez en la historia de Bolivia, más en el ámbito político, puesto que se puede asegurar que a la mayoría de los políticos le gusta ser lambiscón, aunque en la historia reciente incluso se buscó constitucionalizar el ama llunk’u (no seas servil) junto a la trilogía andina.
Agosto de 2015. Un video inunda las redes sociales, pasa a los medios de comunicación bolivianos y nace el término “amarraguatos”, variante para lo que hasta entonces se conocía como lamebotas, tirasaco o llunk’u, cuyos antecedentes en la palestra política nos remiten al nacimiento de la república, hasta las épocas del Mariscal de Zepita.
Las imágenes muestran al Presidente antes de ingresar a un coliseo con una multitud esperándole; Evo se percata de que uno de sus zapatos está desatado. Entonces, un escolta le asiste inmediatamente y resuelve el problema, en ese momento nace un término histórico: “amarraguatos”.
De alguna manera se podría decir que el término se le debe al diputado suplente Amílcar Barral (UD), por ser el primero en difundir el video, según consignó la Agencia de Noticias Fides (ANF). Los detractores califican el hecho de “humillante y discriminatorio”, y surgen voces como las de Nélida Sifuentes, entonces vicepresidenta del Senado, quien advierte intenciones de “dañar la imagen” de Evo Morales.
De acuerdo con una publicación de El Espectador, que cita a EFE (26 de agosto de 2015), el mismo Presidente aclaró la escena y afirmó que sus escoltas lo atienden por “cariño”. “Yo no le he dicho que me amarre (los cordones), ni nada. Yo quería amarrarme, pero la gente estaba saludando”, dijo.
Como fuera, el escolta mostró que estaba atento a lo que necesitaba el Presidente, y sobre el “cariño”, nadie puede negar que se cultivó una relación de confianza, pues donde va el Jefe del Estado y lo espera una guarnición militar, los soldados le saludan con un efusivo “¡Buenos días (o buenas tardes) hermano Presidente!”.
La primera vez que se escuchó este saludo fue a las 04.40 del 4 de julio de 2013, después de que el avión presidencial arribó al aeropuerto de El Alto tras pasar 14 horas secuestrado en Viena, Austria, impedido de entrar al espacio aéreo de Francia y Portugal porque se pensó que llevaba a bordo al exagente de Inteligencia estadounidense Edward Snowden.
Esa madrugada, una multitud fue a recibir al Mandatario a la terminal aérea de El Alto, aguardaban también efectivos del batallón Escolta Presidencial. Pueblo y uniformados lo recibieron y saludaron como “hermano”.
¿Se le puede llamar llunk’u a quien nos llama hermano? Tal vez, pero antes nunca nadie se escandalizó al saber que habían uniformados que iban a limpiar casas de sus superiores, a cosechar macororó o recoger a los hijos del ministro o incluso ayudar en los mandados de la señora.
Como es costumbre, uno de los políticos que siempre trata de sacar rédito de cuanto ocurre en torno al poder es el expresidente Jorge Quiroga (1 de septiembre de 2015, Correo del Sur). Salió a criticar el proyecto de la Conalcam, que buscó encaminar una nueva postulación de Evo haciendo alusión a la escena: “La angurria de la re-re-re (elección) muestra que este Gobierno cree que la Constitución son como guatos de zapatos”.
Y crean o no, esta escena reciente puede reducirse a la mínima expresión si se consideran algunos actos, como los registrados hace 181 años.
Junio de 1836. Gobernaba Andrés de Santa Cruz, “hombre de serena imperturbabilidad, mezcla de indio y de hidalgo”, aclamado por sus victorias.
El Mariscal de Zepita fue convocado por Simón Bolívar a participar en la batalla de Junín (agosto de 1824). En abril de 1825 lo nombran Prefecto de Chuquisaca; más tarde (mayo de 1829), el Congreso lo elige Presidente de Bolivia. En 1831, bajo una nueva Constitución, fue electo Presidente Constitucional. Y claro, como la gloria lo acompañaba, también los llunk’us.
El Congreso decidió colmarlo de bendiciones, según las Crónicas Parlamentarias, el texto que publicó Moisés Alcázar 110 años después.
Consolidado el poderío militar y político de Santa Cruz con las victorias de Yanacocha y Socabaya, los parlamentarios acuerdan un cónclave que hoy sería denominado como una cita de amarraguatos “nivel dios”.
El Congreso Extraordinario se reunió en Tapacarí entre el 15 y 22 de junio de 1836. Ocho días con ocho sesiones destinadas a glorificar al caudillo y al Ejército. Resultado: una ley que se encuadra en los cánones del llunk’erío.
“Artículo 1. La Nación Boliviana adjudique en propiedad la hacienda Chincha situada en el cantón Luribay, provincia Sicasica (sic), departamento de La Paz, a su Gran Ciudadano Andrés de Santa Cruz y autoriza al Gobierno para negociar con fondos del Estado, la finca Anquioma contigua a la de Chincha, a fin de que formado con ésta un solo cuerpo, le sean entregadas para sí, sus hijos y sucesores…”.
También se dispone nombrar a estas fincas como Socabaya. En el Artículo 3 se dispone que se colocará en la entrada a la propiedad, a costa del erario público, “una tarjeta de bronce en (la) que se vea un general atravesando con su espada una hidra de siete cabezas extendida a sus pies, y (…) a unos grupos de soldados con las armas rendidas; al pie de la tarjeta se grabará con letras doradas (…): La Nación Boliviana a su Héroe inmortal, destructor de la anarquía. Socabaya”. En el Artículo 8, la ley señala que los partes oficiales de las batallas de Yanacocha y Socabaya “se grabarán también con letras de oro en dos láminas de bronce”.
Pero eso duró hasta que Santa Cruz cayó barrido por la traición. Nuevas leyes lo despojaron de los honores y como corolario, podemos decir que los tiempos pasan y las costumbres mantienen hasta nuestros días el síndrome del llunk’erío, así sea contra los principios de quien no desea ser el llunk’eado.
- Ernesto Calizaya Flores