Carta abierta al general Tomás Peña
La semana pasada encontré un artículo titulado La servidumbre y el politólogo, escrito por el general Tomás Peña y Lillo Tellería, en el periódico Página Siete, donde se fustigaba lo que sostuve en una nota de opinión que había escrito anteriormente. No pude contener mi emoción, cuando se lo comenté a mi compañera, a quien le dije casi gritando: “¡Ves, me leen!” Ahora debo responder.
Lo primero que me llamó la atención fue este pasaje: “nuestra jubilación, de ella ignora que no alcanza al 80%, que los jubilados mayores ganan una miseria que no se incrementa hace 15 años y que es el resultado de nuestros propios aportes por 35 años ininterrumpidos, por otro lado ¿qué propone? ¿Igualar la miseria?, ¿si quería tener una jubilación digna, por qué no entró al Colegio Militar?”
Me pregunto si los oficiales en cuestión ignoran que el TGN desembolsa hasta Bs 180 millones cada año para que los militares reciban una renta de casi el 100% del sueldo con el que se jubilaron, para lo cual se benefician de un conjunto de bonificaciones como el bono Antigüedad, el bono Jerarquía o el bono Frontera. Se trata de ingresos considerados como una “conquista” en sus filas, aunque tal vez sería más honesto llamarlos “botín de guerra”, asegurados a lo largo de nuestra cruenta historia de golpes militares. Es un sector indudablemente, e inmerecidamente, privilegiado. Y no señor Peña, no me hubiera gustado el Colegio Militar.
¿Por qué cree, señor Peña, que ustedes merecen semejantes salarios más que, digamos, la madre soltera que vende frutas en la feria de mercado y que muchas veces ni siquiera percibe una jubilación? Créame, su esfuerzo no es menor al suyo.
Lo segundo que me llamó la atención fueron las siguientes líneas, referidas al supuesto servicio que las FFAA le prestan a nuestro Estado: “Sumamos a esto los beneficios para los jóvenes soldados y marineros, que incluyen la inculcación de valores morales, el conocimiento y las habilidades para la vida, el aumento de la autoestima, la sana competencia de capacidades, la disciplina y el orgullo de cumplir con sus deberes ante su familia, la sociedad y la patria”
Sabía usted, señor Peña, que entre 2017 y 2018 la Defensoría del Pueblo registró 32 denuncias por violaciones a los derechos humanos cometidas por el Ejército, que van desde casos de tortura, violencia física y psicológica, e incluso discriminación. Me viene a la mente Juan Carlos Morales Ticona, asesinado a golpes por un oficial de la institución que usted tanto venera, y decenas como él, que murieron no al servicio de la Patria, sino como víctimas del privilegio que sus funcionarios disfrutan. ¿Esos son los beneficios a los que usted se refiere?
Pero lo que más me indignó fue esta partecita, respecto a las masacres de Senkata y Sacaba, que el uniformado niega vehementemente: “Nada de esto pasó en ambos lugares, donde las FFAA actuaron con la mayor cautela posible, si hubieran querido usar la fuerza letal indiscriminada, las víctimas hubieran sido cientos o miles”, y luego añade, “se olvida que era una muchedumbre con diversas armas que trataba de llegar a un punto para causar destrucción…”
“Si hubieran querido… las víctimas hubieran sido cientos o miles” “Muchedumbre con diversas armas…” ¿En serio, general? Era una protesta desarmada, y ustedes abrieron fuego contra ella. Tengo la impresión de que lo que recientemente hicieron los militares en Myanmar no es la excepción, sino la regla. Ellos también creían que nadie tenía el derecho de negarles sus privilegios. Yo creo que sí.
Carlos Moldiz es politólogo.