Ciclos y estructuras de rebelión
Lo nacional-popular no tiene en el partido su fundamento original, sino su conclusión
Carlos Moldiz Castillo
Apropósito del desconcierto provocado por la fáctica ruptura que se ha dado en las cúpulas del MAS de forma vistosa durante las últimas semanas, presento a continuación un pequeño resumen que hice hace años sobre un texto de Luis Tapia por el cual nombro esta columna.
Tapia inicia adelantando, muy enrevesadamente, que las mismas organizaciones que cohesionan y ordenan políticamente la sociedad, también pueden convertirse en un factor de desorganización temporal del mismo orden político. Anotación importante: los clivajes, fuera de la obvia consecuencia de separar a las personas, tienen la función de organizar relaciones de explotación y desigualdad, al mismo tiempo que relaciones de opresión y dominación.
Hay diferentes tipos de clivajes, que van desde la relación gobernantes y gobernados, que se da bajo diferentes formas, en lo que llamaríamos hoy un régimen político, que es cómo las sociedades establecen las reglas de acceso y ejercicio del poder. En este orden de cosas que Tapia llama el orden general del país, existen espacios de participación (y elección) que pueden usarse también como lugares de rebelión o resistencia.
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Tapia parece sugerir que lo nacional-popular es el resultado de la articulación de varios núcleos clasistas entre trabajadores rurales y urbanos, a veces con clases medias, y con identidades indígenas. La movilización de estos sectores se realiza a partir de sindicatos y sus redes regionales y nacionales. Los sindicatos, en particular, tienen una forma de organizar sus relaciones de autoridad a través de espacios deliberativos como asambleas, en las cuales se puede designar o remover representantes, aunque omite el hecho de que tales relaciones también pueden darse bajo formas perversas, como las que caracterizan a muchos liderazgos clientelares.
Según Tapia, lo nacional-popular se sirve de dos elementos importantes: la memoria y el proyecto político. La primera es el conjunto de experiencias que le dan forma a lo nacional-popular como identidad, mientras que lo segundo sucede solo cuando se ha pasado de los reclamos particulares a los generales.
En la segunda parte de su texto, Tapia señala que lo nacional-popular en Bolivia se ha dado a través de rebeliones indígenas y obreras. Las primeras se dieron durante siglos y a través de intervalos largos, mientras que las segundas son un fenómeno del siglo XX. Las rebeliones indígenas tienen como forma primordial de organización a la comunidad, mientras que las rebeliones obreras la tienen en el sindicato, y solo secundariamente a través del partido. En las segundas, advierte, sin embargo, están incorporadas las primeras, aunque no explica de qué forma.
Tres momentos le sirven para reflexionar sobre lo nacional-popular en Bolivia: la Revolución del 52, la rebelión del 79 contra Natusch Busch, y las rebeliones de la década del 2000. A lo largo de todos estos procesos, Tapia parece concentrarse en dos conceptos: clivajes y la forma bajo la cual opera lo nacional-popular. Así, los clivajes pueden ser nación/antinación; terratenientes/servidumbre; burgueses/proletarios; blancos/indios, etc. Dichos clivajes se expresan, a la vez, en programas como tierras para el campesino y minas para el Estado, como el de Marof, actualizado por el MNR, o la modificación de la Ley INRA y la distribución de la tierra.
Por otro lado, la forma bajo la cual opera lo nacional-popular puede ir desde la comunidad, el sindicato, el sindicato agrario, la organización gremial o el partido, siendo el último quizá la forma más débil de organización de lo nacional-popular. A esto Tapia incluye a la masa, como la confluencia de todas estas formas. En lo esencial, lo nacional-popular se expresa en la rebelión en contra del Estado. Las capas medias, por otro lado, y las altas, no recurren a la rebelión, pues al ser minoritarias optan por el golpe de Estado. Recuerden jailones, ustedes nunca tendrán el poder de forma legítima, sino violenta.
Es importante anotar en esto que lo nacional-popular se expresa a lo largo del tiempo y a través de múltiples rebeliones, por lo que su emergencia en este siglo no puede resumirse a la “guerra del agua o del gas”, pues se dieron más rebeliones, como en 2001, entre otras. Al mismo tiempo, hay que notar que además de las formas clásicas, en 2003 también están las juntas vecinales, lo que lleva a Tapia a decir que su forma por excelencia en aquel tiempo es la masa.
¿Cómo podemos actualizar esta reflexión a nuestros tiempos? Partamos de lo obvio: lo nacional-popular no tiene en el partido su fundamento original, sino su conclusión. Ergo: si las dirigencias no están a la altura del horizonte popular, el ocaso y el alba llegarán de todos modos, solo que ustedes no podrán atestiguarlos. Ni frentes amplios de oportunismo como el que reveló vergonzosamente el exviceministro Bobarín (afortunadamente desmentido a tiempo por el presidente Arce), ni caudillismos mesiánicos que pretenden reemplazar al pueblo por un individuo (y aquello debe resaltarse: solo una persona).
El pueblo seguirá marchando, cuídense de no ser más que una resaca.
(*) Carlos Moldiz Castillo es politólogo