Mandato y contingencia
Comentario al libro de Fernando Mayorga ‘Mandato y contingencia. Estilo de gobierno de Evo Morales’
En su libro Mandato y contingencia. Estilo de gobierno de Evo Morales, Fernando Mayorga vuelve a visitar un tema al que le ha dedicado atención y sobre el cual ha contribuido de manera muy importante para su comprensión en Bolivia: la manera en la que los líderes políticos toman decisiones, considerando tanto su personalidad y motivaciones internas como las condiciones institucionales y las correlaciones de fuerza que determinan las decisiones que se toman. Le cito: “El punto de partida es comprender que la política es conflicto y/o proceso decisional porque una decisión política es una conducta que se asume para resolver demandas y pugnas sobre diversos tópicos o temas, de mayor o menor importancia colectiva, involucrando una serie de elementos que se presentan a continuación”.
“En un conflicto y/o proceso decisional intervienen actores que se mueven de acuerdo a ciertas reglas y en determinados escenarios, desplegando estrategias discursivas y utilizando recursos de poder para alcanzar sus objetivos”.
Pero no es cualquier actor que despierta la atención de Mayorga, sino aquellos que son capaces de transformar el escenario político en el cual irrumpen gracias a su capacidad de seducir a la gente y despertar un vínculo afectivo entre el político y los votantes. Primero, hace casi 30 años, fue Max Fernández, después el Compadre Palenque, ahora Evo Morales. La mirada sobre estos actores da luces sobre el momento determinado del proceso político boliviano en el cual cada uno de ellos tiene gran relevancia. Igual que con los otros casos, este trabajo sobre Evo Morales se leerá en un futuro cercano como un capítulo de la historia política del país.
El intento de responder a la pregunta “¿cómo gobierna Evo Morales?” se sintetiza en dos términos: mandato y contingencia. “El acto de gobernar implica ambas facetas porque la política es una combinación de estrategia y táctica, pone en juego el vínculo entre estructura y coyuntura, es la búsqueda —interminable— de un punto de equilibrio entre el peso de la historia y la levedad del acontecimiento. (…) el mandato imperativo está vinculado a la noción de soberanía popular que presupone que el poder político radica en el pueblo y las autoridades electas son representantes que deben cumplir las decisiones de la ‘voluntad general’. Si el mandato se refiere a obligación, la contingencia remite a algo que puede suceder o no, porque su acaecer es circunstancial y depende de la concurrencia de múltiples factores objetivos y subjetivos”.
El libro analiza algunos hitos de la gestión gubernamental del MAS entre 2006 y 2018, para mostrar cómo la tensión entre mandato y contingencia configuran el estilo de gobierno del Presidente. Primero, la decisión de nacionalizar los hidrocarburos. En este hito, la decisión del Presidente pasa por el “mandato” de la Agenda de Octubre y se da en un marco de alta legitimidad por los resultados de la reciente elección que lo había llevado al poder con una campaña basada, al menos en parte, precisamente en la oferta de nacionalización de los hidrocarburos. Esta decisión, asumida directamente por Morales, marca el carácter central del presidente en el esquema de decisiones del gobierno.
En segundo lugar está lo que Mayorga llama el “proceso constituyente”, que incluye distintos eventos vinculados a la convocatoria y realización de la Asamblea Constituyente y la aprobación de la nueva Constitución en 2009. Aquí, la Asamblea aparece como un espacio de disputa en un contexto marcado por la división vertical de poderes, que de alguna manera se resuelve con el referéndum revocatorio de mandatos. El estilo decisional se muestra en un contexto de crisis política en el que si bien se refuerza la centralidad del Presidente como actor estratégico, lo contingente se hace más evidente que en el ejemplo anterior.
En tercer lugar aparecen como hitos las derrotas del gobierno del MAS, dos en su segunda gestión, con el fallido gasolinazo y la construcción de la carretera por el TIPNIS, y dos en la tercera, la abrogación del nuevo código penal y la derrota en el referéndum constitucional. El gasolinazo de 2010 fue la primera medida del gobierno rechazada por los mismos sectores sociales que eran parte de su base social; fue decretado por el Vicepresidente para cuidar la figura del Presidente, quien fue el que hizo pública la reversión de la medida. La imagen presidencial no pudo ser cuidada durante el conflicto en torno a la carretera por el TIPNIS, que marca un parteaguas para el gobierno por la falta de coordinación con la que se manejó el tema, sin un centro presidencial claro y con la reversión de una medida que había sido tomada con firmeza. La abrogación del nuevo código penal y la derrota en el referéndum de 2016 marcan la tercera gestión del gobierno, con una ampliación y diversificación de la oposición sobre la base de demandas de alta agregación. Las ‘plataformas ciudadanas’ fueron la forma organizativa que adoptaron los sectores opositores que no tenían sello partidista. Mediante esta modalidad, varios grupos sociales ajenos a la actividad política, sobre todo sectores urbanos de clase media y alta y gremios profesionales, irrumpieron en el espacio público y fueron los protagonistas de las acciones de protesta contra el Código Penal que se enlazaron con el rechazo a la repostulación de Evo Morales, reclamando el respeto de los resultados del referendo constitucional.
En relación al manejo de los resultados del referéndum constitucional de 2016, el libro mira de largo el profundo efecto negativo que la decisión de ignorar los resultados del 21F tiene sobre la legitimidad de la democracia en Bolivia. Contradecir los resultados de dicho proceso electoral ha generado una pérdida de credibilidad importante en la democracia boliviana y sus instituciones, y esto modifica de manera sustancial el escenario en el cual se toman las decisiones.
Y el último punto: ver la propuesta que hace Mayorga para entender a la democracia como algo que no solamente está en permanente construcción, sino algo cuyos sentidos y significados están en disputa permanente. El componente institucional entra en tensión con el componente mayoritario de la democracia en un proceso que se define constantemente desde lo político (y no desde la política), sin que el investigador haga juicio de valor sobre sus resultados más allá del esfuerzo de entender.