Voces

Monday 3 Jun 2024 | Actualizado a 12:57 PM

Burocracia insensata

No es difícil imaginar la verdadera intención detrás de la práctica de poner requisitos imposibles de cumplir.

/ 5 de julio de 2019 / 00:51

Episódicamente se publican en Bolivia informes que dan cuenta de la baja competitividad del país en comparación con sus vecinos debido, fundamentalmente, a la complejidad de sus procesos burocráticos; es decir, a la sucesión de pasos que debe darse para obtener algún resultado en términos legales y formales. Parte del problema está en la mala actitud de los “servidores” públicos.

Los ejemplos abundan, como la ausencia de oficinas de información en las instituciones públicas en las que el ciudadano debe hacer trámites insufribles. Y si éstas existen, muchas veces no cuentan con personas capacitadas para informar y orientar al ocasional usuario del servicio. En muchos casos, esta delicada función es dejada en manos de los policías del Batallón de Seguridad Física Privada, quienes incluso siendo excelentes personas y funcionarios deben lidiar con el hecho de no haber sido formados para ese tipo de trabajo.

De hecho, lo normal es la existencia de sistemas burocráticos en los que nunca se tiene toda la información necesaria para realizar el trámite deseado, y lo contrario es la excepción. La Agencia de Gobierno Electrónico y Tecnologías de Información y Comunicación (Agetic) hace grandes esfuerzos por cambiar este estado de cosas, pero sus logros, seguramente por las condiciones estructurales del aparato público nacional, son todavía escasos.

Tómese por ejemplo el caso del certificado internacional de vacunación contra la fiebre amarilla, requisito obligatorio para ingresar a muchos países tropicales. En los hospitales públicos no siempre está disponible, hay que esperar varios días. Una vez recibida la dosis, y con la evidencia de que la vacuna fue administrada, hay que ir a la asistencia pública donde se otorga tal certificado, que solo reconoce como verdadero el que fue entregado en el hospital.

Allí se establece que el certificado solo puede ser emitido 10 días después de administrada la vacuna, y 10 días antes de la fecha de viaje. No existe norma que sostenga tal arbitrariedad, excepto la que dicta la costumbre. Si la persona que viaja es menor de edad, tendrá que faltar a clases en el colegio, pues el certificado solo se entrega en presencia del menor (quien no puede realizar el trámite por sí mismo) y exclusivamente en horas de la mañana.

Para muchos es fácil imaginar la verdadera intención detrás de poner requisitos imposibles de cumplir. Quien no tenga los recursos suficientes o la temeridad necesaria para ofrecer un soborno (que es un delito penal), tendrá que abandonar su pretensión de culminar su trámite, incluso si fuese una emergencia.

Quienes conocen de historia saben que la cultura del papel, el sello y la firma con tinta azul es una vieja herencia colonial. Lo que no se entiende es cómo un Gobierno que se desea anticolonial, y que ha dado al país una nueva Constitución Política del Estado forjada con ese propósito, siga mostrándose incapaz de cambiar una situación que solo hace daño a la ciudadanía.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Gaza, tan cerca

Eliana Quiroz

/ 3 de junio de 2024 / 09:52

Mientras pensaba en un tema para este artículo, ninguna de las opciones de coyuntura llenaba tanto mi cabeza y mi corazón como lo que está sucediendo en la Franja de Gaza, aunque también en el Congo y en Sudán. Las imágenes últimas de los ataques israelíes en Rafah de niños descabezados, de la inaguantable depresión de los adultos en la desesperación de no saber qué hacer, de rostros de niños ensangrentados, aunque también otros jugando aunque casi no tengan con qué, todas esas imágenes se quedarán siempre en mi mente y siempre harán cuestionarme acerca de los desequilibrios de poder y de la crueldad de la que es capaz la raza humana.

Pero decidí no hablar de esa arista porque sino más bien de lo que me permite tener acceso a esa información. Sin duda, es una guerra con una cobertura multicanal en vivo, a pesar de las limitaciones de conexión a internet y de la intermitencia del servicio de energía eléctrica. Mientras veo las noticias por internet en los canales de YouTube de la Al Jazeera o la Deutsche Welle, también veo videos en TikTok de los periodistas y civiles que transmiten desde la Franja de Gaza. Nunca antes había estado tan cerca del campo de guerra, puedo ver cómo caen bombas en el mar, a metros de la costa de Gaza; puedo ver la destrucción de infraestructura en el sobrevuelo de los drones en el territorio; los habitantes de la franja me muestran cómo consiguen agua que nunca es potable lamentablemente; y también veo el sufrimiento de miles de familias con muertos a sus pies. El horror. Mientras también veo las declaraciones de Netanyahu, de las negociaciones para ingresar ayuda humanitaria, de los juicios internacionales contra Israel en los canales de YouTube; y recibo información en Instagram y canales de Telegram de activistas dispersos por el mundo con llamados de ayuda para donar en gofundme.com a familias en Gaza.

He podido también acercarme a canales proisraelíes, escuchar sus razones, ver el clamor de las familias de los rehenes que aún tiene Hamás, aunque también ver con desagrado cómo se alegran de destruir alimentos destinados a palestinos.

Varios de los canales de TikTok están en español, lo que me permite tener un acercamiento mayor a esas noticias. Internet está permitiendo acercarse a estos eventos internacionales a través de variadas miradas, tenerlo omnipresente todo el tiempo, algunas fuentes con mayor tratamiento informativo y con mayor editorialización, otras fuentes testimoniales, quizás con menores criterios editoriales. La sección “internacional” de los medios ha cambiado por este periodismo ciudadano que ofrece variedad de miradas y de juicios.

ELIANA QUIROZ
es ciberactivista y burócrata.
blog: www.internetalaboliviana.word-press.com

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Releyendo ‘El otoño del patriarca’

/ 3 de junio de 2024 / 09:48

Cuando esas hojas arrastradas por el viento, marranos, hojas amarillas dibujan a esta época del año con un tono mustio que, además, poéticamente, simboliza, a la vez, muchas cosas lúgubres: melancolía, paisajes sombríos, un pasado irrecuperable e inclusive la muerte. Quizás, por todos estos sentidos que representa esta estación del año, el entrañable Gabriel García Márquez le puso título a una de sus novelas: El otoño del patriarca.

En esta novela, el escritor caribeño da cuenta de uno de los efectos perversos que produce el poder: la soledad. De allí, la metáfora de otoño cuaja perfectamente en esa idea de envejecimiento no solamente biológica, sino también moral. Obviamente, el drama en la novela se desarrolla en un país imaginario ubicado en los márgenes del mar caribeño donde gobierna un dictador anciano, que localizado en el contexto temporal de la novela es fácilmente asociado a las dictaturas latinoamericanas.

Más allá de esa connotación literaria, esta novela desgrana esa compulsiva obsesión por el poder, sin reparar que alcanzarlo, retenerlo o recuperarlo puede significar la propia autodestrucción, por lo menos en el campo de la política. Quizás, el poder de por sí es un virus que se incrusta en el alma del patriarca (léase también como cualquier otro político) y se enloquece al saber de la posibilidad de no acceder al poder. Y, allí se convierte en una obsesión el poder que no solamente enferma, sino tiene un efecto colateral, envejece y le reduce al patriarca a un simple arlequín, o sea, a un personaje de una historia trágico/comedia. 

Las obsesiones por el poder son desgastantes. La imagen de aquel político devorado en su obsesión por el poder que está dispuesto literalmente a vender su alma al diablo solamente para satisfacer su apetito personal. El obsesivo por el poder, al igual que otro vicio, le condena al infierno. Quizás, el peor infierno, sea la soledad. Del mismo modo, el escritor paraguayo Augusto Roa Basto en su novela Yo el Supremo aborda el tema de la soledad del poder en la que el personaje principal, otro dictador, esta vez paraguayo, José Gaspar Rodríguez de Francia, es abandonado por aquellos que en su época de mayor gloria se aprovecharon de él.

En ambas obras literarias —El otoño del patriarca como Yo el Supremo— son ejemplos ilustrativos de la personificación del patriarca —no se olviden que sociológicamente es aquel que ejerce autoridad autocrática como pater familias sobre una familia extensa—, convertido en un jefe poderoso pero, al mismo tiempo, odiado, inclusive por aquellos que en su momento le encumbraron al poder; un poderoso que no concede concesiones ya que está preocupado por el poder, aunque se lo ve rodeado por aquellos recuerdos de su ayer, aunque, quizás porque es otoño, ese ayer glorioso es irrepetible, pero en su mirada enceguecida, el patriarca piensa que pueda volver a ese tiempo ido, empero, como todos los tiempos ya pasados son irrepetibles.  

En todo caso, ese jerarca piensa que sus simpatizantes de ayer le siguen teniendo en un pedestal, aunque sea imaginario, pero la vida cambia. El patriarca parece no darse cuenta que su lucidez está atrapada por la ofuscación del poder y, por lo tanto, su destino inexorable es su agonía política. En El otoño del patriarca, el personaje principal condenado no solamente a la derrota, sino al olvido, quizás sea el peor castigo por estar enfermo por el poder. Quedarse solo rodeado de animales, presagiando no solamente su muerte biológica, sino, sobre todo, su muerte política que, de todas las muertes, quizás sea la más triste y, a la vez, la más patética.

Yuri Tórrez
es sociólogo.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Filipo en la memoria

/ 2 de junio de 2024 / 00:07

Es junio y mi memoria evoca a Filemón Escóbar. La noche de su fallecimiento, hace siete años, agarré un manojo de hojas de coca para pijchar en su honor y recordé las imágenes de una fiesta marcada por su zapateo con doña Olga, su compañera de vida. Lo recuerdo con un pucho en los labios conversando con voz grave y ojos sonrientes. Siempre diciendo “oye”, cada tanto exclamando “carajo”. Lo conocí en la presentación de su libro Testimonio de un militante obrero (1984) y —casi— nunca dejamos de charlar y discutir.

Tuve la suerte de verlo en acción en el congreso de la Federación de Trabajadores Mineros de Bolivia en 1986. En la mina San José, Filemón planteó la Tesis de Catavi enarbolando la defensa de la democracia para frenar posturas radicales de izquierda que proponían derrocar el gobierno de Hernán Siles, acorralado por fuerzas opositoras que controlaban el parlamento. Comisiones y plenaria, tesis por mayoría y minoría, enérgicos debates entre oradores que respaldaban sus posiciones con citas de Lenin y Trotsky. Esa era la cultura política de la poderosa clase obrera del siglo XX. Él afirmaba que había que preservar la democracia como escenario decisivo para la acción política de los sindicatos, a los que concebía como órganos de poder. En ese entonces, su noción de coyuntura democrática lo distinguía de sus detractores políticos que, por miedo o desprecio, eran un montón —por derecha y por izquierda—. Años después, cuando Filemón asumió posturas críticas sobre Evo Morales, varios de esos personajes —de derecha e izquierda— se pusieron una máscara hipócrita de admiración de su estilo y remedaron su retórica para desplegar sus afanes opositores. La contracara fue la ingratitud del MAS que, desde su ruptura con Evo Morales, puso un manto de olvido a los aportes de Filemón para la formación del “instrumento político”, afín a su visión de los sindicatos como órganos de poder.

Su recorrido político e intelectual estuvo signado por la creatividad y la pasión. En 1985 fue candidato vicepresidencial de Genaro Flores, líder del katarismo y ejecutivo de la CSUTCB, bajo una idea anticipatoria: “la clase obrera ya no es la vanguardia, debe ir detrás de los indios”. Cuatro años después fue elegido diputado merced al voto rural; esos años realizaba una incesante labor de formación política y sindical en el Chapare impulsando la opción por una vía democrática cuando los campesinos cocaleros estaban sometidos a una brutal represión y discutían la formación de grupos de autodefensa. La consolidación del MAS como “instrumento político” y su victoria electoral en 2005 fueron la confirmación indirecta de las ideas de su Tesis de Catavi, esa de 1985.

Esas ideas fueron enriquecidas en 2008, cuando Filemón publicó De la Revolución al Pachakuti que planteaba la complementariedad entre opuestos, en un desplazamiento de su marxismo clasista a un indianismo de corte nacional-popular. Tuve el privilegio de dirigir el acto de presentación de ese libro en un auditorio de la universidad. Al inicio del evento, Víctor López ingresó en la sala y, con ojos llorosos, se fundieron en un largo abrazo con Filemón. Ellos, junto con Simón Reyes, fueron destacados dirigentes del proletariado minero en la fase de su ocaso. Frente al reto de la historia, Filemón sembró ideas decisivas para que la izquierda se identifique con la democracia, la política se sustente en los sindicatos y el cambio tenga como protagonistas a campesinos e indígenas. Ese es su legado, lo recuerdo con respeto.

Fernando Mayorga es sociólogo.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

¿Quo vadis, América Latina?

/ 2 de junio de 2024 / 00:06

América Latina podría tener ahora su oportunidad. Los reacomodos geopolíticos no han culminado todavía en un sistema multipolar relativamente consolidado, compuesto por dos superpotencias, varias potencias intermedias, sus respectivas semiperiferias y también por las regiones más atrasadas que se designan como Sur Global. El panorama internacional es todavía inestable, a la espera, entre otras cosas, de los resultados de la próxima elección del Parlamento Europeo y de las elecciones de noviembre en Estados Unidos.

En el complicado escenario internacional de conflictos militares con posibilidad de escalamiento nuclear, acérrima competencia tecnológica y rebrotes de nacionalismos xenófobos, los países latinoamericanos no han podido actuar hasta ahora con una voz unificada en defensa de sus intereses. Han prevalecido en cambio las diferencias ideológicas que amplifican las fuerzas centrífugas que tensionan la cohesión interna de la región.

Esto contrasta nítidamente con lo ocurrido en las tres primeras décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, período en el cual los países latinoamericanos jugaron un papel relevante en las negociaciones entre 1944 y 1948, que dieron lugar a los organismos de Bretton Woods (Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial), y mucho más decididamente en los años 60 en que bajo el liderazgo latinoamericano se creó la UNCTAD para atender los asuntos del comercio, las finanzas, la inversión y la tecnologías, de acuerdo con los intereses y necesidades de las economías latinoamericanas y de los nuevos países independientes de Asia y África. Bajo tal constelación, entre 1974 y 1975, se plantearon las bases de un Nuevo Orden Económico Internacional destinado a la democratización de las instituciones multilaterales. Se trató en verdad de un formidable esfuerzo diplomático en el que los países latinoamericanos ejercieron un destacado liderazgo político e intelectual.

A comienzos de los años 80 ocurrió, sin embargo, un drástico viraje de la situación internacional, con el arribo de Ronald Reagan y Margaret Thatcher al gobierno de los Estados Unidos y del Reino Unido, respectivamente. Los países latinoamericanos, por su parte, no pudieron organizar la negociación colectiva de su deuda externa, y tuvieron que aceptar por separado la imposición de los programas de ajuste neoliberal articulados bajo el denominado “Consenso de Washington”.

Desde entonces los países latinoamericanos no han logrado recuperar una posición internacional relevante en cuanto región, y, en cambio, han registrado en total dos y media “décadas perdidas” hasta el presente.

Al respecto, resulta de la mayor importancia mencionar que en estos días se presentará en Bogotá un libro que no solo examina en detalle la historia de dicho tiempo, sino que además recopila un catálogo de propuestas e iniciativas destinadas a superar las diversas crisis en cascada que afligen a la región latinoamericana.

Se trata del libro América Latina: la visión de sus líderes, compilado por el académico y diplomático Andrés Rugeles, con el auspicio de la London School of Economics y la Universidad de Oxford, y que contiene 30 entrevistas a expresidentes de la región más 55 artículos académicos escritos por prestigiosos expertos y jefes de organismos multilaterales.

De las numerosas ideas que proporciona el libro me quedo con la conclusión personal de que América Latina tiene ante sí la oportunidad de convertirse en un actor político internacional relevante a condición de que una nueva generación de líderes políticos, intelectuales y culturales, consolide la institucionalidad democrática amenazada; impulse con eficacia el uso sostenible de los recursos naturales; aproveche inteligentemente la transición energética global, y evite el alineamiento exclusivo con cualquiera de las potencias internacionales que ahora la solicitan..

 Horst Grebe es economista. 

Comparte y opina:

Villa Fiorito

/ 2 de junio de 2024 / 00:05

Érase una vez una A que, en una visita a Buenos Aires, optó prioritariamente por conocer uno de los museos más argentinos, más genuinos, más urgentes: la casa de Diego Armando Maradona. Su residencia primera, luego de la firma de su inicial contrato como futbolista. Lascano 2257. La Paternal. La emoción comienza desde la entrada, con el viejo auto de Diego estacionado en la puerta. Sigue en el pasillo de ingreso, en la sala, en la cocina, en el patio… ahí están las fotos de su padre y doña Tota, las de los hermanos. Prueba suficiente de que son en verdad los espacios, los muebles, los objetos. Estamos en la Capilla Sixtina. El sentimiento llega a su tope cuando se ingresa a su habitación: la misma cama, la misma colcha, sus botines, sus discos de Milanés y de Ramona Galarza. Ahí está la foto del Cebollita con sus audífonos, sentado en el piso, al lado del viejo tocadiscos. ¿Estaría escuchando Merceditas? Así nació nuestro querer, con ilusión, con mucha fe, pero no sé por qué la flor se marchitó y muriendo fue. Esta A lo ama con loco amor. Y en nombre de ese amor pedí ir más arriba, subir al origen de todo, llegar a la cima de su primer hogar, allá, loco, en el lugar más tibio de Villa Fiorito. No se pudo en ese entonces. Se pudo hace una semana y traigo entre las manos un corazón ardiente por lo que vio.

El breve espacio en que no estás, como anticipaba y cantaba para él Pablo Milanés. Todavía quedan restos de humedad. Ese breve espacio es un rincón bonaerense del que nadie quiere acordarse. Ni siquiera el Pelusa, que reconoció que en esa villa miseria la pelota era su salvación: ”En realidad yo jugué al fútbol pensando siempre en comprarle la casa a mis viejos… y nunca volver a Fiorito”. Y así fue.

El marco de Fiorito es la basura amontonada; las carretillas de los cartoneros; es un pibito de unos siete años mirando el lente del celular, sin soltar su basurero; es un caballito pobre echado en la puerta de una casita villera; la certeza es, milagroso, un cartelito de media muerte: Calle Diego Armando Maradona. Llegamos al punto cero del Pelusa.

¿Esta es la casa? Ésta, confirma, su vecino, Norberto Fernández. Un viejo árbol quiere reventar el lugar con sus raíces. Apenas deja el espacio a un mini patio de tierra, una silla de plástico le pone el acento humano a este abandono, pedazos de tela sobrevivientes al mal tiempo puestos por hinchas, un viejo muro con el retrato colorido de Diego, la puerta más pobre del mundo y al lado, la bandera, descolorida, de Evita Perón, de Tita Merello, del Che, de Gardel y de Borges. El sol argentino flamea con el frío. La vieja madera que hace de portón se cierra con una cadena. No es la Capilla Sixtina de La Paternal; es el humilde pesebre donde nació la esperanza. Es la cuna del dios melenudo que metió el gol más descolonizador de la historia. Por eso llegan aquí y rezan, encienden velas y se toman un trago. Así, en silencio y sin pagar entrada, llegamos los devotos, con el pecho reventando de agradecimiento De Villa Fiorito viene el 10, de esta casucha sale a dominar la pelota y con ella, la gran pelota llamada planeta Tierra. De esta tierra de villa se levanta el pibe más pobre para hacernos ricos en alegría, en orgullo. El resto solo es más villa, loco. El resto es su vecino Norberto que recuerda sin aspavientos y con la dentadura incompleta: “Jugábamos acá en la calle, allí en la esquina era todo baldío. Yo era arquero, acá. Él me decía Vaquita, por Vacca. Yo le daba la pelota a él, él pasaba a cinco y hacía el gol” repasa mientras dobla unos cables de motor de auto. “Cuando debutó, toda la cuadra fuimos a verlo”. Norberto enumera sin titubear los apodos de todos los hermanos Maradona, prueba de verdad. Y después de la breve charla, vuelve a su silla en la puerta de su casa, junto a Olga, su pareja, una rockera inconfundible con el cabello teñido. El resto es solo más villa. Más niñas inventando juegos en un semi asfalto. Más casitas que dejan ver las camisetas secándose al sol. Un largo asiento de cemento donde pintaron “Milei basura”. Más ventanas misteriosas luciendo macetas con las flores de la esperanza. Mejor dicho, con las flores de la espera de una Argentina pobre que ya esperó demasiado y que mira el potrero del barrio con abandonados arcos sin red sobre una cancha de polvo como prueba de que todo esto no fue un sueño, prueba incontrastable de que siguen siendo Villa Fiorito, Ciudad de Dios, ciudad del Diez. De una ventana sale una cumbia villera que en la cabeza se mezcla milagrosamente con esa canción de Rodrigo: En una villa nació, fue deseo de Dios, crecer y sobrevivir, a la humilde expresión, enfrentar la adversidad con afán de ganarse a cada paso la vida. Y, sí. Aquí nació la mano de Dios. Y todo el pueblo cantó. Regó de gloria este suelo.

Grande, Villa Fiorito. Esperanza, Villa Fiorito. Promesa, Villa Fiorito. Futuro, Villa Fiorito. Argentina, Villa Fiorito.

 Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista.

Temas Relacionados

Comparte y opina:

Últimas Noticias