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Thursday 21 Sep 2023 | Actualizado a 22:31 PM

Misión imposible en Ecuador

/ 18 de julio de 2020 / 00:58

¿Se imaginan utilizar una vacuna que todos saben que es incapaz de curar? Según el método científico, cualquier experimento probado un cierto número de veces sin resultados satisfactorios queda refutado e invalidado. Y deja de tener sentido volver a ensayarlo.

Sin embargo, en la política latinoamericana contemporánea, esta premisa tan básica no es aceptada mayoritariamente por muchos gobiernos conservadores, que se empeñan una y otra vez en procurar hacer desaparecer una identidad política mediante un ataque sistemático por la vía judicial, mediática, económica, internacional, política y electoral contra su principal figura. A pesar de los incesantes intentos, los resultados continúan siendo infructuosos.

Entre los muchos ejemplos disponibles de esta reiterada ofuscación está Ecuador. Han sido más de tres años de persecución contra Correa: dos procesos en etapa de juicio (Balda, Sobornos) y alrededor de 30 investigaciones previas abiertas y pendientes (declaradas como “reservadas” en la propia Fiscalía); infinitas portadas y titulares en su contra; apropiación de las siglas del movimiento Revolución Ciudadana; intentos múltiples de proscripción electoral del nuevo partido (Compromiso Social); y, cómo no, no quieren permitirle que se presente como candidato a ningún cargo posible en la próxima cita electoral.

Y después de los múltiples intentos para erosionar y desgastar la figura de Correa, definitivamente no han logrado hacer que desaparezca de la centralidad de la política ecuatoriana. No aprendieron ni un ápice de la experiencia contra Cristina Fernández de Kirchner en Argentina durante los cuatro años macristas; se olvidaron que esa misma estrategia tuvo un efecto bumerán, que condujo al desenlace que ya todos conocen: el Frente de Todos ganando las elecciones y con Cristina como vicepresidenta.

En el caso ecuatoriano, se viene replicando el mismo manual, pero adaptado a su episteme local. Y hasta el momento la misión resulta imposible. Correa a día de hoy sigue siendo la principal fuerza electoral y política, como lo certifican todas las encuestas publicadas en el país.

En estos años, la mala administración económica empobreció a la ciudadanía; hubo gran inestabilidad institucional —hasta el punto de tener cuatro vicepresidentes en este periodo—; la deficitaria gestión de la pandemia causó muchas muertes. Y es que el sol no se puede tapar con un dedo. El fracaso del gobierno conjunto de Lenín y su Gran Alianza (partidos de la derecha, banca, grandes medios, cámaras empresariales, gobierno de Estados Unidos) no puede esconderse echándole la culpa a Correa al mismo tiempo que se le persigue judicialmente. Intentarlo es asumir que la gente es tonta y, evidentemente, esto no es así.

Muchas veces se asume erróneamente que un vaivén electoral implica que se borre totalmente la huella que deja un largo periodo de gobierno progresista. De hecho, en el caso ecuatoriano, ni siquiera Correa perdió las elecciones. Las ganó el correísmo con un programa electoral no neoliberal. La gente votó esa opción y luego fue Lenín quien tomó la dirección contraria. La mayoría ciudadana todavía recuerda con anhelo las mejores condiciones de vida en la era correísta, así como la gran transformación en cuanto a infraestructura. Seguramente no todo fue visto con buenos ojos, como ocurre en cualquier Gobierno, pero lo que sí es cierto es que el saldo de su gestión fue positivo, y aún lo es más si lo comparamos con estos años tan difíciles para la ciudadanía ecuatoriana.

Correa todavía nuclea la política ecuatoriana. Pero sabe que no estará solo en la próxima disputa electoral presidencial de febrero de 2021. Todos irán contra él. Seguramente, el fenómeno político-electoral del voto útil en su contra se activará en los últimos meses de campaña. Y por esa razón se crea un frente progresista que amplíe las fronteras que tiene el propio correísmo: Unión por la Esperanza (UNES), que aglutina un gran conjunto de organizaciones sociales, campesinas, indígenas.

La mesa está servida para decidir el futuro del Ecuador en los próximos años. A un lado, está la estrategia continuada de destrucción del correísmo sin resultados a la vista, y que ahora goza de poco tiempo para reinventarse; que debe elegir si continúa erre que erre con la “obsesión Correa” o si finalmente opta por plantear alternativas en positivo, tanto al correísmo como al desastre que ha supuesto el gobierno de Lenín Moreno. Los principales referentes de este bloque son Otto Sonnenholzner (hasta hace poco vicepresidente) y el banquero Guillermo Lasso. Y al otro lado está la coalición UNES, que es una suma de espacios progresistas, agrupados por el rechazo al neoliberalismo, en el que están el correísmo y otros muchos sectores de la sociedad.

La estrategia de invisibilizar al correísmo no solo no funcionó, sino que además lo viene transformando en un espacio más amplio.

Alfredo Serrano es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)

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La ilusión del cambio en Colombia

Alfredo Serrano Mancilla

/ 14 de septiembre de 2023 / 08:35

¿Cuál es el tiempo de la luna de miel entre el electorado y su gobierno? Esta es una cuestión vital para la política y los políticos: saber cuál es el grado de sintonía que aún sostienen los votantes de una determinada fuerza política luego de un tiempo de constituirse como Ejecutivo tras la victoria electoral.

Para ello, en Celag (Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica) hemos realizado un sondeo dirigido exclusivamente a los votantes más activos del Pacto Histórico en Colombia. No es una encuesta ni tiene ninguna capacidad estadística para inferir conclusiones a nivel poblacional, pero sí permite disponer de un termómetro para conocer cómo piensa un determinado sector de la población, más militante, más afín, más “intenso políticamente”.

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En base a 5.023 respuestas obtenidas entre los días 5 y 8 de septiembre de este año, podemos destacar los siguientes hallazgos:

— La ilusión por el cambio continúa entre los que votaron por Gustavo Petro y Francia Márquez luego de más de un año de gobierno: El 91,5% considera que Colombia está cambiando (frente al 6,9% que piensa que está igual que antes). El 88,5% considera que la ilusión es la mejor palabra que describe su sensación respecto al gobierno (la decepción es del 7,7%).

— Perduran las altas expectativas en el presidente Petro para resolver la economía (91,8%) y el conflicto armado (72%).

— Existe un compromiso muy fuerte de salir a movilizarse a las calles en caso de que se intentara un golpe de Estado contra Petro (84,1%).

— Casi tres cuartas partes (73,8%) está de acuerdo en que el gobierno debería arriesgar todo para que se apruebe la reforma laboral porque considera que es imprescindible para mejorar las condiciones de trabajo.

— En cuanto al rol de la vicepresidenta Márquez, casi dos tercios (63,6%) considera que está aportando positivamente a este gobierno (apenas el 6,1% cree que tiene un rol negativo).

— Existe más división respecto a la mejor vía para seguir gobernando hacia delante: el 54,8% cree que hay que ampliar para obtener consensos, mientras que el 41,6% cree que es mejor gobernar con los propios para hacer las reformas prometidas.

— En relación al caso Nicolás Petro, casi dos tercios (65,3%) piensa que no afecta a la credibilidad del presidente Petro porque es un tema ajeno a su persona (el 30,8% sí piensa que está afectando su credibilidad).

— Los grandes medios de comunicación y el poder económico son considerados mayoritariamente como los principales opositores de este gobierno (36,2% y 33,4%, respectivamente). Más lejos queda el uribismo (12,8%), el poder judicial (8,8%) y algunos aliados del propio gobierno (7,8%).

En definitiva, los datos de nuestro sondeo Celag al interior de este espacio más afín al Pacto Histórico en Colombia reflejan claramente que la luna de miel continúa a pesar de las dificultades.

(*) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Celag 

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Presidenciales Ecuador 2023

Alfredo Serrano Mancilla

/ 26 de agosto de 2023 / 07:35

Primero, la ciudadanía no tuvo miedo de salir a votar a pesar del clima de violencia e inseguridad. La participación (82,26%) es la más alta en primera vuelta de las dos últimas décadas.

Segundo, el correísmo sigue siendo la principal identidad política del país. Y, por supuesto, este fenómeno tiene su correlato electoral. Cada vez que se vota en Ecuador, cualquier fórmula avalada por Rafael Correa siempre sale victoriosa en la primera vuelta. En esta ocasión, obtuvo casi el 34%; en 2021 casi el 33%, y en 2017, 39%.

Tercero, no hay que extrapolar con tanto maniqueísmo el resultado de una elección seccional a una elección presidencial. Hace pocos meses el correísmo ganó en las provincias más pobladas del país (Pichincha, Guayas, Manabí, etc.) y en las principales capitales (Quito, Guayaquil, etc.), pero hay que recordar que en esta instancia no existe la segunda vuelta. Y por tanto le fue suficiente alcanzar el 27% de voto válido a nivel nacional para este enorme éxito electoral.

Cuarto, hay que tomarse en serio la idea de Democracia Spotify en países donde estamos ante un Estado fallido y con alto grado de inestabilidad y fragmentación política. O sea: Ecuador. O Perú. En estos casos, un alto porcentaje del electorado no politizado cambia de candidato como de canción. Y seguramente esto explica que el segundo candidato más votado podría haber sido cualquiera. El domingo le tocó a Noboa (el hijo del multimillonario Noboa). Si la elección hubiese sido el pasado domingo, tal vez habría sido Topic. Y si fuese la próxima semana, quizás, resultaría Zurita. Dicho de otro modo: no hay un candidato alternativo al correísmo con voto propio. Y lo mismo pasó en 2021: en esa ocasión fueron Yaku y Hervas, que sumaron 35%; esta vez, la suma de ambos no llega al 5%.

Quinto, la campaña electoral explica parte del resultado, pero no su totalidad. En esta época de atajos y alta velocidad, se exagera el poder de la coyuntura y, en consecuencia, se eclipsan los surcos profundos. El TikTok jamás le ganará la batalla a la cotidianeidad.

Sexto, la inseguridad importa muchísimo, pero la ciudadanía ecuatoriana no optó por la vía Bukele. Topic solo logró el apoyo de uno de cada 10 electores (pasado a voto válido, 14,67%). ¿Por qué? Seguramente porque también importan otros temas, como el empleo y salario, la educación y sanidad, las políticas sociales, etc.

Séptimo, el bloque indígena se quedó sin candidato; Yaku Pérez no llegó ni al 4% de los votos. Y a partir de ahora, Leónidas Iza, el presidente de la CONAIE, se queda como único líder sólido, con un papel protagónico hacia delante, tanto en lo electoral como en lo político.

Octavo, a falta de resultados definitivos, la Asamblea Legislativa estará nuevamente atomizada. El correísmo será la primera mayoría (aproximadamente 50-55 curules de un total de 137). Y el resto, todos con muy poco. Por ejemplo, el partido de Noboa contará con una bancada muy débil (12).

Noveno, por último: de cara a la segunda vuelta, no todo es igual a 2021. Las principales diferencias son las siguientes: a) el correísmo podrá criticar al gobierno de Lasso de cara a la ciudadanía de una de manera más eficaz de lo que pudo hacer con Lenín Moreno (porque éste era considerado por una parte de la población como “hijo” de Correa); b) el correísmo cuenta con un poder institucional mayor ahora que antes (hoy gobierna prefecturas y capitales importantes); c) Luisa González es una candidata con una biografía muy diferente a la de Andrés Arauz; d) Noboa buscará confrontar más contra Lasso que contra el correísmo; e) estamos ante una disputa entre dos candidatos jóvenes (45 y 35 años) y; f) el contexto también ha cambiado: hay más violencia, más inseguridad, más pobreza, más narcotráfico, más hartazgo.

Alfredo Serrano Mancilla
es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

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Primarias y la primera vuelta en Argentina

/ 18 de junio de 2023 / 00:44

No siempre una comparación simplificadora con el pasado es útil para entender una situación compleja en el presente. Este tipo de atajo sin matices es muy mal consejero para realizar cualquier análisis de la realidad política.

Según la Real Academia Española, la episteme es el conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas. Y por tanto si se obvia este contexto estaríamos cometiendo una suerte de epistemicidio a la hora de comprender un concepto, una idea o una herramienta.

En el caso argentino, con las elecciones PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) que tendrán lugar este 13 de agosto, estaríamos cayendo precisamente en este tipo de error por querer compararlas “frívolamente” con lo que pasó en 2019.

Cada contexto es diferente.

Así que de ninguna manera deberíamos afirmar que, como sí ocurriera hace cuatro años, las PASO 2023 fungirán como primera vuelta. En esta ocasión, esta elección primaria es una etapa previa a la primera vuelta y tendrá otro sentido.

Para defender esta tesis, fundamentalmente hay dos razones de peso que tienen como factor común el alto grado de fragmentación política e incertidumbre que atraviesa el país. En primer lugar, en esta cita electoral no hay dos opciones competitivas sino tres. En la última encuesta CELAG (2.000 casos, presencial en todo el país) advertíamos que existía un empate técnico entre tres fuerzas políticas, que además experimentan estadios y desafíos muy distintos entre sí. Seguramente, el electorado llegará a las PASO aún auscultando cada una de ellas, sin tener una opinión formada definitiva, y en consecuencia, no será hasta la primera vuelta real cuando vayan a votar en un modo más categórico.

En segundo lugar, en esta ocasión, las PASO sí que ostentan la función de elegir candidato al interior de Unión por la Patria (ex Frente de Todos) y Juntos por el Cambio. En 2019 no fue así porque no hubo alternativas al interior de cada espacio. Ahora sí las hay.

Y no solo existen candidaturas diferentes, sino que también se observa un creciente grado de heterogeneidad, con fuertes tensiones y disputas internas.

Este rasgo de época en Argentina determina el carácter propio y genuino de estas PASO. La ciudadanía no pensará en la elección nacional hasta que se despejen las dudas al interior de cada bloque.

También puede leer: ¿Cómo entender a Milei en Argentina?

Justamente, esta falta de certezas, que acaece en la política y que también tiene lugar en la vida cotidiana en lo económico, marca un contexto determinante que condiciona las PASO de este año y no las hace comparables a las de 2019. En aquella ocasión, la contienda se circunscribía nítidamente a una confrontación de dos modelos, lo que hizo el macrismo y lo que podría hacer el kirchnerismo ampliado.

Nada que ver con lo que sucede hoy. Apareció Milei, defendiendo un nuevo proyecto político. Al interior de Juntos por el Cambio se abren dos vías, la que tiende a ultraderechizarse y la que busca pescar en un centro inexistente. Por su parte, el radicalismo está envuelto en un mar de ambigüedades: el peronismo antikirchnerismo sin saber cómo jugar. Y en el otro lado, lo que era el Frente de Todos buscando ordenarse sin Cristina como candidata pero sí como centralidad, con el massismo adentro sin estar claro cuál es su rol y con un sector peronista queriendo tener su propio lugar.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

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¿Cómo entender a Milei en Argentina?

Tampoco se debería afirmar que la sociedad argentina se ha ultraderechizado en estos últimos años

Alfredo Serrano Mancilla

/ 12 de mayo de 2023 / 08:00

Como ocurre con cualquier novedad, Milei como fenómeno político-electoral resulta muy complicado de valorar. Algunos tienden a ignorarlo. Otros lo ridiculizan. Y no faltan quienes lo magnifican.

La clave está en no subestimarlo, pero tampoco sobreestimarlo. He aquí la dificultad.

En estos casos, lo más aconsejable es evitar caer en un marco binario y simplista. Y para ello es fundamental caracterizarlo con matices.

En la última encuesta CELAG (2.002 casos, presencial, en todo el país, realizada entre el 17 abril y el 7 mayo), Milei tiene una imagen positiva de 43% y una intención de voto de 29%.

Lo importante de esta información no está en el carácter hiperpreciso de su número. Las encuestas no se leen así. El jugo está en otro lugar.

Por un lado, su actual primera posición en intención de voto debe ser relativizada. ¿Por qué? Por dos razones: 1) porque en términos estadísticos lo que realmente existe es un triple empate técnico —Libertarios, Frente de Todos (FdT) y Juntos por el Cambio (JxC) —, 2) porque a la hora de simular el voto en la encuesta se presenta a un candidato definitivo con nombre y apellido, Javier Milei, y en cambio, a otras dos candidaturas con rostros inciertos.

Por otro lado, debemos diferenciar tres variables que explican la sintonía de parte de la población con este líder: 1) lo ideológico en base a su matriz de valores, que en algunos temas son ultraconservadores y en otros ultraliberales, 2) lo mesiánico de sus formas y sus soluciones, siempre presentadas como sencillas ante problemas complejos y con efectos inmediatos (como si todo se pudiese lograr a través de un atajo), y 3) la bronca con la situación económica actual, la inseguridad, con la mayoría de las instituciones y, por supuesto, con los partidos políticos tradicionales.

Los tres factores no son excluyentes entre sí. Cada uno tiene su propia intensidad según cada caso.

Entre aquellos que por ahora están dispuesto a votarle, lo que predomina es la proximidad ideológica, aunque no hay que menospreciar el componente mesiánico y bronca. Este perfil presenta gran parecido con el votante de JxC, particularmente con los que prefieren a Bullrich. Es decir, hay una importante rivalidad entre ellos.

Por su parte, entre quienes tienen imagen positiva de Milei pero no lo votan, lo que predomina es, por el contrario, la bronca y lo mesiánico.

En este grupo, en relación a la cuestión ideológica, no hay una afinidad muy definida. Se advierte una gran heterogeneidad de ideas y posicionamientos políticos. Por ejemplo, hay división de opiniones respecto a la estatización del litio y de las empresas eléctricas, la privatización de Aerolíneas Argentinas, la eliminación de los privilegios tributarios para unos pocos, el papel de la economía popular, la relevancia de los derechos humanos y el reconocimiento al pueblo mapuche. En esto no piensan tan compactamente como los votantes de JxC.

Por otro lado, hay que hacer una mención especial a los jóvenes, a los menores de 30 años, en los que la imagen y la intención de voto de Milei es muy superior al promedio nacional. Y en este caso la variable ideológica no es la que explica esta mayor afinidad. La causa está en la bronca y en lo mesiánico. Y por último, también es muy necesario saber cuál es el origen del voto de Milei. La mayor fuga de votos desde 2019 procede de JxC (30%), especialmente de sus jóvenes (55%). En el caso del FdT también existe una fuga en la misma dirección, pero en menor intensidad.

En definitiva, no hay un ciudadano monolítico que sea afín a Milei. Y tampoco se debería afirmar que la sociedad argentina se ha ultraderechizado en estos últimos años. No. En absoluto. Todo es mucho más complicado que este tipo de reduccionismo.

(*) Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag)

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En Colombia, Cambio significa Cambio

/ 1 de marzo de 2023 / 01:12

Se usa tanto la palabra Cambio que para muchos no significa nada. Este término se fue vaciando de contenido a medida que fue utilizado como eslogan recurrente en cada disputa electoral. Unos y otros lo evocan con la finalidad de seducir a un electorado descontento. Sin embargo, luego, cuando llega la hora de la verdad, la de gobernar, el cambio se deshincha. Y todo se queda en un cambio lampedusiano, es decir, nada cambia.

Para que exista una regla, siempre es necesaria una excepción. Y a ésta la protagoniza Gustavo Petro y Francia Márquez en Colombia.

Durante todos los meses de campaña electoral prometieron que su propuesta era la del Cambio y, ahora, tras haber ganado las elecciones con el apoyo de una gran mayoría, están queriendo gobernar para cambiar. Y lo están haciendo. Los únicos sorprendidos son aquellos que no lo votaron.

En su primer semestre en la presidencia, acompañado de Francia Márquez como vicepresidenta, ha acometido cambios en ejes programáticos muy importantes: a) cambios en la política exterior como, por ejemplo, la inauguración de una nueva relación con su vecina Venezuela; b) cambios en la política tributaria, con la eliminación de los privilegios (exenciones multimillonarias) para los más ricos del país; c) cambios para fortalecer el sistema público de Salud y terminar con los abusos en la intermediación de los privados; d) cambios en el proceso de paz; e) cambios para que los jóvenes detenidos por las protestas sociales de 2021 ya no estén en la cárcel; f) cambios en el sistema de pensiones para hacerlo más justo y sin exclusiones; g) y ya están anunciados los cambios para la legislación laboral, con el objetivo de ampliar derechos y terminar con las injusticias del paradigma neoliberal. Y, seguramente, vendrán más y más cambios, porque el mismo Gustavo Petro ha declarado que “el cambio no puede ser de maquillaje” y Francia Márquez ha planteado que “a este país lo cambiamos porque lo cambiamos”.

Después de este tiempo de gobierno poniendo en marcha todos estos cambios, la valoración de Petro es muy alta. Según los datos de la última encuesta CELAG (2.158 casos, en todo el país) realizada en febrero, la mitad de la población aprueba su gestión y tiene una imagen positiva del Presidente. Es el segundo mandatario mejor valorado de América Latina, detrás de AMLO (México). Francia Márquez también goza de una muy buena valoración positiva (48%).

Al observar específicamente qué opina la ciudadanía en relación a cada uno de los ejes del cambio, existe una mayoría significativa que los apoya (oscila entre el 40% y el 60% según cada asunto).

De hecho, al preguntar a la ciudadanía si Colombia está cambiando o sigue igual que siempre, también existe una mayoría (50,3%) que se decanta por la primera opción.

Esto no significa que todo esté bien. Pero tampoco que todo está mal, como suele anunciarse en grandes titulares por algunos medios de comunicación.

En este sentido, un dato habla por sí solo: el 74% de los colombianos y colombianas creen que los medios de comunicación informan mal y manipulan la realidad según su conveniencia.

En conclusión: en Colombia, a pesar de las dificultades, su nuevo Presidente está resignificando la palabra Cambio, primando por encima de todo sus convicciones y la lealtad con el mismo pueblo que lo respaldó electoralmente para que hiciera lo posible para dejar atrás un país lleno de injusticias.

Alfredo Serrano Mancilla es doctor en Economía y director del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica (Celag).

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