Se acaba el gas
Hoy es innecesario quedarse en el lamento o la crítica; urge encontrar soluciones viables y ponerlas en práctica
Finalmente, el martes en un acto realizado en Oruro, el Presidente del Estado confirmó lo que muchos especialistas llevaban años diciendo: la riqueza gasífera del país se está acabando. Las palabras del mandatario no pudieron ser más dramáticas: las reservas del gas del país han “tocado fondo”, y la explicación que ofreció es que no se invirtió en exploración desde 2014.
En dicho acto, el Presidente también anunció que se trabaja en la recuperación de las reservas y, ayer, el Presidente Ejecutivo de Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) prometió que hasta 2026 se prevé revertir la declinación de la producción de gas natural, a fin de garantizar el abastecimiento del energético al mercado interno y externo. Los anuncios, a simple vista, llegan muy tarde.
Lea también: Auditoría al padrón
Previsiblemente, los adversarios políticos aprovecharán para señalar la ineficiencia gubernamental, y no se equivocarán. El primero en hacerlo ha sido, ayer, el expresidente Carlos Mesa, al afirmar en su cuenta de X: “Destruyeron la fuente de riqueza más grande que tuvo Bolivia con una falsa nacionalización y una ley inadecuada”, agregando también que los gobiernos del Movimiento Al Socialismo “ahuyentaron la inversión, dilapidaron los ingresos en elefantes blancos y corrupción” y terminar señalando que esta situación “no puede quedar impune”.
En ese contexto, todavía falta ver la respuesta al expresidente Evo Morales, quien inevitablemente puede ser señalado como responsable de la falta de inversiones en exploración y desarrollo de campos gasíferos, pues, como dijeron las actuales autoridades, el problema se arrastra desde 2014, cuando se hizo evidente que las reservas mermaban a un ritmo preocupante, lo cual significa que había que tomar medidas incluso antes de esa fecha.
Lo más lamentable de la situación será ver a esos adversarios del Gobierno regodearse y tratar de sacar provecho de una situación más que preocupante, pues los efectos de esta tienen poco que ver con las posibilidades de reelección de cualquiera de los líderes oficialistas y mucho que ver con la posible ruina del Estado, que hasta ahora depende, en un porcentaje mayúsculo, de los ingresos que produce la venta de gas natural, lo cual, en última instancia, afectará de manera directa a quienes todavía necesitan del apoyo estatal en forma de bonos y otros beneficios sociales.
También es previsible que las oposiciones en la Asamblea Legislativa Plurinacional harán cuanto esté a su alcance para impedir el éxito de proyectos de ley orientados a promover la inversión pública o privada, nacional o extranjera, en proyectos de exploración y desarrollo de campos. Entonces seremos nuevamente testigos de los peligros que provoca la política tribal, que únicamente busca efectos de corto plazo.
Aunque parezca inútil decirlo, el error siempre fue evidente: repartir el excedente generado, pero sin reinvertir en exploración y desarrollo de reservas ni crear condiciones para recibir las inversiones necesarias desde hace una década. Hoy es innecesario quedarse en el lamento o la crítica; urge encontrar soluciones viables y ponerlas en práctica.