El cambio en Argentina
Las razones que explican el triunfo del ‘ultraliberal’ merecen mucho debate, análisis e investigación

La contundente victoria en Argentina, el domingo, en segunda vuelta, del candidato “ultraliberal” Javier Milei ha sorprendido a muchos de los que todavía creen en las encuestas de intención de voto (que habitualmente esconden el número de quienes no responden) y a todos los que esperaban que el miedo a perder derechos superase al enojo por la crisis que no da signos de resolverse.
Fue tal el triunfo del candidato de La Libertad Avanza (LLA), que el postulante oficialista y todavía ministro de Economía, Sergio Massa, reconoció su derrota y felicitó a su contrincante antes de que el conteo de votos llegase siquiera al 90%, estableciendo de ese modo, al menos hasta ahora, el tono del proceso de transición que culminará el 10 de diciembre con la transmisión de mando.
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Impulsado por un discurso de abiertamente confrontador y tachonado de palabrotas pronunciadas siempre de modo exaltado, el ahora presidente electo “sorprendió” por primera vez al imponerse en las elecciones primarias (PASO) y luego ocupó el segundo lugar en la primera vuelta, que lo habilitó para conseguir una holgada victoria en la segunda. Analistas coinciden en que los números de la votación coinciden con los de Patricia Bullrich y los del partido de Mauricio Macri, que más que pronto comprometieron su apoyo al líder neoliberal.
En su discurso tras el triunfo electoral y luego en otras apariciones, Milei se mostró mucho más sereno que el personaje que se identificaba con un león y portaba una motosierra. Se impone al ánimo exaltado de la campaña el realismo que exige el cargo para el que acaba de ser electo, debido a que, como explicaron tres analistas en el Piedra, Papel y Tinta de esta casa periodística, su gobernabilidad depende de tres factores clave: una estructura administrativa para la que probablemente no tiene suficientes cuadros propios, la capacidad de controlar la movilización social y un posiblemente escaso respaldo legislativo.
Súmese a ello la dificultad de imponer en el corto plazo las transformaciones prometidas. Si bien es probable que se ejecuten algunas acciones de alto impacto en la opinión, como la ya anunciada privatización de la estatal petrolera (YPF) y los medios públicos de comunicación, otras, estructurales y urgentes como el control de la crisis cambiaria y la inflación, lo ha reconocido el propio Milei, tomarán al menos un año y medio. En el camino, es posible que el desmantelamiento del Estado en plan neoliberal también encuentre escollos.
Las razones que explican el triunfo del “ultraliberal” merecen mucho debate, análisis e investigación, pero mientras tanto conviene reconocer que se equivocan quienes creen que es una derrota del populismo, pues el candidato Milei construyó cuidadosamente la diferencia entre un “nosotros” y “la casta”, además de mostrarse como líder mesiánico, ingredientes clave para este modo de gestionar la política. Se dice que el enojo desatado da paso a la esperanza por los cambios que pueden producirse, falta ver si se convierte o no en frustración.