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Inspección vehicular

Según anuncio oficial de la Policía, hoy es el último día para hacer la inspección técnica vehicular (ITV) del año. Las y los conductores de automóviles de uso particular que se han sometido a este control anualizado saben que se trata de un trámite engorroso, cuando no humillante, que sirve como ilustración de todo lo que está mal entre la Policía y la sociedad.

Sorpresivamente, y a diferencia de años anteriores, la ITV 2023 comenzó en agosto y termina antes de lo habitual; sin embargo, no sorprenderá que el plazo se amplíe por algunas semanas, como ya es habitual. En todo caso, la primera falla está en la pobre comunicación del proceso, pues tuvo muy poca publicidad y previsiblemente se han formado extensas filas en todos los puntos de inspección (cuyas direcciones tampoco fueron comunicadas oportuna o eficazmente), lo cual a su vez produce enorme tensión entre los uniformados y la ciudadanía.

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Mucho más grave que las filas y la larga espera (atribuible en parte a la cultura de hacerlo todo “a última hora”) son las observaciones que hacen los policías, en general arbitrarias y alejadas de los aspectos eminentemente técnicos o “ambientales” señalados explícitamente en la Ley 165, de Transporte, como por ejemplo exigir tres tamaños diferentes de gasa o guantes quirúrgicos en el botiquín. El estado de funcionamiento de los automóviles se evalúa, literalmente, a simple vista y no en los “centros de revisión técnica” señalados en el artículo 222 de la citada norma.

Peor aún, los criterios de calidad exigidos por los encargados de la inspección, que no están recogidos en norma específica alguna, también anunciada en la Ley 165, solo aplican para las y los vehículos de uso exclusivamente particular. Taxis, trufis, minibuses y micros obtienen la roseta de la ITV sin someterse a más revisión que una fotografía del conductor y su vehículo, que en muchos casos apenas si se salva de parecer chatarra y de funcionar como tal. La mayor parte de los accidentes por fallas mecánicas ocurren en automóviles dedicados al transporte de pasajeros.

Mas no solo los conductores del transporte sindicalizado se ahorran las molestias y sinsabores de la ITV, muchas y muchos propietarios de automóviles particulares encuentran en incontables oficiales y suboficiales atajos para obtener la roseta a cambio de un pago no siempre modesto. No cabe duda que en la Policía Boliviana hay muchas y muchos uniformados de intachable comportamiento y ética profesional, pero muchos otros no hacen sino abonar al extendido prejuicio de la corruptibilidad de la fuerza del orden.

Tener y conducir un automóvil implica mucha responsabilidad y algunos riesgos que no pueden ser minimizados, pero en el actual estado de cosas la seguridad vial está librada al criterio (o al arbitrio) de las y los conductores, en su mayoría incapaces de respetar la norma y a los uniformados supuestamente llamados a hacerla cumplir. La ITV es, por lo visto, nada más que un mecanismo poco transparente de recaudación.