Ni bien se acerca la Semana Santa, Granada, una de las ciudades más turísticas de España, comienza a transformarse. Conquistada por los reyes católicos en 1492 y conocida por albergar el palacio fortaleza de la Alhambra y el barrio árabe del Albayzin —declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco—, la ciudad se aparece como una muestra perfecta de sincretismo cultural.

Poco a poco, las calles más céntricas de la ciudad comienzan a ser cortadas por el tráfico vehicular, las iglesias se abarrotan de devotos y devotas, y comienza a sonar el monótono ritmo de las marchas características de Semana Santa en Radio Cofrade, una emisora sintonizada religiosamente por alguno que otro vecino, generalmente de avanzada edad.

Granada actualmente cuenta con 32 hermandades que pertenecen a la Iglesia Católica. Éstas se organizan a lo largo de todo el año con diversas actividades, buscando transmitir valores cristianos a sus miembros y hacer tareas en diferentes fechas del calendario católico. Una de las hermandades más reconocidas en Granadas es la Cofradía del Santísimo Cristo del Consuelo y María Santísima del Sacromonte “Los Gitanos”.

Esta hermandad se fundó en 1939 en el barrio de Sacromonte, conocido por albergar calles estrechas y cuevas que fueron y son viviendas de población gitana y de algunos jóvenes que ocupan algunas que están abandonadas y las vuelven habitables. Salieron por primera vez en una procesión de Semana Santa en 1940 y desde entonces son reconocidos por locales y extranjeros por ser los protagonistas de una de la celebraciones más emotivas que vive la ciudad: la Semana Santa.

Un punto alto en esta fiesta religiosa es el Miércoles Santo, en el que salen en procesión aproximadamente 500 personas de la Hermandad para subir desde el centro de la ciudad hasta la magistral Abadía de Sacromonte, una construcción barroca del siglo XVII. En ella se guardan las supuestas reliquias de San Cecilio, el patrón de la ciudad, así como los llamados libros Plúmbeos, unas láminas de plomo circular hallados en 1588, cuando se destruía la mezquita mayor para edificar en su lugar la Catedral de Granada. Se hablaba de supuestos tratados religiosos del siglo I, que establecían los nexos entre la religión cristiana y la musulmana. Hoy en día se ha reconocido que se trata de una falsificación y se la interpreta como un intento de los moriscos —musulmanes granadinos que vivían bajo la conquista cristiana— por acercar ambas religiones y mejorar su precaria situación en la España del momento.

La ruta de la procesión comienza cada año alrededor de las 16.00. La Junta de Gobierno de la Hermandad —conformada por sus representantes— habrá llegado antes a la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, ubicada en la Gran Vía, una avenida céntrica y moderna de la ciudad, para organizar o atender a la gente que visita los pasos, las plataformas donde se lleva en procesión a las imágenes religiosas. A esa hora se abrirán las puertas del templo para que entren los y las cofrades, con flores y la emoción a flor de piel para organizar la salida, que será a eso de las 16.45. Los niños, niñas, jóvenes y mayores tienen cada uno una función específica para llevar el paso, que será acompañado por una banda que toque las marchas características de estas fechas.

El cortejo de “Los Gitanos” porta diferentes objetos que son símbolos de la Hermandad. Los niños y niñas suelen “salir” de monaguillos y son los que se encargan de encender las velas, entregar estampas a las personas que asisten a ver la procesión y repartir caramelos. Las jóvenes acompañarán el paso de la imagen de la Virgen y los muchachos, llamados “nazarenos”, caminarán junto a Cristo. Una cuadrilla de costaleras mujeres y otra de hombres serán los que lleven a Cristo y la Virgen en hombros, en los dos pasos que caracterizan a esta procesión.

“Es una ilusión, ya que se prepara (el paso) todo el año con muchísimo esfuerzo. Cuando sales a la calle y estás realizando ya tu estación de penitencia, es una alegría, pues todo el trabajo de un año ahí se ve realizado. No hay nada como la sensación de cuando se viste a la Virgen, se la coloca en el paso y, rato después, se abren las puertas de la Iglesia. Se le colocan siempre sus mejores joyas, sus mejores galas, porque así se muestra también a Granada. Entonces, la preparación es muy importante, porque la gente entra y te comenta lo que le gusta. Enhorabuena, es un momento muy emotivo”, relata Elena Martínez, camarera mayor de la Hermandad, quien ha formado filas en este grupo desde los 10 años.

La emoción de los preparativos se siente en el local de reuniones de la Hermandad. Es un lunes de lluvias intermitentes en Granada y una fila de casi 100 personas espera para pagar y recoger sus trajes para los días de la Semana Santa. Mientras madres y padres miden los trajes de color morado, rojo y dorado en sus retoños; jóvenes aguardan la entrega de guantes y túnicas confeccionadas especialmente para la ocasión. Para que la espera no sea tan pesada, algún souvenir de la Hermandad puede distraer a los más pequeños: Hay caramelos, muñecos con trajes tradicionales y libros para colorear a los titulares de la Hermandad, así como otras publicaciones que son para recortar y que permiten armar desfiles en papel.

“En España es muy típico que las hermandades tengan sus souvenir con pulseras, rosarios… cada una muestra los símbolos de sus titulares. Cuando llega la Semana Santa le gusta a la gente comprar estos artículos. Esto es típico sobre todo en Andalucía, que es donde se vive la Semana Santa de forma bastante fuerte”, cuenta Elena, mostrando la serie de objetos que ofrecen en un escaparate del local que, durante dos semanas, estará abierto todos los días esperando que cada cofrade encuentre lo necesario para acompañar a los pasos.

El recorrido que relata Elena dura 12 horas, porque Sacromonte espera a los dos pasos con canciones, cantes de gitanos y gitanas, guitarras, bailes y, en el camino, hogueras para seguir subiendo hasta la Abadía con las imágenes. “¡Guapo!”, gritarán cuando pase el Cristo y “¡guapa, guapa, guapa!” cuando pase la Virgen María entre saludos, cantos y miradas de cariño y emoción a flor de piel.