Amor por el cine desde Copacabana
Desde su ciudad natal, el productor Stif Pizarro prepara sus proyectos futuros con la esperanza de compartir su pasión para que otras personas también la vivan
Enfrentado a decidir entre el cine de ficción y el documental, Stif Williams Pizarro Estrada, comunicador y cineasta, prefiere el último por su cercanía a la realidad. A sus 36 años, Pizarro ha logrado una trayectoria y una proyección que parten de dos constantes: el cine y su amor por la ciudad de Copacabana. “Cuando el trabajo me llama me traslado a donde tenga que estar y trabajar, pero mi base es Copacabana porque es parte de mi vida. Es aquí donde voy a seguir viviendo hasta que el tiempo me lo permita”, explica Pizarro.
El cine, su otro amor, suele alejarlo de su hogar por temporadas de distinta duración. Días, semanas, meses… cada producción es diferente, pero el empeño con que trabaja en cada una nunca cambia. Especializado en producción, sea como jefe de producción o productor de campo, Pizarro es el encargado de garantizar que los rodajes diarios se vayan a realizar.
Para ello tiene que estar muy al tanto de la logística del día, de cómo sobrellevar el transporte, en qué momento llegará la alimentación para las personas que actuarán y trabajarán a lo largo de ese día, qué equipos son necesarios y en qué locaciones, a la vez que consigue y confirma los permisos para filmar en ellas.
Todo comenzó en 2010, en un taller de formación de comunicadores que llegó a su población. Tras ello, continuó sus estudios con los responsables de ese taller: el Centro de Formación y Realización Cinematográfica (Cefrec) de los Pueblos Indígenas y en cursos de Cine en la Universidad Túpac Katari, en Huarina.
El resto de las oportunidades fue llegando casi inevitablemente. Trabajó con el director alemán Manfred Ulic en Mar andino (2014); con Paolo Agazzi y Juan Pablo Piñeiro en Sigo siendo el rey (2015); como parte del equipo de la serie La entrega (2016) de Gory Patiño; con el canadiense Frédéric Julien en Las tres Magaly (2017); con Carlos Piñeiro en Sirena (2021); y durante 2019 con la directora Catalina Razinni en Curando al sol, película boliviana que se prevé estrenar este 2021.
Entre todas éstas, Pizarro resalta Sirena por ser una película que muestra al mundo aymara desde sus costumbres y no como algo pobre o necesitado de ayuda de afuera, resaltando más bien lo comunitario. “Pocas veces se ve en el cine tanto sentido de comunidad”, sostiene Pizarro. “Por momentos yo me sentía jefe de producción, luego gaffer o asistente de cámara o asistente de producción. Los roles se intercambiaban. Hemos tenido un grupo muy unido y comprometido”.
Sirenano es un documental, es una ficción que intenta rescatar cómo eran las cosas en los años 90, cuando la distancia cultural entre campo y ciudad era muchísimo más marcada que ahora.
“El cine boliviano debería realizar más de estas películas. Hay mucho por contar, pero no desde una visión hollywoodense, sino enfatizando esos temas de culturas, con esa realización que le dio Piñeiro; no una película masticada, sino algo para pensar y que tu imaginación trabaje”.
Él mismo lo intenta como fundador de Jiwasa Cine, un colectivo en el que enseña artes audiovisuales a los jóvenes de Copacabana con los equipos que utiliza en su productora audiovisual Audicom. Todo esto se concreta sin ayuda de ningún tipo de instancia gubernamental.
“Lo hacemos a todo pulmón, autogestionado”, explica el realizador. Tocar la puerta de las autoridades suele ser una pérdida de tiempo, así que lo mejor es tomar las cosas con sus propias manos.
Con los jóvenes del colectivo, y junto a la antropóloga y directora francesa Jordie Blanc, Pizarro ha realizado un documental llamado Cosechando esperanzas (2018) sobre el agua y su tratamiento en el camino al lago Titicaca, cuando el tema era un problema comunitario en Copacabana.
Presentado en Francia, el filme sigue a los jóvenes que se preguntan cómo preservar el lago, símbolo de su cultura, consultando con diferentes expertos.
Por su parte, Pizarro ha filmado también dos documentales: Quién soy (2011), con el que ganó en la categoría de Mejor documental indígena del Festival de Cine de Colombia; y El Señor de Colquepata (2018).
En ambas películas Pizarro intenta hacer un registro de esa realidad que quiere que destaque más en el cine boliviano, esos otros mundos que son diferentes a los que se suelen ver en la ciudad.
¿Cuál es el próximo reto en su carrera? Además de dar el salto de fotógrafo autodidacta a especializarse en dirección de fotografía, Pizarro quiere terminar un guion para dirigir su primer largometraje de ficción, el cual espera poder realizar junto a Socavón Cine.
Pero la meta de su vida es democratizar los accesos al cine. Jiwasa Cine es el primer paso: él quiere hacer más para que hombres y mujeres de diferentes edades puedan hacer arte en Copacabana sin el apoyo de ninguna autoridad que los llene de promesas y más promesas.
“En Copacabana no tenemos acceso al fomento a la cultura o a la formación artística. Entonces mi primer objetivo es democratizar el cine para poder hacer que la gente de acá o de otras comunidades puedan estar inmersos dentro del cine”, expone.
Para esto creará primero un Club del Cine en Copacabana, para que los interesados puedan ver otro tipo de películas. El objetivo es que el concepto de cine indígena sea cada vez más real.
“Falta profundizar en esa práctica. Las instituciones aún se apropian de las ideas del cine indígena. Eso deberá cambiar”. Desde la tierra que ama, Pizarro seguirá con su pasión y la compartirá con toda comunidad de la que forme parte.