‘The Endless River’: una coda que no es epitafio
The Endless River suena a una justa coda que no es epitafio. Llega como el punto final preciso a una carrera musical exuberante, en ese sentido, varios hilos, varias frases del lenguaje musical floydiano, encuentran resolución en este trabajo, se van redondeando ideas, apoyándolas magistralmente en las variaciones de Wright.
Veinte años después de publicar The Division Bell, su último álbum de estudio, el acto psicodélico británico Pink Floyd nos presenta The Endless River, una obertura instrumental en cuatro movimientos construida sobre los ecos de toda su fructífera carrera musical.
Gilmour y Manson partieron de material grabado por Wright 20 años atrás como parte de las sesiones que derivaron en The Division Bell, no se trata de una colección de lados B o de una recomposición de conceptos abandonados.
Antes que todo es un justo homenaje a la silenciosa columna creativa detrás de aquellos paisajes sonoros que son la marca indeleble de Pink Floyd a lo largo de sus paradigmáticos trabajos (Animals, The Dark Side of the Moon, The Wall, Wish You Were Here, The Final Cut). Al despojar a estos temas del componente vocal, se devela el genio creativo de Wright a la sombra de Syd, David y Roger, figuras importantes en la historia del rock que eclipsaron el trabajo no menos importante del arquitecto de atmósferas etéreas.
La recursividad “motívica” sale a flote y es inevitable transportarse a varios pasajes musicales, existen pedazos de A Saucerful of Secrets, huellas de Us and Them, Shine on you Crazy Diamond, Time, etc. En ese sentido, el álbum puede presentarse como una especie de trivia en la que gana el fánatico que puede identificar la mayor cantidad de pasajes equivalentes. Visto —o escuchado— desde otra perspectiva, puede asumirse como una colección de ecos musicales que 40 años después siguen resonando en el inconsciente musical del rock. Finalmente puede asumirse como la acumulación de “estática” a lo largo de los años de ausencia, años en que los fanáticos escucharon y redescubrieron una y otra vez todas y cada una de sus creaciones, desde los días junto a Syd hasta las giras en ausencia de Roger.
The Endless River suena a una justa coda que no es epitafio. Llega como el punto final preciso a una carrera musical exuberante, en ese sentido, varios hilos, varias frases del lenguaje musical floydiano, encuentran resolución en este trabajo, se van redondeando ideas, apoyándolas magistralmente en las variaciones de Wright. Un álbum recomendado para todos quienes alguna vez pasaron largas horas junto a Pink Floyd y tuvieron la fortuna de ser iniciados en su mitología.