‘STAR WARS’: matar al padre
Stars Wars: The force awakens reactualiza las premisas de una saga que, por la fuerza de sus fanáticos, se convirtió en mítica. En el filme se vuelven a hallar ciertos elementos repetitivos; el encuentro de un personaje (Rey) en el que la fuerza parece actuar de manera poco común, la búsqueda obsesiva de Kylo por encontrar la base rebelde, la aparición de un robot que es el engranaje entre los rebeldes y el personaje principal de la historia y, por supuesto, no puede faltar una estrella de la muerte y su destrucción. Desde este punto de vista, la cinta parece una especie de remake, un pastiche de cada una de las películas antecesoras.
¿Qué de nuevo trae Abrams a la serie? Paradójicamente, la renovación que ofrece Abrams a Star Wars tiene que ver con gestos y obsesiones que pueden encontrarse a lo largo de su obra. El realizador, sin dejar de ser un admirador de Lucas y todo lo que a él se refiere, trabaja otros temas que sobrepasan el mero interés por el homenaje.
Abrams es un cineasta de la nostalgia y de las relaciones paternales conflictivas. Los rostros de los viejos Hans Solo y la princesa (ahora general) Leia dialogan sin dificultad con filmes anteriores del director como Star Trek y Super 8. Es la puesta en escena de un grato recuerdo para un director que demuestra un fanatismo por todas las historias de ciencia ficción de los años 70 y 80, es la reactualización de un pasado memorable, sin dejar de tomar en cuenta el inexorable paso del tiempo.
El segundo tema que aparece siempre en los filmes de Abrams son las relaciones paternales conflictivas. Piénsese por ejemplo en la primera temporada de la serie Lost, en donde los personajes recuerdan a partir de flashback sus tragedias familiares. O en Super 8, que se basa en rupturas entre padres e hijos. Es por eso que la relación entre Luke con Vader es difícilmente comparable con la de Solo con Kylo.
Kylo no es simplemente un remedo de Darth Vader. La muerte de Solo en manos de su hijo no implica una lucha de poderes ni menos la pacata lucha del bien y el mal que Hollywood insiste tanto en plantear en sus filmes más soporíferos. De hecho, no existe ningún tipo de lucha; de hecho, Kylo al menos en esta entrega, difícilmente puede aparecer como la personificación del mal absoluto, del lado oscuro de la fuerza, como lo haría Vader (al menos hasta antes de los últimos minutos del episodio IV). Es simplemente un niño asustado, actúa por miedo, no por maldad. ¿No es acaso eso un giro con relación a todo el asunto de la fuerza que proponen estos filmes? Kylo no es precisamente el ejemplo del mal absoluto. Es la puesta en escena de una debilidad, un acto humano, una elección, la negación (por motivos que seguramente se van a aclarar en los siguientes capítulos) del padre. ¿No es acaso un gesto similar de muchos de los personajes de Lost?
Abrams tiene sin duda obsesiones, intuiciones muy interesantes. Es un cineasta que sabe plantear equilibrios entre un auténtico respeto por cineastas de “culto” como Lucas, pero al mismo tiempo, una capacidad de plantear, dentro del seno mismo de una industria, una visión muy particular sobre las relaciones humanas. Abrams se mueve entre el homenaje y el deseo de matar al padre para crear a partir de sus cenizas otra cosa. Sin duda, estas intuiciones se van a ir clarificando en los próximos capítulos de esta historia fratricida.