A propósito de ACTIVISMOS y el 8M
El teatrista y performer Diego Aramburo reflexiona sobre la lucha en temas de género a través del arte.
En la semana me sorprendió el paralelismo entre una serie de mensajes sobre el Oscar a la película chilena Una mujer fantástica, y el 8M (8 de marzo, Día Internacional de la Mujer), en que en nuestra parte de mundo paramos sobre todo para decir basta a los desequilibrios de género que llegan al espeluznante e indignante grado de tener en Bolivia, en lo que va del año, más de una mujer muerta cada semana, solo por el hecho de ser mujer.
Y si bien la importancia de manifestarse contra la violencia sufrida por la mujer está a “años luz” por encima de decir algo sobre una premiación artística, un aspecto de ese premio terminó relacionado: el hecho de que esa película muestra una historia de alguien que nació biológicamente hombre y luego decide ser mujer.
Sobre el premio sucedieron dos cosas. Una, que aparecieron una cantidad de mensajes discriminatorios haciéndose la burla del personaje y la persona (Daniela Vega, admirable en ambos sentidos, y quien solo pudo montarse al avión como ‘Daniel Vega’ para que Daniela reciba el Oscar porque las leyes de su país no le permiten aún ser legalmente mujer). Y dos, que el arte permitió un avance que el activismo tradicional no estaba logrando; pues, la plataforma mediática de ese premio, hizo que el propio Piñera, que iba a detener el proceso de legislación del cambio de Género en Chile, declarara que se seguirá ese curso legal, sin que esto evite que “se le escapen” frases discriminatorias para con las opciones no heterocentristas, claro.
Esta actriz, llámese ella Daniel o Daniela, es innegablemente parte de las afectadas por la falta de equidad del patriarcalismo campante. Por suerte no es una víctima fatal, como las miles de mujeres atropelladas por tal sistema y llevadas hasta la tumba. Pero que eso no nos engañe: todas las mujeres pagan a diario por la vigencia de ese status quo.
Me emocionó encontrar, alrededor de este 8M, una mujer Daniela Vega logrando algo por la equidad. Y lograrlo a través de un activismo absolutamente militante, aunque quizás no tradicional, a favor de la causa en cuestión. Todo aporte suma. La falta de equidad es un hecho que requiere posicionamientos, reflexión y acciones. Porque el 8M, pero cada día en realidad, uno no puede dejar de pensar en la necesidad de justicia, de democracia, y de respeto a los derechos fundamentales de los individuos, comenzando por el de las mujeres, que todo Estado asume a través de su constitución: el defender a todos los ciudadanos de su territorio por igual.
La filósofa Judith Butler propuso uno de los mayores avances sobre la comprensión del concepto de género cuando dio a entender que el género de las personas es apenas una manifestación performativa (un comportamiento arbitrario y representacional, no algo intrínseco a la naturaleza de los cuerpos). Asimismo, dicha performatividad, que reconocemos como género, es fruto de la reiteración sociocultural que nos lleva a repetir ciertas formas para ser aceptados y no sufrir castigos sociales como la discriminación, el aislamiento, etc. Y solo porque todo nos enseña e indica esto desde pequeños, es que mayoritariamente ejercemos un género a través de formas que nos enseñaron que condicen con una fisiología (para no ser castigados socialmente).
Pero el aporte de Butler no termina ahí. Ella va más allá y dice que la categoría del sexo de las personas es fruto del mismo procedimiento de culturización. Y, además, sabemos perfectamente que esto es relativo pues, si para una cultura es reprochable algo que no lo es para otra, contemporáneamente, extendiendo las posibilidades también a lo largo del tiempo, la variabilidad y relatividad de los valores, las normas y tantas otras características culturales, queda más que en evidencia. Y ahí es crucial decir que la culturización no es solo un “inconsciente” o “involuntario” proceso de asimilación de personas a códigos e idiosincrasias, no. La culturización es un proceso de repetición de mensajes, dados en todas las formas y maneras, que inculcan lo que se debe repetir, así como dejan entender el peligro y castigos de no hacerlo. Y, naturalmente, el manejo de los medios que transmiten esos mensajes está en determinadas manos, las manos a las que les conviene tal estructura establecida (el establishment), sus valores y creencias. Es así que el sistema heterocentrista procede para mantener la construcción sociocultural (es decir arbitraria y no natural), del “macho-alfa” como eje de cualquier agrupamiento de seres humanos, comenzando por el arma más simple y representativa de este sistema de culturización: la familia patriarcal.
Pero, si por un momento olvidamos el sistema de premios y castigos (casi invisible, pues nosotros mismos lo replicamos al aprobar o reprobar incluso a nuestros propios hijos), y si durante un instante pensamos en ejercernos libremente como seres humanos e individuos plenos de libre albedrío y respaldados por el derecho fundamental de determinar por nosotros mismos lo que queremos y lo que nos puede o no hacer felices, seguramente nos encontraríamos con que una cantidad para nada despreciable de nosotros, no queremos solo repetir comportamientos normalizados y no “normales”.
Hay pues miles de opciones posibles en cuanto al género y al sexo. Más allá de posibles fisiologías de nacimiento (que también hay más de dos). Y la constitución de todos los Estados dice garantizar y proteger los derechos de todos y cada uno de sus ciudadanos, por igual, no a manera de premio, apenas para que ninguno de sus ciudadanos esté en riesgo. Para que ningún Daniel Vega esté en riesgo de actos de desequilibrio ni injusticia, y menos de violencia. Para que ninguna Daniela Vega esté en riesgo. Para que ninguna Daniela esté más en riesgo. Para que no esté más en riesgo ninguna de nuestras tantas Danielas nacidas tal o de cualquier forma. Y para que no esté en más riesgo nadie.
*Teatrista.