Javier Mendoza y la comunidad de Aymaras Urbanos de Pampajasi
Imagen: Archivo Comunidad Aymara Urbanos de Pampajasi
Imagen: Archivo Comunidad Aymara Urbanos de Pampajasi
La Cámara de Senadores hizo un homenaje al historiador y escritor Javier Mendoza Pizarro y a la psicogerontóloga Mercedes Zerda Cáceres
Quiero agradecer en mi nombre y el nombre de mi compañero de toda la vida: Javier Mendoza, a la Cámara de Senadores de la Asamblea Legislativa Plurinacional de Bolivia, en la persona del presidente de la Comisión de Política Internacional Senador Félix Ajpi, por la declaración camaral de reconocimiento a nuestro trabajo de 40 años como psicólogos comunitarios al servicio de la población aymara urbana y rural, sobre todo de las personas adultas mayores de nuestro país.
También quiero entregar nuestro agradecimiento con toda nuestra chuyma a ustedes, jilatanaka, kullakanaka, taykanaka, awkinaka, awichanaka, achilanaka, wawanaka, a quienes están presentes y a quienes no están, porque esta hermosa experiencia de construir una comunidad la hemos hecho todos juntos en tantos años.
Javier, que hace poco cumplió 80 años, dedicó la mitad de su vida y yo, dos terceras partes de la mía a la construcción de lo que hoy tiene el nombre de Comunidad Aymaras Urbanos de Pampajasi (CAUP), una organización comunitaria que durante todo este tiempo ha desarrollado una forma de servicio basada en la cultura, la cosmovisión y la organización aymaras.
Lo que hicimos nosotros fue acompañar y apoyar, de manera no directiva, el surgimiento de una verdadera psicología boliviana, la de esta región andina del país y resultó que la psicología del pueblo aymara es fundamentalmente comunitaria. Ahora les toca a otros, levantar los ojos de las pantallas y libros para mirar la abundante riqueza de las culturas indígena/originarias que nos rodea y aprender de estos pueblos otras maneras de entender la vida y las relaciones entre humanos y con la naturaleza. Hay mucho que hacer para psicólogos comunitarios académicos y empíricos.
A fines de los años 70 y principios de los 80, en la única carrera de Psicología que entonces existía en nuestro país, en la Universidad Católica, donde Javier enseñaba y yo era estudiante, surgió la idea de “poner la psicología al servicio del pueblo” y eso intentamos hacer: dejar de repetir las teorías europeas y norteamericanas que inundan las universidades y construir una psicología que sea útil y refleje a nuestros pueblos. Por eso en 1983, Javier y yo empezamos a compartir nuestra vida con familias aymaras urbanas y rurales en la zona de Pampajasi, en la ciudad de La Paz y en comunidades de la provincia Manko Kapak a orillas del lago Titicaca.
Todos los días de estos años ha pasado algo interesante que aprender, que comentar, que reflexionar, por eso creemos que lo que hemos aprendido es muchísimo más de lo que hemos podido dar y nos sentimos privilegiados porque la vida nos ha dado la oportunidad de construir esta comunidad con ustedes. Hemos aprendido a vivir y envejecer de manera natural, así como viven y envejecen las plantas, los animales, los ríos, las montañas, todo lo que nos da la Pachamama, hemos aprendido a respetar los derechos de todos, desde los de los más chiquitos hasta los de los más ancianos, trabajando todos juntos, poniendo nuestro esfuerzo de la misma manera y distribuyendo lo logrado de forma equitativa, para todos por igual.
Ustedes, con sus costumbres aymaras, nos han enseñado que “las cosas se hacen haciendo”, no planificándolas desde un escritorio, y sobre todo hemos aprendido, todos juntos, ustedes y nosotros, que la comunidad es la unidad esencial de cualquier construcción social que quiera sobrevivir, porque el individualismo egoísta solo destruye a los demás y a la naturaleza.
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En el mundo globalizado y capitalista de hoy que se acerca al inminente desastre ambiental, con guerras y crisis climática, para sobrevivir como especie los humanos necesitamos nuevas formas de civilización, basadas en el apoyo mutuo en vez de la competencia y en la sostenibilidad de la naturaleza en vez de la ganancia. El material esencial para construir esa nueva civilización está en las cosmovisiones de los pueblos indoamericanos, asiáticos y africanos; todas esas culturas son fundamentalmente comunitarias. Pensamos que aprender a construir verdaderas comunidades, cuidando las relaciones entre humanos y con la naturaleza es la manera de salvar al planeta, por eso la urgencia de aprender de las culturas ancestrales.
Este reconocimiento que nos hacen es también por el trabajo de historiador de Javier y por el mío de psicogerontóloga. Quiero mencionar que esos trabajos también fueron fruto del trabajo comunitario como psicólogos, pues los libros y las investigaciones históricas de Javier tuvieron siempre una posición crítica basada en una reflexión psicosocial y nuestra mirada gerontológica siempre fue para difundir la manera aymara de envejecer. En todos nuestros trabajos están trenzados la psicología comunitaria, los pueblos indígena/originarios y la gerontología.
Son muchísimos los niños y niñas que hemos visto crecer, los jóvenes que se han convertido en madres y padres de familia y las personas mayores que hemos visto morir, con ellos hemos realizado muchas actividades, proyectos largos y cortos, productivos, agropecuarios, artesanales, tejidos, culturales, música, baile, gastronómicos, hemos hecho adobes, construido casas comunitarias para la vejez, comedores e incontables cosas que han llenado nuestras vidas y las han mejorado. Hemos construido comunidad todos juntos, para superar dificultades económicas, emocionales, de relaciones interpersonales y grupales, de educación y de salud física y mental.
Para finalizar, ustedes saben que Javier no está presente hoy porque hace una semana ha partido hacia la aventura final de la vida, se ha adelantado en la última aventura que todos emprenderemos algún día. Las últimas conversaciones que hemos tenido, nuestras últimas reflexiones juntos, tienen que ver con la diferencia entre la resignación y la aceptación.
Resignarse, en castellano es aceptar algo, aunque no nos guste, nos resignamos a envejecer, nos resignamos a morir, porque no nos queda más remedio. En aymara hay una expresión que es ukhamaw, significa “así es”, así es el envejecer y así es la muerte, puede ser equivalente a resignación pero en realidad, es aceptación, comprobación de algo, la verificación de que algo es como es; envejecer es perder energía, perder la vista, el oído, ukhamaw, así es porque en tu experiencia lo estás viviendo y más te vale aceptarlo, pero no siempre es la aceptación de algo que no quieres, como en la resignación; puede ser la verificación de algo que te gusta, como que te quieran tus nietos, ukhamaw, así es ser abuela. Puedes decidir resignarte a envejecer o aceptar el envejecimiento con actitud ukhamaw, o puedes resignarte a morir o aceptar la muerte con naturalidad, porque así es morir.
Javier aceptó la muerte con actitud ukhamaw, porque según sus palabras “ya era cabal”, estaba justo en su momento. Ya se había saciado de vivir y aceptó partir a esa aventura desconocida a la que llamamos muerte. Murió en nuestra casa, en mis brazos y sus últimas palabras fueron: “Peti, lo hemos hecho bien en la vida, estoy listo”.
* Este es el exto leído en el acto de homenaje por Mercedes Zerda Càceres.
Texto: Mercedes Zerda Cáceres
Fotos: cámara de senadores y Archivo Comunidad Aymara Urbanos de Pampajasi