Festividad de las ñatitas, una reconexión de los seres humanos con la Madre Tierra
Según el antropólogo y columnista de La Razón, Édgar Arandia, la festividad de Todos Santos, Día de Muertos y esta tradición se relacionan con el pedido de fecundidad a la naturaleza.

Édgar Arandia explica la importancia de la festividad de las ñatitas en el programa Piedra, Papel y Tinta, de La Razón. Foto: Oswaldo Aguirre.
Este martes es la Octava de noviembre: la festividad de las ñatitas, tradición arraigada en la población del occidente del país. Según el poeta, antropólogo y columnista de La Razón, Édgar Arandia, el ritual que realizan muchas familias en el Cementerio General tiene conexión con otras festividades.
“La Octava de noviembre tiene que ver con Todos Santos y con el Día de los Muertos porque es etapa de reconectar a los seres humanos con la Madre Tierra para pedirle fecundidad”, dijo.
Arandia fue el invitado de esta jornada en el streaming de Piedra, Papel y Tinta, que es conducido por la directora de La Razón, Claudia Benavente.
En la entrevista, hizo referencia a un fragmento del discurso del vicepresidente del Estado, David Choquehuanca, que señalaba que el mundo había perdido la conexión con la naturaleza.
“Esto es cierto, pero son ya varios siglos que ha acontecido esto. Entonces, precisamente lo que hace la Octava es eso: reconectar”, afirmó.
Arandia recordó que su afición por la festividad de las ñatitas comenzó cuando resultó herido de uno de los momentos más nefastos de la historia nacional: la Masacre de Todos Santos, en 1979.
“Ese día murieron unas 200 personas y 500 resultamos heridos. Yo perdí una parte de la ‘qamasa’, donde mora el coraje y la dignidad”, contó.
También puede leer: Estos son los nuevos murales que luce el Cementerio General
El festejo a las ñatitas
La tradición dice que las ñatitas protegen a las familias que conservan estos cráneos de personas NN. Las personas les colocan sombreros, gorros, gafas y otros accesorios. A la vez les piden ayuda para que sus negocios prosperen, o que velen por su salud. Otros solicitan ayuda para encontrar pareja o que los proteja de los malos espíritus, por ejemplo.
Les ponen gorros, lentes y, para proteger su dentadura, le ponen una placa de aluminio cuando son cráneos de gente joven. Solo este día es donde las almas se reúnen.
“A mediodía (el taypi), es donde se juntan la hembra y el macho, es el momento donde se hace el ritual en la parte trasera del Cementerio General, donde están enterrados los NN”, explicó.
“A las cinco de la tarde, después de la fiesta, porque se baila, se come y se mete de contrabando bebidas espirituosas, es el momento del cambio agrícola”, agregó.
Este cambio es la preparación para el Solsticio de Verano, que es el 21 de diciembre, según el especialista.
Una relación con el ciclo agrícola
Arandia sostuvo que un cráneo o ñatita es como una semilla, que se siembra, cosecha, produce; se utiliza y se vuelve a sembrar. Tiene que ver, según el antropólogo,
“Hay que imaginarse la vida como un círculo, donde están todas las almas, el jach’a ajayu, todo el ‘almamundo’ está ahí, donde naces, mueres, renaces, igualito que la semilla”, contó.
En ese sentido, estos cráneos olvidados faltan en este espacio y el círculo está incompleto, por lo que, para cerrar esta cadena, se hace la Octava.
“El rito de las ñatitas tiene que ver exclusivamente con generar la armonía entre la madre Tierra y los seres humanos”. “Estas calaveras, que son de los cuerpos olvidados solo sirven para restablecer ese equilibrio”, indicó.

Una relación con los muertos
Otra conexión, denominada “hibridizada” por Arandia, es la relación de la festividad de las ñatitas con el Día de Muertos.
El escritor hizo referencia a la matanza a los mártires cristianos, cuando uno de los papas instauró el Día de Todos los Santos, que eran los santos mártires de la Iglesia Católica fallecidos.
“En la abadía de Cluny, en el siglo XVI, no solo se podía recordar a los mártires, sino a todos los difuntos, porque estarían excluyendo del paraíso a todos los cristianos”, narró.
“Ese Día de Difuntos coincidió igual que el Anata, con el Aya Marcay Killa, que corresponde al duodécimo mes del calendario inca”.
“Noviembre es el mes de los muertos y la luna, que en el mundo indígena es hembra y representa la menstruación femenina, representa a la mujer que es la pareja del sol”, describió.
Por lo tanto, en diferentes regiones, se festejaba a los muertos. En Carangas, por ejemplo, los pobladores retiraban de sus hornacinas a las momias. Éstas, eran vestidas y las hacían bailar, entre juegos tradicionales de sapo.
“Se juega el sapo porque es el que anuncia las primeras lluvias, lo que nos conecta a la época del Carnaval. La Octava dura hasta el 21 de diciembre, fecha de fiesta del sol e inicio del verano”.
Ese día, en esos dos lugares, comentó Arandia, se reúne gente para hacer miniaturas de arcilla, como llamitas, maíces; lo que se vincula a otra tradición: la Alasita.
Finalmente, el escritor promocionó su libro La otra muerte, la Octava de noviembre, como relevancia a la festividad y culto a las ñatitas. Además, invitó a la presentación de su obra Los tres rostros del Señor Jesús del Gran Poder, a realizarse el 21 de noviembre, a las 19.00, en el Espacio Simón I. Patiño.