El naturalista Alfred Wallace, 200 años a la sombra de Darwin
En 1858, mientras recolectaba miles de especímenes de animales en las islas del archipiélago malayo, sus observaciones dieron lugar a lo que llamaría ‘una intuición’.
Alfred Russel Wallace. Foto: Internet.
El principio de la selección natural fue codescubierto por otro naturalista británico: el olvidado Alfred Russel Wallace, que nació hace dos siglos. Es decir, la teoría de la evolución no rima solo con Charles Darwin.
En 1858, mientras recolectaba miles de especímenes de animales en las islas del archipiélago malayo, sus observaciones dieron lugar a lo que llamaría «una intuición».
Este brillante autodidacta entiende cómo evolucionan las especies. Frente a los recursos limitados en un territorio dado, solo sobreviven y se reproducen los individuos más adaptados a su entorno, transmitiendo sus características superiores a su descendencia.
Para el experto Ciryl Langlois de la Escuela Superior de Lyon, una idea -con aires de «golpe de genio»- que comunica a su compatriota Darwin en un artículo.
Este último encuentra lo esencial de su propia teoría –que perfeccionó durante 20 años sin haber publicado nunca nada– y se siente «profundamente conmovido», cuenta el profesor agregado.
Posteriormente, se organizó en Londres una copresentación y publicación de sus trabajos sobre selección natural. Sin embargo, los dos científicos no acuden al evento. Incluso, Wallace ni siquiera lo sabía, pese a que ambos nombres estaban bien resaltados.
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Lecturas y clases nocturnas
Wallace, que se convirtió en explorador, coleccionista, naturalista, geógrafo y antropólogo, nació el 8 de enero de 1823 en Gales, en una familia pobre. Fue el octavo y penúltimo hijo de un jurista que nunca ejerció, aficionado a la literatura y rentista rápidamente arruinado.
Obligado a abandonar la escuela a los 14 años, el joven Wallace se formó a través de clases nocturnas y lecturas sutiles que lo llevaron a poner rumbo a los 25 años al Amazonas. Tenía el objetivo de cartografiar y recolectar mariposas, insectos y aves.
Remonta en piragua el Río Negro, más lejos que cualquier otro europeo, con gran curiosidad, recogiendo misteriosos especímenes y ennegreciendo decenas de cuadernos de notas. Pero de vuelta a Inglaterra en 1852, su barco se incendió y se hundió.
A pesar de la pérdida de su colección, Wallace publicará dos libros sobre sus expediciones y partirá en 1854 a Asia, continente que recorrerá meticulosamente durante ocho años.
Al otro lado del globo, presionado por el tiempo (y por el correo de Wallace) Darwin publicó en 1859 «Del Origen de las especies», una verdadera revolución. La primera tirada (1.250 ejemplares) se agotó el mismo día, al igual que la segunda edición.
De esta manera, Darwin eclipsó a Wallace, pero los dos hombres se respetaban mutuamente.
Wallace deviene uno de los mayores defensores del darwinismo. Aunque se opondrá a la selección sexual (ligada a la lucha por la reproducción) y rechazará –es un adepto del espiritismo– ver al Hombre como el producto de la única selección natural.
«Pensando que los espíritus podían influir en el hombre, rechazaba la idea de que el hombre fuera un animal como los demás», convencido de que «la evolución humana era progresista». Así lo explica Langlois.
Visionario
Sin embargo, seguirá siendo uno de los científicos británicos más famosos de su tiempo, sobre todo por sus trabajos sobre el archipiélago malayo. De éste, reportó en 1862 más de 125.000 especímenes de insectos, aves y mamíferos, entre otros, en su mayoría desconocidos en Europa.
También fue uno de los fundadores de la biogeografía, disciplina que intenta comprender la distribución geográfica de las especies. Además, puso en evidencia la existencia de una frontera (llamada «línea de Wallace») entre las especies animales y vegetales de las islas de Bali y Lombok.
Pese a su entusiasmo por el espiritismo o su oposición a la vacunación, «Wallace fue visionario en muchos temas», subraya Laurence Talairach. Ella es codirectora de la traducción del relato de Wallace «El archipiélago malayo, cuna del orangután y del pájaro del paraíso».
Fue partidario de una mayor justicia social y defensor del derecho de voto de las mujeres. En ese marco, alertó sobre las derivas del capitalismo y la sociedad de consumo o sobre el impacto de la colonización en las regiones que visitaba.