Hace 30 años desaparecía Rudolf Nuréyev, genio de la danza
Formó una pareja de danza mítica con la gran dama del ballet británico Margot Fonteyn, a pesar de su diferencia de edad, que eran alrededor de 20 años.
En esta foto de archivo tomada el 22 de junio de 1980 el bailarín de ballet de origen soviético Rudolf Nuréyev actúa con Ghislaine Thesmar durante una escena del ballet 'Tarde de Fauno' en Le Bourget para la 'Fete de la Liberté'. Foto: AFP.
Hace 30 años, en París, se extinguía Rudolf Nuréyev, bailarín superestrella que se atrevió a huir de la URSS en plena Guerra Fría.
El insumiso
En 1961, escapando de miembros del KGB en el aeropuerto francés de Bourget, tras una gira del Kirov (actual Marinsky de San Petersburgo) –del que era una de las estrellas–. El bailarín, de 23 años, le dijo a un oficial: «Me gustaría quedarme en su país».
Nacido de padres musulmanes pobres tártaros, pasó hambre en Ufa, en el oeste de Rusia.
«Era un rebelde, luchó toda su vida, comenzando por la oposición a su padre que no quería que bailara», afirma a la AFP Elisabeth Platel. Ella es directora de la escuela de danza de la Ópera de París y una de sus bailarinas habituales.
«Pero no le interesaba la política, quería vivir su libertad artística y sexual», explica Ariane Dollfus, autora de una biografía del bailarín, en referencia a su homosexualidad.
En Rusia no fue rehabilitado hasta después de su muerte. Falleció de sida, en 1993, a los 54 años.
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Estrella del ballet
«Era un bailarín extraordinario, como ningún otro», resume Manuel Legris, nombrado bailarín estrella, a los 21 años, por Nuréyev en 1986.
En la Scala de Milán, Nuréyev «es venerado y su único nombre alcanzaba para llenar las salas», dice. «Todo lo que tenía que hacer era subir al escenario», recuerda.
«No hacía 14 piruetas como hacemos hoy, pero era mágico», destaca.
De Nueva York a Londres, los aficionados le daban la bienvenida como a una estrella del pop. En el estreno de su producción del Lago de los Cisnes en Viena, hubo 89 levantamientos de cortinas, un récord en el Libro Guinness.
Formó una pareja de danza mítica con la gran dama del ballet británico Margot Fonteyn, a pesar de su diferencia de edad (ella tenía unos cuarenta años, él unos veinte).
Volcánico
«No tenía filtros. Era alguien con debilidades psíquicas. Podía ser violento verbal y físicamente», explica Dollfus.
«Hacia el final de su carrera, golpeó a un bailarín y terminó en un juicio», detalla.
«Sus comentarios eran bastante abruptos. No habría sobrevivido a las redes sociales», subraya por su parte Legris.
En la Ópera, de la que fue director de danza en los años 1980, apartó estrellas establecidas en beneficio de los jóvenes. Y no es casualidad que Patrick Dupond, estrella del ballet francés, abandonara el grupo durante su mandato.
«No podía haber dos soles», destaca Dollfus.
La compañía, a la que dio fama internacional, no siempre lo apoyó como lo demuestra una huelga memorable el día del estreno de su «Bella durmiente».
Disciplina de hierro
En el estudio o en el escenario, era un ejemplo para los bailarines por su disciplina y exigencia.
«Trabajaba como loco y, aunque salía hasta tarde, a la mañana siguiente estaba listo para recomenzar», afirma Legris. Él forma parte de los «hijos de Nuréyev», una generación de oro de jóvenes bailarines de la Ópera.
«Revolucionó el lugar del bailarín masculino en el ballet, donde la bailarina es reina», según Dollfus, dando más espesor a los personajes de príncipes.
«Antes de él, los bailarines estaban obligados a ser muy discretos, muy rígidos. Realmente decodificó al bailarín masculino», indica la biógrafa.