Además, informó de que había dado órdenes al Pentágono para estudiar las opciones militares adecuadas, incluida la declaración de una zona de exclusión aérea, para responder al intento de Muamar Gadafi de prolongar su régimen por la fuerza. «No quiero ser ambiguo: el coronel Gadafi tiene que dejar el poder e irse», declaró el Presidente estadounidense.

«Gadafi tiene que irse», insistió, «quienes les rodean tienen que responder por sus crímenes y las aspiraciones del pueblo libio tienen que ser satisfechas». Es un mensaje que trata de resaltar, al mismo tiempo, la soledad absoluta del dictador, el riesgo que corren sus colaboradores si no lo abandonan y la intención de Obama de mantenerse en el lado correcto de la historia, con quienes luchan por la libertad, procurando evitar que el uso de medios militares sea interpretado como una intervención indeseable.

En una conferencia de prensa junto al presidente de México, Felipe Calderón, Obama destacó que, tal como se están desarrollando los acontecimientos en Libia, «existe el riesgo de un estancamiento que podría ser sangriento». Frente a eso, «no quiero que nos quedemos quietos», dijo.

«Existe una amplia gama de opciones, militares y no militares que estamos examinando, y tomaremos las decisiones adecuadas basadas en lo que sea mejor para el pueblo libio, de acuerdo con la comunidad internacional y minimizando en lo posible el daño a civiles inocentes».

Obama insistió en varias ocasiones en que intentará actuar de acuerdo con sus aliados, pero no hizo mención expresa a la necesidad de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, como se ha venido diciendo hasta ahora, ni descartó de forma contundente un acción unilateral.

El Presidente puso más énfasis en señalar que «Gadafi claramente ha perdido la legitimidad entre su pueblo» y que, a diferencia del caso de Egipto, donde el régimen hizo un mínimo uso de la fuerza contra los manifestantes, «en Libia estamos viendo la utilización de la violencia contra desarmados».

Aunque Obama anunció también un inmediato despliegue de medios civiles para responder a necesidades esenciales de los libios, sus declaraciones han reactivado súbitamente el debate sobre una intervención militar internacional en Libia, que parecía ralentizado después de que el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, recordara el miércoles que la declaración de un espacio de exclusión aérea exigiría destruir previamente los sistemas antiaéreos de ese país, que es lo mismo que decir que es necesario primero atacar Libia.

«No se trata sólo de mover un portaaviones y desplegar un montón de aviones. Hay que tomar acciones para asegurarse de que el cielo está dominado y es seguro», insistió ayer el portavoz del Pentágono, Geoff Morrell.

Alba analiza mediar

Los cancilleres de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de América (ALBA) discutirán en Caracas la propuesta venezolana de una mediación para Libia, anunció Ecuador, que se opuso a una intervención armada en el país norafricano. El análisis se hará pese al rechazo de los rebeldes y del hijo mayor de Gadafi. Entretanto, más de 100.000 refugiados esperan ayuda humanitaria.

El joven que prendió el fuego

El joven tunecino Mohamed Buazizi, convertido en símbolo de la revuelta árabe y de cuya muerte se cumplen hoy dos meses, no sólo quemó su propia humillación al inmolarse, sino que también prendió fuego al «ancien regimen» árabe.

Sin pretenderlo, Buazizi, un humilde vendedor ambulante de 26 años, puso en evidencia la desconexión entre los dirigentes que se perpetuaban en el poder y las jóvenes poblaciones con ansias de cambio y transparencia, que se mueven sin censura en internet.

Cuando la Policía confiscó a Buazizi el carrito de fruta y verdura y el joven se roció de gasolina, el fósforo que le prendió también quemó la línea roja entre poblaciones sin expectativas económicas y sus dirigentes y clanes familiares, con millones de dólares en cuentas corrientes fuera de sus países.

Esas secretas fortunas, cifradas en miles de millones de dólares, se han dado a conocer poco a poco, a medida que los países que las custodian reaccionaban a las peticiones de opositores y ciudadanos. La revuelta que desató Buazizi comenzó a incendiar «castillos» de fachada democrática.