Por quinta vez en un mes y medio, ayer, los franceses salieron masivamente a las calles, en todo el país, para rechazar la reforma de la jubilación impulsada por el gobierno conservador de Nicolas Sarkozy. Entre 825.000 personas según la Policía y tres millones según los sindicatos participaron en unas 230 manifestaciones convocadas en todo el país.

En la capital, algunos chubascos y temperaturas otoñales no desalentaron a decenas de miles de personas —310.000 según los sindicatos y 50.000 según la policía— a  rechazar otra vez más una reforma que eleva de 60 a 62 años la edad mínima para jubilarse y de 65 a 67 para cobrar una jubilación completa.

Las refinerías centraron el foco de atención en Francia, mientras el Gobierno multiplicaba llamamientos a la calma y aseguraba que no hay riesgo de penuria energética. 12 centrales estuvieron cerradas en los últimos días, provocando que la patronal del sector se vio obligada a usar producto almacenado.

El principal problema apareció en el aeropuerto de Roissy-Charles de Gaulle, el mayor del país, donde el oleoducto que alimenta las reservas de combustibles para los aviones alcanzaban para más de dos días. Sin embargo, un portavoz oficial aseguró a EFE que el oleoducto se reabrió ayer.